Larisa de Orbe*

Los plásticos son el ejemplo más claro de que lo que le hacemos a la Naturaleza se regresa a nuestros cuerpos.

L.de O.

Cuando las soluciones a la crisis provienen de las propias estructuras que la han generado, lo que podemos esperar muy probablemente son  solo parches que no van al fondo del problema, y por ende no atacan su raíz, el modelo de producción actual.

Navegar el colapso (Tornel, C., y Montaño, P., 2023).

Resumen: Desde una posición de resistencia a la narrativa tóxica, se repasan algunos de los discursos hegemónicos sobre la contaminación por plásticos y su relación con las políticas públicas y la legislación en México. Lo anterior se conecta con la experiencia de investigación y activismo de incidencia que realiza la Colectiva Malditos Plásticos para terminar con la contaminación química, los daños a la salud y la violación a los derechos humanos que produce el plástico en todo su ciclo de vida (muerte).

Palabras clave: narrativas tóxicas, contaminación por plásticos

Abstract: From a position of resistance to the toxic narrative, we review some of the hegemonic discourses on plastic pollution and its relationship with public policies and legislation in Mexico. This relates to the experience of research and advocacy activism carried out by Colectiva Malditos Plásticos to put an end to chemical contamination, damage to health, and the violation of human rights that plastic produces throughout its life cycle (death).

Keywords: toxic narratives, plastic pollution

 

 

Introducción

La demanda de plásticos y el desarrollo de la industria petroquímica para la creación de nuevas resinas plásticas se desencadenaron durante la Segunda Guerra Mundial para la manufactura de equipos de armamento. Al finalizar la guerra, continuó su expansión para suplir materiales escasos y más adelante para ofrecer un sinnúmero de productos diseñados para ser desechados rápidamente, lo que ha causado una catástrofe química, sanitaria y ambiental en nuestro planeta.

La presencia masiva, tóxica e indestructible de los plásticos en todos los ecosistemas, en agua, suelo, aire, flora, alimentos, en los cuerpos de aves, peces y demás seres vivos, incluido el cuerpo humano, ha prendido una alarma mundial sin precedentes y han surgido en todo el mundo movilizaciones de organizaciones y comunidades que luchan contra la contaminación plástica. Sin embargo, los discursos dominantes alrededor del problema y de sus soluciones están plagados de narrativas tóxicas que son amplificadas para invisibilizar las injusticias ambientales que hay detrás y para asegurar la permanencia del sistema de lucro y sobreproducción actual de plásticos.

 

Narrativas tóxicas en torno a la contaminación por plásticos

Armiero (2021) establece que las narrativas tóxicas sobre los problemas socioambientales se construyen sobre el ocultamiento del desastre, la normalización de la injusticia y la manipulación para eliminar sentimientos de indignación. Se centran en desestimar cualquier otra opinión o conocimiento que ofrezca una visión diferente sobre el tema y, por último, en culpar a las víctimas y a las comunidades afectadas. Esta arquitectura comunicativa tiene la intención de transmitir el mensaje de que «los desechos son una cualidad ontológica y no el producto de una relación socioecológica injusta» (Armiero, 2021: 21).

En el caso de la contaminación plástica, algunas de estas narrativas con el tiempo se han ido posicionando mediáticamente hasta convertirse incluso en la base de la formulación de políticas públicas y de regulaciones que tienen como objetivo gestionar la crisis bajo lógicas mercantiles, sin atacar sus raíces, y ocultar la cadena tóxica de los plásticos.

El problemático proceso de la fabricación de plásticos, su uso y desecho está relacionado con un sistema económico lineal y extractivista que genera residuos, emisiones y exposición en toda su cadena de producción y ocasiona injusticias y violaciones a los derechos humanos y a los de la naturaleza en cada uno de sus eslabones tóxicos (Asamblea General de Naciones Unidas, 2021). Las materias primas base son el petróleo y gas etano, este principalmente extraído mediante fractura hidráulica. Durante ese proceso de extracción, son dañadas las comunidades que habitan alrededor. Además, se ha documentado que en su proceso de fabricación se utilizan más de 16.000 sustancias químicas, de las cuales hay evidencia de que aproximadamente 4200 son peligrosas para la salud y el ambiente por sus características de persistencia a largo plazo, de movilidad y propagación en el agua dulce y potable, de bioacumulación en seres vivos y de toxicidad (Wagner et al., 2024). Del total de estas sustancias, solo 128 están sujetas a regulaciones internacionales,[1] las otras circulan libremente y nunca han sido sometidas a pruebas de seguridad a lo largo de su ciclo completo de vida. Los complejos petroquímicos en los que se elaboran se consideran verdaderos territorios de sacrificio.

Los plásticos entonces son una compleja mezcla de etilenos, polímeros, aditivos y colorantes que hacen que la promesa tecnológica del reciclaje como solución a todos los males sea muy complicada de cumplir. Aun así, una extensa red publicitaria y campañas comunicacionales millonarias se lanzan para dirigir la percepción del público a considerarlo como una solución y de esa forma mantener el consumo.

A nivel global, el discurso predominante sobre el problema de la contaminación plástica centra la atención en los miles de toneladas de residuos plásticos que se desechan cada año y no en la sobreproducción de plástico virgen, ni en el uso de combustibles fósiles como materia prima principal ni en las miles de sustancias químicas que les agregan, gran parte de ellas altamente peligrosas. La exposición a estas sustancias y los daños a las poblaciones que habitan alrededor de la espiral tóxica de su producción quedan borrados de la ecuación.

Centrarse en la última etapa de la cadena de los plásticos es muy conveniente, ya que invisibiliza la historia de injusticia y de daño ambiental que hay detrás de cada bolsa o empaque desechable que vemos en los mares, ríos, etc., y si bien en el discurso se reconoce la crisis, nos hace creer que puede ser gestionada por medio de un entramado de soluciones técnicas y mecanismos económicos disfrazados de circulares.

El caso de México

En México la desbordada contaminación por residuos y en especial por plásticos ha cobrado tales dimensiones que ni siquiera las mismas autoridades tienen certeza de la magnitud cuantitativa y cualitativa del problema, ni de los daños a la salud humana y al ambiente que están provocando. La ley sobre residuos que lleva veinte años aplicándose no ha sido capaz de controlar ni evitar el descontrolado flujo de residuos. Muy por el contrario, el problema se agrava y cada vez es más difícil esconderlo. Una de las señales de esto son los conflictos socioambientales y las emergencias sanitarias relacionadas con residuos que aumentan en el país.

Las comunidades cada vez más afectadas en su salud y formas de vida se organizan para sacar de sus territorios los basureros que llegaron con la promesa de «desarrollo». Un ejemplo es la lucha de la comunidad indígena de Cicacalco en Zacatecas,[2] o la reciente lucha llevada a cabo por la comunidad de Cholula en Puebla que, después de varios meses de protestas y de sufrir represiones, logró el cierre de un relleno sanitario.[3]

Las poblaciones sufren inundaciones que se convierten en emergencias sanitarias debido al taponamiento por basura, principalmente plásticos en los sistemas de alcantarillas y drenajes, como ocurrió en el poblado de Chalco en el estado de México.[4] Además, los frecuentes incendios de basureros se vuelven incontrolables por la cantidad de químicos y combustibles plásticos enterrados, como es el caso de Tezontepec en Jiutepec, Morelos,[5] en el que las mujeres se han tenido que organizar para gritar por la salud de sus familias frente al fracaso de una «remediación técnica» por parte de las autoridades. Todo esto es manipulado por los medios de información para no mostrar el verdadero problema, un sistema incontrolado de producción y consumo de productos diseñados para ser desechados en corto tiempo.

La normatividad y las políticas sobre residuos en México se centran en la gestión, y con base en ello se despliega una serie de discursos e instrumentos que los mercantilizan bajo una lógica de crecimiento económico que invisibiliza los impactos del conjunto de la cadena de producción. Se excluye cualquier medida de prevención de la generación, y constantemente se culpa a la ciudadanía por no llevar a cabo conductas responsables, y a los Gobiernos municipales por la mala gestión y falta de infraestructura. En paralelo, se posicionan un conjunto de falsas soluciones que no atacan la raíz de la crisis, sino que mantienen el crecimiento de producción lineal de plásticos y agravan el actual estado de desastre ambiental y sanitario.

La legislación vigente sobre residuos no responde a intereses ambientales ni de salud, sino que está diseñada para implementar instrumentos económicos que convierten los residuos en mercancías para lucrar o «valorizar» y así proteger a los grandes contaminadores. En este contexto es que, siguiendo las presiones de la industria, se elaboran programas y leyes de economía circular dirigidos principalmente a posicionar la llamada valorización energética (incineración de residuos) como una de las soluciones.

Bajo este paraguas se legalizan y justifican tecnologías como la pirólisis, también llamada reciclaje químico, y el coprocesamiento, que es la quema de residuos en hornos cementeros. En 2021 se modificó la ley de residuos para considerar al coprocesamiento parte del propio proceso industrial de producción y así exentar a la industria del cemento de más trámites para quemar basura plástica en sus hornos. Esto coincidió con que 2021 fue el año que México reportó las mayores cifras de importación de desechos plásticos principalmente provenientes de Estados Unidos, ya que, debido al cierre de la frontera de China a la entrada de desechos plásticos,[6] los países de América Latina fueron el nuevo destino de miles de toneladas de residuos, a pesar de la entrada en vigor ese mismo año de la Enmienda de Plásticos del Convenio de Basilea. La enmienda es una adición al convenio que incluye clasificaciones de desechos plásticos contaminados y peligrosos y establece mecanismos de control.

Actualmente, en la región de América Latina y el Caribe, México ocupa el primer lugar en importaciones de desechos plásticos. La Colectiva Malditos Plásticos, un grupo de organizaciones dedicadas a estudiar la contaminación química, de plásticos y la justicia ambiental, ha documentado este fenómeno, que ha llamado colonialismo de la basura,[7] como un claro signo de injusticia ambiental, ya que los residuos llegan con la etiqueta de que recibirán un manejo ambientalmente racional pero no existe evidencia de que así sea. Una vez que entran a territorio mexicano, se pierde la pista de estos desechos. En la aduana no se verifica que cumplan con los requisitos de la Enmienda de Basilea de no venir mezclados, contaminados, sucios o no estar catalogados como peligrosos. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) nunca ha realizado inspecciones para ello. Por lo que la hipótesis es que se están quemando sin control o depositando en tiraderos, ya que en México no existe infraestructura suficiente para llevar a cabo procesos de reciclaje seguros. La organización BAN ha hecho un profundo análisis sobre esto y ha encontrado que México viola el Convenio de Basilea al estar recibiendo plásticos catalogados como peligrosos (PVC) para su coprocesamiento (Puckett, 2024).

Por otro lado, las prohibiciones de los plásticos de un solo uso que se han legislado en diferentes entidades federativas, o no se cumplen, o han sido atacadas judicialmente por la industria. El caso más emblemático ha sido el de Oaxaca,[8] en el que la Suprema Corte de Justicia falló a favor de la industria y declaró inconstitucional la prohibición local, lo que puso en peligro las existentes en las otras entidades.

Las organizaciones estás realizando diversos esfuerzos para revertir esta situación. La Colectiva Malditos Plásticos recientemente obtuvo un amparo y un tribunal ha ordenado al Congreso de la Unión legislar la regulación de los plásticos de un solo uso a nivel nacional. Greenpeace México, por su parte, mantiene una campaña de acopio de firmas para presentar una iniciativa de ley ciudadana dirigida también a su prohibición.

Conclusiones

Es necesaria una revisión profunda a la legislación de residuos en México e impulsar reformas que pongan en el centro la salud pública y la del ambiente y no los intereses de la industria. Se debe hacer valer una jerarquía de residuos cuyo primer paso sea reducir la producción de plásticos innecesarios y tóxicos, así como eliminar la valorización de los residuos como eje de las políticas públicas. Hay que prohibir el uso de sustancias químicas peligrosas en su fabricación, así como la importación de desechos plásticos tóxicos. Se trata de plantear una prohibición nacional de los plásticos de un solo uso y de empaques desechables; establecer mecanismos para prevenir los daños que producen en todo su ciclo de vida/muerte, e iniciar un proceso de restauración de los cuerpos y territorios colapsados por plásticos.

Referencias

Armiero, M., 2021. Wasteocene: Stories from the Global Dump. Cambridge, Cambridge University Press.

Asamblea General de Naciones Unidas, 2021. Las etapas del ciclo de vida de los plásticos y su impacto en los derechos humanos. Informe del relator especial sobre las implicaciones para los derechos humanos de la gestión y eliminación ambientalmente racional de las sustancias y los desechos peligrosos. Disponible en: https://www.fronterascomunes.org.mx/pdf/Orellanaplasticos423.pdf, consultado el 28 de noviembre de 2024.

Puckett, J., 2024. « Global and National Instruments to Stop the Export and Dumping of Plastic Wastes ». en: S. Gündogdu, Plastic Waste Trade. A New Colonialist Means of Pollution Transfer. Nueva York, Springer

Tornel, C., y Montaño, P. (2023). Navegar el colapso. Una guía para enfrentar la crisis civilizatoria y las falsas soluciones al cambio climático.

Wagner, M., et al., 2024. «State of the Science on Plastic Chemicals. Identifying and Addressing Chemicals and Oolymers of Concern». Zenodo. Disponible en: https://doi.org/10.5281/zenodo.10701706, consultado el 28 de noviembre de 2024.

* Instituto Nacional de Salud Pública, México. Acción Ecológica A.C.. E-mail: Larisa.deorbe@insp.edu.mx.

[1] Véase: https://www.basel.int/Implementation/Plasticwaste/Globalgovernance/tabid/8335/Default.aspx.

[2] Véase: https://geocomunes.org/Colaboraciones/Texto_Mapeo_Cicacalco_2023.pdf.

[3] Véase: https://desinformemonos.org/pueblos-logran-clausura-definitiva-del-basurero-de-cholula/.

[4] Véase: https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/08/23/estados/manejo-inadecuado-de-basura-causa-de-inundaciones-en-chalco-delfina-gomez-7935.

[5] Véase: https://www.proceso.com.mx/nacional/2023/8/14/jiutepec-un-incendio-bajo-tierra-312631.html.

[6] La Operación Espada Nacional, una medida tomada por ese país para revertir el daño ambiental ocasionado por recibir desechos plásticos tóxicos que entró en vigor en 2018.

[7] Véase en https://mexicotoxico.org.mx/ el Geovisualizador y storymap, que muestran una radiografía del panorama del colonialismo de la basura plástica en México. Es una herramienta de consulta y difusión de la grave situación de la contaminación que provocan las importaciones de basura plástica y su incineración en el país.

[8] Véase: https://www.jornada.com.mx/notas/2023/08/14/politica/anula-scjn-ley-de-oaxaca-que-prohibia-uso-de-pet-y-unicel/.

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