SOBRE PANDEMIAS, ECONOMÍA Y COSTES SOCIALES  [1]

Federico Aguilera Klink [2]

 

Resumen: Tratar de evitar el contagio del coronavirus para disminuir su mortalidad ha llevado a los gobiernos a parar la economía mundial y se repite, como si fuera cierto, que estamos en una situación de Pandemia. Pero en realidad, la auténtica pandemia la constituye este capitalismo criminal del que empezamos a observar algunos resultados como el del coronavirus, el cambio climático, la destrucción de los ecosistemas y el aumento de muertes por cáncer, entre otros.

Palabras Clave: Pandemia, muertes, costes sociales, capitalismo.

Abstract: Trying to avoid coronavirus contagion in order to decrease mortality has pushed governments to stop world economic activity. The most repeated word to justify that situation is pandemic but in fact that word conceals the real situation.  The only one pandemic is current criminal capitalism and what we are facing are some visible results of such pandemic economic system like coronavirus, climate change, ecosystems destruction, increasing rates of deaths by cancer and so on.

Key Words: Pandemic, death, social costs, capitalism.

 

“Si los Estados Unidos se embarcaran en un programa de reconstrucción ecológica, podrían satisfacer sus actuales necesidades de comida, vestidos, vivienda y otros elementos básicos, gastando mucho menos que ahora en energía y en recursos no renovables (…) Y si estableciesen la necesaria economía ecológicamente sana y socialmente productiva, esto tendría un impacto sobre la disponibilidad de recursos para el resto del mundo en proporción a la gran cantidad de estos recursos que ahora consume el país (…) si los Estados Unidos no siguen este rumbo, habrá pocas esperanzas de que las naciones en vías de desarrollo puedan tener suficiente participación en los recursos mundiales para alcanzar niveles de vida compatibles con una población estabilizada. Por último, a menos que los Estados Unidos se empeñen en fraternizar pacíficamente con el resto del mundo, no tendrán jamás los recursos productivos para su propia restauración ecológica, ni la necesaria colaboración del mundo para realizarla”. (Commoner, 1971:240).

Obviamente, este diagnóstico ha sido ignorado y así hemos llegado a una situación que Oxfam califica de extrema desigualdad en las emisiones de carbono (y por lo tanto de extrema desigualdad en la apropiación-saqueo de los recursos naturales y de los ecosistemas), en la que el 10 por 100 de la población del planeta genera el 50 por 100 de las emisiones de carbono mientras que el 50 por 100 de la población solo genera el 10 por 100. Esta apropiación tan desigual solo se puede conseguir a través de la guerra y de la violencia. (Oxfam, 2015).

Sin embargo, lo anterior y sus implicaciones se dejan de lado y, de un día para otro, nos quedamos “sorprendidos” por la crisis del coronavirus y por su “elevada tasa de mortalidad”. De acuerdo con los datos del 7 de Mayo de 2020, el número de casos confirmados por el Coronavirus a nivel mundial es de 3.754.341 (221.447), el de muertos es de 264.056 (26.070) y el de curados es de 1.248.069 (128.511). Los paréntesis muestran las cifras correspondientes a España.

El número de contagios ha ido aumentando y también el de muertes, aunque tomando las medidas adecuadas, tal y como parece que han hecho China y muchos otros países, se puede controlar la situación por lo que hablar de pandemia resulta absolutamente desproporcionado, si bien el miedo generado y el parón económico nos hagan vivir esta situación como si fuera una “auténtica pandemia”. Pero no lo es. Este sistema económico criminal, sí es una pandemia y una de sus consecuencias es el coronavirus. Ya advertía Daly hace tiempo que “El crecimiento, la panacea del pasado, se está convirtiendo rápidamente en la pandemia del presente”, y lo que estamos viendo son solo algunas manifestaciones de ella.

Lo que quiero decir es que si llamamos pandemia a la situación provocada por el coronavirus, ¿Cómo tenemos entonces que llamar al auténtico desastre-pandemia de contaminación ambiental generado por la quema de combustibles fósiles, la agricultura industrial repleta de agrotóxicos que contamina suelo, agua y aire y deteriora la salud (Asociación de consumidores orgánicos, 2020), la ganadería industrial basada en el hacinamiento insalubre de animales (Grain, 2020), la comida basura, la contaminación del mar por los plásticos, el cambio climático irreversible…etc., en suma todo el desastre ecosocial que nos han enseñado a normalizar y a habituarnos sin que nos asustemos?

Si se califica a la situación actual de pandemia por coronavirus, con cerca de 300.000 muertos en el mundo, ¿Cómo calificamos al hecho de que mueren al año 8,8 millones de personas de cáncer, según la OMS, en 2015 y se estima en 9,6 millones las defunciones para 2019? Unas 30.000 al día. (OMS, 2020).    

¿No es una auténtica pandemia la muerte de 1,4 millones de personas de cáncer al año en Europa? Cerca de 4000 al día. ¿Cómo llamar a la muerte de 112.714 personas de cáncer en España en 2018? Unas 308 al día. (SEOM, 2020). Y todo esto dejando de lado los cientos de miles de muertes que causan cada año los efectos adversos de los medicamentos (Illich, 1975), algo que sí se puede calificar de auténtica pandemia pero que, sin embargo, se ignora habitualmente, como señala el médico y biólogo Peter Gotzsche (2014).

¿Cómo calificamos a los 7 millones de personas que mueren al año por la mala calidad del aire en las ciudades? (OMS, 2018) ¿Por qué estas situaciones no se consideran “super pandemia” y, además, se las califica con toda normalidad de “crimen perfecto”? Así, según Gracia Pablos, periodista de El Mundo, que expresa el comportamiento habitual (aprendido) de la mayoría de las personas, “El crimen perfecto existe, sucede justo delante de nosotros y a plena luz del día, con cada inhalación de aire urbano”, (Pablos, 2019).

Un similar comportamiento aprendido tenemos con el resto de los crímenes realizados en nombre de la economía y de la democracia, por eso no es exagerado afirmar que “La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas” (Galeano, 1998: 221).   De hecho, S. Zuboff (2009), antigua catedrática de la Escuela de Negocios de Harvard usa la expresión de “Crímenes económicos contra la humanidad” para referirse al funcionamiento de Wall Street que se aprende en las escuelas de negocios y que se aplica a la mayoría de las actividades “económicas”. En este sentido, apenas hay diferencia entre la cría industrial y hacinada de cerdos, pollos y vacas y el hacinamiento de personas mayores en las residencias de la tercera edad, como estamos constatando cada día, puesto que el objetivo de los fondos financieros no es otro que conseguir ayudas públicas, obtener los dividendos más elevados y hacer creer que prestan servicios necesarios y de calidad. (Rico, 2020).

El problema es que si los gobiernos y los ciudadanos aceptásemos que las muertes de cáncer están relacionadas con el sistema económico, con sus desastrosos impactos socioecológicos  y con la cultura en la que vivimos, nos veríamos obligados a parar esta economía y a replantearla. El problema, de nuevo, es que el cáncer no es ‘contagioso’ y, en consecuencia, su mortalidad no es tan inmediata ni se relaciona, esta es la clave, de manera clara con la actividad económica. Pero la evidencia empirica de esta interdependencia es clara desde hace tiempo. “Las enfermedades epidémicas más extendidas son enfermedades degenerativas, de civilización, que la medicina no sabe prevenir ni curar: cáncer, enfermedades cardiovasculares,…etc. (…) están ligadas a nuestro modo  y a nuestro medio de vida (…) la medicina oculta las causas profundas de las enfermedades, que son sociales, económicas y culturales (…) los individuos están destrozados en su cuerpo y en su psiquismo por el modo de vida”. (Gorz, 1974:87). (Illich, 1975).

Esto es algo que ya planteaba con inmensa lucidez el economista alemán K.W. Kapp en 1950. Para él no existen las llamadas externalidades (ocasionales por definición, algo que siguen repitiendo de manera ignorante la mayoría de los economistas) pues nos movemos en un contexto de interdependencias entre sistemas, por eso hablaba de Costes Sociales como “…pérdidas directas o indirectas, soportadas por terceras personas o por el público en general, como resultado del desarrollo ilimitado de actividades económicas. Estas pérdidas sociales pueden tomar la forma de daños a la salud humana (…) la destrucción total o deterioro de los valores de la propiedad y en el agotamiento prematuro de los recursos naturales (…) El origen de los costes sociales es diverso. Algunos tienen origen claro y seguro en la actividad productiva de determinadas industrias (…) Otros, al tener su origen en la conjunción de gran cantidad de factores, hacen el proceso de causación complicado y, en muchos casos, acumulativo. En algunos casos, los costes sociales son sentidos inmediatamente, en muchos otros, los efectos negativos permanecen ocultos largo tiempo, de forma que las personas afectadas no son conscientes de sus pérdidas (…) En resumen, hablamos de consecuencias negativas y daños que, como resultado de actividades productivas, gravan a otras personas o a la comunidad y de las que los empresarios privados no se consideran responsables” (Kapp, 1950: 29-30).

Por eso, son enormes los esfuerzos oficiales para no aclarar e incluso ocultar esas relaciones de interdependencia y, al contrario, se nos hace creer que el cáncer es algo “normal” que, simplemente, te puede tocar o no.  Así pues, hemos “normalizado” el cáncer “por los beneficios socioeconómicos” que proporciona el uso de productos cancerígenos, como afirmó literalmente el Parlamento Europeo en 2006, con motivo de la aprobación del REACH, el Catálogo de productos químicos tolerados en la industria (El país, 2006). El problema adicional, trece años después, es que ni siquiera se cumple la normativa que exige el REACH por lo que la situación está fuera de control, según Amigos de la Tierra en Alemania, pero se mantiene la ficción de que economía y cáncer no están relacionados. (Cerrillo, 2019).

Algo que recuerda la catastrófica situación mostrada por Roberto Saviano en el último capítulo (Tierra de fuegos) de su libro Gomorra (2006), desvelando que una gran mayoría de los residuos europeos industriales tóxicos y peligrosos, como los químicos, nucleares, sanitarios,…etc, eran habitualmente arrojados al océano Indico, con la ayuda de la mafia italiana, que cobraba menos de lo que costaba su tratamiento legal en vertederos autorizados, algo que sabían las autoridades ‘democráticas’ europeas.

Por otro lado, ¿Cómo calificar el que, “Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), al día mueren por desnutrición 8,500 niños menores de cinco años en el mundo mientras que en 2017 murieron 6,3 millones de niños menores de quince años por esta u otras causas?. ¡Cada 5 segundos muere un niño en el mundo por desnutrición!”? ¿Por qué la desnutrición infantil no es declarada pandemia mundial?, como señala Ollantay Itzamná en su artículo titulado “Pueblos indígenas, corona virus y la hipocresía occidentalizada”.

¿Cómo, entonces, podemos seguir hablando de Pandemia cuándo las “democracias parlamentarias occidentales criminales de mercado” -entre las que se encuentra España- han destruido en los últimos años de manera irreversible y basándose en la violencia y la mentira impune, países, economías y culturas como Afganistán, Irak, Irán, Libia, Siria, Yemen, Mali, Camerún, Gabón, Nigeria, Congo, Chad, Costa de Marfil, Ruanda, Venezuela, Bolivia…………sumiéndolas en un  desastre absoluto para saquear sus minerales, situación muchísimo más grave que la supuesta  “Pandemia del coronavirus” que estamos viviendo, sin que esto signifique, insisto, que no estemos sufriendo y que incluso mientras escribo esto entiendo que puedo ser contagiado e incluso morir?

La lista de guerras y saqueos es inmensa, algunos ejemplos:

-Sobre cómo Venezuela ha sido devastada, se pueden consultar la entrevista de Pedregal (2017) a Pascualina Curzio, que muestra el terrorismo económico promovido por EEUU o el Informe de los economistas norteamericanos Weisbrot y Sachs (2019) sobre el impacto de las arbitrarias sanciones colectivas impuestas por EEUU, generando más de 40.000 muertos en los últimos años. Además, el gobierno de EEUU se ufana públicamente de estar hundiendo Venezuela. (Siris, 2019).

-Sobre cómo los gobiernos franceses devastan Africa, mientras Occidente cierra los ojos, se puede consultar Joly (2008) y el resumen de Investig’Action (2019).

-Y sobre cómo las empresas mineras inglesas saquean los recursos mineros de Africa se puede consultar el Informe de Curtis (2016).

-Entonces, ¿Cómo podemos aceptar la manipulación del lenguaje y seguir hablando de Pandemia, cuando el modelo económico capitalista lleva siglos perpetrando millones de crímenes y, sin ir más lejos, lleva 7 millones de muertos en las guerras generadas desde el 11 S, que no es nada más que una excusa para esas guerras? (Davies, 2018).

-¿Cómo calificar el balance devastador de la invasión salvaje de Irak que muestran Medea Benjamin y Nicolas Davies (2020) y cuyos autores “intelectuales” siguen libres y dando lecciones de democracia? (1 millón de iraquíes asesinados, dos millones de ellos desplazados hasta 2007, 6 millones desplazados entre 2014 y 2017, 4576 soldados norteamericanos muertos y 32.200 heridos, 20 suicidios diarios de soldados norteamericanos, 3 billones de dólares despilfarrados…., impunidad de los crímenes de guerra, destrucción ambiental,…etc.).

En consecuencia, ¿Por qué hablamos de Pandemia ahora, cuando el propio sistema económico occidental, que nos han enseñado a no ver, es decir, el capitalismo en el que vivimos, es precisamente una auténtica Pandemia criminal normalizada, que mata y saquea y no puede parar de hacerlo porque se autodestruiría, como muestran los datos recientes de disminución de la actividad económica y de mejora de los indicadores ambientales? Y quizás sea la única manera de parar esta locura y comenzar una transición hacia una sociedad y una cultura compatible y convivial al servicio de las personas, puesto que pensar en una transición justa con este capitalismo vandálico es una quimera.

Quizás ahora empecemos a darnos cuenta, también, de la importancia, real, del trabajo fundamental de tantas mujeres empleadas de hogar y de las que atienden a las personas mayores, que están mal pagadas, abusadas, legalmente discriminadas por una legislación injusta y despreciativa. Y quizás empecemos a darnos cuenta, de que hay muchos trabajos tan necesarios y valiosos como poco reconocidos, los pequeños autónomos, por ejemplo. También, por fin, podemos empezar a reconocer que hay trabajos excesiva y artificialmente valorados (a la vez que antisociales), como gran parte del sector financiero, la banca y la bolsa, que son auténticos parásitos y viven de saquear el planeta y lo público (Hudson, 2016).

¿Por qué hablamos de pandemia cuando, quizás, no es nada más que el resultado probable de la salvaje y chapucera guerra híbrida iniciada por el gobierno de EEUU, tras años de provocaciones y sanciones arbitrarias a China y Rusia, aceptadas por Europa, (Escobar, 2020) agravado por años de recortes en la sanidad pública para beneficiar a los fondos que invierten en la sanidad privada, con la excusa del aumento de la deuda pública tras el atraco de la banca legitimado por el Eurogrupo, ese lobby bancario que domina este espacio comercial llamado la Europa culta y democrática? (Poch, 2011).

¿Cómo podemos seguir hablando de Pandemia porque se paraliza la economía y, es verdad, se genera un gran sufrimiento y mueren miles de personas (no millones), cuando las democracias de mercado generan habitualmente millones de muertos y un sufrimiento incalculable? ¿Por qué dejamos que nos arrebaten el lenguaje perdiendo toda capacidad de pensar con claridad sobre nuestra vida y sobre el inmenso sufrimiento que nuestro modo de vida le impone a millones de personas?

Resulta atroz la banalidad con la que los medios “proporcionan pautas de entretenimiento para sobrellevar el confinamiento en Europa”, desde películas, músicas, series, recetas de cocina, juegos,…etc., si uno piensa en cómo están “viviendo“ millones de personas la destrucción de sus países por las guerras criminales mencionadas más arriba o cómo “viven” los cientos de miles de refugiados que huyen de estas guerras y que están hacinados en “campamentos” como la isla de Lesbos. ¿También tienen pautas de entretenimiento?

¿Por qué los gobiernos occidentales no luchan para evitar los millones de muertos que causa este pandemiacapitalismo?

¿Quién decide qué muertos cuentan para hablar de pandemia y luchar contra ella?

¿Podemos afirmar que existen los gobiernos occidentales?

¿Hasta cuando vamos a seguir negando lo evidente? Es decir, “…que en el llamado <mundo desarrollado>, por todas partes las comunidades humanas y sus soportes naturales están siendo destruídos, no por calamidades naturales o por <actos de Dios> o por invasiones de enemigos extranjeros, sino por un tipo de vandalismo legalizado al que se conoce con el nombre de <economía>” (Berry, 2000) que, como vimos más arriba, no es nada más que la expresión tramposa y confusa del crimen organizado y legalizado………………

En resumen ¿Podemos entender, aceptar y poner en práctica que “Lo importante de la creatividad es sacudir las mentes atadas a formulismos establecidos y hacerlas pensar sin prejuicios”, como decía César Manrique en Escrito en el fuego? (Manrique, 1988: 48-51). Si lo hacemos, veremos que hablar de pandemia en relación con el coronavirus, solo sirve para ocultar la realidad cotidiana de una economía capitalista, basada en una racionalidad criminal que destruye la salud de los ecosistemas y de las personas, generando unos costes sociales elevadísimos e irreversibles.

 

REFERENCIAS

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[1] Este artículo se publicó originalmente el 23 de Marzo de 2020 en lacasademitia http://www.lacasademitia.es/articulo/firmas/hablamos-cuando-hablamos-pandemia-federico-aguilera-klink/20200323083642097663.html y lo he actualizado y ampliado tras recibir varias sugerencias.

[2] Catedrático Jubilado de Economía Aplicada. Universidad de La Laguna. faguiler@ull.es