Entrevistador: Santiago Gorostiza[*]

Palabras clave: Wasteoceno, Capitaloceno, Antropoceno, historia ambiental, humanidades ambientales, justicia ambiental, residuos

Keywords: Wasteocene, Capitalocene, Anthropocene, environmental history, environmental humanities, waste.

 

 

Marco Armiero es profesor de investigación Icrea-Sénior en el Institut d’Història de la Ciència de la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha sido director del Laboratorio de Humanidades Ambientales del Real Instituto de Tecnología de Estocolmo (KTH) y presidente de la Sociedad Europea de Historia Ambiental (2019-2023). Es autor de Wasteoceno: la era de los residuos. Historias del vertedero global. Catarata, 2023. Traducción de Mariella Rosso.

 

Cuando empecé a leer Wasteoceno, pensé que tu libro trataba sobre los residuos. Pero no es del todo así, ¿verdad?

Lo has entendido bien. En mi libro desarrollo una crítica a la reificación de la crisis socioecológica. La obsesión por las soluciones tecnológicas conlleva una ofuscación de las relaciones socioecológicas. Nos centramos en la «cosa», ya sea el CO2, los residuos o los combustibles fósiles, pero somos incapaces de ver las relaciones socioecológicas que producen el sistema que crea y da significado a esa «cosa». En el libro sostengo que el Wasteoceno no es la era de los residuos como tal, sino la era de las relaciones desperdiciadas (wasted relationships) que generan comunidades humanas y más-que-humanas desperdiciadas. Aquí se produce un cambio del residuo como sustantivo al acto de desperdiciar como acción, es decir, de un objeto a relaciones socioecológicas. ¿Por qué es esto relevante más allá de los debates académicos? Porque muchas veces tratar de solucionar la «cosa» es, en realidad, una forma de reforzar y reproducir relaciones socioecológicas injustas.

Entonces, el Wasteoceno trata tanto de espacios limpios y pulcros como de vertederos tóxicos. ¿Puedes dar ejemplos de los vínculos entre estos espacios?

El núcleo del Wasteoceno radica precisamente en separar qué y quién tienen valor de qué y quién no valen nada. Las relaciones desperdiciadas crean tanto un «nosotros» seguro y aséptico como un «otros» contaminado y peligroso. Como ha explicado brillantemente la escritora estadounidense Rebecca Solnit, en esta continua producción de paraísos e infiernos, lo importante es la separación entre ambos. El muro del Wasteoceno no es en absoluto una metáfora. Por supuesto, podemos pensar en la frontera entre Estados Unidos y México, pero no deberíamos ser indulgentes con nuestras propias fronteras en la Unión Europea. La transformación del Mediterráneo en una gigantesca fosa común es la manifestación de la lógica del Wasteoceno, que decide quién tiene valor y quién no lo tiene.

Pero, para ser claros: en el Wasteoceno no se trata solo de clasificar o dividir; crear un paraíso para unos pocos requiere construir un infierno para muchos. La urbanización cerrada necesita el barrio marginal para reproducir su riqueza y deshacerse de sus residuos. En este sentido, el Wasteoceno revela claramente que las relaciones desperdiciadas no solo clasifican cosas, sino que producen comunidades desperdiciadas al servicio de unos pocos. La diferencia aquí es que la creación de comunidades desperdiciadas no es un error que pueda corregirse, sino la forma misma como funciona el capitalismo.

Tu argumento sobre el Wasteoceno surge de una crítica al concepto del «Antropoceno». La supuesta neutralidad de esta «era de los humanos» ha generado un debate muy rico durante los últimos veinte años. ¿Cómo se te ocurrió la idea del Wasteoceno?

Efectivamente, el Wasteoceno forma parte de una movilización intelectual más amplia dentro de y contra la narrativa del Antropoceno. Como has mencionado, una crítica radical relevante al discurso del Antropoceno ha sido su supuesta neutralidad, su efecto despolitizador y su ceguera ante las desigualdades sociales, históricas, de género y raciales. El Wasteoceno surgió de mis muchos —quizás demasiados— años de trabajo empírico sobre residuos, toxicidad e injusticia ambiental, principalmente en Italia. Podría decir que, más que haber probado una teoría en el terreno, he fundamentado una teoría a partir de mi trabajo empírico.

A menudo he dicho que, a diferencia del Antropoceno, que es una teoría abstracta, global y académica, el Wasteoceno es algo que se experimenta en la vida, algo que se respira en el aire y, a veces, se ingiere con la leche materna. Hay una encarnación en el Wasteoceno que lo hace radicalmente diferente del Antropoceno. Pero esa encarnación no es individual; siempre se refiere a las relaciones de poder que configuran la experiencia de privilegio y opresión de la que uno forma parte.

En una esfera académica cada vez más regida por el principio de «publicar o morir», podría decirse que con este libro has logrado tu propia palabra: Wasteoceno. Pero, a la vez, a lo largo del texto haces un esfuerzo por dar nombre y apellidos a las influencias intelectuales que te han ayudado a concebir este concepto.

Vivimos en tiempos académicos tristes, en que lo único que importa es tu éxito, ya sea en forma de becas y proyectos, publicaciones de prestigio o, por supuesto, citaciones e índices de impacto. Pero no me malinterpretes: con esto no pretendo defender el enfoque de torre de marfil de algunos colegas, especialmente en las humanidades, que no se preocupan en absoluto de si lo que investigan o escriben es de alguna manera relevante para la sociedad. Estoy comprometido con escribir de forma accesible y con la ambición de ser relevante. Pero esto no debería implicar la triste actitud neoliberal de desperdiciar, ignorar e invisibilizar el trabajo colectivo que me ha llevado a escribir lo que escribo.

El Wasteoceno ni siquiera habría sido concebido sin el Capitaloceno de Jason Moore, las reflexiones de Laura Pulido sobre la raza en el Antropoceno, la violencia lenta de Rob Nixon, la crítica feminista del Antropoceno de Stefania Barca o el concepto de narrativa tóxica de Wu Ming. Por supuesto, a menos que seas un mal académico, incluyes estas referencias en tu texto, pero en este libro he intentado hacer algo más.

En las conclusiones, quise sabotear la narrativa académica neoliberal del académico audaz y creativo que inventa un concepto nuevo. Incluso en nuestro trabajo académico, cuando escribimos un pequeño libro, siempre se trata de la producción de relaciones desperdiciadas frente a prácticas de comunalidad. Y si la comunalidad significa producir comunidades mediante el compartir y el cuidar, bueno, mi objetivo es construir una comunidad de pensadores y académicos a través de prácticas de compartir y cuidar, empezando por mi propia escritura.

Después de años de críticas radicales al Antropoceno desde la ecología política y las humanidades ambientales, fue interesante ver que muchos geólogos también eran muy críticos, e incluso hostiles, al concepto. En marzo de 2024, cuando llegó el momento de votar sobre la propuesta de establecer el Antropoceno como una nueva época geológica, los geólogos votaron en contra. ¿Qué opinas sobre esto?

Sí, al final, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas rechazó la propuesta. Estoy seguro de que hubo muchas razones para tal decisión, incluyendo las dificultades para acordar una «espiga dorada» (el punto preciso en la estratigrafía del planeta) que tuviera una relevancia global. Sin embargo, mi impresión es que las polémicas sobre el Antropoceno también jugaron un papel importante. Creo que los geólogos no querían verse involucrados en una disputa política. Pero, al menos en mi interpretación del debate, nunca nos hemos centrado realmente en el «Antropoceno geológico». Hasta donde yo sé, los defensores de otras etiquetas y conceptos, incluidos Capitaloceno, Plantacionoceno y Wasteoceno, nunca han solicitado a la Unión Internacional de Ciencias Geológicas que reconozca oficialmente sus propuestas como épocas geológicas. En su lugar, discutimos acerca del Antropoceno como una narrativa global sobre la crisis ecológica actual, y creo que esa «narrativa del Antropoceno» está destinada a permanecer, incluso sin el permiso de los geólogos. Y es esa narrativa la que simplifica la crisis socioecológica que necesita ser abordada desde un punto de vista radical.

Los nombres de muchos de tus estudiantes, colegas y compañeros están muy presentes a lo largo del libro. A veces parece un road trip que combina teoría con práctica. Además, desde que fue publicado en 2021, el libro ya se ha traducido al italiano, castellano, francés y bosnio-croata-serbio, y las traducciones al chino, portugués e indonesio están en camino. ¿Qué has aprendido después de que se publicara? ¿Dónde te han llevado las presentaciones del libro?

Estoy muy contento de que esta red sea bien visible en el libro. Como discutíamos en tu pregunta anterior, estoy profundamente comprometido con reconocer la deuda intelectual sobre la que he construido mi contribución. Pero tal vez, como ahora estás subrayando, hay algo más que solo reconocer una deuda intelectual. Estoy de acuerdo contigo en que este libro también contiene un mapa invisible de amistad y camaradería. Supongo que habrás reconocido muchos rostros e historias en los nombres que aparecen en esas páginas. Para mí, lo personal es político, pero también académico. En el libro hay fragmentos de mi biografía mezclados con la historia de mi ciudad natal. Los amigos me han llevado, a mí y a mis lectores, de la mano en un viaje a través del Wasteoceno. No habría descubierto la fábrica Dita en Bosnia sin la amistad de Damir Arsenijević; Can San Joan no estaría en mi mapa si no tuviera la fortuna de haber tenido a Sergio Ruiz Cayuela como un increíble estudiante y querido compañero. Un libro está hecho de investigación y teorías, pero en mi caso también de amor y conexiones personales.

Las numerosas traducciones me han llevado a diversos lugares alrededor del mundo. Me gustaría mencionar un evento en Nápoles, Italia, donde fui invitado a presentar mi libro en el contexto de la actuación de un músico que hace música con objetos reciclados. En ese caso, escribí un guion inspirado en mi libro que leí en el escenario; mis palabras se entrelazaron con la música y las letras del músico, mientras los residuos se transformaban en instrumentos. La gira por Serbia y Bosnia y Herzegovina fue extremadamente conmovedora. Hizo toda la diferencia viajar con Damir, quien me iba desvelando la creación del Wasteoceno en los Balcanes de la posguerra. En Tuzla, tuve la oportunidad de reunirme con activistas que luchan contra las relaciones desperdiciadas, transformando las palabras del libro en cuerpos, historias y sueños de otro mundo.

Al año siguiente de publicar Wasteoceno, publicaste una monografía colectiva sobre la historia ambiental del fascismo italiano: Mussolini’s Nature (MIT Press). ¿Puedes contarnos cómo conectas estos dos temas aparentemente separados? ¿Por qué la historia y la memoria importan en el Wasteoceno?

Después de Wasteoceno, he publicado dos libros: el que mencionas en 2022 y en 2023 La tragedia del Vajont. Ecologia politica di un disastro (Einaudi). Ambos están de alguna manera conectados con Wasteoceno; de hecho, el caso de Vajont se menciona en el libro Wasteoceno.

Hay dos herramientas conceptuales que movilizo en Wasteoceno que creo también relevantes para los libros Mussolini’s Nature y el de la tragedia de Vajont: la infraestructura de narrativa tóxica (TNI, por sus siglas en inglés) y la narrativa guerrillera. Con TNI me refiero al sistema de narrativas creadas para normalizar, naturalizar e invisibilizar la injusticia. Es una infraestructura porque, como ocurre con todas las infraestructuras, la TNI actúa sobre la realidad moldeando las formas en que nos relacionamos con ella; incluso imaginamos alternativas y contamos historias sobre ellas. La TNI domestica nuestra imaginación, selecciona memorias dóciles, borra identidades rebeldes, anestesia la rabia y marca los contornos de lo posible. La narrativa guerrillera es el conjunto de prácticas que buscan sabotear la TNI con memorias insurgentes. Implica recuperar historias que han sido desperdiciadas, borradas de la memoria colectiva. Porque un paso clave en la construcción de una comunidad desperdiciada es la desaparición de su memoria, de sus historias; por lo tanto, nutrir esas historias es crucial para cualquier proyecto revolucionario de emancipación.

Tanto Mussolini’s Nature como el libro de Vajont están arraigados en este proyecto intelectual de sabotear la TNI mientras se desarrollan prácticas de narrativa guerrillera. Nunca ha sido tan importante como hoy reflexionar sobre la ecología política del fascismo (Mussolini’s Nature) y las promesas de la tecnología para rescatarnos de la crisis ecológica (La tragedia del Vajont). Esos libros, y todo mi trabajo sobre narrativa guerrillera, son una llamada a la acción, porque las historias que contamos son importantes para construir un mundo nuevo. A veces, necesitamos comenzar contando un nuevo pasado.

[*] Institut d’Història de la Ciència (IHC-UAB).

 

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