Marien González-Hidalgo[1], Martín Fonk[2] y Gabriela Toledo[3]

 

En el año 2011, las exportaciones forestales de Chile supusieron más de 5 mil millones de dólares, constituidas principalmente por astillas, papel y madera aserrada (INFOR, 2012). Esta generación de capital económico es posible gracias a más de 2 millones de hectáreas de plantaciones forestales, principalmente de Pinus Radiata y Eucaliptus Globulus, que ocupan las regiones del Centro y Sur del país. Este sistema de desarrollo forestal, basado en plantaciones exóticas privadas, fue impulsado durante la dictadura militar a través de la promulgación del Decreto Ley 701 de Fomento Forestal, en 1974. El DL 701 ha supuesto importantes incentivos para grandes empresas forestales, como son los holdings de los grupos Arauco, CMPC y Masisa, que en 2007 acumulaban un 62% de las exportaciones forestales (Fundación Sol, 2007). Estos tres grupos dominan toda la cadena de producción y comercialización y expanden sus negocios en otros países latinoamericanos como Argentina, Brasil, Perú y México, entre otros. Todo esto para poder sostener las necesidades de pulpa de papel y madera de China, Estados Unidos o Japón, principalmente.

Impactos socioambientales del modelo forestal en Chile

Los impactos de la industria forestal a base de plantaciones han sido documentados por numerosos colectivos y comunidades (WRM, 2004) y el caso chileno no es una excepción (Frêne y Núñez, 2010). A escala regional y local, la entrada y permanencia de la industria forestal ha supuesto grandes transformaciones territoriales y socioambientales, siendo una de las principales causas de sustitución de bosque nativo (Echeverría et al., 2006). A pesar de las promesas de «desarrollo» para las comunidades, la industria extractiva forestal en Chile no ha conseguido el desarrollo que prometía. En particular, las cuatro regiones con mayor desarrollo forestal tienen los Índices de Desarrollo Humano más bajos (PNUD, 2008) y las comunas con principal actividad productiva, la forestal, en las regiones de la Araucanía y el Biobío, tienen un alto índice de pobreza, alcanzando el 26% (162.137 personas), casi el doble del promedio nacional (RIMISP, 2010 en Frêne y Núñez, 2010). Las plantaciones forestales en Chile son principalmente rechazadas por colectivos Mapuche (el mayor grupo indígena del país) por asentarse en sus territorios ancestrales, y las comunidades campesinas alertan también de impactos en su soberanía alimentaria, como el acceso a productos forestales no madereros y calidad y cantidad de agua  (Armesto et al., 2001). Así mismo, varios colectivos ecologistas denuncian las malas prácticas de las empresas, como la tala rasa, la substitución de bosque nativo por plantaciones y los impactos ambientales de las plantas de celulosa.

¿Qué había antes de las plantaciones?

Donde ahora domina el monocultivo, hubo antes bosque nativo, con especies del bosque templado como las del género Nothofagus (hualle, raulí, coigüe, lenga) y otras destacadas como la  Araucaria (pehuén) y el canelo (Drimys winteri). Sin embargo, en algunos lugares, antes de la llegada de las plantaciones forestales, las sucesivas colonizaciones desde países europeos transformaron el paisaje, siendo estos dominados por el cultivo de trigo y la ganadería extensiva (Armesto et al., 1994). La alta degradación de algunos suelos por estas prácticas fue utilizada para justificar las plantaciones en pos de la recuperación de los suelos. En 1998, el D.L. 701 fue modificado restringiendo los incentivos a plantaciones solo a pequeños y medianos propietarios. Esta medida fue impulsada como motor de desarrollo económico de las personas en dichos territorios. Sin embargo, su contribución al desarrollo económico es cuestionada y está siendo actualmente evaluada, mientras en el congreso se está discutiendo su prolongación por 40 años más. ¿Quieren los pequeños propietarios más plantaciones forestales? ¿Cómo se viven las relaciones con las plantaciones y con el bosque nativo? En este artículo reflexionamos a partir de la experiencia de terreno en Septiembre de 2013, en las comunas de Contulmo (Región del Biobío) y Nueva Imperial (Región de la Araucanía), donde  pudimos conversar y compartir prácticas con varios pequeños propietarios/as de bosques nativos y bosques mixtos.

¿Quién permanece en los territorios?

Recorrer los territorios plantados con grandes extensiones de pinos y eucaliptos es encontrarse con la ausencia de las personas que decidieron marchar: entre otros factores, el monocultivo forestal, en su avance, ha implicado la emigración hacia zonas urbanas (Melo et al., 2006). Por un lado, están quienes han vendido sus terrenos a las forestales en el intento por mejorar su calidad de vida, existiendo casos de pequeños propietarios forestales que marchan a vivir a la ciudad desde donde cobrar las rentas que les proporciona la plantación. Por otro, principalmente las personas jóvenes, que ante la escasez de posibilidades locales, marchan a estudiar o a buscar trabajo. Así, quien se queda en el territorio, lo hace de manera consciente a pesar de que no expresen una vida fácil.

En general, frente al éxito con que se reporta el desarrollo forestal en Chile -afirmación que ha sido corroborado por pequeños propietarios que relacionan dicho fenómeno con la entrada de ingresos a las localidades-, existen propietarios forestales que, desde otro punto de vista, expresan estar en una situación de vulnerabilidad. Esta última perspectiva supone que la permanencia (o resistencia en algunos casos) en el territorio, a pesar de  las transformaciones productivas, se desarrolle a través de prácticas relacionadas a la autodependencia o autonomía ecológica. Así mismo, las personas que permanecen mantienen sus prácticas culturales. En este sentido, el “progreso” no ha modificado sustancialmente la forma de sustento en los territorios (aunque sí la de quienes se marcharon) y las formas de permanecer son diversas: ganadería, huerta, bosque nativo y exótico, entre otros, permiten cierta capacidad de autonomía o autodependencia a quienes permanecen.

Foto 1: Vista de plantación forestal desde comunidad mapuche en Región de Biobío.

Foto 1: Vista de plantación forestal desde comunidad mapuche en Región de Biobío.

El bosque nativo como seña de autonomía material y simbólica

Autonomía alimentaria

En contraste con las especies exóticas, que solo proporcionan madera (para autoconsumo en caso de bosques mixtos o para la venta a las empresas forestales), el bosque nativo es fuente de recursos forestales no madereros. Destacan los frutos, como el piñón de araucaria (Araucaria araucana), la avellana (Gevuina avellana) y la murtilla (Ugni molinae), y los hongos como los digüeñes (Cyttaria sp) o los changles (Clavaria coralloides), que los pequeños propietarios forestales consumen directamente o con procesamientos sencillos (Tacón, 2004).

Asimismo, el bosque nativo proporciona gran variedad de plantas medicinales que amplían la autonomía también a los ámbitos del autocuidado y de la salud. Ejemplos son el boldo (Peumus boldus), salvia (Satureja multiflora), pingo-pingo (Ephedra chilensis), natre (Solanum ligustrinum), palqui (Cestrum parqui) o el quinchamalí (Quinchamalium chilense). Aunque la recolección con fines de intercambio fue una importante actividad económica en el pasado, en la actualidad muchos pequeños propietarios forestales consideran la recolección de estos productos como de autoabastecimiento, incorporándolos a su dieta (ver foto 2). Varias personas alertan de la disminución de hongos y miel debido al deterioro de las condiciones ambientales.

Foto 2: Digüeñes (Cyttaria espinosae) sobre un hualle (Nothofagus obliqua) y posterior comida.

Foto 2: Digüeñes (Cyttaria espinosae) sobre un hualle (Nothofagus obliqua) y posterior comida.

Autonomía forestal

Entre los pequeños propietarios forestales encontramos perfiles diversos: chilenos y mapuches, que mantienen solo bosque nativo, bosques mixtos (con especies nativas y exóticas), o pequeñas propiedades de plantación. En el caso de los dos primeros, postulamos que la separación entre autonomía alimentaria y forestal no existe, ya que la presencia de bosque nativo rompe la dicotomía agricultura-forestal-ganadería. Sin embargo, existen propietarios que, teniendo parte o la totalidad de sus tierras con plantación forestal, comentaban su escasa rentabilidad. Durante varios años, la promoción de plantación de exóticas fue directa, desde organismos estatales como la Corporación Nacional Forestal (CONAF) regalando plántulas de Pino y Eucalipto a los pequeños y medianos propietarios. Ahora,  algunos de los propietarios se sienten, a pesar de ser cómplices, también engañados: el pino y el eucalipto proporcionan ganancias en unos márgenes de 10-15 años, y los beneficios recibidos dependen de los valores de los productos madereros en los mercados. Reconocen haber sido seducidos por la ganancia a corto plazo, así como también por los servicios que las forestales han proporcionado, sustituyendo al Estado en proporcionar servicios públicos, como la restauración de caminos rurales. Además, denuncian una dependencia y vulnerabilidad ante el poder de las empresas forestales, que dominan varios de los rubros locales. Así, en el caso de los propietarios de bosques mixtos, las especies exóticas se ven como una entrada adicional de dinero, pero con costos asociados visibles: la bajada de la cantidad de agua de arroyos y ríos es constantemente nombrada como el impacto más visible de las plantaciones debido a la gran necesidad de agua de dichas especies, especialmente del eucalipto. Los bosques mixtos mantenidos por pequeños propietarios forestales tienen un menor impacto ambiental, puesto que son cultivados sin fumigaciones y permiten la coexistencia con otras especies como el maqui (Aristotelia chilensis) y pequeños matorrales para el alimento de los animales. Además, la  diversidad de maderas permite usos variados como leña, construcción de casas o pequeños trabajos de carpintería.

Así, frente a la consideración del bosque nativo como espacio de desorden que no permite el desarrollo de procesos productivos, las prácticas de los pequeños propietarios forestales dependen del bosque nativo, a la vez que mantienen su existencia.

Foto 3: Bosque mixto, hualles (Nothofagus obliqua) colindando con una plantación de Pinus Radiata.

Foto 3: Bosque mixto, hualles (Nothofagus obliqua) colindando con una plantación de Pinus Radiata.

Autonomía territorial

La relación con lo nativo se acrecienta en pequeños propietarios forestales mapuches. En los procesos de transformación forestal descritos y sus consecuencias, destaca un apego por la tierra y sus frutos, lo cual está íntimamente relacionado a su cosmovisión. Las reivindicaciones del pueblo Mapuche por la ocupación de las forestales de territorios ancestrales son históricas y contemplan una gran complejidad que acá no podemos cubrir (Catalán y Ramos, 1999). Existen comunidades Mapuche en conflicto activo con las forestales, otras en conflicto pasivo o latente, así como comunidades que han permitido el paso de las forestales e incluso trabajan para ellas (Carrasco, 2011).

La importancia de la tierra (Mapu) para la cultura mapuche es directa, al ser un pueblo campesino. Además, Lemu, el bosque es fundamental en la construcción de la identidad cultural Mapuche, ya que la biodiversidad presente en los ecosistemas es asociada a las fuerzas y espíritus (Newen) del bosque y, además, a las generaciones que lo han conservado y a las futuras que lo usarán (Catalán y Wilken, 2006). Relación que emerge, tanto a través de rituales como en usos cotidiano (recolección de plantas medicinales), siendo central una posición ética de respeto hacia éste. Por tanto, las comunidades Mapuche que mantienen o reaprenden  la vinculación con el bosque nativo, lo hacen desde lo material (cohabitando con la agricultura y pequeña silvicultura) y lo simbólico (como sustento de cultura e identidad).

Sin embargo, la cultura Mapuche, costumbres, idioma y relación con el bosque nativo,  se han ido perdiendo de manera forzada desde el inicio de las colonizaciones. En la historia reciente,  la estructura político-económica del Estado chileno no ha contribuido, como se ha demostrado en su tardanza, en la ratificación del Convenio 169 de la OIT (en 2007) al respeto de los derechos de los pueblos indígenas.

El modelo foestal hoy: necesario debate

Hasta acá, hemos revisado la diversidad de razones, prácticas o sueños por los que las personas permanecen en territorios de donde las especies exóticas empujan a expulsarles. En todas hay una necesidad, una búsqueda de autonomía de sus medios de subsistencia y desarrollo (no únicamente económico), un intento por independizarse de un modelo forestal que no les favorece. Esto se hace desde la biodiversidad, material y simbólica.

En el contexto actual, en que se plantea la continuidad del Decreto Ley 701, Chile necesita distinguir entre políticas forestales y políticas de fomento forestal, entre plantaciones y bosque nativo, y entender y respetar las identidades campesinas, forestales e indígenas. Esto sólo puede ser posible si los intereses de las grandes empresas se mantienen al margen de las definiciones de qué tipo de desarrollo rural-forestal, a medio y largo plazo, necesitan las comunidades[4].

Agradecimientos



Esta investigación se ha realizado con el apoyo del Programa “Personas” (Acciones Marie Curie) del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea FP7/2007-2013 bajo el acuerdo REA “ENTITLE. European Network of Political Ecology (PITN-GA-2011-289374).

Referencias

ARMESTO, Juan J., VILLAGRÁN, Carolina, DONOSO, Claudio, “Desde la era glacial a la industrial: La historia del bosque templado chileno”, Ambiente y Desarrollo 10 (1), 1994, p. 66-72.

ARMESTO, Juan J., RAMIREZ-SMITH, Cecilia, ROZZI, Ricardo, “Conservation strategies for biodiversity and indigenous people in Chilean forest ecosystems”, Journal of the Royal Society of New Zealand, 31(4), 2001, p. 865–877.

CATALÁN, Rodrigo, RAMOS, Ruperto, Pueblo mapuche, bosque nativo y plantaciones forestales : las causas subyacentes de la deforestación en el Sur de Chile (1a ed.), Ediciones Universidad Católica de Temuco, Temuco, Chile, 1999.

CATALÁN, Rodrigo, WILKEN, Petra, KANDZIOR, Angelika, TECKLIN, David, BURSHEL, Heinrich, Bosques y Comunidades Del Sur de Chile, Editorial Universitaria, 2006, p. 359.

CARRASCO, Noelia, “Trayectoria de las relaciones entre empresas forestales y comunidades mapuche en Chile”, Polis, 31, 2011.

ECHEVERRÍA, Cristian, COOMES, David, SALAS, Javier, REY-BENAYAS, José M., LARA, Antonio.,  NEWTON, Adrián, “Rapid  deforestation and fragmentation of Chilean Temperate Forests”. Biological Conservation, 130(4), 2006, p. 481-494.

FRÊNE, Cristián, NÚÑEZ, Mariela, “Hacia un nuevo Modelo Forestal en Chile”. Revista Bosque Nativo 47, 2010, p. 25–35.

Fundación Sol, 2007, “Informe Industria Forestal”, Cuadernos de Investigación 3. http://www.fundacionsol.cl/

INFOR,  “El sector forestal chileno 2012”, 2013, www.infor.cl

MELO, Óscar, FOSTER, William, ANRIQUEZ, Gustavo, “Patrones de Migración Interna en Chile”,  Departamento de Economía Agraria, Revista Agronomía y Forestal, Universidad Católica, 2006.

PNUD, “Desarrollo Humano en Chile Rural», Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 2008.

TACÓN, Alberto, “Manual de productos forestales no madereros”, Programa de Fomento para la Conservación de Tierras Privadas de la Décima Región, Proyecto CIPMA-FMAM, 2004.

WRM, “Las plantaciones no son bosques”, World Rainforest Movement, 2004.

[1] Autora principal, Departamento de Geografía, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile, ENTITLE (mariengonzalez@uchilefau.cl)
[2] Pontificia Universidad Católica de Chile (mfonck1@uc.cl)
[3] Departamento de Economía Agraria, Pontificia Universidad Católica de Chile (gtoledor@uc.cl)
[4] Para ampliar información: (http://www.bosquenativo.cl/), (http://mapuexpress.org/), (http://politicalecology.eu/)

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