Norman Jiwan*

 

La República de Indonesia es un país tropical situado entre Asia y Australia, a lo largo de la línea del ecuador. El país está dividido en 33 provincias administrativas y cuenta con 222 millones de habitantes, de los cuales entre 30 y 60 millones dependen de los bosques tropicales y unos 30 millones son pueblos indígenas.

Indonesia tiene una superficie de 192.197.000 hectá- reas distribuidas entre 17.000 islas, cinco de las cuales son considerablemente extensas. En su territorio se concentra el 10% de lo que queda de bosques tropicales en todo el planeta; en ellos se encuentra el 10% de todas las especies vegetales, el 12% de todos los mamíferos, el 16% de todos los reptiles y el 17% de todas las aves.

En las últimas décadas, todos esos recursos naturales han financiado el desarrollo nacional mediante la explotación masiva de los bosques primarios realizada por empresas madereras y la extracción de minerales, petróleo, gas natural y la reconversión de los bosques naturales en plantaciones industriales, sea de árboles u otros cultivos; todo ello ha acarreado una enorme deforestación y la pérdida de biodiversidad.

Esos recursos naturales, particularmente los combustibles fósiles, corren el riesgo de agotarse rápidamente debido a la liberalización de los mercados y el incremento de los precios de los combustibles en el mercado mundial. El Ministerio de Energía y Recursos Naturales estima que las reservas de petróleo de Indonesia se agotarán de aquí a once años, las de gas natural en treinta años y el carbón en cincuenta años (Republika, 20/1/05). Esto implica que Indonesia debe hallar fuentes alternativas de energía, para sustituir a los combustibles convencionales antes de que se agoten completamente.

Básicamente, Indonesia cuenta con abundantes cultivos locales aptos como materia prima para la producción de biocombustibles. Los expertos han identificado aproximadamente sesenta variedades de plantas que pueden ser procesadas para producir biocombustibles. De esos cultivos puede extraerse tanto aceite vegetal refinado (SVO) como aceite vegetal crudo (CVO),(1) siendo ambos adecuados para producir biocombustibles.

Considerando el papel estratégico y su potencial para el desarrollo, tanto de las reservas de tierras como de los cultivos energéticos, el gobierno de Indonesia se ha mostrado dispuesto a apostar por el desarrollo y la producción de biocombustibles. En tal sentido, el Decreto Presidencial Nº 1 de 2006 promueve la investigación y la producción de biocombustibles como alternativa a los combustibles fósiles.

De acuerdo a ese decreto, el Presidente asume una política estratégica que mobiliza y coordina a todos los ministerios relacionados con el tema y a sus respectivos departamentos, dirigidos por el Ministerio Coordinador de Asuntos Económicos; todo ello en una colaboración sinérgica entre doce ministerios entre los que destacan Energía y Recursos Minerales, Agricultura, Selvicultura, Industria, Comercio, Transporte, Investigación y Tecnología, Cooperativas y Pymes, Empresas Estatales, Interior, Finanzas y Medio Ambiente y que incluye también a los gobernadores provinciales y a los jefes de administraciones de distrito.

Los expertos y las autoridades gubernamentales afirman que fundamentar la producción de biocombustibles en los cultivos a pequeña escala no resultará provechoso, porque el abastecimiento de biocombustibles a los mercados emergentes requiere de una producción estable, continuada. En otras palabras, que el aceite de palma es la materia prima con mayor potencial para producir biocombustibles porque ya es una industria establecida y preparada para tal función si se la compara con la de otros cultivos como la mandioca, el coco, la caña de azúcar o la jatrofa.

Pero ¿qué es el aceite de palma? Las plantaciones de palma aceitera (Elais guineensis) y la industria del aceite de palma se han convertido ya en parte esencial de la economía de Indonesia. En realidad, la palma aceitera no es una planta autóctona. Fue importada del África occidental por la administración colonial holandesa en el año 1848, cuando se sembraron cuatro semillas en el jardín botánico de Bogor. Pero fue en 1911 cuando se inició su plantación a gran escala y con fines comerciales en el norte de Sumatra. Actualmente se ha convertido en un gran negocio controlado por más de treinta grupos nacionales y multinacionales, con unas 600 empresas subsidiarias distribuidas por las 19 provincias donde hay plantaciones.

La palma aceitera tiene un rendimiento anual de entre 15 y 20 toneladas de racimos de fruto (FFB-fresh fruit bunch) por hectárea. Con 7,2 millones de hectá- reas plantadas sólo en el período 1999-2004, en junio de 2007 se había llegado a un incremento anual de las plantaciones de 400.100 hectáreas. Más aun, los planes gubernamentales pretenden destinar otros 21 millones de hectáreas para plantaciones de palma aceitera (Sawit Watch, 2006).

El biodiésel de aceite de palma requiere de enormes inversiones para resultar rentable. Si son necesarias al menos 20.000 ha para que una planta de producción de aceite crudo de palma sea rentable, se necesitan como mínimo 50.000 ha para que una planta productora de biodiésel sea económicamente viable. Es un problema tener que destinar superficies tan grandes para conseguir rentabilizar la producción. No obstante, el gobierno indonesio y la Asociación de Productores de Aceite de Palma de Indonesia (GAPKI), buscando no perjudicar la continuidad de las exportaciones hacia los mercados alimentarios de Europa, han acordado destinar la producción de 3 millones de hectáreas de palma aceitera para la elaboración de biodiésel. Por otra parte, en 2007, los gobiernos de Malasia e Indonesia firmaron un acuerdo para destinar 12 millones de toneladas, es decir, el 40% de la producción conjunta de aceite crudo de palma, para producir biodiésel.

¿Estamos ante una bendición o una maldición? El gobierno lo ve como una bendición porque se exportan productos con cuyo beneficio se adquiere maquinaria, tecnología y otros bienes de capital, además de impulsar el desarrollo económico y social del país. Desde otro ángulo, lo que destaca es que el desarrollo de las plantaciones ha dado como resultado la deforestación y destrucción de ecosistemas, pérdida de biodiversidad, abusos en el derecho de acceso a la tierra, saqueo de los medios de subsistencia de las comunidades indígenas y campesinas, corrupción y represión.

Hasta julio de 2007, Sawit Watch llevaba registrados más de 500 conflictos vinculados con las plantaciones de palma aceitera en Indonesia. Tales conflictos, aun sin resolver, no harían más que agravarse si se ponen en práctica las nuevas políticas sobre biocombustibles. Las comunidades indígenas y campesinas se verían aun más despojadas de sus tierras y medios de subsistencia. Hay discursos engañosos acerca de la creación de numerosos puestos de trabajo en las plantaciones de palma aceitera, cuando en realidad se requieren anualmente 36 personas por cada cien hectáreas plantadas; además, hay que sumar la insuficiente capacitación de los trabajadores en cuestiones de salud y seguridad laboral, que las huelgas de más de tres días son sancionadas con el despido, que los salarios mínimos regionales varían pero habitualmente están por debajo de los gastos diarios básicos, que el trabajo infantil se hace indispensable para apuntalar la economía familiar, la desigualdad o ausencia de reconocimiento en el trabajo, la falta de medidas de seguridad y sanitarias en la manipulación y aplicación de agroquímicos, así como la vulneración de los derechos reproductivos de las trabajadoras.

Sawit Watch, conjuntamente con el Forest Peoples Programme (RU), HuMA y el World Agroforestry Centre (ICRAF), realizó un estudio sobre la adquisición de tierras para el establecimiento de plantaciones de palma aceitera en tres provincias del país (Colchester, et al., 2006). La investigación se centró en el marco legal y las políticas de adquisición de tierras en Indonesia. El estudio de casos reveló la existencia de leyes contradictorias que no protegen los derechos de los pueblos indígenas sino que favorecen la expropiación de tierras con fines comerciales, en nombre del «interés nacional»; la ausencia de regulaciones, hecho que dificulta el reconocimiento de los derechos colectivos a la tierra; mínima capacidad institucional, tanto por parte de las agencias nacionales competentes como de las burocracias de distrito, dificultando así el reconocimiento de los derechos consuetudinarios; políticas y procesos de planificación, nacionales y regionales, que favorecen la conversión de tierras de labranza y bosques en plantaciones industriales de palma aceitera para incrementar los ingresos nacionales y provinciales.

Si el gobierno indonesio pretende continuar potenciando las plantaciones de palma aceitera para producir biodiésel, debería asegurar que el desarrollo futuro de esa industria incorpore medidas de protección ambiental, sin dejar de tener en cuenta el respeto a la legislación internacional y de los derechos consuetudinarios, la adhesión a los principios del consentimiento libre, previo e informado, la minimización de la violencia —especialmente la violencia de estado— hacia las comunidades vecinas a las plantaciones, un seguimiento de las quemas y el establecimiento de políticas de «quema cero» (zero burning), detener la conversión de los bosques primarios y de otros ecosistemas de gran valor, anular las concesiones para plantar palma aceitera cuando su legitimidad es cuestionada por las comunidades locales y establecer normas estrictas a favor de los derechos de los trabajadores y de respeto a la equidad en cuestiones de género.

REFERENCIAS

Colchester, M., Jiwan, N., Andiko, Sirait, M., Firdaus, A. Y., Surambo, A., Pane, H., Promised land. Palm Oil and Land Acquisition in Indonesia: Implications for Local Communities and Indigenous Peoples, Forest Peoples Programme, Perkumpulan Sawit Watch, HuMA & World Agroforestry Centre, 2006, disponible en http://www.sawitwatch.or.id/ images/Publikasi/Land%20Acquisition%20(English).pdf.

* Sawit Watch (http://www.sawitwatch.or.id).

1 El aceite vegetal puro resulta del refinamiento del aceite vegetal crudo (N. del T.)

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