Joan Martínez Alier*

 

Palabras clave: IPBES, biodiversidad, ecosistemas, especies, genética, pluralidad de valores, agroecología, etnología

Keywords:  IPBES, biodiversity, ecosystems, species, genetics, value pluralism, agroecology, ethnology

 

Patricia Balvanera se formó como bióloga egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, y cuenta con una Maestría en Ciencias Biológicas y un Doctorado en Ecología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es investigadora del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Sus estudios se han enfocado en las relaciones entre la sociedad y la naturaleza. Ha estudiado los patrones de cambio en la naturaleza y de qué maneras los distintos factores económicos, sociales, políticos y culturales han contribuido a la crisis ambiental actual. También ha explorado los beneficios que la naturaleza brinda a las personas, llamados igualmente servicios ecosistémicos. Desarrolla así mismo herramientas para monitorear los cambios en las interacciones entre naturaleza y sociedad para guiar la toma de decisiones desde escalas globales a locales. Actualmente es cocoordinadora del proyecto transdisciplinario Cocina Colaboratorio, en tres comunidades contratantes de México, donde exploran opciones hacia sistemas alimentarios más justos y sostenibles con agricultores, cocineras, artistas, educadores y académicas.

Ha coordinado distintas iniciativas nacionales y globales, como la RedSocioecos, el Programa de investigación sobre Cambios en Ecosistemas y Sociedad (PECS, por sus siglas en inglés), y el programa de monitoreo global de la biodiversidad GEOBON. Colabora con la Plataforma Político-Científica e Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés) desde 2014, en la que recientemente fue la copresidenta de la evaluación sobre los diversos valores de la naturaleza. Es editora en jefe de la revista Ecology and Society, de la Resilience Alliance, y es editora asociada de las revistas Science Advances y People and Nature, de la British Ecological Society.

 

Se habla de la «sexta extinción». ¿Puedes explicar qué significa esa expresión?

Nuestro planeta tierra tiene 4.500 millones de años, y las evidencias más antiguas de vida en la Tierra tienen alrededor de 3.700 millones de años. A lo largo de esta historia, se ha producido una gran cantidad de tipos de organismos que se van adaptando a las condiciones de agua, oxígeno, temperatura disponibles. Pero también cambios dramáticos en las condiciones, provocadas, por ejemplo, por la actividad volcánica, o cambios en el clima, que causó eventos drásticos de extinción de dichas especies. La más conocida es la acontecida hace aproximadamente 65 millones de años, cuando un meteorito impactó en la península de Yucatán, en México, y causó la extinción de los dinosaurios. A partir de la Revolución Industrial, a finales del siglo xix, y sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, el desmedido crecimiento poblacional, económico y tecnológico, entre otros, de la humanidad, está conduciendo a una transformación profunda del tejido de la vida en la Tierra. Las tasas de extinción que observamos hoy son de cien a mil veces superiores a las observadas en el pasado.

 

También se suele decir que la biodiversidad es importante a tres niveles: ecosistemas, especies y genético. Brevemente, ¿puedes dar ejemplos y explicar qué significa en este contexto la palabra «importante»?

La biodiversidad se refiere a la diversidad de la vida en la Tierra. A lo largo y ancho del planeta observamos muchos tipos de conjuntos de especies o biomasa, incluyendo, por ejemplo, la Antártida, siempre cubierta por hielo; bosques templados de pinos o encinos, selvas tropicales, pastizales, desiertos, lagos y lagunas, arrecifes coralinos. En cada una de estas condiciones distintas se han desarrollado culturas distintas. Dentro de estos biomas se encuentra una gran cantidad de especies, es decir, de tipos de organismos que no se pueden reproducir entre ellos. Por ejemplo, el bosque tropical húmedo de Yasuní, en Ecuador, alberga 1.300 especies distintas de árboles, 100.000 especies de insectos, 400 especies de aves y 170 especies de mamíferos. Cada especie, a su vez, presenta diversidad genética entre sus individuos. Así, en México se han encontrado al menos 64 razas de maíz que fueron domesticadas por los distintos grupos humanos desde hace 8.000 años.

 

Si hablamos de la «importancia» de la biodiversidad es como si habláramos del valor, o de los valores de la biodiversidad. En un artículo en Nature de agosto 2023 con Unai Pascual de primer autor y tú de segunda, se insiste una vez más, como lo viene haciendo el IPBES, en la pluralidad de valores. ¿Cómo habéis llegado en el IPBES a ese consenso de la pluralidad de valores? ¿Qué discusiones internas ha habido?

La palabra valor puede significar muchas cosas. Las primeras discusiones al respecto en el interior del IPBES, la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, se dieron a partir de 2014. En el año 2016 produjimos una guía interna para IPBES en la que distinguimos tres connotaciones de la palabra valor. La primera, valor refiriéndose a un principio moral, los valores que sustentan una sociedad. La segunda, valor refiriéndose a la importancia que le damos a la biodiversidad, por los beneficios que nos ofrece como fuente de alimento, o como reguladora del clima, o como central para nuestra identidad. La tercera, valor como una medida, como puede ser el precio que valen los peces que coseché en el mercado.

Sin embargo, a partir de 2018, que iniciamos la evaluación de valores, contamos con un equipo mucho más sólido de economistas, filósofas, antropólogos, politólogos, y se llevó a cabo una revisión muy exhaustiva y minuciosa de la literatura. Distintas disciplinas, distintos tipos de conocimiento, conciben el valor, en particular de la naturaleza, de distintas formas. A través de los años desarrollamos una tipología anidada, en la que se consideran las cosmovisiones (las formas en las que concebimos la relación humano-naturaleza), los principios morales o valores amplios, los valores específicos (la importancia que tiene la biodiversidad en un contexto dado) y los indicadores. Entre los valores específicos, incluimos los valores instrumentales (la naturaleza como instrumento del bienestar de las personas), valores intrínsecos (la naturaleza como fin por sí misma) y los valores relacionales (el significado de las relaciones de las personas con la naturaleza y entre ellas en el contexto de la naturaleza). Los indicadores pueden ser biofísicos, como la cantidad de peces cosechados; económicos, como la disponibilidad de pagar por visitar la naturaleza, o socioculturales, como las narrativas sobre la naturaleza. Y, por si fuera poco, para cada una de estas capas existen distintos lentes o formas de interpretar la naturaleza: se puede priorizar el papel de la naturaleza en el crecimiento económico y, por lo tanto, los precios del mercado o la armonía con la naturaleza y, en consecuencia, su papel sagrado. Esto resulta en una gran diversidad de valores.

Para hacer visible esta diversidad existe una gran cantidad de herramientas de valoración: hablamos de valoraciones plurales cuando se combinan varias herramientas de valoración para hacer visible esta diversidad.

 

En ese mismo artículo en Nature he visto que los dos primeros autores citados son Gretchen Daily (1997), una obra sobre servicios ecosistémicos, y Bob Costanza et al. (1997), cuyo artículo, también en Nature, da una valoración económica en miles de millones de dólares a los diversos servicios ecosistémicos. Se merecen esas citas, sin duda, pero ¿cómo ves tú esos enfoques de hace veinticinco años?

Hace veinticinco años los trabajos de Gretchen Daily y de Bob Costanza fueron, por supuesto, muy importantes. El concepto de servicios ecosistémicos, que habla de lo que naturaleza hace para las personas, permitió visualizar los valores instrumentales e intrínsecos de la naturaleza, los cuales estaban totalmente invisibilizados. Me tocó hacer mi estancia posdoctoral con Gretchen Daily y contribuir con un granito de arena a ese esfuerzo explorando las formas en las que estos servicios ecosistémicos se podrían mapear y priorizar su conservación. Las estimaciones sobre el valor económico de estos servicios, como herramienta heurística para comunicar su importancia, sin lugar a dudas fue recibida por importantes sectores de la sociedad. Sin embargo, las distintas cosmovisiones, los valores amplios o principios morales, los valores relacionales quedaron totalmente fuera de estos primeros trabajos. A lo largo de los años, se fueron haciendo exploraciones más amplias para incorporarlos de distintas maneras. Estas omisiones resultan ser particularmente importantes para muchas comunidades indígenas y locales, y para muchos habitantes del sur global, que conciben a las personas como parte de la naturaleza, que fomentan principios de reciprocidad hacia la naturaleza, enfatizan las relaciones de interdependencia con esta y cuyas normas los sostienen. Se le dio un papel preponderante al valor de la naturaleza a través de los mercados como motor de las economías, y se marginó una enorme diversidad de valores extremadamente relevantes en distintas partes del mundo.

 

En la tradición mesoamericana de agroecología o etnoecología (como la de mi amigo Víctor Toledo y otros antes que él), de celebración de la diversidad biológica agrícola de la milpa y tantos otros descubrimientos, se destaca el papel de la humanidad para fomentar la biodiversidad. ¿El IPBES incluye esos aspectos? ¿Puedes poner algunos ejemplos?

Por supuesto. La importancia de la diversidad biocultural, es decir, la diversidad de conocimientos, prácticas y visiones, o, como dice Víctor, el korpus, la praxis y el cosmos, son una parte fundamental de lo que la evaluación de IPBES plasmó a lo largo y ancho de sus capítulos. Analizamos las visiones sobre la naturaleza de los pueblos mesoamericanos, de África, Asia y Europa. Documentamos las formas en la que las comunidades indígenas llevan a cabo análisis de la naturaleza en sus territorios, invocando a generaciones pasadas y a seres no-vivos. Analizamos de qué forma visiones de armonía con la naturaleza, como la de Buen Vivir en América Latina, Ubuntu en África o Satoyama en Japón, pueden inspirar valores alineados con la sustentabilidad. Probablemente nos faltó más énfasis en la agrobiodiversidad.

 

Hay un tema internacional, la conservación «convivial» de poblaciones indígenas versus la conservación excluyente, lo que en inglés se llama «fortress conservation», por ejemplo, en África, en la India…, auspiciada por la IUCN o WWF. ¿Esa contraposición te parece útil para entender lo que pasa?

Claro. En la evaluación mostramos, a través del análisis de una vasta literatura científica, de documentos gubernamentales y de estudios de caso contratantes en distintas partes del mundo, que el éxito de las áreas naturales protegidas, tanto en términos de la biodiversidad que conservan como de sus impactos sobre las poblaciones locales que los habitan, depende de qué tan alineados están estos instrumentos con los valores de la naturaleza de sus habitantes. Si los valores están alineados, las reservas son mucho más exitosas. Uno de los instrumentos más prometedores para lograr cambios transformadores hacia futuros más justos y sostenibles es el comanejo de áreas protegidas involucrando a sus pobladores, así como las reservas comunitarias, diseñadas y operadas por las comunidades. Así mismo, la evaluación global del IPBES mostró el papel central que juegan los pueblos indígenas como guardianes de la biodiversidad en todo el planeta. Los resultados de la evaluación de valores fueron muy importantes para las negociaciones del Marco Global de la Biodiversidad 2050 de Kunming-Montreal en diciembre del año pasado. Fue posible incorporar a múltiples metas el papel fundamental de los pueblos indígenas y comunidades locales en la conservación de la biodiversidad, contribuyendo a una conservación convivial y no excluyente.

 

Referencias

Costanza, R., R. d’Arge, R. de Groot et al., 1997. «The value of the world’s ecosystem services and natural capital». Nature, 387, pp. 253-260. Disponible en: https://doi.org/10.1038/387253a0.

Daily, G. C. (ed.), 1997. Nature’s Services: Societal Dependence on Natural Ecosystems. Washington D. C., Island Press.

Pascual, U., P. Balvanera, C. B. Anderson et al., 2023. «Diverse values of nature for sustainability». Nature, 620, pp. 813-823. Disponible en: https://doi.org/10.1038/s41586-023-06406-9.

 

* Profesor emérito. ICTA, Universitat Autònoma de Barcelona. E-mail: joanmartinezalier@gmail.com

 

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