Ernest Cañada*  

Históricamente, el capitalismo ha manifestado una necesidad de expansión territorial permanente en estructuras globales cada vez de mayor dimensión (Harvey, 2003; Wallerstein, 1979). La expansión del capital hacia nuevos territorios en los que poder garantizar su reproducción es parte de las respuestas de las que este se dota para enfrentar sus crisis, en lo que el geógrafo David Harvey ha denominado como soluciones espacio-temporales (Harvey, 2013, 2014). Cada ciclo de acumulación desarrolla una territorialidad propia, lo cual implica que las actividades económicas funcionales a un determinado ciclo de acumulación se vertebran y se articulan de acuerdo con las particularidades de dicho ciclo, construyendo “geografías a su medida” (Rodríguez y López, 2011).

Desde esta perspectiva, la sobreacumulación de capital recurrente históricamente puede derivar en devaluación cuando se produce una recesión o depresión deflacionaria, por lo que necesita “moverse” y encontrar espacios en los que “fijarse” (capital fix), y, por lo tanto, desplazar espacial y/o temporalmente el capital excedente. Estos “arreglos espaciales” implican fenómenos como el colonialismo, el imperialismo, la libertad de movimientos del capital o la conquista geopolítica de fuentes de recursos naturales.

Una de las formas a través de las cuales el capital logra absorber capitales excedentes, valorizarse y aplazar así temporalmente las crisis del capitalismo es por medio de entornos construidos, como la ampliación de ciudades o nuevas formas de urbanización difusa de territorios rurales costeros asociados al turismo residencial, o la creación de grandes infraestructuras que permitan ubicar los excedentes generados en nuevas oportunidades de inversión, como aeropuertos, carreteras o puertos para cruceros, que estén íntimamente relacionadas con el turismo (Blázquez, 2013).

El resultado de esta dinámica del capital en busca de mejores condiciones para su reproducción es un paisaje geográfico permanentemente inestable, por cuanto la acumulación de capital en un espacio concreto se vuelve posteriormente un obstáculo para seguir acumulando. El capital tiene, por lo tanto, que devaluar gran parte del capital fijo en el paisaje geográfico existente, a fin de construir un paisaje totalmente nuevo con un aspecto diferente. Esto induce crisis localizadas intensas y destructivas.

A su vez, este desplazamiento implica reconfigurar los territorios en función de las nuevas dinámicas de acumulación, y supone, por lo tanto, la puesta en marcha de procesos transformación de esos espacios y de los diferentes grupos sociales presentes en los mismos, así como de su organización territorial. Son parte de una dinámica global de refuncionalización espacial en base a las lógicas de acumulación, en lo que Peter Rosset califica como una “guerra por la tierra y el territorio” (2009).

De este modo, la construcción de territorios adecuados a una acumulación fundamentada en las actividades turístico-residenciales demanda ciertas singulares lógicas de especialización. Para garantizar las dinámicas de reproducción de capital a gran escala se ha requerido que esos espacios concentren múltiples ofertas e infraestructuras que los hagan atractivos, generen economías de escala con múltiples actividades complementarias entre sí y puedan funcionar con volúmenes de negocio de una cierta dimensión. Esto ha implicado la reorganización y refuncionalización de esos territorios a partir de las necesidades de acumulación del turismo como actividad económica predominante en ese espacio. Una intervención que, por lo tanto, supone la pérdida de peso, el desplazamiento o la marginalización de ciertas actividades económicas y actores que antes ocupaban un espacio central.

Esta expansión turística da lugar a lo que en 1975 Louis Turner y John Ash denominaron “periferias del placer” (Turner y Ash, 1991). Después de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de la aviación y las infraestructuras aeroportuarias permitieron ampliar los destinos vacacionales alrededor del mundo, de tal modo que esas nuevas áreas pudieron entremezclarse mucho más con diferentes zonas del planeta y entrar en mayor competencia entre sí. Sobre eso se construyó un nuevo modelo vacacional masivo, acompañado de la expansión de la hotelería, las agencias de viaje, las líneas de cruceros, así como nuevos mecanismos financieros. En este nuevo contexto de oportunidad, siguiendo a Turner y Ash, el capital turístico ha podido elegir dónde ubicarse en función de las ventajas comparativas que le ofrecen uno u otro territorio en forma de “incentivos” (costes de la mano de obra, fiscalidad, infraestructuras, abastecimiento de recursos energéticos, seguridad, etc.). La incorporación de nuevas “periferias turísticas” se multiplicó a partir de los años 1980, con la caída de los precios del petróleo en esa década, que posibilitó un fuerte incremento de la movilidad. Y, más recientemente, la expansión del capital financiero generó grandes capitales que requerían localizaciones concretas donde ubicarse y que encontraron una magnífica oportunidad en esos nuevos espacios turísticos (Murray, 2012).

Los distintos territorios que van incorporándose dentro de la lógica de funcionamiento global de la industria turística lo hacen desde una posición de subordinación con escasa capacidad de control sobre las distintas escalas a través de las que funciona esta actividad, tal como puso en evidencia Stephen G. Britton en un artículo considerado ya clásico en los estudios críticos del turismo (Britton, 1982). Son, por lo tanto, los capitales globales, en alianza con los locales y regionales, quienes dirigen el proceso de creación de los nuevos espacios turísticos.

La penetración de los capitales turísticos e inmobiliarios, acompañados de determinadas leyes y políticas públicas nacionales e internacionales y arreglos institucionales a su servicio, provoca una metamorfosis radical en la lógica de la articulación territorial en función de sus necesidades de reproducción, como previamente lo hicieran otras estructuras económicas dominantes que organizaron el territorio a la medida de sus necesidades. En el nuevo espacio turístico, la naturaleza, transformada en mercancía por medio de la industria turístico-residencial, se convierte en un factor clave para aumentar ganancias (Aguilar et al., 2015). Y, por consiguiente, implica situar la naturaleza ante una dinámica de despojo y reapropiación a fin de hacerla funcional a los intereses de acumulación capitalista a través de la industrio turístico-residencial (Vilchis et al., 2016), dando lugar a un proceso de reconfiguración del paisaje turístico (Cruz-Coria et al., 2012). Este proceso, a su vez, formaría parte de los distintos procesos paralelos de “neoliberalización” de la naturaleza descritos por Noel Castree (2008).

Costa de Pájaros, Costa Rica. Paisaje costero amenazado por la reorganización territorial de los espacios. (Autor: Ernest Cañada)

Costa de Pájaros, Costa Rica. Paisaje costero amenazado por la reorganización territorial de los espacios. (Autor: Ernest Cañada)

  Periferias turísticas en el Caribe, tanto insular (República Dominicana, Cuba o Jamaica) como mexicano (Cancún, Riviera Maya), o Centroamérica (Guanacaste en Costa Rica o Rivas en Nicaragua), son algunos de los ejemplos paradigmáticos de cómo se transforman los  territorios rurales, en especial en las zonas costeras, por la presencia hegemónica de las actividades turístico-residenciales (Cañada, 2013). En estos, lejos de la propaganda que asocia el turismo con la modernización o el desarrollo, lo que podemos encontrar son tres grandes fenómenos sociales:

  • Procesos de desposesión de recursos naturales y desarticulación territorial preexistentes. La construcción del espacio turístico implica para las comunidades rurales el despojo de recursos naturales como la tierra y los bosques. El expolio de tierra se puede llevar a cabo de maneras diversas, desde la presión a través del mercado, con procesos especulativos, hasta los cambios normativos en la forma de regular el uso del territorio, o la violencia física. Paralelamente, se produce la destrucción o afectación de importantes ecosistemas. Así, se han identificado: la destrucción de manglares y humedales; la contaminación del agua; la acumulación de residuos sólidos; movimientos de tierra y destrucción de cerros para la creación de terrazas; la destrucción y/o fragmentación de los bosques, entre otros. Tanto en la construcción como, sobre todo, cuando las iniciativas turísticas empiezan a operar, el agua se convierte también en objeto de competencia, dadas las necesidades de los complejos turístico-residenciales frente al uso doméstico de la población local o al riego de sus cultivos. El consumo de agua del turismo tiene que ver con los usos personales de sus clientes (aseo, spas, piscinas) y el mantenimiento de jardines y campos de golf, entre otros, pero también con necesidades “indirectas” derivadas del funcionamiento de la industria turística. Finalmente, se desestructura también la territorialidad preexistente de las comunidades rurales, al promover el desplazamiento de los lugares de vivienda o al impedir el acceso a determinados caminos de paso o a las costas.
  • Nuevas dinámicas migratorias tanto de expulsión como de atracción. El nuevo espacio turístico provoca una movilidad poblacional en múltiples sentidos. Expulsa a personas de origen campesino y pesquero a causa de los procesos de desposesión y, a su vez, atrae fuerza de trabajo para la construcción y los servicios turísticos y auxiliares, en muchas ocasiones procedentes de otras comunidades rurales empobrecidas, que igualmente se han visto perjudicadas por las políticas neoliberales hacia el agro y la economía campesina, y en disposición, por lo tanto, de emigrar y suministrar mano de obra en los mercados de trabajo de la economía global. Igualmente, el espacio turístico atrae a nueva población de mayor poder adquisitivo que trabaja ocupando los puestos de los cuadros medios y altos de las instalaciones turístico-residenciales, y a los mismos usuarios de estos servicios, tanto de corta duración como de media o larga. Estos cambios poblacionales suponen nuevas dinámicas y nuevos procesos de vertebración social, cultural y política. La dinámica espacial y social se polariza entre los lugares destinados a la producción turística y los que garantizan su reproducción.
  • Integración subordinada de la población procedente de comunidades rurales en las nuevas actividades turísticas. Los empleos creados por el turismo para las poblaciones de las comunidades, tanto las del lugar donde se instalan como las que han venido de fuera, son habitualmente precarios y ocupan los niveles más bajos en la escala laboral, tanto en la construcción como en los servicios de atención al turista (limpiadoras, camareras de piso, recepcionistas, cocinas, jardinería, seguridad y vigilancia, animación). Los trabajadores habitualmente se ven sometidos a unas condiciones de sobreexplotación laboral: bajos salarios, irregularidad en los pagos, subcontrataciones, acoso policial, inseguridad y riesgo laboral. A su vez, cuentan con estructuras de protección por parte de los ministerios del trabajo demasiado débiles, y con poca presencia de los sindicatos, que sufren sistemáticamente el acoso del empresariado, que dificulta la creación de organizaciones sindicales en las áreas turísticas. Este tipo de dinámica económica también atrae a algunas personas que tratan de “buscarse la vida” en la economía informal, ofreciendo productos y servicios directamente a los turistas (alimentos y bebidas, souvenirs, artesanías y masajes, entre otros). Pero su acceso a los turistas no siempre resulta sencillo, a causa de las dinámicas de restricción y privatización generadas por unas formas de desarrollo turístico de carácter excluyente y que metafóricamente se ha podido etiquetar como “búnker playa-sol” (Blázquez et al., 2011).

Este proceso de transformación social asociada a la construcción del espacio turístico de forma hegemónica bajo grandes capitales tiene una naturaleza de carácter estructuralmente violenta (Büscher y Fletcher, 2016). Su implantación, con mayores o menores resistencias, se ve asociada a numerosos conflictos de carácter redistributivo, tanto entre sectores económicos como entre diferentes grupos sociales (Gascón, 2012), cuyo estallido aporta luz sobre procesos sociales profundos demasiado invisibilizados.  

Referencias

AGUILAR, A.; PALAFOX, A.; ANAYA, J. S. (2015). “El turismo y la transformación del paisaje natural”, Noésis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 24, pp. 19-30.

BLÁZQUEZ, M. (2013). “La difusión de las periferias de placer”. En: E. CAÑADA. Turismo en Centromérica. Un diagnóstico para el debate. Managua: Enlace. Pp. 39-41.

BLÁZQUEZ, M.; CAÑADA, E.; MURRAY, I. (2011). “Búnker playa-sol. Conflictos derivados de la construcción de enclaves de capital transnacional turístico español en El Caribe y Centroamérica”, Scripta Nova, vol. 368 (n.º XV).

BRITTON, S. (1982). “The Political Economy of Tourism in the Third World”, Annals of Tourism Research, 9, pp. 331-358.

BÜSCHER, B.; FLETCHER, R. (2016) (vista temprana). “Destructive creation: Capital accumulation and the structural violence of tourism”, Journal of Sustainable Tourism.

CAÑADA, E. (2013). Turismo en Centroamérica. Un diagnóstico para el debate. Managua: Enlace.

CASTREE, N. (2008). “Neoliberalising nature: The logics of deregulation and reregulation”, Environment and Planning A, 1 (40), pp. 131-152.

CRUZ-CORIA, E.; ZIZUMBO-VILLARREAL, L.; CRUZ-JIMÉNEZ, G.; QUINTILLA-MONTOYA, A. L. (2012). “Las dinámicas de dominación capitalista en el espacio rural: La configuración de paisajes turísticos”, Cuadernos de Desarrollo Rural, 9 (69), pp. 151-174.

GASCÓN, J. (2012). “Introducción. Apuntes para un análisis crítico del turismo”. En: J. BUADES, J.; E. CAÑADA; J. GASCÓN. El turismo en el inicio del milenio. Una lectura crítica a tres voces. Madrid: Foro de Turismo Responsable. Pp. 11-21.

HARVEY, D. (2003). The New Imperialism. Oxford: Oxford University Press.

HARVEY, D. (2014). Seventeen Contradictions and the End of Capitalism. Oxford: Oxford University Press.

MURRAY, I. (2012). Geografies del capitalisme balear: Poder, metabolisme social i petjada ecològica d’una superpotència turística (tesis doctoral). Palma: Universitat de les Illes Balears.

RODRÍGUEZ, E.; LÓPEZ, I. (2011). “Circuitos secundarios de acumulación y competitividad territorial”, Viento Sur, 116, pp. 51-57.

ROSSET, P. (2009). “La guerra por la tierra y el territorio”. En:  Primer Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry: Planeta Tierra: Movimientos antisistémicos. San Cristóbal de las Casas: CIDECI / Unitierra Ediciones. Pp. 159-175.

TURNER, L.; ASH, J. (1991). La horda dorada. El turismo internacional y la periferia del placer. Madrid: Edymion.

VILCHIS, A.; ZIZUMBO, L.; MONTERROSO, N.; ARRIAGA, E.; PALAFOX, A. (2016). “Dinámicas capitalistas para la acumulación por despojo”, Revista de Ciencias Sociales de Costa Rica, 1, pp. 31-41.

WALLERSTEIN, I. (1979). The Capitalist World-Economy. Cambridge: Cambridge University Press.

* Alba Sud (www.albasud.org). E-mail: ernest@albasud.org

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