Núria Ferrer

Núria Ferrer

Reflexiones sobre los cambios migratorios a partir de la experiencia de Olesa de  Bonesvalls, Catalunya

Núria Ferrer i Felis[1]

 

Se hace difícil encontrar datos en nuestra historia reciente sobre migraciones ciudad-pueblo,  estadísticas sobre estos movimientos y las razones por las que se producen, aunque es un tema que está empezando a ser objeto de estudio[2]. La percepción que tengo, junto con la de personas del mundo rural también atentas a estos flujos, es que se están produciendo, y pueden ser causa de la creciente crisis económica.

Quizás estos casos de migración ciudad-pueblo fueron relativamente aislados hasta hace pocos años, y libremente escogidos, como los de los movimientos llamados neorurales, que apostaban por una vida más sostenible: vivir en un entorno natural, consumir alimentos de producción ecológica, y gastar el mínimo de energía, producida mediante fuentes alternativas. Pero, actualmente, esta migración se ha convertido en una necesidad para muchos, o incluso en la única salida. En un contexto de crisis económica, la migración de las ciudades a los pueblos también está despertando la atención de los medios de comunicación, como demuestran recientes documentales y noticias[3].

Y es que no es extraño encontrar  en las redes sociales anuncios en los que una familia con hijos se ofrece a dejar la ciudad, donde ya no tienen trabajo ni pueden disponer de vivienda, para ir a donde sea con tal de tener un sitio para vivir y asegurarse una manutención, a cambio de cuidar una granja, hacer labores del campo o ayudar en lo que se requiera. Los trabajos mínimamente remunerados, cerca del domicilio y con horario razonable, son prácticamente imposibles de encontrar. Personas con estudios, experiencia laboral y de mediana edad pueden acabar trabajando jornadas de 12 horas, lejos de la vivienda y por un sueldo que llega justo para pagar una hipoteca. Esta situación, con la presencia de hijos, se hace totalmente insostenible.

Los afortunados que proceden de familias rurales, que en su día emigraron a las ciudades pero que conservan parte de su patrimonio en el pueblo, han podido replantearse una vuelta al campo. Aunque los hábitos sociales, laborales y económicos sean totalmente distintos, el hecho de tener un techo donde empezar una nueva etapa es algo que marca la diferencia con aquellos que tienen que pactar vivienda y comida a cambio de trabajo.

Así, en estos momentos de grandes cambios sociales, laborales y económicos, empiezan a surgir tímidos movimientos en los que se aprecia un intento de reflotar una economía doméstica bastante maltrecha.

Existen algunas iniciativas que intentan facilitar estas oportunidades. Una de ellas es la plataforma Pueblo Social[4], que pretende repoblar pueblos abandonados. Según esta plataforma, hay en España actualmente casi 3000 pueblos abandonados, en mejor o peor estado. Existen proyectos para establecer ecoaldeas y abogan por una economía basada en los recursos locales. Otro ejemplo es la coordinadora Abraza la Tierra[5], una entidad que informa sobre el mundo rural en España. Es un proyecto pionero en el que se puede encontrar asesoramiento para aquellos que quieren ir a vivir al medio rural. Otros ejemplos son la Red Ibérica de Ecoaldeas[6], la asociación Repoblar Pueblos[7], la asociación contra la despoblación en el medio rural[8] o webs informativas como “Pueblos Abandonados”[9].

Muchos ayuntamientos llevan tiempo tratando de repoblar pueblos semiabandonados y ofrecen ayudas a la natalidad, para guarderías y libros, alquileres, consumo de agua, etc. Uno de los pueblos “resucitados” que pude visitar recientemente es Solanell[10], perteneciente al municipio de Montferrer i Castellbó en la comarca de L’Alt Urgell (Catalunya). El pueblo ha estado abandonado desde 1972 hasta hace poco más de un año. Actualmente cuenta con tres familias. El ayuntamiento y la empresa Fecsa Endesa ayudaron a gestionar un Plan de Electrificación Rural y actualmente Solanell vuelve a tener luz.

El proyecto se basa en el modelo escandinavo de viviendas sin propietario. Este modelo no es de compra ni de alquiler. Es una tercera vía que proponen las Cooperativas de Cesión de Uso, y supone una nueva alternativa de acceso a la vivienda que se está consolidando en Catalunya. Solanell será el primer pueblo cooperativo en cesión de uso. Este modelo lleva años funcionando en  Dinamarca y se basa en la doble cesión de suelo y piso, durante un largo período de tiempo, a la cooperativa de futuros habitantes. Los socios se responsabilizan del coste de la construcción o rehabilitación del edificio a través de aportaciones iniciales y de un crédito asequible. La persona a la que se le ha asignado una vivienda es titular del derecho de uso de esta superficie. Si bien este derecho no se puede vender ni hipotecar, sí puede dejarse en herencia a hijos u otros integrantes de la unidad. El titular no llega a ser nunca propietario y puede renunciar al derecho de uso recibiendo la aportación inicial, cantidad que abonaría a la cooperativa el nuevo inquilino[11].

Existen también programas europeos destinados a promocionar la economía rural. En 1991, la Comisión Europea aprobó el proyecto LEADER(Liaisons entre actions de developpement de l’économie rurale) para tratar de forma conjunta este tema. Así, entre 2014 y 2020 España recibirá de la Unión Europea 36.000 millones de euros para Fondos Estructurales. De ellos, 19.393 irán destinados al Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder) y 8.291 millones para el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader)[12].

El Programa Feader busca mejorar la calidad de vida en las zonas rurales a través de un apoyo a la actividad económica. El propósito es que estas ayudas fomenten la creación y desarrollo de microempresas en estas zonas rurales[13]. Algunos ejemplos son la creación de microempresas agroalimentarias en la Sierra de Albarracín, el desarrollo del producto turístico ‘Comarca Campo de Belchite’ o los planes de diversificación económica de los municipios de la Vega del Segura[14].

Los objetivos principales de estos proyectos son:

  • El fomento de cooperativas para la venta directa de productos agrícolas y ganaderos.
  • La mejora de la organización productiva en estas zonas rurales creando grupos de trabajo que permitan coordinar la explotación de recursos de la región.
  • El fomento del desarrollo turístico, preservando la riqueza del medioambiente.
  • La diversificación del empleo, apoyando propuestas de producción que permitan recuperar antiguos oficios.

Hace unos 15 años tuve la ocasión de ir a vivir a un pequeño pueblo, si bien lo suficientemente cercano a la ciudad como para poder continuar trabajando en ella. Gracias a la flexibilidad horaria he podido participar en parte de la vida social de este municipio, evitando convertirlo en un simple dormitorio, cosa que muchos de los nuevos habitantes que llegaron en la misma época también hicieron. Durante estos años he sido testigo de las tendencias migratorias y de las características de los migrantes en este municipio, un proceso que ha coincidido con lo reportado por otros conocidos en otras zonas rurales.

Hasta antes de la crisis, un primer movimiento que pudo apreciarse fue el dejar los municipios del área metropolitana y comprar una casa en el pueblo. En función del lugar de trabajo o de la posibilidad de llevar a los niños al colegio municipal, esta casa se convertía en primera o segunda residencia. Esta tendencia ha desaparecido totalmente con la crisis. Hoy en día, las segundas residencias están en venta y muchas familias se encuentran en una situación de inestabilidad social y económica que implica mantener dos inmuebles o malvender uno de ellos. En algunos casos, esto ocurre con el agravante de no haber podido adaptarse al mundo rural.

He conocido algunos casos de personas que ante la precariedad laboral han decidido volver a la tierra de sus padres: Castilla La Mancha, Extremadura o Andalucía, donde pueden tener una vivienda y un tipo de vida a coste más bajo que el que tienen en Catalunya. En ocasiones, pese a estar en activo, si bien con sueldos bajos y condiciones laborales precarias, se han acogido a las condiciones de finiquito ofrecidas por su empresa, y con el dinero han intentado empezar un pequeño negocio en  los lugares de origen de sus padres. Los casos que he conocido son de personas muy jóvenes, que en vista de lo que se avecina deciden empezar de nuevo, o personas a las puertas de la jubilación, que prefieren perder parte de su salario a cambio de una cierta calidad de vida.

También algunos nacidos en el pueblo, pero que trabajaban y vivían en la gran urbe, al quedarse sin trabajo han vuelto a la casa familiar donde tenían un pequeño huerto, o podían conseguirlo a  manera de cesión. Para ellos el cambio no ha sido tan traumático, por la proximidad a la ciudad y por la posibilidad de poder continuar con algunas relaciones y hábitos de vida pasados.

A partir de estas situaciones se han fomentado una especie de intercambios, sin moldes ni estrategias predeterminadas, en los que a menudo no interviene el dinero. Es algo que me sorprendió al principio, ya que era innato en el comportamiento de los nacidos en el pueblo, pero que ahora parece extenderse. Así, el que tiene gallinas, y por tanto un excedente de huevos durante épocas determinadas, los da a alguien que le guarda el pan seco. Cuando llegan los tomates o los calabacines se regalan a aquel que ha traído un remolque de estiércol para el huerto, o al que se le deja recoger las uvas de las parras donde la máquina no llega, da a cambio unas botellas de vino elaboradas por él mismo. Y así en muchos otros trabajos, y no solo en cuanto a intercambio de bienes materiales, sino también en otros ámbitos como asesoramiento jurídico, enseñanza, idiomas, etc. Incluso hay cada vez más casos en los que se cede una vivienda a muy bajo coste o a coste cero a cambio de trabajos de rehabilitación o incluso para su simple mantenimiento.

En este municipio también han surgido de manera espontánea unos canales de distribución de productos que van del productor al consumidor sin intermediarios. El contacto con gente que posee campos de naranjos y mandarinos en la zona del Bajo Ebro, y que ellos mismos recolectan y transportan, ha permitido que, desde noviembre hasta abril, algunos vecinos tengamos esta fruta fresca, sin plaguicidas y directa del productor, centralizada en casa de un vecino donde podemos ir a buscarla. También el consumo de carne ecológica, que proviene directamente de unos productores en  Girona, se facilita al centralizarse los pedidos de diversos vecinos en otra casa, con un significativo ahorro de costes de transporte.

Si bien esto puede parecer normal en muchas ciudades grandes y medianas, ya que se organiza a nivel de cooperativas de consumidores, en este caso es algo totalmente espontáneo y sin ninguna obligación, ya que se trata de acuerdos que surgen entre gente conocida y con la que existe un cierto grado de complicidad por el hecho de vivir en un lugar donde los grandes comercios y cooperativas no quedan al alcance de cualquiera.

Durante algunas épocas ha habido intentos de formalizar este tipo de intercambios o trueques, también llamados “Sistema de cambio local”. Estos están libres de intereses y no es necesario el intercambio directo, sino que se  consigue un crédito ofreciendo un bien y puede gastarse más tarde adquiriendo otro bien en esta misma red. No interviene el dinero ni el afán de lucro. A finales de los años noventa hubo algunos tímidos movimientos. Algunos de ellos han fracasado, pero los que han surgido de manera innata en pequeños pueblos han sido un gran ejemplo de implicación social, como el caso de la Xarxa de Xarxes d’Intercanvi Valencianes[15].Esto no deja de ser un principio de supervivencia cuando los insumos de dinero empiezan a escasear, y lo que se podía ver como una relación bucólica con el entorno se convierte en una necesidad que puede resolver el día a día.

Algunos opinan que la crisis económica puede provocar el inicio de una migración ciudad-campo inversa a la que hemos tenido en las últimas décadas. Esta nueva situación, cuyas consecuencias más importantes son el gran número de parados y el embargo de viviendas, podría contribuir a un fenómeno de retorno a las zonas rurales, y por tanto generar un rejuvenecimiento de su población. También es cierto que esto puede suponer un trauma para mucha gente, que se verá obligada a migrar con el convencimiento de que esta situación es una marcha atrás en su desarrollo personal y familiar, y quizás las trabas que encuentren, para los poco emprendedores y peor adaptados al entorno, sean difíciles de superar.

[1] Universidad de Barcelona (nuriaferr@gmail.com)
[2] Ver, por ejemplo, la tesis doctoral de Carles Guirado González, Tornant a la muntanya. Migració, ruralitat i canvi social al Pirineu Català. El cas del Pallars Sobirà. 2011. Departament de Geografia. Universitat Autónoma de Barcelona.
[3] Ver, por ejemplo, en el programa 30 Minuts de la Televisió de Catalunya, el documental “Me’n vaig al camp”, http://www.tv3.cat/videos/4731851/Men-vaig-al-camp . Pueden encontrarse también reportajes en El País, “Me voy al pueblo”, 18 de enero de 2013, http://elpais.com/elpais/2013/01/18/eps/1358524081_260982.html o La Vanguardia, “Jóvenes y parados ‘emigran’ al campo por la crisis”, 26 de mayo de 2013, http://www.lavanguardia.com/vida/20130526/54374269427/jovenes-parados-refugio-crisis.html
[4] http://www.infolibre.es/noticias/medios/2013/08/21/pueblosocial_sueno_repoblar_los_pueblo_abandonados_6972_1027.html
[5] http://www.abrazalatierra.com/
[6] http://rie.ecovillage.org/
[7] http://www.repoblarpueblos.com/
[8] http://www.contraladespoblacion.es/
[9] http://www.pueblosabandonados.com/
[10] http://www.reviuresolanell.com/
[11] http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20140221/54401534679/modelo-escandinavo-viviendas-andel-catalunya.htmlLa Vanguardia, 21 de Febrero de 2014
[12] El Mundo, 21 de Marzo de 2014
[13] http://europa.eu/legislation_summaries/agriculture/general_framework/l60032_es.htm
[14] http://ec.europa.eu/spain/sobre-la-ue/proyectos-financiados-con-fondos-europeos/leader_es.htm
[15] http://coordinaciolavintiquatre.blogspot.com.es/

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