Joan Buades*

 

Las migraciones constituyen el primer factor de temor colectivo en las sociedades occidentales en los albores del siglo 21. Sorprenden los prejuicios sobre su magnitud real (Arango, 2007): sólo uno de cada 40 habitantes del Sur tiene la condición de emigrante y los 191 millones de migrantes mundiales actuales han crecido por debajo de lo que lo hecho la población humana desde 1970… Más relevante, en cambio, es su vistosidad: si a principios del siglo XX nueve de cada diez migrantes se dirigían a sólo cinco estados (EUA, Argentina, Brasil, Canadá y Australia) y habitualmente en dirección norte-sur o con el proyecto de constituir «nuevas Europas» (Crosby, 1988), ahora se les han añadido Europa occidental, el Golfo Pérsico y el Pacífico occidental; y entre las áreas de origen, dominan Asia, América Latina y África. En esta creciente transformación multicultural hay que buscar la raíz de la psicosis securitaria que corroe Europa occidental.

Quisiéramos llamar aquí la atención sobre las interrelaciones entre la globalización liberal, el auge de la economía especulativa y la localización desigual de mano de obra barata emigrante allá donde el turismo y el boom constructor marcan el paso. Ayer, por ejemplo, en Baleares y hoy también en el Sur.

BOOM TURÍSTICOS Y MAREAS HUMANAS

Si la población mundial se ha triplicado desde 1950, la economía se ha multiplicado por siete. Dentro de ella, destaca poderosamente que el número de turistas internacionales sea treinta veces mayor que a mitad del siglo pasado (808 millones en 2005 frente a 25 millones en 1950). Es decir, crece cuatro veces más rápidamente que la economía general en un contexto de explosión demográfica (Buades, 2006).

Lejos de constituir mundos aparte, el turismo y las migraciones interactúan cada vez con más fuerza. Así, desde el fin de la convertibilidad del dólar en oro a principios de los setenta, se desencadenó una auténtica lluvia de capitales especulativos, la cual acabó teniendo su principal destinatario en la expansión hotelera e inmobiliaria a partir de los noventa. Ello ha permitido la creciente constitución de «clústers» de negocios nucleados en torno a complejos hoteleros y residenciales allí donde las autoridades favorecen su implantación y hacen su agosto las empresas transnacionales y los fondos de inversión. El este de la República Dominicana (Bávaro, Punta Caná, Bayahíbe), el Yucatán (Cancún), la costa pacífica (Acapulco) y Baja California ( «Mar de Cortés») mexicanos, el nordeste (Recife, Fortaleza, Salvador de Bahia) brasileño o en los múltiples polígonos turísticos en construcción en Marruecos (como el de Saïdia-Ras el Ma en Oujda), son botones de muestra en el Sur.

Las zonas de turistización rápida constituyen un creciente foco de atracción de mano de obra barata emigrante. Paradigmáticamente, al menos 10.000 albañiles emigrantes del resto de México estuvieron trabajando en condiciones muy precarias para construir 4.000 nuevas habitaciones de hotel en la «Riviera Maya» en el verano pasado. Tales desplazamientos humanos coinciden con la creciente colonización inmobiliaria norteamericana y europea en el propio Yucatán, donde adquieren residencias secundarias.(1) Faltas de toda previsión, estas migraciones tienden a desestructurar y envejecer la población de las comunidades campesinas (que se tornan insostenibles) y generan el hacinamiento en la periferia turística de importantes contingentes de trabajadores migrantes jóvenes. Así, por imposición de las empresas transnacionales españolas hoteleras españolas, la República Dominicana ha creado en 2006 POLITUR, una policia turística especial, que permita aislar a los turistas de los slums donde sobreviven los albañiles haitianos y de la prostitución y la venta de souvenirs en competencia «desleal» con la que aquellas controlan.

En los países de inmigración reciente la gran mayoría de los trabajadores extranjeros legales trabajan en el sector servicios y en la construcción, es decir, a lomos de la eclosión turística (Dehoorne, 2002). Allí es fácil encontrar trabajo o algo parecido, incluso para los sin papeles, ya que el dinero circula abundantemente y se requiere muy poca cualificación (servicio doméstico, cuidado personal, etc). Para poder entender qué puede estar pasando en los nuevos Paraísos turísticos en el Sur, podemos mirarnos en el espejo de las islas Baleares, el conocido paraíso turístico de donde son originarias 5 de las 8 mayores empresas transnacionales españolas (Sol Meliá, Riu, Barceló, Iberostar y Fiesta/Sirenis). En 2006, el archipiélago balear, era la región más turistizada de España (11 turistas por habitante y año frente a los apenas 1,3 para el conjunto de España) y también la primera región en porcentaje de acogida migratoria exterior (15,6%) con una capacidad de atracción casi el doble que la media española (8,7%) y superior a la de la UE-25 (10%). Desde 1960 la población ha pasado de poco más de 400.000 personas a superar el millón de habitantes.

El éxito turístico-residencial arrastra, pues, una notable sobrepresión demográfica. Ello se traduce en crecientes costes sociales: el índice de presión humana en verano se sitúa en 363 habitantes por km2 y se acerca al más densamente poblado de Europa, el de los Países Bajos (393). Paralelamente, esta capacidad de atracción provoca un choque cultural extremo: unida a la inmigración desde otras regiones de España, el porcentaje de población alóctona es ya mayoritaria y, con ello, el riesgo de minorización de la cultura y lengua tradicionales (en este caso, la catalana) es más grave que nunca. Todo ello en un contexto más multicultural que en ninguna otra región y sin que haya ningún tipo de acción social y cultural de descubrimiento intercultural mutuo. La fragmentación social por comunidades de origen está, pues, a la orden del día. Además, la especulación con las residencias turísticas genera escasez de vivienda disponible para los residentes permanentes: aproximadamente un tercio del parque construido no está ocupado mientras que prácticamente no hay mercado de alquiler y el coste de la compra de una vivienda es un 30% más cara que la media española…

La colonización turística del Planeta debería ser, pues, un espacio privilegiado y común de trabajo entre quienes, en el Sur y en el Norte, soñamos alternativas de fraternidad y sostenibilidad ecosociales.

REFERENCIAS

ARANGO, J. (2007), «Las migraciones internacionales en un mundo globalizado», Vanguardia Dossier, n. 22, pp. 6-15.

BUADES, J. (2006), Exportando paraísos. La colonización turística del planeta, La Lucerna, Palma de Mallorca.

CROSBY, A. (1988), Imperialismo ecológico. La expansión biológica de Europa (900-1900), Crítica, Barcelona, 1988.

DEHOORNE, O. (2002), «Tourisme, Travail, migration: interrelations et logiques mobilitaires», Revue Européenne des Migrations Internationales, vol. 18, n. 1, pp. 7-36.

* Miembro del Grup d’Investigació sobre Sostenibilitat i Territori, Departament de Ciències de la Terra, Universitat de les Illes Balears.

1 Véase www.fincascorral.com o http://www.gruponicolasmateos.com/ site

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