Elsa Cabrera*

 

Con siete centímetros de longitud, un poco más de un gramo de peso y una vida promedio de siete años, el kril antártico (Euphausia superba), constituye la especie que juega un papel clave para la existencia y funcionamiento del frágil ecosistema antártico. Por ello, su conservación y la necesidad de un manejo pesquero responsable fueron parte de las principales discusiones desarrolladas durante la XXV reunión anual de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) realizada entre el 23 de octubre y 04 de noviembre en la ciudad de Hobart, Australia.

La conservación de este pequeño crustáceo similar a un camarón, y el adecuado ordenamiento de su pesquería, es de vital importancia para el futuro del Océano Austral. Esto se debe a que el kril antártico es una de las especies más abundantes en las aguas del planeta y su biomasa tal vez sea la mayor de cualquier especie animal multicelular del planeta (Nicol, 2003). Cientos de especies de peces, calamares, ballenas, pingüinos, focas, albatros y petreles se encuentran a uno o dos niveles tróficos del kril antártico (Gascón y Werner, 2005), por lo que se podría afirmar que el ecosistema marino antártico depende en gran medida de esta especie como elemento clave para su funcionamiento.

La evidente abundancia del kril antártico no ha pasado desapercibida desde hace décadas para las grandes compañías pesqueras y sus flotas, las cuales están en la constante búsqueda de nuevas especies y caladeros, con el fin de reemplazar la significativa reducción de las especies explotadas tradicionalmente (Nicol, 2003). El reciente estudio de la revista Science alerta sobre dicha situación, al señalar que de no modificarse los actuales ritmos de extracción, la totalidad de las pesquerías comerciales estarán colapsadas para el 2048 (Worm et al., 2006).

La captura comercial de kril antártico se inició a principios de 1970, principalmente por parte de flotas de la ex Unión Soviética. Su rápida expansión y las graves consecuencias de su explotación en las mismas poblaciones del crustá- ceo y en la fauna marina del Océano Austral, fueron los principales factores que impulsaron la creación de la CCRVMA en 1982. De hecho, la extensa distribución del kril fue el motivo de la designación del área de ordenación para la CCAMLR (Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos) (Gascón y Werner, 2005), por lo que también se le conoce como la «Convención del Kril» (Nicol, 2006).

Integrada por 24 Estados Parte de la Convención y Miembros de la Comisión,(1) y nueve Estados Parte de la Convención, pero no Miembros de la Comisión (2) la CCRVMA destaca por ser el primer acuerdo internacional pesquero que incorporó el enfoque ecosistémico y el principio precautorio como fundamentos básicos de la administración de las operaciones pesqueras en el área de su competencia (Gascón y Werner, 2005).

Ambos elementos buscan incorporar un enfoque integral y minimizar los impactos negativos a largo plazo de las operaciones pesqueras, tanto sobre las especies objetivos como asociadas y dependientes (Gascón y Werner, 2005), para la determinación de áreas, temporadas y cuotas de captura.

A pesar que la CCRVMA fue diseñada para proteger el ecosistema antártico de las consecuencias negativas producidas por la acelerada expansión de las pesquerías, en el caso del kril, su ordenación está lejos de implementar un enfoque ecosistémico completo (Gascón y Werner, 2005) y paradójicamente, todavía carece de la mayoría de las regulaciones que se aplican a otras pesquerías en el Océano Austral.

A principios de la década de 1980, las capturas totales de kril antártico alcanzaron su mayor nivel de explotación con medio millón de toneladas anuales (Gascón y Werner, 2005). Pero la desintegración de la ex Unión Soviética y problemas asociados a su captura y procesamiento, rápidamente disminuyeron el interés por esta pesquería y reorientaron los esfuerzos de las flotas hacia la explotación de otras especies de peces del Océano Austral más atractivas comercialmente (Gascón y Werner, 2005), como el bacalao de profundidad o Patagonian toothfish (Dissostichus eleginoides).

Durante la última década, las capturas anuales de kril antártico se mantuvieron en unas 100 mil toneladas anuales aproximadamente (Nicol, 2003), pero el desarrollo de nuevas tecnologías de pesca y las posibilidades de diversificación de los productos obtenidos a base de kril antártico, han renovado el interés por su explotación.

La mayor demanda de kril antártico proviene de la industria de la acuicultura. Su contenido en pigmentos naturales, bajos niveles de contaminantes, alto porcentaje de ácidos grasos y palatabilidad, lo convierten en una interesante alternativa para suplir la disminución de la oferta de harina y aceite de pescado para la creciente industria del cultivo de salmones (Gascón y Werner, 2005). Sus propiedades también han despertado el interés de la industria farmacéutica y de suplementos alimenticios para consumo humano (Hamovitch, 2001).

Estos factores, unido al desarrollo de modernos y eficientes buques factoría capaces de capturar y procesar más de 100,000 toneladas de kril antártico en una sola temporada de pesca podrían gatillar una acelerada expansión de la actividad (Gascón y Werner, 2005).

A pesar que los niveles de captura del kril antártico continúan siendo un pequeño porcentaje del límite de captura total establecido por la CCRVMA en 2000 (4,8 millones de toneladas anuales en el área de la Península Antártica), la ausencia de medidas y regulaciones tendientes a evitar impactos negativos irreversibles a largo plazo sobre la especie y el ecosistema antártico han despertado la preocupación de la comunidad científica, gobiernos y sociedad civil internacional, sobre la necesidad de adoptar urgentemente medidas de conservación que garanticen que la pesquería del kril antártico cumpla con las mismas medidas de ordenación que otras pesquerías desarrolladas en el área de la Convención.

En su XXV aniversario, la CCRVMA avanzó un importante paso hacia el cumplimiento de los objetivos de conservación del kril antártico, adoptando una medida de conservación que requiere a los Estados miembros notificar sus intenciones de captura con al menos cuatro meses de anterioridad a la reunión anual de la Comisión, con el fin de contar con suficiente tiempo para que el Comité Científico de la CCRVMA desarrolle recomendaciones de administración de acuerdo a los principios establecidos en la Convención.

Sin embargo, la medida fue promovida y acordada sólo después del desconcierto general de la Comisión ante la notificación de último minuto de Vanuatu sobre su intención de capturar entre 60.000 y 90.000 toneladas de kril en el área de la Península Antártica con cinco súper naves arrastreras durante la temporada 2006/2007 (CCAMLR XXV/BG/46, CCAMLR XXV/BG/52).

Otras medidas igualmente importantes no tuvieron el mismo éxito. La implementación del Sistema Internacional de Observadores Científicos de la CCRVMA para la pesquería del kril antártico no pudo ser aprobada, a pesar que la mayoría de los Estados miembro reconocieron la urgente necesidad de contar con la valiosa información reunida por los observadores, debido a que países como Japón, bloquearon el consenso requerido para adoptar esta medida. Finalmente, la implementación de sistemas satelitales de seguimiento y monitoreo de las embarcaciones pesqueras de kril antártico, ni siquiera fue un tema discutido por la Comisión durante la pasada reunión, evidenciando que la expansión de la pesquería del kril antártico podría ser mucho más rápida que el proceso de negociación para garantizar su adecuado ordenamiento a corto plazo.

Después de 25 años de entrada en vigor, la CCRVMA tiene la responsabilidad de responder a los principios básicos que motivaron su establecimiento y regular urgentemente la creciente pesquería de esta especie clave para el funcionamiento del Océano Austral. Las consecuencias de una pesquería del kril antártico débilmente regulada no sólo podrían amenazar gravemente la integridad del ecosistema antártico sino también podrían levantar serios cuestionamientos sobre la capacidad de la CCRVMA para cumplir con su mandato de conservación y explotación racional de los recursos vivos marinos antárticos.

Más información: www.ccmalr.org; www.krillcount.org; www.asoc.org.

REFERENCIAS

GASCÓN, V., WERNER, R. (2005), «El Krill Antártico: estudio de caso sobre las implicancias de la pesca en el ecosistema», Lighthouse Foundation. En: http://www.lighthousefoundation.org/index.php?id=176&L=2

HAMOVITCH, E., «Tapping krill» (2001), Montreal Business Magazine, (2001), pg. 86–87.

NICOL, S. «A time to Krill» En: http://www.aad.gov.au/ default.asp?casid=1143 .

NICOL, S., FOSTER, J. (2003), «Recent trends in the fishery for Antarctic krill», Aquat. Living Resour. 16, pp. 42–45

NICOL, S. (2006), «Krill, Currents, and Sea Ice: Euphausia superba and Its Changing Environment», BioScience, February Vol. 56 No. 2, pp. 111-120.

WORM, B., BARBIER, E., BEAUMONT, N., DUFFY, E., FOLKE C., HALPERN, B., JACKSON, J., LOTZE, H., MICHELI, F., PALUMBI, S., SALA, E., SELKOE, K., STACHOWICZ, J., WATSON, R. (2006), «Impacts of biodiversity loss on ocean ecosystem services», Science, Vol 314, pp. 745

* Elsa Cabrera es directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetácea (Chile), info@ccc-chile.org.

1 Alemania, Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Chile, Comunidad Europea, Corea, España, Estados Unidos, Francia, Federación Rusa, India, Italia, Japón, Polonia, Reino Unido, Sudáfrica, Suecia, Ucrania y Uruguay.

2 Bulgaria, Canadá, Grecia, Finlandia, Holanda, Islas Cook, Mauricius, Perú y Vanuatu.

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