Daniel Gómez Cañete*

 

Bajo las políticas actuales, las previsiones de la Unión Europea para 2030 prevén un aumento del 15% en el consumo energético, mientras que la economía crecería un 2% anual. Para el final de este período se espera que el incremento del consumo energético sea porcentualmente menor que el crecimiento del PIB, debido a una disminución de la intensidad energética anual de un 1,5% (Comisión Europea 2006).

Frente a los retos de la seguridad del suministro energético y la lucha contra el cambio climático, la mejora de la intensidad energética, esto es, la disminución de los inputs energéticos necesarios para hacer aumentar el PIB en un punto, es la herramienta preferida a la hora de conjugar el crecimiento económico con la contención del consumo energético (Comisión Europea 2006). Esta medida se ha utilizado como un indicador importante de la desmaterialización1 de la economía. En un escenario de desmaterialización, el PIB sigue aumentando en el tiempo, mientras que la intensidad energética disminuye. El consumo energético, por su parte, no disminuye en términos absolutos, pero su crecimiento queda desacoplado del crecimiento económico.

Aunque sin duda una desmaterialización de la economía reduciría de manera relativa el consumo energético, en términos absolutos, ésta no se está dando (Naredo 2006). Es necesario, pues, distinguir entre la desmaterialización débil o relativa y la absoluta o fuerte (Carpintero 2005). Sólo esta última contempla la reducción del consumo de recursos (energéticos y materiales) en términos absolutos.

La disminución en la intensidad energética observada en algunos países desarrollados puede explicarse principalmente por la sustitución progresiva del carbón por el gas natural en la generación eléctrica, y por la deslocalización de las industrias más intensivas en energía hacia otros países (Prieto 2008). Se estima que un 28% del consumo energético chino (y el 34% de sus emisiones de CO2 ), se debe a la producción de bienes para la exportación (AIE 2007). Pese a los discursos bienintencionados, lo cierto es que se prevé que el consumo energético en Europa y en todo el mundo no deje de crecer, incluso en aquellos escenarios «virtuosos» en los que se contempla un aumento de la eficiencia, del desarrollo tecnológico, e incluso cambios de hábitos en los consumidores. Así, en un escenario denominado «alternativo», se espera que,respecto a 2005 el consumo energético europeo en 2030 crezca un 3,8%, frente a un crecimiento del 13,5% en el escenario continuista o de referencia (ibid).

Ciertamente, y frente a un crecimiento del consumo mundial del 38% para el mismo período y bajo las mismas asunciones (ibid), ese 3,8% es un crecimiento moderado, pero siendo Europa una región que importa más del 50% de la energía que consume (Comisión Europea 2007), y dadas las tensiones que ya se están derivando de la concentración de los recursos fósiles, especialmente gas natural y petróleo, en regiones como Oriente Medio, el Caspio y Rusia (Klare 2005), surgen dos cuestiones. La primera hace referencia a la viabilidad de esa futura desmaterialización de la economía europea, y si va a poder seguir apoyándose en la sustitución de combustibles y en la deslocalización. Diversos estudios realizados hasta ahora sugieren un gran potencial para el avance de la eficiencia energética, que supondrían hasta un 20% de reducción del consumo energético (Comisión Europea 2007). Pero está por ver si las instituciones europeas y los países miembros llegarán al grado de consenso y cooperación necesario para desarrollar un programa que afectaría a múltiples sectores y en diferentes niveles de gobierno (edificación, fabricación de bienes de consumo, limitación del consumo en los vehículos, información y protección del consumidor, cambios en la estructura de generación y transporte eléctrico, incluyendo aumento de la generación distribuida y la cogeneración, nueva fiscalidad, cambios en el modelo de movilidad, etc). El factor tiempo es también importante, ya que los precios de la energía han desbordado las previsiones, obligando a preparar planes de emergencia para la electricidad y el petróleo (AIE 2005).

La segunda cuestión atañe a la seguridad del suministro, teniendo en cuenta que, de seguir las tendencias actuales, se prevé que en 2030 la Unión Europea sea dependiente en un 90% de las importaciones de petróleo y en un 80% de las importaciones de gas natural (Comisión Europea 2007). El sector del transporte y el de la generación eléctrica tienen una fuerte dependencia sobre recursos energéticos dependientes de las importaciones, y aunque Europa modere su consumo se verá afectada igualmente por las tensiones del mercado energético internacional. Una transformación del sector transporte hacia combustibles alternativos llevaría décadas (SAIC 2005), mientras que las alternativas al gas y al carbón en la generación eléctrica pasan o bien por la energía nuclear o bien por un despliegue sin precedentes de las renovables.

Los objetivos europeos de ahorro y eficiencia energética y reducción de las emisiones de CO2 , al mismo tiempo que se pretende que la economía siga creciendo anualmente, se enfrentan, pues, a dos obstáculos. El primero es si, cómo se apunta en el párrafo anterior, esa senda de desmaterialización regional va a poder continuar en el futuro apoyada en los mismos fenómenos sin una revisión profunda del modelo de desarrollo económico que, de manera global, ha ido siempre acompañado de mayores consumos energéticos y sus consecuentes emisiones (Prieto 2008). El segundo obstáculo es la seguridad del suministro energético, especialmente en lo tocante al petróleo, que representa el 43% del consumo final de energía en Europa (Comisión Europea 2007). La creciente certeza de que la extracción global de petróleo está cercana a tocar techo (ASPO 2007) y las tensiones asociadas al nacionalismo energético y la geopolítica del petróleo y el gas ponen en duda un escenario continuista. Esto es, un escenario sin profundos cambios estructurales en sectores de tanta importancia como el transporte y la generación eléctrica.

Dadas las dudas que sobre un posible renacimiento nuclear arroja la disponibilidad futura de uranio (EWG 2006), su rentabilidad energética a corto y medio plazo (Pearce 2008), y los problemas irresueltos que afectan al conjunto de su operación (Fleming 2007), la opción más prudente parecería un fuerte impulso a las energías renovables al mismo tiempo que se trabaja en pos de reducciones importantes del consumo eléctrico en términos absolutos. En lo tocante al petróleo, que es tanto como decir el sector del transporte, y dada la premura que imponen los cercanos límites a la expansión del suministro global y la dificultad de llevar a cabo cambios estructurales a tiempo, se impondría también una receta similar: la búsqueda de combustibles alternativos al mismo tiempo que se trabaja por una reducción importante del consumo en términos absolutos.

REFERENCIAS

Agencia Internacional de la Energía (AIE) (2005), Saving oil in a hurry, Agencia Internacional de la Energía, París.

— (2005), Saving electricity in a hurry, Agencia Internacional de la Energía, París. 86 ecología política ecología política 87EUROPA

— (2007), World Energy Outlook 2007, OCDE/AIE, París.

Association for the Study of Peak Oil and Gas (ASPO) (2008), «Perfiles de producción de petróleo y gas base 2007», Boletín de marzo de 2008, Ballydehob, pp 2.

CARPINTERO, O. (2005), El metabolismo de la economía española. Recursos naturales y huella ecológica (1955-2000), Fundación Cesar Manrique, Madrid.

Comisión Europea, «Doing More With Less», Green Paper on energy efficiency, 2005.

Comisión Europea, Annex to the Green Paper «A European Strategy for Sustainable, Competitive and Secure Energy What is at stake – Background document», 2006.

Comisión Europea, EU energy in figures Pocket Book 2007 [en línea]. < http://ec.europa.eu/dgs/energy_transport/figures/ pocketbook/doc/2007/2007_energy_en.pdf>, 2007.

EWG, Uranium resources and nuclear energy, Energy Watch Group, Ottobrunn/Aachen, 2006.

Fleming, D., The Lean Guide to Nuclear Energy: A Life-Cycle in Trouble, The Lean Economy Connection, Londres, 2007.

Klare, M.T., Blood and Oil: The Dangers and Consequences of America’s Growing Dependency on Imported Petroleum, Metropolitan Books, 2004.

Naredo, J.M., Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Siglo XXI, Madrid 2006.

Pearce, J.M., ‘Thermodynamic limitations to nuclear energy deployment as a greenhouse gas mitigation technology’, Int. J. Nuclear Governance, Economy and Ecology, Vol. 2, No. 1, pp.113–130, 2008.

Prieto, P., Opciones económicas y energéticas de futuro [en línea]. , 2008.

SAIC, Peaking of World Oil Production: Impacts, Mitigation, & Risk Management, Science Applications International Corporation, 2005.

* Presidente de AEREN-ASPO Spain (daniel@crisisenergetica.org)

1 El término «desmaterialización» puede incluir también otros recursos naturales además de los energéticos. En este artículo el término es intercambiable con el de «eficiencia energética» o «disminución de la intensidad energética».

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