Maritza Islas Vargas*

Palabras clave: Antropoceno, corporaciones, consumo, tecnología, negacionismo

 

Introducción

Aunque las primeras definiciones del Antropoceno se remontan a 1873 (Stoppani, 1873), la idea de que la intervención humana en la naturaleza puede ser factor de alteración geológica se reavivó por el trabajo del premio Nobel de química Paul J. Crutzen (2002), origen de un amplio debate que ha trascendido los límites de la geología. Diversos actores se han incorporado a la disputa por asignarle significado y solución al problema descrito. A los científicos que discuten sobre la validez o la periodicidad del fenómeno, se les suman movimientos ambientalistas y apologistas de corporaciones que, con base a sus intereses, asignan contenido y uso al concepto de Antropoceno. Así trasladan la polémica de la esfera científica al ámbito político, en el que el predominio de una definición sobre otra depende en gran medida de las relaciones sociales de poder y desigualdad en las que los actores se desenvuelven.

En este contexto, y sin olvidar el control oligopólico de las corporaciones sobre los flujos de energía y materia globales ni su influencia en la toma de decisiones, el artículo se centrará en la interpretación empresarial del Antropoceno y en la variedad de soluciones que ofrece.

Imagen 1. Instalación artística Habitus de Robyn Woolston en la Universidad Edge Hill, Inglaterra. Fuente: resilience.org.

Antropoceno: ¿nuevo concepto para viejos problemas?

El Antropoceno, de acuerdo a su definición más básica, se refiere a una nueva era geológica cuyo motor de cambio es el ser humano (Crutzen, 2006). Los promotores del concepto señalan que el uso de fertilizantes para la agricultura, la deforestación, la producción y el desecho de enormes cantidades de plásticos, las pruebas nucleares y la quema de combustibles fósiles han generado y acelerado cambios irreversibles y sin precedentes en el planeta: extinciones masivas de especies, altas concentraciones de dióxido de carbono y metano en la atmosfera, elevados niveles de nitrógeno y fosfato en los suelos, contaminación oceánica, deshielo de los polos e incremento de la temperatura (Carrington, 2016). A este respecto, cabe hacer un par de precisiones:

  1. Independientemente de que, según los parámetros de la geología, estos problemas indiquen o no una nueva era planetaria, lo que sí señalan es la existencia de dificultades cada vez mayores para la reproducción de la vida humana y no humana.
  2. Si bien el concepto de Antropoceno indica la responsabilidad de la humanidad en la transformación del planeta, lo cierto es que no todos los seres humanos contribuyen en el mismo grado.

A partir de estas dos consideraciones, será más fácil vislumbrar las pretensiones de la interpretación empresarial del Antropoceno. Llama la atención que las corporaciones y sus dirigentes, quienes son los mayores responsables de la transformación del planeta, niegan, encubren o minimizan los efectos nocivos de su acción. (Valium)

La interpretación empresarial: salvar el negocio antes que salvar el planeta

Desde el punto de vista empresarial, el Antropoceno puede definirse como: a) un problema cuya solución puede darse en el marco de la lógica de negocios, b) un asunto cuyo origen está en toda la humanidad y en el que las responsabilidades son fácilmente desdibujadas, o c) algo inexistente. Lo peligroso de estas definiciones es que no solo operan en el plano discursivo, sino que conllevan acciones específicas en el ámbito político y económico, en los que las corporaciones usan todos los medios a su alcance para imponer, como hegemónica, su visión del problema. La publicidad, el cabildeo en los congresos, las donaciones a fundaciones conservadoras y los patrocinios a las cumbres mundiales del clima son algunos de los mecanismos empleados por las corporaciones para construir un entorno favorable a sus negocios.

La individualización de la responsabilidad

Para las corporaciones, aceptar de forma literal el término Antropoceno (anthropos: “humano”) resulta sumamente funcional, pues implica que todas las acciones humanas son el origen del problema. De modo que el impacto se personaliza y la crítica se orienta hacia las prácticas individuales y no hacia el modo de producción actual, que privilegia la generación perpetua de ganancias a partir de la extracción infinita de recursos. Según esta lógica, acciones como las que la Organización de Naciones Unidas agrupó en La guía de las personas perezosas para salvar el mundo ─reciclar, comprar paneles solares, ahorrar agua y energía─ ayudan a “cuidar” al planeta sin sobrepasar la esfera de lo doméstico ni poner en riesgo las utilidades de las empresas.

Las corporaciones publicitan como solución al ecologista individualizado y su contraparte, el consumidor ecologizado, es decir, la idea de un ecologista que puede resolver de forma individual un problema estructural a partir de su rol como consumidor “ambientalmente responsable” (Islas, 2015). De tal forma, no es necesario replantear los fundamentos del actual sistema económico (generación infinita de ganancias y crecimiento económico perpetuo), sino únicamente modificar el tipo de cosas que se consumen. Esta solución oculta, en primer lugar, la desigualdad existente en el consumo de los recursos y en la generación de residuos: el hecho de que el 10 % más rico de la población es responsable de alrededor del 50 % de las emisiones mundiales (Oxfam, 2015). En segundo término, que la producción de mercancías no es definida por los consumidores, sino por un reducido grupo de corporaciones gigantescas que manejan los flujos de energía y materia mundiales. Para ser más precisos: 737 corporaciones transnacionales controlan el 80 % del valor de la economía mundial (Upbin, 2011) y presentan una fuerte oposición a modificar la lógica de negocios vigente.

La apuesta tecnológica

En caso de que el consumo no sea suficiente para evitar la devastación planetaria, la perspectiva empresarial apuesta a que la tecnología encontrará el modo de hacerlo. Se forma la expectativa de que en el futuro habrá una tecnología eficiente y ambientalmente menos nociva, a pesar de que la tendencia, desde la Revolución industrial hasta nuestros días, ha sido la opuesta. Incluso cuando ciertas tecnologías logran un menor uso de recursos o una disminución en la generación de residuos, estos avances terminan contrarrestados por el incremento de la producción o la expansión a territorios antes intocados. Innovaciones como la fractura hidráulica para la extracción de hidrocarburos, la energía nuclear, los agrocombustibles o los transgénicos son tecnologías que solo buscan ampliar las ganancias y generan más problemas socioambientales de los que pretendidamente iban a resolver. Para que la tecnología sea ecológicamente útil, debe partir de una modificación de sus fundamentos, es decir, comprometerse con la reproducción de la vida antes que con la reproducción de las ganancias.

El negacionismo

Aunque también podrían aprovechar la literalidad del concepto, las corporaciones petroleras han optado por seguir la negación como estrategia. Antes que abandonar el negocio de los recursos fósiles, prefieren invertir millones de dólares en poner en duda el consenso científico existente respecto a fenómenos como el cambio climático o el calentamiento global. Al respecto, el caso estadounidense es uno de los más explicativos, tanto por la fortaleza e influencia política de sus petroleras como por la cantidad de organizaciones negacionistas que existen y el financiamiento que reciben. Tan solo entre 2003 y 2010, 91 organizaciones que se identifican como parte del movimiento negacionista del cambio climático en Estados Unidos sumaron alrededor de 900 millones de dólares en ingresos anuales. Muchos de estos ingresos son donaciones provenientes de fundaciones conservadoras vinculadas a corporaciones (Brulle, 2014).

En el caso de ExxonMobil, una de las petroleras más importantes a nivel mundial, se ha comprobado que desde 1977 su Comité Ejecutivo tenía conocimiento de la existencia y los efectos del cambio climático y del calentamiento global. Esta información fue provista por James F. Black, asesor científico de la División de Investigación de Productos de Exxon Research & Engineering, once años antes de que se formara el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (Banerjee et al., 2015). A pesar de ello, en el período que va de 1997 a 2015, Exxon invirtió 33 millones de dólares en campañas destinadas a generar duda sobre la existencia del inminente colapso climático antropogénico (Negin, 2016).

La salvación del negocio se sobrepone a la de millones de personas que serán y están siendo afectadas por el cambio climático y el calentamiento global. Desde 2008, un promedio anual de 21,5 millones de personas han sido desplazadas por fenómenos climáticos extremos (ACNUR, 2016).

La militarización

Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, señala al cambio climático como una mentira, el secretario de Defensa, James Mattis, reconoce que este fenómeno es un problema de seguridad nacional debido a la inestabilidad que genera en algunas regiones donde operan tropas estadounidenses (Johnston, 2017). Ambas posturas, aparentemente contradictorias, en realidad son complementarias. Por un lado, se depura cualquier restricción ambiental o legal que impida la libre acción de las corporaciones y, por otra parte, se alienta el desarrollo militar, científico y tecnológico con miras a la apropiación de recursos (agua, alimentos, petróleo) en un entorno cada vez más adverso. Las fuerzas armadas estadounidenses son la organización que más petróleo consume en el mundo (Flounders, 2009), lo que implica que la posición de Estados Unidos como nación hegemónica depende del abastecimiento oportuno y seguro de dicho recurso. El ejército estadounidense debe ser capaz de proveerse de sus propios recursos a fin de satisfacer las demandas que le plantean la seguridad militar de su Estado, la economía corporativa doméstica y el consumo nacional, particularmente el de un sector privilegiado de la población.

La solución militar reconoce el desequilibrio ecológico, pero no ataca el origen, sino a las poblaciones que impiden acceder a los recursos que demandan las corporaciones y sus miembros dirigentes. Tal y como lo muestra el Gabinete de Trump, los intereses del Estado y las necesidades corporativas se confunden fácilmente.

Conclusiones

Las definiciones empresariales del Antropoceno y las estrategias que emplean para resolverlo son moldeables según los intereses de cada corporación. Para aquellas que ofrecen mercancías “ambientalmente amigables”, la individualización del problema es una excelente maniobra de marketing. Para las firmas que impulsan la geoingeniería o la biotecnología, la apuesta tecnológica es bastante conveniente. Para las petroleras, el negacionismo y la militarización son las tácticas predilectas. A pesar de las diferencias, el elemento coincidente en dichas estrategias es su afán por preservar al actual sistema económico, así como los privilegios y desigualdades que lo hacen posible.

La apropiación empresarial de los conceptos no es un asunto menor, tal y como ha quedado en evidencia con nociones como la de “economía verde” o “sustentabilidad”. Forma parte de una política para defender a ultranza los principios básicos que sostienen el actual sistema económico (generación de ganancias y crecimiento ilimitado), aunque esto implique la puesta en riesgo de la vida.

La maleabilidad del término Antropoceno permite darle un uso sumamente radical o profundamente conservador. La disputa generada en torno a la definición y el uso del término muestra que el Antropoceno no es un fenómeno de interés solo para los geólogos, sino que sus raíces sociales y económicas ponen en evidencia a sus principales causantes.

Solo resta decir que los conceptos son parte del soporte discursivo que legitima un proyecto económico o político frente a otro, de ahí que la disputa por las palabras y la lucha de ideas no deba considerarse como un aspecto secundario.

Bibliografía

ACNUR, 2016. Frequently asked questions on climate change and disaster displacement. Disponible en: http://www.unhcr.org/, consultado el 26 de marzo de 2017

Banerjee, N., L. Song y D. Hasemyer, 2015. “Exxon’s own research confirmed fossil fuels’ role in global warming decades ago”. Inside Climate News (septiembre). Disponible en: https://insideclimatenews.org/news/15092015/Exxons-own-research-confirmed-fossil-fuels-role-in-global-warming, consultado el 26 de marzo de 2017.

Brulle, R., 2014. “Institutionalizing delay: foundation funding and the creation of U.S. climate change counter-movement organizations”. Climatic Change, vol. 122 (4), pp. 681-694.

Carrington, D., 2016. “The Anthropocene epoch: scientists declare dawn of human-influenced age”. The Guardian (agosto). Disponible en: https://www.theguardian.com/environment/2016/aug/29/declare-anthropocene-epoch-experts-urge-geological-congress-human-impact-earth, consultado el 26 de marzo de 2017.

Crutzen, P., 2002. “Geology of mankind”. Nature, vol. 415, p. 23.

Crutzen, P., 2006. “The “Anthropocene””. En: E. Ehlers y T. Krafft (eds.), Earth system science in the Anthropocene. Springer, pp. 13-18.

Flounders, S., 2009. “Pentagon’s role in global catastrophe: Add climate havoc to war crimes”. Global Research. Disponible en: http://www.globalresearch.ca/pentagon-s-role-in-global-catastrophe-add-climate-havoc-to-war-crimes/16609, consultado el 26 de marzo de 2017.

Islas, M., 2015. “Crítica al ecologismo individualizado”. EcoPortal.net (agosto). Disponible en: https://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Desarrollo-Sustentable/Critica-al-ecologismo-individualizado, consultado el 26 de marzo de 2017.

James F. Black, 2015. Inside Climate News (septiembre). Disponible en: https://insideclimatenews.org/news/15092015/james-black, consultado el 26 de marzo de 2017.

Johnston, I., 2017. “US Defence Secretary James Mattis says climate change is already destabilising the world”. Independent (marzo). Disponible en: http://www.independent.co.uk/news/world/americas/us-politics/james-mattis-us-defence-secretary-climate-change-destabilise-world-security-donald-trump-global-a7630676.html

Negin, E., 2016. “ExxonMobil is still funding climate science denier groups”. The Huffington Post (julio). Disponible en: http://www.huffingtonpost.com/elliott-negin/exxonmobil-is-still-fundi_b_10955254.html, consultado el 26 de marzo de 2017.

OXFAM, 2015. La desigualdad extrema de las emisiones de carbono. Disponible en: https://www.oxfam.org/es/informes/la-desigualdad-extrema-de-las-emisiones-de-carbono, consultado el 26 de marzo de 2017.

Stoppani, A., 1873. Corso di Geologia. Milán, G. Bernardoni E G. Brigola Editori.

Upbin, B., 2011. “The 147 companies that control everything”. Forbes (octubre). Disponible en: http://www.forbes.com/sites/bruceupbin/2011/10/22/the-147-companies-that-control-everything/#fcd480c7638a, consultado el 26 de marzo de 2017.

* Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. ✉ islasvm@gmail.com

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