Vivir en armonía con la naturaleza. Esta es la visión compartida por todas las partes integrantes del Convenio de la Diversidad Biológica (CDB), es decir, la práctica totalidad de los Estados mundiales. Dicha visión, que se ratificó en la COP15 (2021-2022) con la adopción del Marco Global Kunming-Montreal, nace con el objetivo de lograr que en el año 2050 la crisis de pérdida de biodiversidad sea tan solo un mal recuerdo, y que nuestra sociedad haya aprendido a habitar este planeta garantizando la conservación de la naturaleza. Se trata de una visión noble, pero también necesaria. El descontrolado proceso de destrucción de hábitats naturales y la extracción insaciable de recursos necesarios para alimentar la maquinaria de un sistema capitalista depredador, basado en la falsa doctrina del crecimiento ilimitado, están llevando al límite la capacidad de la Tierra para sostener la vida. El colapso de los ecosistemas es una amenaza inminente, considerando que su degradación se está acelerando a un ritmo mucho mayor del que estaba previsto  (Willcock et al., 2023). La conservación de la biodiversidad es un asunto de vida o muerte.

Pero vivir en armonía con la naturaleza también es una visión ingenua y ciertamente hipócrita, si la asociamos a ese acuerdo, el Marco Global Kunming-Montreal, que estaba destinado a ser el pacto internacional decisivo e histórico que ofreciera soluciones ambiciosas y efectivas para revertir el rumbo suicida de nuestra sociedad. Las veintitrés metas que componen el documento definen aquellas «medidas urgentes para detener e invertir la pérdida de diversidad biológica a fin de encauzar a la naturaleza en el camino hacia la recuperación». Dichas medidas establecen las acciones que deben cumplir coordinadamente todos los países firmantes de aquí a 2030. Aunque reconocemos los avances y el valor del documento para orientar acciones legislativas y administrativas encaminadas a hacer realidad esa visión, el acuerdo se queda corto a la hora de abordar las causas subyacentes de esta crisis y atacar a aquellos agentes verdaderamente responsables, como son las grandes corporaciones y los Gobiernos al servicio de estas.

¿Significa esto que debemos rendirnos ante un destino que parece antojarse ineludible, sometidos al abandono institucional? Creemos que no, que vivir en armonía con la naturaleza es posible, y que una visión crítica de los procesos asociados a esta visión es necesaria. Estamos en la década decisiva para reconciliar a la especie humana con su soporte biofísico. Sin embargo, para ello contamos con un Marco Global que por un lado es débil e inconcluso y que por otro abre las puertas a vulneraciones de derechos, falsas soluciones y se apoya en tecnologías dudosas. Precisamente por ello en esta publicación abordamos muchas de las ramificaciones que nacen de ese acuerdo, y cuya resolución podrá suponer el éxito de nuestra supervivencia. Desde cómo incorporar a las comunidades indígenas y el mundo rural en la expansión de áreas protegidas, hasta la amenaza de la bioingeniería, pasando por la denuncia de los mecanismos de compensación y un sistema agroalimentario responsable de la mayoría de la pérdida de biodiversidad global.

Este número de Ecología Política incorpora un cosmos de visiones desde muchos frentes, algunos de ellos aparentemente irreconciliables. Pero siempre con una misma perspectiva: entender los mecanismos y necesidades de una transición ecológica en marcha para la restauración de la vida salvaje, que nos prepare para esa misión a veces aterradora, aunque siempre ilusionante.

Recientemente estamos sufriendo un proceso de deslegitimación de los esfuerzos internacionales para abordar la crisis ecológica, apoyado por experiencias altamente desmotivadoras, como los resultados de la COP28 del Clima en Dubái. Hemos asistido a la confirmación de cómo los lobbies interesados en interceder para boicotear el progreso en aras de sus intereses económicos torpedean de manera sistemática los avances reclamados por la sociedad civil y las voces científicas. Estas estrategias son también reconocibles en las negociaciones para la conservación de la biodiversidad.

No hace falta decir que todos los esfuerzos han fracasado hasta la fecha. Desde la creación del CDB en 1992 se han organizado ya quince Conferencias de las Partes (COP, por sus siglas en inglés), de las que han salido acuerdos, protocolos y estrategias. En la COP10, de 2010 en Nagoya, Japón, los países firmantes adoptaron las Metas de Aichi como la hoja de ruta mundial para lograr «detener la pérdida de biodiversidad e iniciar su restauración». Numerosas organizaciones sociales, como la CBD Alliance, han desarrollado un intenso trabajo para hacer llegar al conjunto de las administraciones propuestas pragmáticas para cumplir con las obligaciones legales derivadas de aquel tratado internacional, sin lograr una implicación efectiva de los Gobiernos.

Diez años más tarde, y sin haber efectuado una adecuada evaluación de las causas de su fracaso, la COP15 de Kunming y Montreal ha incurrido en errores similares. Sobre todo esto, el artículo de S. Faizi ofrece una descripción crítica y comprensiva de los aspectos más determinantes del proceso protagonizado por el CDB. Otro de los acuerdos clave que nacen del CDB es el Protocolo de Nagoya, que regula el acceso y uso de los «recursos genéticos» y la distribución de sus beneficios, y que es analizado en la sección «En profundidad» por Anne Tittor, Eduardo Relly y Maria Backhouse. El Protocolo de Nagoya recibe poca o nula atención mediática, y es vital para combatir la biopiratería, por lo que este texto crítico e incisivo ofrece la oportunidad de asomarse a esta problemática.

La tercera pata del CDB es el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, centrado específicamente en el movimiento transfronterizo de Organismos Modificados Genéticamente (OMG). Los OMG son una de las amenazas más notables para la biodiversidad y la salud humana si no se aplica de manera adecuada el principio de precaución. Recientemente hemos asistido a cómo en Europa se presentaba una propuesta legislativa muy polémica que permitiría que plantas desarrolladas con nuevas técnicas genómicas (NGT, por sus siglas en inglés) eludan las evaluaciones de riesgo medioambiental y de salud, sin apenas atención mediática a pesar de lo alarmante de la propuesta. Sobre los peligros de la biotecnología, Jordi Ortega nos ofrece un texto afilado donde nos alerta sobre la tecnología de edición genética CRISPR y los oscuros intereses que la impulsan.

La deriva hacia las falsas soluciones como la biotecnología es uno de los frentes de batalla que más alerta nos debe tener en los años venideros. Las soluciones basadas en la naturaleza y los mecanismos de compensación allanan el camino para seguir mercantilizando la naturaleza en lugar de preservarla. El artículo de Davi de Souza Martins explora los nefastos efectos en los ecosistemas provocados por las compensaciones de carbono y nos advierte sobre la siguiente frontera en los procesos especulativos vinculados a la crisis ecológica: las compensaciones por pérdida de biodiversidad.

Ni que decir tiene que los Gobiernos nacionales tampoco han respondido a la llamada de la ciencia, y las medidas adoptadas hasta la fecha son totalmente insuficientes y explican el fracaso de las estrategias mundiales o europeas. La situación evoca la escena de los músicos del Titanic, que seguían tocando mientras el transatlántico se hundía, creando la falsa ilusión de que todo seguía en orden. Resulta notable, no obstante, cómo la emergencia climática sigue ocupando portadas y protagoniza el discurso en la calle, mientras que la pérdida de biodiversidad sigue sin percibirse como un problema prioritario y preocupante. Fernando Valladares, en la sección de «Opinión», nos ilustra acerca de las razones que llevan a que la percepción del problema no haya calado en la ciudadanía, en un análisis riguroso y revelador que pone las cartas sobre la mesa.

Emergencia climática y pérdida de biodiversidad son dos procesos interconectados que componen la muestra más visible de la crisis ecológica, y que están profundamente vinculados al modelo socioeconómico imperante, del que el Norte global es el claro responsable. Precisamente sobre esto versa nuestro artículo de opinión, que lanza uno de los mensajes más estructurales de la campaña Sin Biodiversidad No Hay Vida, impulsada desde Ecologistas en Acción. Cecilia del Castillo también nos da su opinión acerca de las razones que conducen a la desconexión de la ciudadanía de la crisis de biodiversidad, poniendo el foco esta vez en los ecosistemas marinos, unos de los grandes olvidados a la hora de dialogar sobre la conservación de la naturaleza. Creemos fielmente que traer a primer término las realidades vinculadas para ese gran territorio, los océanos, y los ecosistemas asociados a ellos, es fundamental para tratar con rigurosidad las soluciones a esta crisis. Fundamental a este respecto es el artículo de Martín Andrés Díaz sobre los mecanismos establecidos para la conservación del continente antártico.

Las políticas conservacionistas son la principal herramienta defendida por la comunidad internacional para enfrentarse a la crisis de biodiversidad. Reconocemos que una red global de áreas protegidas con mecanismos de gestión y seguimiento justos y eficientes puede hacer mucho por la preservación de especies. Sin embargo, todo progreso en esta dirección no ha logrado frenar la extinción de especies. Por ese motivo, el CDB defiende la meta 30×30 (30 por ciento de la superficie terrestre y marina declarada protegida para el año 2030) como un triunfo, pero es una máscara que oculta otras concesiones. Dichas políticas, además, frecuentemente tienen un impacto negativo en las comunidades indígenas que habitan estas áreas, lo que se relaciona con dinámicas neocoloniales que quedan en evidencia en profundidad en el artículo de Tlacaelel Rivera-Núñez y Elizabeth Castro-Salcido, cuya visión se expande desde otras perspectivas en el texto de Camilo Arcos et al. El reconocimiento de los derechos de las poblaciones locales y su integración participativa en la conservación de la naturaleza es vital, como se ilustra en los numerosos ejemplos de la sección «Redes de resistencia».

Explorando los mecanismos hegemónicos del Norte global, Tom Kucharz nos revela los efectos que el Acuerdo de Asociación UE-Mercosur provoca en los ecosistemas del Sur global, asociado principalmente a la deforestación y pérdida de hábitats. El modelo agroganadero de alimentación imperante es el mayor responsable de pérdida de biodiversidad global. Y una de las víctimas principales del mismo son los insectos. Eduardo Galante nos ayuda a entender por qué debería preocuparnos con especial atención la situación de estas especies, cuyo declive poblacional pone en jaque la integridad de los ecosistemas.

Enfrentarse a esta crisis requiere repensar radicalmente, desde la raíz, nuestras estructuras sociales y económicas. Necesitamos propuestas valientes y ambiciosas que dibujen un futuro esperanzador y transformativo. El artículo de Nerea Morán Alonso y José Luis Fernández Casadevante explora las vías que el pensamiento biorregional ofrece para detener la pérdida de biodiversidad desde la planificación territorial y los metabolismos sociales. Necesitamos reflexiones valientes como esta que se atrevan a cuestionar el funcionamiento de un sistema obsoleto y reformulen nuestra organización como especie en relación con el resto de seres vivos con los que compartimos hogar. Y necesitamos hacerlo con un pensamiento transversal que tenga en consideración todos los factores en juego. Las entrevistas a Unai Pascual, Patricia Balvena y Paola Arias abarcan muchas cuestiones básicas encaminadas a alcanzar una comprensión global de los componentes de esta crisis. Aunando resistencia, conocimiento y crítica, podremos aspirar a lograr establecer un marco de acción futuro solvente y ambicioso. De este modo, vivir en armonía con la naturaleza dejará de ser una visión para convertirse en una realidad.

Jaume Grau López y Jesús Martín Hurtado

 

Referencias

Willcock, S., G. S. Cooper, J. Addy et al., 2023. «Earlier collapse of Anthropocene ecosystems driven by multiple faster and noisier drivers». Nature Sustainability, 6, pp. 1331-1342. Disponible en: https://doi.org/10.1038/s41893-023-01157-x.

 

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