Julia Risler y Pablo Ares [*]

 

El mapeo como herramienta para crear nuevos relatos

Los mapas son representaciones ideológicas. La confección de mapas es uno de los principales instrumentos que el poder dominante ha utilizado históricamente para la apropiación utilitaria de los territorios. Este modo de operar supone no sólo una forma de ordenamiento territorial sino también la demarcación de nuevas fronteras para señalar los ocupamientos y planificar las estrategias de invasión, saqueo y apropiación de los bienes comunes.

De esta manera, los mapas que habitualmente circulan son el resultado de la mirada que el poder dominante recrea sobre el territorio produciendo representaciones hegemónicas funcionales al desarrollo del modelo capitalista, decodificando el territorio de manera racional, clasificando los recursos naturales y las características poblacionales, e identificando el tipo de producción más efectiva para convertir la fuerza de trabajo y los recursos en ganancia. Los relatos y cartografías «oficiales» son aceptados como representaciones naturales e incuestionables pese a ser el resultado de las «miradas interesadas» que los poderes hegemónicos despliegan sobre los territorios. Nos referimos no sólo a las provenientes de actores o instituciones políticas y sociales, sino también al discurso de los medios masivos de comunicación, y toda otra intervención que modele la opinión pública y refuerce las creencias naturalizadas y los mandatos sociales. Esta mirada científica sobre el territorio, los bienes comunes y quienes lo habitamos se complementa con otras técnicas escrutadoras del cuerpo social, como la videovigilancia, las técnicas biométricas de identificación y las fórmulas estadísticas que interpretan situaciones y ofrecen información para facilitar la ejecución de mecanismos biopolíticos orientados a organizar, dominar y disciplinar a quienes habitan un territorio.

La utilización crítica de mapas, en cambio, apunta a generar instancias de intercambio colectivo para la elaboración de narraciones y representaciones que disputen e impugnen aquéllas instaladas desde diversas instancias hegemónicas. La elaboración de cartografías colectivas proviene de una larga tradición de trabajo participativo; con experiencias disímiles y resultados diversos la herramienta se solidificó desde el trabajo de organizaciones sociales, ONGs y fundaciones, tanto en zonas urbanas como en rurales. A esto se le sumó la disponibilidad tecnológica y el acceso a herramientas de georeferenciación
(como el GPS o SIG) que potenciaron y ampliaron este proceso en diversas líneas de trabajo. La difusión y uso ampliado de mapas y cartografías marchó paralela a la «muerte de los grandes relatos» como discurso hegemónico que organizó el paradigma interpretativo de los años noventa. Por esa fecha irrumpieron y se visibilizaron en Latinoamérica un amplio conjunto de movimientos sociales organizados de forma autogestiva y horizontal, que activaron reivindicaciones campesinas, de pueblos originarios y de colectivos de género, entre otros. Estos nuevos o renovados protagonismos sociales retomaron un amplio reservorio de prácticas y discursos emancipatorios, e instituyeron un activismo político, cultural y comunicacional, vinculado a la cooperación social y afectiva, la libre circulación de saberes y prácticas, y la articulación en red.

Mesa de trabajo en el taller de formación de mapeadores realizado en Caracas, Venezuela, 2013 (Autores: Julia Risler y Pablo Ares)

Mesa de trabajo en el taller de formación de mapeadores realizado en Caracas, Venezuela, 2013 (Autores: Julia Risler y Pablo Ares)

Algunas definiciones y certezas respecto a la práctica del mapeo

Concebimos el «mapeo» como una práctica, una acción de reflexión en la cual el mapa es sólo una de las herramientas que facilita el abordaje y la problematización de territorios sociales, subjetivos, geográficos. A esto le sumamos otra serie de recursos que hemos apodado «dispositivos múltiples» y que consisten en creaciones y soportes gráficos y visuales que, mixturizados con dinámicas lúdicas, se articulan para impulsar espacios de socialización y debate, que son también disparadores y desafíos en constante movimiento, cambio y apropiación. Así buscamos abrir un espacio de discusión y creación que no se cierre sobre sí mismo, sino que se posicione como un punto de partida disponible para ser retomado por otras, un dispositivo apropiado que construya conocimiento, potenciando la organización y elaboración de alternativas emancipatorias. Por eso decimos que el mapeo es un medio, no un fin. Debe formar parte de un proceso mayor, ser una «estrategia más», un «medio para» la reflexión, la socialización de saberes y prácticas, el impulso a la participación colectiva, el trabajo con personas desconocidas, el intercambio de saberes, la disputa de espacios hegemónicos, el impulso a la creación e imaginación, la problematización de nudos clave, la visualización de las resistencias y el señalamiento de las relaciones de poder, entre muchos otros. De esta manera, el mapeo no produce transformaciones por sí mismo. Se conecta a un proceso de organización mediante un trabajo colaborativo en soportes gráficos y visuales. Y la difusión de este trabajo debe ser estratégica: toda la información que incluya debe estar consensuada con los participantes y amparada en un objetivo comunicacional, teniendo presente que esto no amenace ni vulnerabilice a los participantes.

El mapeo colectivo se activa en talleres junto a estudiantes, organizaciones barriales, movimientos sociales, artistas, comunicadoras, y todas aquéllas que se sientan interpeladas a pensar colectivamente su territorio. En los talleres, si bien partimos de representaciones hegemónicas (como un mapa catastral con fronteras prediseñadas), el proceso de construcción e intercambio de saberes le imprime prismas particulares producto de las diversas miradas operantes sobre el espacio. Si se dispone de tiempo los mapas también pueden dibujarse a mano jugando con fronteras y formas; sin embargo es importante aclarar que retomar un mapa oficial es una cuestión clave en, por ejemplo, situaciones de re-territorialización emprendidas con comunidades originarias, donde la necesidad de señalizar con exactitud a partir de las fronteras oficiales se torna acuciante a la hora de volcar esa información como parte de una demanda de reconocimiento territorial presentada al Estado nacional.

Detalle de mapa realizado con vecinos/as del complejo habitacional Nonoalco-Tlatelolco situado en el DF, México, 2012 (Autores: Julia Risler y Pablo Ares)

Detalle de mapa realizado con vecinos/as del complejo habitacional Nonoalco-Tlatelolco situado en el DF, México, 2012 (Autores: Julia Risler y Pablo Ares)

El mapa no es el territorio

Alfred Korzybsky (aristócrata polaco y fundador de la semántica general) acuñó la frase que figura como título de este apartado luego de su experiencia como oficial en la I Guerra Mundial, cuando dirigió un desastroso ataque en donde los soldados que comandaba terminaron cayendo en un foso que no figuraba en el mapa. Gregory Bateson (antropólogo y lingüista norteamericano) complementó esta frase con la consigna «y el nombre no es la cosa nombrada». Esto es, lo que ambos buscaban exponer es la imposibilidad de objetivar las dimensiones significativas y afectivas de los espacios y las representaciones lingüísticas.

El mapa no es el territorio, es una imagen estática a la cual se le escapa la permanente mutabilidad y cambio al que están expuestos los territorios. El mapa no contempla la subjetividad de los procesos territoriales, sus representaciones simbólicas o los imaginarios sobre el mismo. Son las personas que lo habitan quienes realmente crean y transforman los territorios, lo moldean desde el diario habitar, transitar, percibir y crear. El mapeo es una herramienta que muestra una instantánea del momento en el cual se realizó, pero no repone de manera íntegra una realidad territorial siempre problemática y compleja. La elaboración de mapas colectivos transmite una determinada concepción sobre un territorio dinámico y en permanente cambio, en donde las fronteras, tanto las reales como las simbólicas, son continuamente alteradas y desbordadas por el accionar de cuerpos y subjetividades. La construcción de un mapa constituye una manera de elaborar relatos colectivos en torno a lo común, monta una plataforma que visibiliza ciertos encuentros y consensos sin aplanar las diversidades, pues también quedan plasmadas. Gestar lo común, esto es, producirlo desde aquello que nos aúna y que reconocemos; o visibilizarlo desde lo espontáneo y desconocido pero a partir de objetivos claros, es una forma de combatir el individualismo y la segregación en la cual estamos inmersos como habitantes de este mundo. El mapeo es una práctica para derribar barreras y fronteras, y permite encontrarnos en un territorio de complicidad y confianza. Es también una dinámica a través de la cual vamos construyendo y potenciando la difusión de nuevos paradigmas de interpretación de la realidad. Y es un modo de producir territorio, pues es a partir de la institución y renovación de las formas espaciales y los mecanismos de percepción del tiempo que nutrimos y proyectamos nuestro accionar.

Talleres: recursos visuales y gráficos para potenciar prácticas colaborativas y de transformación

A través de diversos recursos gráficos y cartográficos impulsamos un trabajo colaborativo en mapas y planos a partir del diseño y liberación de una serie de herramientas que mediante la socialización de saberes no especializados y experiencias cotidianas de los participantes permiten compartir conocimientos para la visibilización crítica de las problemáticas más acuciantes del territorio, identificando responsables, conexiones y consecuencias. Esta mirada se amplía en el proceso de rememorar y señalizar experiencias y espacios de organización y transformación, a fin de tejer la red de solidaridades y afinidades. A partir del trabajo colectivo se construye un panorama complejo sobre el territorio que permite distinguir prioridades y recursos a la hora de proyectar alternativas emancipatorias que adoptarán diversos cursos de acción.

No hay requisitos ni condiciones para participar de los talleres. Partimos de la idea que todos tenemos la capacidad de «elevarnos» para realizar un vuelo de pájaro que nos permita visualizar el territorio. Así, la creación crítica se activa a partir de la conversación y el relato de experiencias, conocimientos y pareceres, potenciando la escucha, aguzando los sentidos y focalizando el trabajo sobre una plataforma común. En los talleres se potencian las distintas formas de comprender y señalizar el espacio, poniendo a disposición variados tipos de lenguaje como símbolos, gráficas e iconos, que estimulan la creación de collages, frases, dibujos, consignas, todo lo cual favorece el desarrollo de variadas modalidades de producción que no obstruyen la diversidad de miradas culturales, sociales, políticas de los participantes en el taller, pero que sí permiten la construcción de un horizonte colectivo desde el cual pensar y actuar para el bien común.

Plenario final del encuentro «Saberes y Movimientos: Entre las crisis y otros mundos posibles» mostrando mapas de cosmovisiones andinas y occidentales en Lima, Perú, 2010 (Autores: Julia Risler y Pablo Ares)

Plenario final del encuentro «Saberes y Movimientos: Entre las crisis y otros mundos posibles» mostrando mapas de cosmovisiones andinas y occidentales en Lima, Perú, 2010 (Autores: Julia Risler y Pablo Ares)

Los talleres incorporan una instancia de «puesta en común» que es clave al momento de exponer relatos grupales, relevar diferencias, y constituir horizontes de abordaje y comprensión. Todas toman la palabra en un proceso de socialización e identificación de lo común para un actuar articulado. Así se configuran como espacios de formación de comunidades temporales que permiten la elaboración de estrategias y prácticas para el conocimiento colectivo y la transformación social. Los talleres, tanto en su proceso de construcción como de resultados, funcionan en primera instancia como dinamizadores lúdicos que luego se autonomizan a partir de la autogestión de deseos y necesidades de los grupos, para recrear un protagonismo desafiante que se visibiliza en la heterogeneidad de las voces colectivas participantes.

Los talleres, tanto en su proceso de construcción como de resultados, funcionan en primera instancia como dinamizadores lúdicos que luego se autonomizan a partir de la autogestión de deseos y necesidades de los grupos, para recrear un protagonismo desafiante que se visibiliza en la heterogeneidad de las voces colectivas participantes. Un mapa colectivo no crea nuevas fronteras sino que enlaza «lo común» a partir de la constitución de comunidades transitorias. No se basa en separar sino en elaborar un horizonte compartido de sentidos, prácticas, problemáticas y formas de resistencia que no opaque las particularidades. Justamente una de las virtudes de esta construcción colectiva es la posibilidad de articular subjetividades diversas para accionar en la construcción de relatos emancipatorios, disruptivos o inclusivos.

[*] Iconoclasistas es un dúo formado en el año 2006 por Pablo Ares, artista, comunicador y diseñador gráfico; y Julia Risler, comunicadora, docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires. Trabajan combinando el arte gráfico, los talleres creativos y la investigación colectiva. Todas sus producciones se difunden en la web a través de licencias Creative Commons, para fomentar la socialización y estimular su apropiación y uso derivado. Desde el año 2008 realizan talleres de mapeo colectivo con la intención de buscar potenciar la comunicación e incitar a prácticas colaborativas de resistencia y transformación. Su práctica se extiende por y mediante una red dinámica de afin­idad y solidaridad construida a partir de compartir e impulsar proyectos y talleres en Latinoamérica y Europa. De esta trama política y afectiva han surgido muestras ambulantes, nuevos recursos lúdicos y la participación en encuentros junto a orga­nizaciones culturales y movimientos sociales. Han publicado recursos gráficos y visuales que abordan diversas problemáticas sociales, los cuales fueron impresos y difundidos en periódicos y revistas de distintas partes del mundo. En 2013 publicaron su primer libro, Manual de mapeo colectivo. Recursos cartográficos críticos para procesos territoriales de creación colaborativa, donde sistematizaron metodologías, recursos y dinámicas para la orga­nización de talleres. (iconoclasistas@gmail.com)

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