Iñaki Bárcena Hinojal, Gian Carlo Delgado, Isabel Balza Múgica y Francisco Garrido Peña.

 

El árbol genealógico del ecologismo tiene sus raíces en el conservacionismo, en la defensa de los parques y reservas naturales, ríos, montañas y bosques frente a la industrialización y al productivismo. Sin embargo, mientras que filántropos, excursionistas, biólogos y naturalistas de las clases altas y medias de los países del llamado Occidente defendían los lugares prístinos de la naturaleza salvaje, desde la segunda mitad del siglo xix conocemos también las movilizaciones de la clase obrera en pueblos y ciudades en defensa de la salud y la justicia ambiental en las fábricas y en sus barrios.

En el Occidente capitalista, el movimiento antinuclear y las campañas y organizaciones del ecologismo social y político fueron posteriores al advenimiento de las organizaciones naturalistas y ambientalistas, en defensa de las aves, por ejemplo. También lo fueron las propuestas teóricas y prácticas de la ecología profunda o espiritual (deep ecology), por nombrar las tres corrientes ideológicas y discursivas más relevantes del ecologismo. Lo cierto es que, desde sus orígenes hace cerca de ciento cincuenta años, encontramos diversos ecologismos que conviven y se solapan y que reivindican la readecuación de las relaciones entre sociedad y naturaleza con argumentos, actores y propuestas diferentes.

A riesgo de ser esquemáticos y simplistas, una de las divergencias más notables entre estas tres corrientes es la existencia de paradigmas disyuntivos entre naturaleza y sociedad (conservacionistas y espiritualistas se oponen en su defensa de la prevalencia de una sobre la otra), en contraste con la unión entre ambas y la complejidad que aporta el ecologismo social; sobre todo, la idea de tejido (tissue) —por ejemplo, de la ecología humana de Edgar Morin— frente a la separación y prevalencia que proponen tanto el conservacionismo como la ecología profunda, desde posiciones antropocéntricas el primero y biocéntricas o ecocéntricas la segunda.

Desde el otro lado del Atlántico, el economista ecologista Enrique Leff nos dice que el ecologismo es un movimiento complejo, síntesis de numerosas reflexiones: materiales, existenciales, geográficas, políticas, sociales, filosóficas y ontológicas… que se superponen en tiempos y lugares distintos. La complejidad de la familia ecologista es una seña de identidad de este movimiento social y, en este contexto, las aportaciones de las corrientes ecofeministas son claramente enriquecedoras de la práctica y la teoría del ecologismo actual, con su introducción de los parámetros de la ecodependencia y la interdependencia frente al estereotipo de sujeto BBVA (burgués, blanco, varón, autónomo) predominante en el capitalismo occidental, como propone Yayo Herrero.

Este número de Ecología Política, el 58, ha tratado de buscar respuestas diversas a una cuestión general: ¿asistimos a un momento de auge o de crisis del ecologismo? Y hemos intentado reflejar el debate existente entre las distintas culturas y sensibilidades ecologistas en este periodo histórico de crisis climática y socioambiental. Las siguientes son algunas de las preguntas que nos hicimos al comenzar a elaborar este número: ¿qué formas de ecologismo están decayendo y cuáles emergen, y por qué ocurre esto?, ¿cómo debemos interpretar el auge de nuevos movimientos sociales conectados al activismo ecológico en su enfrentamiento a la crisis climática?, ¿cómo son las relaciones entre feminismo, ecologismo y animalismo?, ¿cuál es el desarrollo actual de la agroecología política como estrategia de politización de la producción y el consumo de alimentos y cómo se relaciona con la salud?, ¿cuáles son los nuevos retos conceptuales y políticos de la economía ecológica en la era de la globalización financiera?, ¿cómo evaluar el retorno de los comunes frente a la eficiencia del mercado y la expropiación de saberes comunes en el sistema global neoliberal?, ¿cómo están funcionando las estrategias de adaptación tecnocrática frente a alternativas radicales al extractivismo?, ¿es compatible el decrecimiento económico con el modelo democrático actual?, ¿cómo y por qué avanzan o retroceden los contramovimientos del ecologismo?, ¿cuál es la situación actual del populismo conservador, del racismo ambiental y del negacionismo climático?

Estos eran los temas que se plantearon para este número, con la intención de explorar las dinámicas de nuevos movimientos sociales relacionados con el activismo ecológico, sus claros y sus sombras, sus avances y retrocesos y sus razones.

En cuanto a la estructura de este número 58, en el apartado «En Profundidad» contamos con cinco artículos que, desde distintos puntos de vista, hacen referencia a las clasificaciones, relaciones, debates y tensiones entre los diversos discursos, corrientes y planteamientos del ecologismo actual, con una mirada retrospectiva hacia el ecologismo de décadas anteriores.

Abre la sección William Sacher, de la Universidad Andina Simón Bolívar, con un artículo sobre el naturalismo moderno y las corrientes del ecologismo en el que caracteriza y analiza las principales corrientes actuales del ecologismo. A continuación, el activista y sociólogo José Enrique Antolín Iría reflexiona sobre el llamado ecologismo emocional y sus consecuencias, y nos habla de los límites estructurales del discurso ecologista y de cómo, a su entender, en este tipo de nuevo ecologismo, la acción política deja de verse como experiencia colectiva y es sustituida por la acción individual.

¿Quiénes son los sujetos dignos de consideración moral?, se pregunta la filósofa castellana Angélica Velasco Sesma en el tercer artículo, en el que analiza el debate entre el holismo ecológico y el atomismo moral animalista desde el punto de vista de la filosofía ecofeminista. La autora reflexiona sobre si la sociedad pacífica e igualitaria que buscan los movimientos sociales como el ecologismo, el feminismo o el ecofeminismo puede fundarse sobre la violencia contra los animales, como critican las corrientes animalistas. A continuación, el profesor de Antropología, sociólogo y periodista vasco Josu Larrinaga Arza nos muestra sus «Materiales para un ecologismo activo, atractivo y combativo en el frente cognitivo». Un texto en el que propone que el activismo y el pensamiento ecologista en ocasiones pueden chocar con los límites impuestos por el sistema cognitivo de la especie humana, más en concreto con el prometeísmo.

El quinto artículo es un texto colectivo de David Soto Fernández (profesor de Historia Económica en la Universidad Santiago de Compostela), Manuel González de Molina (profesor de Historia Ambiental en la Universidad Pablo de Olavide) y Francisco Garrido Peña (profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Jaén) que analiza los fundamentos socioecológicos del nuevo ecologismo y las relaciones entre los nuevos y los viejos movimientos ecologistas en relación con temas como el consumo de recursos, el crecimiento económico, la desigualdad y la conflictividad ambiental en España y en Europa.

En la sección «Opinión», en un artículo titulado «¿Quo vadis, ecología política española?», el eurodiputado verde Florent Marcellesi nos muestra su visión sobre los posibles escenarios futuros del espacio verde en España y las condiciones necesarias para su eclosión como actor central de la política española y europea. Le sigue el politólogo Ismael de la Villa Hervás con su punto de vista acerca de si la lucha contra la crisis climática puede construir nuevas mayorías sociales. En su texto, reflexiona sobre el posible nacimiento de una nueva ola ecologista con idiosincrasia y potencialidades distintas a la de los años sesenta, y explora las posibilidades de crecimiento de este nuevo movimiento en el mundo occidental.

En tercer lugar, cinco artículos componen la sección «Breves». Desde Andalucía, Juan Francisco Bejarano Bella y Adolfo Torres Rodríguez observan la inalterable escasez de iniciativas agroecológicas en el paisaje agroindustrial de Doñana y describen las posibilidades y dificultades de la agroecología en este emblemático espacio protegido andaluz. Finalmente, apuntan la necesidad de una transición agroecológica ante el complejo horizonte del cambio climático. A continuación, Gabriela Klier presenta un artículo sobre la biología de la conservación en el que cuestiona la noción de naturaleza y el rol de las ciencias naturales en las problemáticas ambientales, al tiempo que comenta las dinámicas hegemónicas y las fugas que se producen en este campo.

Por su parte, centrados en el ámbito de Latinoamérica, Aizailadema Altamirano Avila reflexiona sobre las consecuencias de los tratados de libre comercio. José Sandoval Díaz y Francisco Astudillo Pizarro abordan el caso de Paipote (Chile) para explorar la relación dialéctica entre la producción de vulnerabilidad y la emergencia de la resiliencia comunitaria ante eventos extremos como el cambio climático. Desde Brasil, Gustavo Schiavinatto Vitti nos habla del extractivismo y de la resistencia social en la construcción del Movimiento por la Soberanía Popular en la Minería de Brasil (Movimento pela Soberania Popular na Mineração – MAM) en la Amazonía brasileña.

Y desde Portugal el ingeniero ecosocialista João Camargo argumenta sobre los nuevos movimientos de justicia climática que proponen una revolución social en la línea de Walter Benjamin, y los considera como un freno revolucionario de emergencia ante la crisis medioambiental.

En el apartado «Redes de Resistencia», ofrecemos dos interesantes artículos. El primero, de Raúl Almendro, presenta el proyecto de okupación rural comunitario de Fraguas (Guadalajara, Castilla-La Mancha), una alternativa ecosocial autogestionada para acometer la necesaria repoblación de la España vaciada. A continuación, Inés Villanueva Pérez —mitad catalana, mitad manchega— nos habla de los vínculos entre el activismo climático y las teorías y experiencias de decrecimiento, a partir del caso del nuevo movimiento ecologista Fridays for Future Barcelona.

En la sección «Entrevistas», más extensa que en otros números de Ecología Política, hay tres artículos. En la primera entrevista, titulada «Despatriarcalizar el ecologismo y ecologizar el feminismo», la ecofeminista Marién González Hidalgo entrevista a seis compañeras de la Comisión de Ecofeminismos de Ecologistas en Acción-Madrid, que reflexionan sobre el auge del ecofeminismo, así como acerca de las tensiones y los retos a los que se enfrenta.

En segundo lugar, Joan Martínez Alier habla con Sara Mingorría e Irene Iniesta, estudiosas y buenas conocedoras de los conflictos ambientales en Indonesia. La entrevista se titula «Ecologismo en Indonesia: ¿auge o crisis?» y analiza el extractivismo y las posibilidades de futuro del movimiento ambientalista en ese país.

Por último, Iñaki Bárcena Hinojal y Andere Ormazabal Gastón, investigadores de la Universidad del País Vasco, entrevistan a cuatro activistas de Ecologistas en Acción para realizar un balance de los veinte años de ecologismo social y ecología política de esta organización confederal del Estado español.

Cierra este número la sección «Crítica de Libros», que incluye una reseña de Joan Martínez Alier sobre una introducción al pensamiento ecosocialista de André Gorz (1923-2007) titulada «El hilo conductor de la ecología. Sobre el tiempo, la vida y el trabajo de André Gorz».

Para finalizar, nos parece oportuno recordar —como lo hacía el sociólogo cántabro Jesús Ibáñez— las diferencias existentes entre ecología y ecologismo. Ibáñez decía que nadie se equivoca al distinguir entre sociología (ciencia) y socialismo (teoría o movimiento sociopolítico para subvertir el capitalismo). Sin embargo, la cosa se nos complica cuando utilizamos la expresión «ecología política» para recalcar que los problemas ambientales no son solamente tecnológicos ni demográficos, sino que están íntimamente ligados a los problemas sociales y su resolución requiere cambios sociopolíticos. Por eso para nosotros y nosotras, fortalecer el ecologismo social y político es una tarea primordial en tanto plataforma de confluencia de diversas formas de resistencia y lucha, de lenguajes, conceptos, interpretaciones y en sí de conocimientos y prácticas territorializadas que pueden abrir cauce a genuinas alternativas socioecológicas tanto en el Norte, como en el Sur global.

 

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