Josep Maria Antentas [*]

«El mundo es una escuela de multinacionales; inexorablemente determinado por las leyes inmutables de los negocios
El mundo… es un negocio» 

Rich Man’s World (1%), The Martyr, Immortal Technique (rapero peruano presente en las movilizaciones en New York)

 

La movilización de pasado 21 de septiembre en New York en ocasión de la Cumbre de la ONU sobre el cambio climático marcó un momento culminante del movimiento internacional contra el mismo. Más de 300.000 personas participaron en la People’s Climate March (Marcha Popular sobre el Clima) en la que ha sido considerada la mayor protesta hasta la fecha sobre esta cuestión. La manifestación se insertaba en el marco de un día de acción global en el que se desarrollaron más de 2000 acciones, muchas de ellas simbólicas y otras más relevantes en más de un centenar de países. El día antes unas 2000 personas participaron en el foro Climate Convergence (Convergencia Climática) organizado por la coalición System Change Not Climate Change (Cambio Sistémico y No Cambio Climático) y la Global Climate Convergence (Convergencia Climática Global), que dio cabida a talleres y debates variados. El día posterior a la manifestación unas 2500 personas ocuparon Wall Street, en el marco de la acción Flood Wall Street (Inunda Wall Street), que paralizó el tráfico y la circulación del corazón financiero de la ciudad durante varias horas. Más allá del éxito innegable de la movilización neoyorquina, ésta permitió poner encima de la mesa nuevos retos y dilemas del movimiento por la justicia climática.

Camino a New York

La movilización llegó cinco años después de la de Copenhague en 2009, también en ocasión de la Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático, que lanzó a la palestra el movimiento internacional por la justicia climática, que volvería a expresarse, pero con menor fuerza, en Cancún (2010), Durban (2011) y Varsovia (2013). Nueva York llegaba como preparación, asimismo, de las movilizaciones previstas para la cumbre de Lima (a celebrar en diciembre de 2014) y París (2015).

El éxito de la protesta reflejó la relevancia del movimiento ecologista en los Estados Unidos y la vitalidad de diversas movilizaciones recientes, si bien ello no es óbice para que los Estados Unidos sean el segundo país del mundo (siendo China el primero) con la opinión pública más desinformada sobre el cambio climático. Así, sólo un 40% – según una encuesta de Pew Research – afirma considerar que la humanidad enfrenta una grave crisis climática (Bond, 2014). Pocos días antes de la Cumbre, la administración Obama, cuyo compromiso con el cambio climático no pasa de eslóganes genéricos y sigue comprometida con el extractivismo, había anunciado un freno a la aplicación de importantes partes de su Plan sobre el Clima referidas al control de la emisión de carbón. Sin embargo, las activistas por la justicia climática han ganado en el país importantes batallas en los últimos años, como el cierre de plantas eléctricas de carbón, y han protagonizado relevantes luchas, en particular contra el fracking y también contra la construcción del gigantesco oleoducto Keystone XL, el cual pretende transportar petróleo crudo extra pesado desde Alberta (Canadá) hasta la Costa del Golfo para ser refinado y exportado, y se ha convertido en uno de los pulsos más importantes entre el movimiento por la justicia climática y ambiental y los partidarios del actual modelo. Luchas como las opuestas al fracking o al oleoducto Keystone, que muestran la existencia de un relevante movimiento ecologista, constituyen el telón de fondo en el que tuvieron lugar las protestas de Nueva York que permitieron la confluencia de campañas e iniciativas diversas, a modo de paraguas de iniciativas locales y sectoriales.

Desde 2011 la movilización contra el oleoducto ha ido en aumento, llegando a su punto culminante en febrero de 2013 cuando 50.000 personas se manifestaron en Washington D.C. La administración Obama no ha dado aún la aprobación definitiva al proyecto, si bien un informe del Departamento de Estado a comienzos de 2014 daba luz verde al mismo. La imparcialidad del informe, sin embargo, fue puesta de manifiesto al comprobarse que la firma que realizó el estudio de impacto ambiental sobre el que se basa el informe oficial, Environmental Resources Management (ERM; Gestión de Recursos Ambientales), estaba en nómina de la firma canadiense TransCanada, impulsora del oleoducto. Entre los opositores al proyecto han destacado los pueblos nativos de Norteamérica, pues parte del oleoducto atraviesa tierras que las Lakota (Sioux) reivindican como suyas. Aunque el recorrido del oleoducto no cruza ninguna de las seis reservas oficiales de Dakota del Norte y del Sur, sí lo hace por tierras en disputa que las Sioux consideran suyas y que fueron reconocidas como tales en el tratado de Fort Laramie en 1868 que debía establecer la Gran Reserva Sioux, y que finalmente fue dividida en seis partes (Ward, 2014).

La propaganda oficial favorable al oleoducto ha buscado presentarlo como una inversión generadora de puestos de trabajo, útil para relanzar la economía de un país en crisis. Aunque esta argumentación es apoyada por la principal central sindical norteamericana, la AFL-CIO, los estudios disponibles muestran lo contrario. Así, según un informe de 2014 del Global Labour Institute (Instituto Global del Trabajo) de la Universidad de Cornell, se crearán entre 2500 y 4659 puestos de trabajo directos, muy lejos de los 20.000 empleos directos prometidos.

También las luchas contra el fracking han sido relevantes en los Estados Unidos y en Canadá en consonancia con el ascenso mundial de las protestas contra el mismo. Estados Unidos ha sido el epicentro de las coordinaciones globales contra el fracking, con el lanzamiento en septiembre de 2012 del primer Global Frackdown a iniciativa de Food and Water Watch, en el marco del cual tuvieron lugar 200 acciones de protesta en 20 países, y de una segunda jornada en octubre de 2013, en la que se desarrollaron más de 250 acciones en 30 países. La cita de Nueva York llegaba así en vísperas del tercer Global Frackdown que tuvo lugar el 11 de octubre de este año.

¿Capitalismo verde o justicia ambiental?

La manifestación del día 21 fue organizada por una amplio abanico de grupos entre los cuales cogieron preeminencia las grandes ONGs más institucionales y más ligadas al establishment, destacando el peso del movimiento 350.org. Al mismo tiempo la organización Avaaz, de amplísimos recursos económicos obtenidos mediante donaciones y que se define como una «organización cívica global», financió por su cuenta anuncios propagandísticos de la manifestación en el metro de Nueva York, con lemas que trivializaban el contenido de la protestas (¿Qué atrae a hipsters y banqueros en la misma manifestación?) y estaban destinados a buscar las simpatías de las clases medias altas (Rugh, 2014). Varios líderes políticos como Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, la apoyaron, e incluso Obama envió un tweet expresando sus simpatías. No es extraño, pues, que todo el proceso preparatorio reflejara importantes tensiones entre grupos activistas de base y por la justicia ambiental, de un lado, y algunas grandes ONGs y organizaciones comunitarias y barriales por el otro. Todo ello levantó varias críticas de diversos autores y activistas ecologistas, como Hedges (2014), que consideraron que la marcha estaba dominada por partidarios de un «ecologismo liberal» favorable a las políticas del capitalismo y la economía verde y que, más que una acción de protesta, en realidad corría el riesgo de ser instrumentalizada por la administración norteamericana.

Este tipo de críticas señalaron problemas reales de la People’s Climate March, pero sería un error considerar que ésta estuvo dominada por los discursos favorables a la economía verde. Su composición fue muy variada y plural, con una visibilidad relevante de pueblos indígenas y comunidades empobrecidas (Manahan, 2014). Decenas de pequeños cortejos de luchas y campañas locales y sectoriales poblaron la protesta que, bajo el leitmotiv general de combatir el cambio climático, ofreció una plataforma global a luchas concretas (fracking, infraestructuras,…) pero conectadas por el mismo objetivo. La tonalidad general de la manifestación expresaba un peso importante de aquellos grupos que defienden la justicia ambiental y promueven transformaciones sustanciales de la sociedad para combatir el cambio climático. A pesar de la visibilidad externa conseguida por Avaaz, sus eslóganes no fueron los dominantes en la marcha (Bond, 2014; D’amato, 2014). La diversidad de la manifestación fue mucho más allá de los eslóganes pro-capitalismo verde de las organizaciones ligadas al Partido Demócrata y a la política «oficial».

Las controversias suscitadas en torno a la marcha plantearon la cuestión clave de la política de alianzas, la composición y las demandas del movimiento. Aquí aparece un doble error simétrico en términos estratégicos. Por un lado, una visión estrecha en la construcción del movimiento, que rechaza una política de alianzas amplia con las grandes ONGs y los grupos ecologistas más institucionales y empuja hacia la construcción de un movimiento minoritario, con propuestas sólidas de cambio eco-social y de transformación del actual modelo económico, pero con poca capacidad para llegar a amplias capas de la población. Por el otro, las posiciones de grandes organizaciones como Avaaz que sugieren una alianza entre ecologistas y banqueros en favor de una salida de interés mutuo hacia un capitalismo verde, que toma por aliados a quienes son en realidad responsables de la crisis climática (Bond, 2014).

Finalmente, como ya pasó durante los años de auge del movimiento «antiglobalización» tras la cumbre de la OMC en Seattle en 1999, aparecieron debates sobre la articulación entre la manifestación «tradicional» (es decir una manifestación convocada legalmente, que transcurre por cauces previstos y con un contenido reivindicativo y festivo a la vez) y las acciones directas no violentas de desobediencia civil impulsadas por Flood Wall Street como el bloqueo del centro de Wall Street. Algunos detractores de la People’s Climate March como Hedges (2014), contrapusieron la manifestación principal del día 21 con la acción directa del día siguiente impulsada por Flood Wall Street, considerando la primera como un carnaval bastante inocuo y la segunda como expresión de un genuino movimiento de cambio social y ecológico.

Este tipo de visión es estratégicamente reduccionista, pues más que ver ambas protestas como contrapuestas sería mejor considerarlas complementarias como, de hecho, hicieron los organizadores de Flood Wall Street. La acción directa minoritaria desconectada de las grandes movilizaciones de masas tiene poco impacto, es fácilmente criminalizable y aislable (Nayeri, 2014). En cambio, la combinación de amplias movilizaciones de masas con acciones de desobediencia civil permite desarrollar movimientos de protesta sólidos, arraigados y a la vez desafiantes y con impacto mediático. Los mejores momentos del movimiento antiglobalización y sus grandes citas en Seattle o Génova (por citar algunas) partieron precisamente de esta complementariedad de tácticas (Antentas y Vivas, 2009). A veces, además, detrás de las formas de protesta convencionales y de desobediencia civil aparece una confusión entre las estrategias de luchas y el contenido programático concreto de las mismas, asociando erróneamente la acción directa con propuestas de transformación social profunda y las manifestaciones de masas tradicionales como sinónimas de demandas superficiales, cuando en realidad esto no es así: la radicalidad entre las formas de lucha no siempre implica radicalidad en los contenidos y viceversa.

Dilemas para el futuro

Como en la movilización de Copenhague en 2009, el éxito de la protesta de Nueva York plantea varios retos. Primero, mantener un movimiento amplio y plural en el que las posiciones más consecuentes en favor de un cambio de sistema vayan ganando peso por encima de los partidarios del «capitalismo verde» (La Botz, 2014). Segundo, articular de forma sostenida en el día a día un movimiento internacional por la justicia climática y ambiental que, más allá de los «tiempos-fuertes» de la movilización (durante las cumbres internacionales de la ONU), pueda facilitar las confluencias de las múltiples luchas ecologistas existentes. Tercero, enlazar la lucha contra el cambio climático con la búsqueda de una salida global a la presente crisis de civilización, que permita una confluencia de perspectivas entre los partidarios de la justicia ambiental y los movimientos de oposición a los recortes y los planes de austeridad, en favor de una verdadera «revolución epocal» (Bellamy Foster, 2013), es decir, de un cambio real de modelo económico y social.

Referencias

Antentas, Josep M y Vivas, Esther. (2009). Resistencias Globales. Madrid: Editorial Popular. Bellamy Foster, John (2013), «The Epochal Crisis », Monthly Review 65 (5)

Bond, Patrick (2014), «Climate justice gets a new lease on life», Climate and Capitalism. 25 de Septiembre, http://climateandcapitalism.com/2014/09/25/climate-justice-gets-new-lease-life/ ate and Capitalism.

D’Amato, Paul (2014), «Against the climate march cynics», Socialist Worker. 25 de Septiembre, http://socialistworker.org/2014/09/25/against-the-climate-march-cynics

Global Labour Institute (2014), Pipe dreams? Jobs Gained, Jobs Lost by the Construction of Keystone XL. Cornell: Cornell University.

Hedges, Chris (2014), «The Last Gasp of Climate Change Liberals», TruthDig, 31 de Agosto, http://www.truthdig.com/report/item/the_last_gasp_of_climate_change_liberals_ 20140831

La Botz, Dan (2014), «Climate Convergence Moves Us Forward, but Challenges Us to Create a Strategy», New Politics, 24 de Septiembre, http://newpol.org/content/climate-convergence-moves-us-forward-challenges-us-create-strategy

Nayeri, Kamran (2014), «Moving Forward After the People’s Climate March», The Bullet-Socialist Project.

Rugh, Peter (2014), «After the People’s Climate March, it is time to demand more», Climate and Capitalism, 29 de Septiembre, http://climateandcapitalism.com/2014/09/29/peoples-climate-march-time-demand/

Ward, Brian (2014), «Getting justice into the pipeline», SocialistWorker, 28 de Agosto, http://socialistworker.org/2014/08/28/getting-justice-into-the-pipeline.

[*] Profesor del Departamento de Sociología de la UAB y miembro del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT)-Institut d’Estudis del Treball (IET) (josepmaria.antentas@uab.cat)

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