Entrevista realizada por Errol Schweizer

Traducción al español por Ángelo Ponciano

 

Errol Schweizer (ES): ¿Qué es el movimiento por la Justicia Ambiental?

Robert Bullard (RB): El movimiento por la Justicia Ambiental ha redefinido las temáticas del ambientalismo. Bá- sicamente dice que el medio ambiente es todo: donde trabajamos, jugamos, vamos a la escuela, así como el mundo natural. También establece que no podemos separar el medio ambiente del medio cultural. Hemos de asegurar que la justicia se integra a través de todo lo que hacemos.

El movimiento por la Justicia Ambiental se enfrenta a las inequidades derivadas de los asentamientos humanos, de la ubicación de instalaciones industriales y del desarrollo industrial. Durante los pasados veinte años, nuestra tarea ha consistido en educar y asesorar a colectivos ciudadanos para que se organizasen y movilizasen, instándoles a hacerse responsables de sus vidas, sus comunidades y su entorno natural. Pretendemos ayudar a corregir los desequilibrios de poder, la falta de derechos políticos ciudadanos y promover un uso de los recursos que pueda crear modelos sociales saludables, habitables y sostenibles.

ES: ¿Cómo se han organizado los grupos para la Justicia Ambiental?

RB: En la mayoría de los casos, muchos de los peque- ños grupos de base operan según un modelo de abajo hacia arriba. No tienen un consejo directivo ni grandes presupuestos ni equipos numerosos, sino que funcionan con la idea de que cada uno tiene un papel que cumplir y que en eso todos somos iguales. Los grupos para la Justicia Ambiental son más igualitarios, la mayoría está coordinado por mujeres y son sumamente democráticos. No es que sean perfectos, pero se basan en la idea de que el poder reside en todos nosotros y que, cuando actuamos como un colectivo, es cuando más poderosos somos y avanzamos como una unidad, como un cuerpo y no necesariamente con una jerarquía que nos guíe. Pero creo que todo esto se da cuando se tiene un tema que pueda movilizar, organizar y crear, un catalizador que reúne a miles de personas en un lugar diciendo «esto es lo que queremos y no vamos a retroceder hasta que lo consigamos».

Creo que es allí donde el movimiento por la justicia ambiental demuestra que es un movimiento de base de gente común, que no se considera a sí misma ecologista, pero que está tan preocupada por el medio ambiente como lo podría estar un asociado al Sierra Club o a la Audubon Society.

ES: ¿Qué papel ha tenido la cuestión racial en la ubicación de instalaciones tóxicas en este país?

RB: La raza continúa siendo un elemento clave para predecir dónde nos hallaremos con una LULU (Locally Unwanted Land Uses – Utilizaciones de la tierra localmente indeseados). Mucha gente se lo atribuye a un concepto de clase, pero raza y clase están entrelazados. Puesto que la sociedad es tan racista y el racismo incide sobre todas las instituciones: empleo, vivienda, educación, ubicación de industrias o decisiones sobre el uso de la tierra, no se puede descartar la discriminación racial de las decisiones que toman quienes están en el poder, ya que las reglas del poder no son igualitarias. Cuando hablamos de la institución del racismo existente en las políticas ambientales, la imposición de las leyes, el uso de la tierra, la zonificación o cosas similares, todo eso es parte del medio ambiente y debemos asegurarnos que nuestros hermanos y hermanas de los grupos ecologistas comprendan que es de eso que estamos hablando.

La Justicia Ambiental no es un programa social, no es sólo acciones afirmativas, trata de la justicia y hasta que no logremos justicia en la protección ambiental, justicia en términos de cumplimiento de las regulaciones, no comenzaremos a hablar de desarrollo sostenible o cuestiones de sostenibilidad. Muchos de los grupos que intentan abordar esos temas sin considerar la cuestión racial pueden estar engañándose a sí mismos. (bparlay.com) No es posible que hablemos sobre lo que está pasando a lo largo de la frontera entre EE UU y México, sobre las colonias y las maquilas, sobre la devastación que asola toda la región fronteriza, las condiciones sanitarias de los niños y los trabajadores, y no seamos capaces de comprender que todo eso está relacionado con nuestros patrones de consumo, con la conducta consumista y con quienes tienen más dinero para consumir más. Son cuestiones que pueden resultar impopulares cuando vamos a una reunión y hablamos de ellas, pero creo que es así como el movimiento para la justicia ambiental logra poner esos temas sobre la mesa y consigue que cada vez más gente comience a pensar en cómo afrontar las disparidades e inequidades y la posición de privilegio que alguna gente disfruta por el simple hecho de haber nacido con un cierto color de piel. Es allí donde la justicia entra en escena.

Pero las cuestiones de racismo ambiental y justicia ambiental no sólo afectan a la gente de color. También nos afectan las inequidades en los Apalaches, por ejemplo, donde los blancos son las víctimas porque no tienen influencia econó- mica y política, porque carecen de una voz para decir ‘no’ y eso también es injusticia ambiental. Por eso estamos intentando trabajar con grupos de todo el espectro político; demócratas, republicanos, independientes, en las reservas indí- genas, en los barrios latinos, en los guetos, en la frontera e internacionalmente, para lograr hacer frente a esas cuestiones de una manera integradora.

ES: ¿Cómo planteáis estos temas a la gente cuando intentáis organizaros en comunidades de bajos ingresos y políticamente desfavorecidas, especialmente comunidades con pocos espacios abiertos y acceso muy limitado a zonas naturales?

RB: Ante todo, debemos comenzar tempranamente. Tenemos que hacer entender a los jóvenes que tienen derecho a acceder a espacios abiertos, espacios verdes, parques, el exterior, y oponerse a quienes pretenden que vivan en áreas donde el único parque es una pista de baloncesto sin red. Debemos ser capaces de transmitir a esa gente la idea de que tienen derecho a acceder a espacios abiertos y verdes; debemos proporcionar fondos para asegurar que adopten esas ideas, llevarlos a conocer el campo, a una zona silvestre, a refugios, reservas naturales, a un parque verdadero, e integrar esa información a nuestras actividades de sensibilización.

Asegurarnos de incorporar eso en vuestros cursos de geografía, de estudios sociales o de ciencias, tener vídeos que podamos mostrar, pero en última instancia el mejor ejemplo que podéis ofrecer es que esos jóvenes vayan a esos lugares y comprueben por sí mismos el valor de la naturaleza.

Si hablamos de la gente de color, los afroamericanos por ejemplo, son personas ligadas a la tierra. Los africanos son gente ligada a la tierra. Los indígenas de América están ligados a la tierra. Hemos sido arrancados de la tierra y ahora nos encontramos en las ciudades, pero eso no quiere decir que hayamos perdido la memoria de lo mucho que la tierra significaba para nosotros, de cómo estamos ligados a la tierra y de cómo toda nuestra existencia estaba basada en la comunidad y en los vínculos con la tierra. Creo que nos hemos distanciado de esa percepción, pero la reintroducción de esos conceptos puede lograrse si hacemos un esfuerzo coordinado para conseguirlo. Si miráis los planes de estudio de educación ambiental comprobaréis que algo de eso se está logrando; incluso se ha integrado la Justicia Ambiental en algunos programas. Seguimos trabajando en eso, pero nos encontramos con una enorme resistencia.

La educación ambiental tradicional sigue siendo la misma que se enseñaba hace cincuenta años y ya no da resultados. No es útil en nuestras comunidades.

ES: ¿Cómo ha abordado el movimiento por la Justicia Ambiental los modelos de producción, la manera en que se fabrican las cosas, así como el hecho de que a la gente se la inunde con productos y desechos?

RB: Bueno, al respecto, se realizó recientemente un encuentro en Detroit sobre producción limpia. Creemos que la producción limpia debe ser un factor importante para el movimiento por la Justicia Ambiental, puesto que si hablamos de cambiar el modo en que se fabrican las cosas y todo lo que implica ese proceso lograríamos evitar muchos dolores de cabeza a las comunidades que están rodeadas de industrias contaminantes. Por lo tanto, si lográsemos limpiar la producción y las comunidades que están en las inmediaciones de esas fábricas, muchos de sus problemas se resolverían de inmediato. Es por eso que nuestro movimiento y la producción limpia van unidas de la mano. Tenemos que asegurarnos que a medida que surgen todos esos nuevos movimientos podamos incorporar la Justicia Ambiental a sus reivindicaciones. Es lo que hemos hecho con el movimiento por una producción limpia.

Entrevista publicada en julio de 1999 en Earth first! Journal (http://www.ejnet.org/ej/bullard.html)

***

Robert Bullard afirma que fue «reclutado» para la Justicia Ambiental mientras trabajaba como sociólogo ambiental en Houston, a finales de los años setenta. Ya entonces, sus investigaciones sobre la ubicación de vertederos en las proximidades de vecindarios de afroamericanos le confirmó la existencia de patrones sistemáticos de injusticia.

A partir de ese momento, Bullard, que es tanto activista como académico, ha sido una de las principales voces a favor de la Justicia Ambiental. En 1991 fue uno de los organizadores de la Primera Cumbre Nacional de Dirigentes Ambientalistas de la Gente de Color, en la cual se establecieron los principios organizativos de la moderna Justicia Ambiental. Posteriormente, Bullard colaboró con la administración Clinton en la redacción de la ejemplar orden ejecutiva que exigía a todas las agencias federales la inclusión de la Justicia Ambiental en sus programas.

Bajo la administración Bush, todos los progresos logrados en la década de 1990 están amenazados; actualmente, hasta la EPA (Agencia para la Protección del Medio Ambiente) de EE UU está trabajando para eliminar las medidas de precaución. Como lo viene haciendo desde hace 25 años, Bullard continúa a la vanguardia de los esfuerzos para mantener los logros obtenidos por la Justicia Ambiental y concienciar a todos los sectores del ecologismo sobre las cuestiones que están en juego.

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