Larisa de Orbe*

DOI: doi.org/10.53368/EP63IVCbr06

Resumen: Se aborda un movimiento de resistencia de jóvenes surgido en 2011 ante la imposición de un proyecto carretero en Tepoztlán, México, que representó un proceso de despojo y de desmantelamiento parcial de procesos comunitarios y de bienes comunes para favorecer la dinámica moderna capitalista. Se visibilizan algunos episodios del movimiento en los que la producción de lo común y las relaciones de interdependencia surgieron como respuesta a dispositivos micropolíticos de producción de subjetividad impuestos por el Estado, el patriarcado adultocéntrico y la lógica del capital.

Palabras clave: subjetividad ecocomunitaria, jóvenes, megaproyectos

Abstract: A resistance movement of young people from Tepoztlan Mexico (FJDT) against an imposed, destructive, and illegal highway is described. It represented a process of dispossession and dismantling of community processes and the commons in favour of modern capitalist dynamics. Some episodes of the movement are made visible in which the production of the common and relations of interdependence arose as a response to micropolitical devices for the production of subjectivity imposed by the State; the adult-centric patriarchy; and the logic of capital.

Keywords: eco-community subjectivity, youth, megaprojects

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A Tes, Tía, Dany, Ita, Tona, Beto,

Jaz, Amalia, Carlos y a la maestra Osbelia.

 

Introducción

Conocí el Frente Juvenil en Defensa de Tepoztlán (FJDT) durante un incendio ocurrido en las montañas de Tepoztlán, en Morelos, México, en abril de 2016. El grupo de jóvenes dirigía un centro de acopio de donativos en el zócalo del pueblo para apoyar a brigadistas que sofocaban el fuego. Además de percatarme de la ausencia de autoridades locales, observé un alto grado de organización. Varios grupos se movían rápidamente de un lado a otro recibiendo y clasificando los donativos que llegaban; otro grupo recibía por radio información acerca de dónde faltaban refuerzos para apagar el fuego y, con escaso equipo de protección, subía con urgencia en camionetas; otros se encargaban del manejo de las redes sociales para comunicar a la ciudadanía lo que seguía haciendo falta. Nadie daba órdenes; era como si todos supieran qué les tocaba hacer. Estaba presenciando una histórica y densa red de tejido comunitario que se expresa en un complejo sistema de mayordomías, barrios, fiestas, el coatequitl,[1] y en el caso de los incendios, una vieja red de organización por brigadas o grupos cívicos que se identifican con nombres de animales de la fauna local.

La mayoría de los jóvenes que conformaban el Frente pertenecían a familias tepoztecas herederas de una tradición de lucha de largo aliento ante el intento de imposición de proyectos turísticos en su territorio. Ejemplo de ello fue el conflicto contra un club de golf en 1994 que durante su infancia les tocó vivir y en el que participaron (Salazar, 2010, Rosas, 1997). En esta disputa el pueblo entero organizó la resistencia con una mezcla de elementos de religiosidad comunitaria[2] y zapatismo (Sánchez-Reséndiz, 2006), y se apoyó en su estructura comunitaria preexistente para lograr detener el proyecto. En su niñez fueron testigos de los repertorios de lucha de la Asamblea, las guardias nocturnas, las fogatas, «la quema de judas»[3] y las barricadas. Con la participación de todos los barrios, se fortaleció una identidad que logró construir un poder municipal autónomo inspirado en la Ley General sobre Libertades Municipales de Emiliano Zapata.

En los últimos veinticinco años, esta generación de jóvenes ha sido testigo de las transformaciones más drásticas de su territorio. De ser agrícola, pasó a depender de la actividad turística, que sigue en crecimiento, acompañada de una presión inmobiliaria y un aumento de la población.[4] La ubicación de Tepoztlán, además, se considera estratégica para el intercambio de mercancías, ya que está situada en un punto que une a la Ciudad de México con el oriente del estado de Morelos, y enlaza con la carretera Siglo XXI que conecta al Océano Pacífico con el golfo de México.[5] Estos cambios en la matriz económica han originado una lenta pulverización del tejido comunitario y han dado entrada a procesos privatizadores de la tierra (Vargas y López, 2017).

En este contexto, el Frente Juvenil en Defensa de Tepoztlán se conformó en 2011 como una reacción contestataria contra dos hechos; el primero, la amenaza de un proyecto de ampliación de la carretera La Pera-Cuautla que cruza su territorio, que formaba parte de una política impulsada por el Gobierno federal para modernizar dieciséis mil kilómetros de la red de carreteras ya existente en el país. El tramo de veintiún kilómetros cruzaba ilegalmente por tierras comunales,[6] y violaba decretos de protección ambiental[7] de una zona de gran biodiversidad y de una alta fragilidad ecológica. Además, se ponían en riesgo arquitectura prehispánica y vestigios arqueológicos,[8] y aumentaría el tránsito de tractocamiones de carga doblemente articulados. A pesar de todo ello, se presentó como un proyecto necesario para incrementar la demanda turística, mejorar la conectividad de mercancías de la costa del Pacífico al golfo de México y favorecer el desarrollo industrial de la región.[9]

El segundo, fue un rompimiento con los adultos que dirigían el movimiento de oposición, al que llamaban Frente Grande. Como jóvenes, no estuvieron de acuerdo en la forma en que llevaban las asambleas; según su percepción, no eran deliberativas ni consultivas, sino informativas de decisiones tomadas previamente. La posición conciliadora y de diálogo con las autoridades, además de actitudes adultocéntricas, los llevó a constituirse como Frente Juvenil, y a tener sus propias asambleas para organizarse y planear actividades de resistencia de manera autónoma.

Cuando los conocí, ya llevaban cuatro años organizando colectivamente una riqueza social autogestiva a contracorriente de la lógica del capital y de dispositivos micropolíticos de producción de subjetividad impuestos por el Estado.[10] De igual forma, enfrentaban un patriarcado adultocéntrico que se manifestó en la subordinación política de los jóvenes dentro del movimiento, al limitarlos a hacer carteles y dibujos y sin tomar en cuenta sus estrategias de lucha, y de las mujeres jóvenes participantes, ignorándolas cuando opinaban.

Una de estas actividades colectivas que gestionaron fue la reapropiación y recuperación de la tradición de la siembra de la Milpa del Santo como una forma de cohesionar a la comunidad. La milpa es una tradición que fusiona la religión católica con el trabajo comunitario o coatequitl. Cada barrio en Tepoztlán acostumbraba a sembrar una milpa en sus terrenos para costear los gastos de las fiestas patronales. Con el paso del tiempo esta costumbre empezó a perderse, debido a que muchos de los barrios decidieron vender su tierra. Hoy solo tres de los ocho barrios continúan con la tradición de la milpa en Tepoztlán: La Santísima, Santo Domingo y Santa Cruz (Cuéllar, 2018).

A continuación, se desarrollarán algunos aspectos del movimiento de jóvenes en clave autogestiva y de relaciones de interdependencia simbólicas, políticas y afectivas (Linsalata, 2020), vinculadas con los cerros, los animales, los compañeros de lucha, así como las relaciones intergeneracionales como una base que sostiene la trama la vida.

 

Los cerros, vigilantes nocturnos

En el estudio de los movimientos sociales, una de las preguntas fundamentales es qué motiva a la acción (Melucci, 1999). En el caso de las y los integrantes del Frente Juvenil, es la conexión espiritual o religiosa con el entorno natural, como fuerza de protección con profundas raíces indígenas que ha sido transmitida en las familias durante mucho tiempo, y que ha forjado una conciencia ecológica colectiva (Salazar, 2010), a la que he llamado subjetividad ecocomunitaria (De Orbe, 2021).

Lo primero que me movió fue que iban a tocar una montaña, que la iban a matar, que la iban a destruir. Era como si tocaran mi cuerpo, mi casa, mi todo, entonces era como que tenía que defenderla a como diera lugar (mujer, integrante del FJDT).

En la cosmovisión tepozteca el paisaje es un escenario sagrado al que le acompañan mitos que perviven en la población. Ahí están grabadas las memorias de los antepasados, y son fuente de narraciones de dioses caminantes que dejaron huellas por los senderos recorridos que siguen siendo actualmente las rutas de peregrinación (Neff, 2012), en una conexión biorregional con otros pueblos.

Yo siempre subo al Tepozteco con la mirada hacia abajo porque es bien cansado, siempre estoy viendo la piedra donde voy a caminar o donde voy a poner mi pie, cuando subo al cerro siempre voy agachada. Pero, ¿sabes?, siento que también es por respeto a los cerros, ¿sí me entiendes?, como esa parte fuerte religiosa. Para mí, es como entrar en un portal (mujer, integrante del FJDT).

El sentido sagrado de los cerros, árboles y seres que los habitan tiene un significativo papel en la defensa de los territorios y en la trama comunitaria que conforma su identidad, que no radica en el territorio entendido como espacio geográfico, sino en los distintos vínculos establecidos con las montañas y con los animales y con todo lo que los rodea, como un bien común para la reproducción de la vida. Esto se refleja en algunas de las canciones que jóvenes integrantes del movimiento compusieron durante la resistencia:

Al ver lo que pasaba

el tejón juntó a su gente

y formaron este Frente

en defensa de su pueblo.

No no no nooooo.

No pasarán.

Estas relaciones las entiendo en clave de interdependencia, es decir, como el conjunto de energías en común para garantizar la reproducción de la vida (Navarro y Gutiérrez, 2018). Y, en el caso del movimiento de jóvenes del Frente, puedo percibir estas energías que ponen en el centro no solo la vida humana, sino una condición de igualdad y de interdependencia con otras formas de vida, como la vegetal, animal y mineral. Esto, a pesar de la urbanización de cemento y vigas de acero que los rodea, y que avanza a la par de una idea de progreso basada en la mercantilización de la naturaleza y de sus tradiciones por medio de dispositivos como el Programa Pueblos Mágicos.[11]

Defenderemos nuestro territorio con las formas que nos legaron nuestros abuelos, por la vía jurídica y con nuevas herramientas que, como generación, tenemos a nuestro alcance en defensa del Cerro Sagrado Tlaxomolco y del Yohualtepetl, el Vigilante Nocturno (Angélica Ayala, integrante del FJDT, Ávila, 2016).

El Yohualtepetl o Vigilante Nocturno,[12] llamado así por los zapatistas en la revolución de 1910, fue un sitio estratégico para vigilar a los soldados enemigos que pudieran venir de otras direcciones (Quiroz et al., 2013). Es un cerro en forma de un pequeño humano recostado mirando las estrellas, que el proyecto de ampliación de la carretera ponía en riesgo, por lo que se convirtió en una de las imágenes de la resistencia. Su contorno visible desde el horizonte está grabado en la memoria y en el cuerpo de los integrantes del Frente Juvenil con un compromiso mutuo de cuidarse y defenderse.

 

Muralismo comunitario de resistencia: las paredes gritan

Una de las primeras acciones autónomas del Frente Juvenil estuvo relacionada con el arte. Durante su lucha, encabezaron un importante movimiento muralista en el que plasmaron mensajes e imágenes sobre cómo entendían la amenaza de la ampliación de la autopista. Participaron diversos colectivos de muralistas para pintar las paredes de Tepoztlán, que eran cedidas por la gente propietaria; se les donaba pintura y material, y se les llevaba comida mientras trabajaban. Andrea Marichal (2018) analizó las narrativas visuales de los murales a partir del concepto «muralismo comunitario de resistencia», como fue nombrado por el propio movimiento de jóvenes; un canal de expresión colectiva con mensajes de defensa del territorio y un enfoque ecológico, y una forma alternativa de participación en la política. Tal fue la intensidad y proyección de los mensajes que generaron incomodidad en ciertos sectores, incluida la autoridad municipal, quien enviaba a la policía para intimidarlos.

Imagen 1. Jóvenes artistas posan en uno de los murales en las calles de Tepoztlán, Morelos. Fuente: https://www.facebook.com/FJDTepoz/photos/a.498856276794339/498856760127624/. Autora: Itandehuy Castañeda.

El proceso creativo de los murales, sumado a la emoción que producen los actos de rebeldía, conformó un espacio social que fue tejiendo una comunidad, y construyó vínculos y relaciones de amistad y hermandad. «Cada ocho días hacíamos fiesta después de las asambleas, y algo increíble era que de ahí salían las mejores propuestas. ¡Sí!, nos encantaba la fiesta, pero nos organizábamos y todas las ideas las anotábamos» (hombre, integrante del FJDT).

La posición más clara del Frente Juvenil frente al problema causó simpatía en el pueblo, sobre todo entre las personas mayores que habían participado en la lucha contra el club de golf; muchas de ellas mujeres, a las que cariñosamente llaman «mando único de doñas». Dicho sea de paso, ellas representaron un gran soporte para el movimiento juvenil. Ejemplo de ello, además de su apoyo en la realización de los murales, fue la receta secreta del engrudo.[13]

El mando único de doñas nos pasó la receta del engrudo para pegar panfletos contra la ampliación de la autopista. Ni con la lluvia se despegaban, quedaban sellados e impermeabilizados… La gente del Ayuntamiento se quedaba sin uñas cuando los querían arrancar. Con el paso del tiempo se ponían más blancos, no amarillos. Lo preparábamos y lo distribuíamos en cubetita (mujer, integrante del FJDT).

 

Conclusiones: la unión de las luchas comunitarias

El contacto con otras luchas en el país por la defensa del territorio fue una chispa que encendió más la energía del Frente Juvenil. En agosto de 2012 se llevó a cabo el Primer Encuentro de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra, el Agua y el Aire en el zócalo del pueblo (Rojas, 2012), que visibilizó las luchas nacionales contra megaproyectos.[14] Para organizarlo, se valieron de los recursos que como comunidad tenían, cada habitante aportaba algo: la lona para la lluvia, las sillas, el sonido, la vajilla, lugares para dormir e incluso se logró instalar una cocina en el zócalo.

Nos preguntaban siempre: «¿De dónde sacan dinero para todo lo que hacen?». Si no pides la ayuda, la gente no te la da. Si la pides, la gente empieza a cooperar: transporte, comida, toda la ayuda es bienvenida, nos daban cosas para vender; nos conocen, somos comunidad y hay confianza (mujer, integrante del FJDT).

Imagen 2. Cartel del Encuentro de Pueblos en Defensa de la Tierra, el Agua y el Aire.
Fuente: https://www.facebook.com/FJDTepoz.

Este grupo de jóvenes pertenece a una generación que conserva una subjetividad ecocomunitaria histórica de lucha heredada de sus antepasados, una memoria de resistencia y una conexión sagrada y de interdependencia con el territorio, que fue reactivada en una práctica colectiva de reconstrucción de su pasado, y que actualizaron al servicio de su lucha presente ante la amenaza de la destrucción y el despojo de su territorio y de la reproducción de la vida.

La resistencia emprendida por el Frente Juvenil en Defensa de Tepoztlán es, sin duda, el movimiento más importante de jóvenes en esa comunidad y en el estado. Logró fisurar el sistema político y económico local, ya que despertó procesos antagónicos que no se veían desde la lucha del club de golf, veinticinco años atrás, y motivó a cuestionarse sobre los impactos de la actividad turística, así como la protesta y acciones ante otros problemas de la comunidad relacionados, como la inseguridad, los incendios[15] o la escasez del agua.

En la actualidad la construcción de la ampliación de la carretera continúa,[16] y la resistencia también, desde otros espacios y procesos organizativos comunitarios, en los que, con la experiencia que les dejó participar en el movimiento, siguen luchando para frenar la actividad turística e inmobiliaria masiva y sin control. Pero, sobre todo, para contagiar a las nuevas generaciones de la importancia y el valor de conservar la vida comunitaria.

La buena noticia es que la semilla de lo común sigue viva y germinando en Tepoztlán.

Referencias

Ávila, A., 2016. «Tepoztecos, guardianes del cerro Tlaxomolco, frente a ampliación de autopista sobre cimientos arqueológicos». Desinformémonos (4 de octubre). Disponible en: https://desinformemonos.org/tepoztecos-guardianes-del-cerro-tlaxomolco-frente-a-ampliacion-de-autopista-sobre-cimientos-arqueologicos/, consultado el 15 de junio de 2022.

Cuéllar, C., 2018. Tepoztlán. La tradición que nos queda. Tepoztlán, Secretaría de Cultura.

De Orbe, L., 2021. Procesos de subjetivación política de las y los integrantes del Frente Juvenil en Defensa de Tepoztlán. Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Linsalata, L., 2020. «¡Nuestra lucha es por la vida! Apuntes críticos sobre la reorganización capitalista de la condición de interdependencia». Trabalho Necessário, 18 (36). Disponible en: https://doi.org/10.22409/tn.v18i36.40580, consultado el 16 de junio de 2022.

Marichal, A., 2018. Usos políticos y culturales del arte mural en un contexto de conflictividad socioambiental en Tepoztlán, Morelos. Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Melucci, A., 1999. Teoría de la acción colectiva. México, El Colegio de México.

Navarro, M., y R. Gutiérrez, 2018. «Claves para pensar la interdependencia desde la ecología y los feminismos». Bajo El Volcán, 18 (28), pp. 45-57. Disponible en: https://www.redalyc.org/jatsRepo/286/28659183004/html/index.html, consultado el 16 de junio de 2022.

Neff, F., 2012. «Tepexenola». En: H. Crespo (dir.). Historia de Morelos. Tierra, gente, tiempos del sur. Universidad Autónoma del Estado de Morelos, pp. 457-475.

Quiroz, O., G. Flores y F. Neff, 2013. «Tlaxomolco, Yohualinchan: sitios en peligro de destrucción por ampliación de la autopista La Pera-Oacalco». El Volcán Insurgente (1 de junio). Disponible en: http://www.enelvolcan.com/jun2013/263-tlaxomolco-yohualinchan-sitios-en-peligro-de-destruccion-por-ampliacion-de-la-autopista-la-pera-oacalco, consultado el 16 de junio de 2022.

Rojas, R., 2012. «Campesinos reunidos en Tepoztlán plantean encuentro nacional los días 21 y 22 de octubre». La Jornada (19 de agosto). Disponible en: https://www.jornada.com.mx/2012/08/19/politica/015n1pol, consultado el 16 de junio de 2022.

Rosas, M., 1997. Tepoztlán, crónica de desacatos y resistencia. México, ERA.

Salazar, A., 2010. El movimiento etnopolítico de la comunidad de pueblos originarios del municipio de Tepoztlán por la defensa del territorio y el patrimonio cultural. Universidad Nacional Autónoma de México.

Sánchez-Reséndiz, V. H., 2006. De rebeldes fe. Identidad y formación de la conciencia zapatista. México, La Rana del Sur.

Vargas, S., y E. López, 2017. «Lucha comunitaria y mercado de tierra en Tepoztlán». Eutopía. Revista de Desarrollo Económico Territorial, 11, pp. 41-57. Disponible en: https://revistas.flacsoandes.edu.ec/eutopia/article/view/2658/1616, consultado el 16 de junio de 2022.

* Acción Ecológica. E-mail: larisadeorbe@gmail.com.

[1]. Trabajo comunitario.

[2]. Los pueblos mesoamericanos han fusionado y transformado las diversas herencias en su concepción de lo sagrado, con una centralidad en la organización comunitaria y el respeto a la naturaleza, en una mezcla de lo indígena prehispánico y el catolicismo. Véase la leyenda del Tepozteco.

[3]. Representación simbólica de los personajes considerados como «judas» o traidores del pueblo, por medio de muñecos de trapo colgados de lo alto del palacio municipal.

[4]. Actualmente Tepoztlán cuenta con 54 987 habitantes.

[5]. Infraestructura que forma parte del Proyecto Mesoamérica, iniciativas como la Red Internacional de Carreteras Mesoamericanas y el Sistema de Transporte Multimodal Mesoamericano.

[6]. La obra no contaba con el «convenio de ocupación previa» expedido por los comuneros, como establece la legislación agraria.

[7]. Parque Nacional el Tepozteco y Área de Protección de Flora y Fauna Corredor Biológico Chichinautzin.

[8]. La zona de Tlaxomolco ubicada al sureste del Valle cuenta también con pinturas rupestres.

[9]. El Proyecto Integral Morelos (PIM) contempla la construcción de dos termoeléctricas en la comunidad de Santa Cruz Huexca, municipio de Yecapixtla; un acueducto de diez kilómetros a través de distintas localidades del municipio de Cuautla y Villa de Ayala; un gasoducto de ciento sesenta kilómetros de largo que pasa por los estados de Tlaxcala, Puebla y Morelos, y una línea eléctrica de veinte kilómetros para llevar la energía producida a una subestación en el municipio de Yautepec en Morelos.

[10]. Como el discurso oficial de presentar la actividad turística e inmobiliaria como la única opción para un mayor bienestar económico de la población por encima de otras actividades.

[11]. Pueblos Mágicos es un programa del Gobierno federal para impulsar las económicas locales mediante el turismo cultural. Tepoztlán fue incluido en 2002, y se inició una especulación inmobiliaria que ha ido transformando a esta comunidad no solo en lo material, sino en las formas de pensar y significar la modernidad y el progreso.

[12]. También llamado Cerro del Enano o del Duende.

[13]. Material adhesivo de fabricación casera a base de harina.

[14]. Al encuentro acudieron pueblos y movimientos en resistencia de todo el país, entre ellos San Dionisio del Mar, de Oaxaca; Cherán, de Michoacán; Atenco, del estado de México; Tezontepec, de Hidalgo; Huexca, d Morelos, y el pueblo Wirikuta.

[15]. En el caso de los incendios, actualmente las comunidades están decretando vedas al ingreso de turistas a los cerros.

[16]. En 2017, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en una controvertida sentencia, resolvió que los comuneros no tenían legitimidad jurídica para demandar la protección de su territorio y que la obra debía continuar.

 

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