Crecer o no crecer en Europa*

Janneke Bruil**

 

Todos lo sabemos: los estilos de vida europeos no son sostenibles. La explotación, histórica y actual, de los recursos naturales y humanos llevada a cabo por los países de Europa es la causa principal de muchas de las injusticias sociales y ambientales que hoy padecemos. Los elevados niveles de consumo de recursos, especialmente de combustibles fósiles, provocan problemas ambientales a escala planetaria, arrebatan los recursos y la dignidad a otros pueblos e incrementan las posibilidades de conflictos armados. Por tales razones, la reducción del consumo de recursos y el aumento de la eficiencia son retos cruciales que los países europeos y las demás naciones industrializadas deben afrontar. Se me ha invitado a escribir sobre cuánto debería «decrecer» Europa y, aunque no sería capaz de dar una cifra, compartiré con vosotros algunos conceptos que actualmente se utilizan para establecer una ruta hacia el decrecimiento.

Uno de los conceptos utilizados por el movimiento ecologista europeo para afrontar los desafíos antes mencionados es el de espacio ambiental. Este concepto engloba la cantidad total de energía, recursos no renovables, tierra agrícola, bosques, etc. que cada uno puede utilizar sin provocar daños irreversibles a los sistemas naturales. No obstante, poner en práctica este concepto no es sencillo. Se ha calculado que sería necesaria una drástica reducción de nuestro consumo de recursos —entre 80-90% o un Factor 10 dentro de los próximos 50 años— para poder ofrecer a todos los demás pueblos del mundo su cuota justa de espacio ambiental global y prevenir así que nuestro planeta padezca un desastre ecológico. Tal cosa exige un cambio radical en nuestras sociedades, incluyendo nuestras actividades económicas y nuestros estilos de vida. Sin embargo, establecer un «nivel sostenible» es sumamente problemático. Fijar un valor a los recursos naturales con la intención de cuantificarlos es algo que plantea muchos problemas prácticos y éticos. Si reflexionamos un poco y nos tomamos la sostenibilidad y la justicia en serio, llegamos a la conclusión de que el uso de recursos no renovables debería reducirse al mínimo o a cero.

Podemos considerar los impactos europeos desde una perspectiva histórica, mediante el concepto de deuda ecológica. Se define como deuda ecológica aquella que los países del Norte han contraído con los del Sur mediante el saqueo de los recursos, la pérdida de biodiversidad, los daños ambientales y la ocupación de su espacio ambiental para depositar los desechos de la industrialización, entre otras cosas.(1) En tal sentido, expresa el uso abusivo, a lo largo del tiempo, del espacio ambiental global por parte de los países europeos y las demás naciones industrializadas. Esto nos permite reconocer los daños sociales y ambientales «externos» ocasionados por las actividades de un país, una multinacional o una región. Este concepto, al que también se le denomina deuda de carbono, se ve claramente cuando analizamos el impacto del cambio climático: los principales causantes de los gases de efecto invernadero no son quienes primero y con mayor intensidad sufrirán las consecuencias. Los pueblos empobrecidos serán quienes primero padezcan la escasez de agua o una mayor frecuencia de las inundaciones. El concepto de deuda ecológica permite percibir con claridad estas interrelaciones.

Otro concepto que viene utilizándose para medir el impacto de las actividades económicas de un país es el de mochila ecológica. Las mochilas ecológicas abarcan todos los materiales que son extraídos de la naturaleza, incluso los subproductos. Por ejemplo, los residuos de las minas o los desechos de las cosechas agrícolas. Las mochilas ecológicas demuestran como los flujos de recursos están entrelazados a escala internacional, pues revelan el país de origen de aquellas materias utilizadas para producir bienes de importación (upstream material imputs). Esto incluiría, por ejemplo, el pienso (soja de Paraguay) para la crianza de ganado cuya carne será consumida en Europa, o todas las materias primas y la energía necesarias para producir un ordenador importado de China o de Japón. El peso de tales mochilas es habitualmente muchas veces mayor que el del producto final en si mismo.

No existe un indicador comprensivo del impacto negativo total de los patrones de consumo y producción de la UE. Un indicador relevante con el que se puede contar es el índice de Consumo Material Total (CMT) de una determinada economía. El CMT analiza el flujo de materias primas y mide el uso absoluto de recursos naturales. De tal modo, revela la responsabilidad de las naciones industrializadas, con sus elevados niveles de consumo de materias y energía, respecto a otras regiones del planeta. El índice CMT puede mostrar si un país se encamina a la «desmaterializacion» y también si este progreso ecológico nacional se esta produciendo a expensas de otros países. Tal puede ser el caso si la producción «sucia» es deslocalizada a otros países y los productos «limpios» son importados en lugar de producidos en el país. El CMT ha sido incluido entre los indicadores propuestos a la Comisión Europea con el fin de evaluar la Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible.(2)

En el caso de Europa, el sistema internacional de comercio permite desplazar el peso de nuestros patrones de consumo a otras regiones que sirven como abastecedoras de recursos. Por tal razón, el uso excesivo de recursos por parte de Europa está directamente relacionado con los problemas de pobreza e injusticia padecidos por el Sur. Y esta situación irá a peor con la nueva estrategia de la ‘Europa Global’ (ver recuadro).

QUE HACER AL RESPECTO?

¿Cómo pagamos nuestra deuda ecológica o vaciamos nuestra mochila ecológica? Ante todo, hay ciertos daños que ya no pueden remediarse, por mucho dinero del que se disponga. En tales casos, es fundamental reconocer las responsabilidades y tener la voluntad de no volver a repetir los mismos errores. Sin embargo, hay otros casos en los que existe la posibilidad de reparación y compensación. Las posibles iniciativas van desde la erección de monumentos, la restauración de ecosistemas degradados y el intercambio de tecnologías, hasta la financiación directa de proyectos considerados necesarios por las comunidades locales y la cancelación de deuda que actualmente se está exigiendo. Se ha propuesto financiar estas actividades mediante recursos obtenidos a través de un posible impuesto europeo sobre el keroseno utilizado por las compañías aéreas o con una Tasa Tobin sobre la especulación financiera a corto plazo.

¿Una Europa Global = Una Europa de las multinacionales? La estrategia «Una Europa Global: Competir en el mundo» fue presentada por la Comisión Europea en octubre de 2006.(3) Su objetivo principal es «mejorar el acceso a los mercados extranjeros para los exportadores europeos, como una pieza clave para incrementar la competitividad de Europa».(4)

¿Qué significa esto? Dos cosas: un enfoque típicamente neoliberal con la específica intención de «liberar» los mercados internacionales y, algo muy interesante, un extensivo plan de asesoramiento empresarial.(5) Esto permitirá una política exterior coherente, que satisfaga los intereses de las empresas europeas al conectar las políticas, internas y externas, de comercio y desarrollo de la UE.

La propuesta incluye planes para explotar los recursos mundiales (desde productos agrícolas a energía), nuevas y mejores vías de acceso a los mercados para los productos europeos y normas que aseguren las inversiones europeas y los derechos de propiedad intelectual. Pese a los esfuerzos de la Comisión Europea para que tenga una apariencia políticamente correcta (referencias al desarrollo sostenible, el empleo, etc.), la propuesta que encierra Una Europa Global es claramente ultraliberal, al promover la ideología del «estado mínimo» según la cual las fuerzas del mercado son sagradas. Como señalase Neelie Kroes, Comisaria Europea de Competencia y mujer holandesa como yo, «La estrategia ‘Una Europa Global’ de la Comisión tiene una consigna clara: ningún proteccionismo en casa, activismo en el extranjero». (6)

La red de movimientos Seattle to Brussels (S2B) considera que la estrategia Una Europa Global «supone una amenaza a la justicia social, la igualdad de género y el desarrollo sostenible, no sólo fuera de la UE, sino también dentro de ella. La erosión de los derechos laborales, el empeoramiento de la calidad del empleo dentro de la UE, la destrucción de un sistema agrícola sostenible, son factores intrínsecamente vinculados a la agenda de comercio exterior de la UE. Con la liberalización de todos los sectores —agricultura, industria y servicios— los únicos beneficiarios son un puñado de empresas multinacionales, mientras que millones de personas pierden sus puestos de trabajo.

Tales impuestos cumplirían una doble función, ambiental y social.

Hay diversas propuestas para que Europa decrezca, para que su consumo energético y de recursos se torne más eficiente y axial pueda contribuir a reparar algunas de las injusticias que afectan al planeta. Veamos una muestra de tales propuestas: reformas impositivas ecológicas como las anteriormente mencionadas, la rehabilitación de edificios en lugar de construir nuevos, mejor aislamiento térmico de las viviendas, nuevas normativas de la UE para la industria química que fomenten el reemplazo de los productos peligrosos, un cambio que favorezca el transporte sostenible, cláusulas de sostenibilidad en todas las políticas y acuerdos de la UE. Debemos lograr reducir el uso de recursos y, al mismo tiempo, ofrecer opciones justas de transición a los trabajadores de los sectores afectados. Hay un eslogan muy apropiado que propone «reducir-reutilizar-reciclar». Se trata de un drástico cambio de estilo de vida que cada vez gana más adhesiones. En Europa, el movimiento Abrazos Gratis crece día a día y el Día Sin Compras (Buy Nothing Day) que se celebra anualmente contribuye a que mucha gente reflexione sobre sus hábitos de consumo.

En una perspectiva más amplia, es crucial para Europa detener las actuales negociaciones sobre comercio internacional y proponer en su lugar acuerdos que fortalezcan las economías locales. Esto implica conferirle un significado completamente diferente al concepto de «Una Europa Global». Además, si realmente queremos avanzar hacia otro modelo económico, Europa debería eliminar los subsidios ecológicamente perjudiciales (incluso en el sector energético, el agrícola y el pesquero) y acabar con el desarrollo centrado en las exportaciones.

Uno de mis colegas resumió el pensamiento económico actual de la siguiente forma: «Los mercados son buenos porque generan eficiencia económica y crecimiento, lo que a su vez crea bienestar y gente feliz.» Pero, personalmente, los únicos mercados que he visto que generen felicidad son aquellos en los que la gente recibía abrazos gratuitos por las calles.(7)

* Basado parcialmente en un documento de Martin Rocholl y Stefan Giljum (Europe’s global responsibility; environmental space, international trade and factor X, FoE Europe and SERI, 2005 http: //www.foeeurope.org/publications/2006/SERI_FoEE_EN.pdf.) También desearía agradecer a Charly Poppe por su ayuda.

** Friends of the Earth International (janneke@foei.org).

1 Más información en www.deudaecologica.org

2 Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible. CEC (2005) 161 final.

3 La estrategia «Una Europa Global: Competir en el mundo» fue dada a conocer el 4 de octubre de 2006. El documento fue adoptado por el Consejo de la Unión Europea el 13 de noviembre de 2006 y aprobado posteriormente por el Parlamento Europeo el 22 de mayo de 2007.

4 http://ec.europa.eu/trade/issues/sectoral/mk_access/index_en.htm. El portal principal de Una Europa Global es: http://ec.europa.eu/trade/ issues/sectoral/competitiveness/global_europe_en.htm.

5 Especialmente, la Market Access Database, http://madb.europa.eu/.

6 Nellie KROES, Global Europe – competing and cooperating, Discurso en Frankfurt, Women in European Business Conference, 11 de octubre de 2006.

7 Ver como ejemplo el clip en http://nl.youtube.com/ watch?v=A0T1vI1QOSo.

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