Betty Oyugui*

 

LOS ORÍGENES DEL GREEN BELT MOVEMENT (GBM)

Esta organización fue creada en 1977 por la profesora Wangari Maathai, bajo los auspicios del Maendeleo Ya Wanawake (Consejo Nacional de Mujeres de Kenya).

El GBM (Movimiento Cinturón Verde) es una entidad no gubernamental de base, con sede en Kenya y centrada en la protección del medio ambiente y en la capacitación y el desarrollo comunitarios.

Los orígenes de esta gran organización se remontan al 5 de junio de 1976, Día Mundial del Medio Ambiente, cuando la profesora Wangari Maathai, que obtendría el Premio Nobel de la Paz en 2004, bajo los auspicios del Consejo Nacional de Mujeres de Kenya (entonces llamado Maendeleo Ya Wanawake) plantó simbólicamente siete retoños de árbol en la zona de Kamkunji, en las afueras de la ciudad de Nairobi. Estos retoños rendían homenaje a dos mujeres y cinco hombres por las diversas y significativas contribuciones que cada uno había hecho a la comunidad en el transcurso de sus vidas.

Aunque tan sólo han sobrevivido dos de los siete árboles, éstos no sólo representan el legado del GBM sino que además proporcionan sombra a varios pequeños empresarios, en lo que hoy es uno de los mercados más activos de Nairobi.

CÓMO SE DESARROLLÓ

Dos meses después de aquella plantada, el país era anfitrión de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desertificación y se establecía el Consejo Nacional de Mujeres de Kenya (NCWK).

Paralelamente a la Conferencia, se desarrolló una intensa campaña para sensibilizar a la opinión pública sobre los peligros de la desertificación y la necesidad de pasar a la acción desde lo individual.

Bajo el lema «Salvar la tierra Harambee» pretendía alcanzar la meta de plantar quince millones de árboles; en esa época Kenya tenía quince millones de habitantes. La llamada movilizadora era «Un kenyano, un árbol». «Salvar la tierra Harambee» marcó el origen del GBM después que la campa- ña adaptase esta denominación.

Humilde como su propio origen, el GBM simplemente pretendía «engalanar el país con cinturones de árboles». Tres décadas después, el GBM tiene unos 4.000 viveros distribuidos por todo el país, al menos 600 redes de enlace e involucra a unas 200.000 familias coordinadas mediante 56 secciones.

La aspiración del GBM es crear una sociedad de personas que trabajan conscientemente a favor de la mejora permanente de su entorno natural y de un país más verde y más limpio. Su misión es favorecer la sensibilización comunitaria en pos de mayor autodeterminación, equidad, una subsistencia más estable y la protección del medio ambiente. El movimiento se guía por valores como el voluntarismo, el amor por el entorno natural, la predisposición al automejoramiento, la rendición de cuentas y la transparencia.

El GBM Kenya ha utilizado la plantación de árboles para concretar su visión y su misión en varios distritos nacionales: Bungoma, Embu, Kisii, Machakos, Maragua, Muranga, Meru, Nyeri, Nyanza del Sur y Trans Nzoia.

Pese a que la plantación de árboles siempre ha sido la actividad central, los programas del GBM se han ido ampliando hasta incluir la promoción de variedades autóctonas, la educación cívica, el apoyo a campañas ciudadanas, la seguridad alimentaria, los ecosafaris por los cinturones verdes y las actividades sobre «mujeres y cambio».

A través de tales proyectos, el GBM Kenya ha logrado aumentar la conciencia medioambiental de la población, promover el voluntariado y la conservación de la biodiversidad local, la potenciación personal, el desarrollo comunitario y la rendición de cuentas.

Desde un principio, deposité mi fe en las mujeres campesinas de Kenya y ellas han sido un factor esencial en el éxito del Movimiento Cinturón Verde.

Mediante un método tan práctico como el de criar y plantar árboles, las mujeres han comprobado que tienen opciones reales a la hora de decidir si van a proteger y restaurar su propio entorno o si van a dejar que se destruya.

En el proceso educativo que se inicia cuando alguien se incorpora al GBM, las mujeres han tomado consciencia de que plantar árboles o salvar a las selvas de la tala es parte de una misión mucho más ambiciosa: crear una sociedad que respete la democracia, la decencia, el cumplimiento de la ley, los derechos humanos y los derechos de la mujer.

Las mujeres asumen también papeles de liderazgo, ya sea administrando los viveros, trabajando con los reforestadores, planificando y poniendo en práctica proyectos comunitarios para la recolección de agua potable y de seguridad alimentaria. Todas estas experiencias contribuyen a que desarrollen una mayor confianza en sí mismas y se sientan con más poder a la hora de decidir qué sentido dar a sus vidas.

El reto consiste ahora en lograr que quienes nos gobiernan pongan en práctica unas normas de verdadero buen gobierno, para conseguir que nuestro pueblo salga de la pobreza, evite los conflictos, se incorpore al espacio democrático e inicie un proceso de desarrollo por la senda ecológicamente adecuada.

Hemos tendido a depender demasiado de la ayuda exterior, a esperar asistencia y criticar a quienes no nos ayudasen. Pero también desafío a nuestros líderes, especialmente porque soy una de ellos, a crear un ambiente que haga posible que nuestros amigos nos ayuden y que contribuya a que nos ayudemos a nosotros mismos en África; se trata de hacer ese apoyo, crear esa base y que tenga la suficiente amplitud para que se beneficie la mayor cantidad de gente posible.

Con la financiación inicial del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNEP), el GBM creó la Red Verde Panafricana, que brinda una plataforma para la vinculación con organizaciones ecologistas afines de toda África. A través de esta Red, el GBM capacitó a 55 líderes comunitarios de quince países africanos, para que desarrollasen sus propios programas de plantación de árboles y fomentasen la organización comunitaria de base.

El GBM es también miembro fundador de la Red para la Biodiversidad de África, una organización informal de unos trescientos africanos comprometidos en promover la conservación, el desarrollo sostenible y la protección de los conocimientos y culturas indígenas.

También se ha creado el GBM Internacional (GBMI), para divulgar y compartir las experiencias del GBM. No obstante, el reto continúa siendo que África sigue padeciendo la deforestación y el aumento de la pobreza.

No ignoramos que hay muchas y muy buenas experiencias prácticas en África, llevadas a cabo por gobiernos y por organizaciones de la sociedad civil. Es imprescindible que tales experiencias se multipliquen, para ampliar nuestra influencia y efectividad.

El GBMI nos brinda esa posibilidad. Nuestros logros son compartidos, conseguidos por miles de kenyanos con el apoyo de colaboradores y amigos de todo el mundo.

LA SITUACIÓN ACTUAL

Desde sus inicios en 1976, el GBM ha plantado más de treinta millones de árboles por toda Kenya, ha capacitado a más de 30.000 mujeres en forestación, procesamiento de alimentos, apicultura y otros oficios que las ayuden a obtener ingresos al mismo tiempo que preservan sus tierras y recursos naturales. Mediante el GBM las comunidades kenyanas han sido educadas en la prevención y reducción de la destrucción ambiental, así como en la recuperación de las zonas que habían sido dañadas.

En 1989 el GBM lanzó una campaña de protesta contra intereses empresariales vinculados al entonces presidente Daniel Arap Moi, que pretendían convertir el hermoso Uhuru Park, en el corazón de Nairobi, en un complejo comercial de 60 plantas. El GBM ganó la batalla por conservar el parque. En 1991, una protesta similar logró salvar los Jeevanjee Gardens, otro parque en el centro de Nairobi donde pretendían construir un aparcamiento de varias plantas.

En 1998 la organización coordinó una cruzada contra la asignación ilegal de partes del Kakura Forest, una zona arbolada de 8 km2 en las afueras de Nairobi que es esencial para el desagüe. Finalmente, en 2003, los dirigentes del recientemente electo NARC se comprometieron a mantenerlo como patrimonio del país.

La lucha del GBM por los recursos naturales de Kenya ha tenido un alto precio. Por ejemplo, las campañas por el Uhuru Park y los Jeevanjee Gardens le costaron al GBM el allanamiento y cierre de sus oficinas y que la encarcelasen en dos ocasiones por órdenes del gobierno de entonces. El caso más notorio fue el brutal ataque a bastonazos de la Policía de Kenya, en 1992, cuando encabezaba una protesta pacífica contra el encarcelamiento de varios militantes ecologistas y políticos. Todos estos ataques han pretendido impedir el crecimiento del movimiento, pero sólo han logrado que el GBM se recobrase orgullosamente una y otra vez.

Al recibir la noticia de haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2004, Wangai Maathai dijo:

Es evidente que se libran muchas guerras por recursos que cada vez se vuelven más escasos. Si conservásemos mejor nuestros recursos, las guerras por su control no ocurrirían… por ello, la protección del medio ambiente mundial está directamente relacionada con el afianzamiento de la paz… aquellos de nosotros que comprendemos el complejo concepto de medio ambiente tenemos la obligación de actuar. No debemos desfallecer, no debemos abandonar, debemos perseverar.

* The Green Belt Movement, Responsable de Comunicación.

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