Federica Ravera* e Irene Iniesta Arandia**

Palabras clave: adaptación, conocimiento situado, nueva ecología política feminista, interseccionalidad, pluralismo epistemológico

 

En este artículo sintetizamos algunas de las propuestas feministas que actualmente cuestionan los enfoques de la adaptación al cambio climático. Hasta la fecha, las investigaciones, intervenciones y políticas de adaptación al cambio climático se han centrado en enfoques de gestión tecnocrática basados principalmente en las ciencias naturales (MacGregor, 2009). Esta aproximación no tiene en cuenta que el cambio climático es un objeto de investigación sociopolítico, polifacético y contestado. En efecto, su naturaleza e impactos tienen una dimensión biofísica, pero también son susceptibles de controvertidas interpretaciones culturales y sociales (MacGregor, 2009). Asimismo, las estrategias de adaptación son procesos sociopolíticos que median entre los individuos y los colectivos y su manera de negociar múltiples y concurrentes cambios socioambientales (Eriksen, Nightingale y Eakin, 2015). Por tanto, se ha ignorado el modo en que las narrativas oficiales y las políticas de adaptación ayudan a cambiar o refuerzan las desiguales relaciones de poder existentes en la sociedad, que están en la base de la vulnerabilidad de ciertos grupos frente al cambio climático.

Las perspectivas feministas nos permiten cuestionar la idoneidad de las políticas de adaptación, prácticas y análisis en términos de género ─entendido no como la contraposición binaria de mujeres/hombres, sino como el conjunto de posibilidades personales y sociales que definen las complejas relaciones de poder─ y también en las diferentes epistemologías que informan los enfoques actuales de adaptación al cambio climático. En este artículo hacemos converger perspectivas de estudios feministas de la ciencia y de epistemología crítica (Haraway, 1988) con las nueva ecologías políticas feministas (Elmhirst, 2011), a partir de un enfoque basado en los conceptos del conocimiento situado, las prácticas y las experiencias cotidianas y la interseccionalidad, que ayudan a replantear el debate sobre cambio climático y adaptación.

Los estudios de epistemología crítica feminista han cuestionado la invisibilidad de las dimensiones del género en la construcción de conocimiento científico positivista, absoluto y universal (Haraway, 1988). Por tanto, la baja representación de mujeres y de otras formas de conocimiento, como el conocimiento ecológico local, en investigaciones científicas, y específicamente en estudios ambientales y de cambio climático como tópico dominante de las políticas ambientales hoy en día, es atribuible a que la credibilidad y autoridad en el trabajo científico y tecnológico ha sido enmarcada por discursos masculinos, de control y manejo de la naturaleza ─como en el caso de las previsiones de complejos modelos computarizados de los “2 ºC de objetivo de calentamiento global” y sus medidas tecnológicas y económicas de alcance─ y cooptada por las instituciones que están dominadas por hombres de élite (MacGregor, 2009).

Asimismo, las teorías feministas poscoloniales han enriquecido esta línea argumental, al evidenciar cómo mujeres, poblaciones indígenas y sistemas locales de conocimiento han sido silenciados y marginalizados históricamente en la construcción de presupuestos, narrativas y representaciones sobre el cambio ambiental global (Schnabel, 2014). Convergiendo con estas críticas, las perspectivas de ecología política feminista más recientes también estudian cómo las relaciones de poder desiguales en vulnerabilidad e impactos frente a cambios ambientales globales ─mediadas y coconstituidas a través de dinámicas de género─ han silenciado múltiples conocimientos de las personas más afectadas y marginalizadas por un sistema neoliberal, colonial y patriarcal (Buechler y Hanson, 2015).

Es urgente, entonces, incluir en la agenda del cambio climático una práctica feminista de reflexividad para fomentar la reflexión de los académicos sobre cómo se sitúa y comparte el conocimiento y cómo las relaciones de poder impactan en la investigación, en los investigadores y en la generación y circulación del conocimiento (Mollett y Faria, 2013). En este sentido, y siguiendo la idea de Haraway de “objetividad feminista que se refiere a un conocimiento basado y situado en un específico contexto, parcial, sin trascendencia ni división de sujeto y objeto” (1988, 583), los estudios de ecología política feminista abogan por una integración de formas alternativas de conocimiento en la investigación sobre el cambio climático y por un pluralismo de epistemologías, sensibilidades y metodologías transdisciplinarias. Recientes publicaciones sobre cambio ambiental global han enfatizado la importancia de integrar métodos más cuantitativos con otros cualitativos, como las experiencias cotidianas, las historias de vida y las técnicas etnográficas de exploración de percepciones y conocimientos locales, los métodos visuales y otras formas de arte (véanse ejemplos en Buechler y Hanson, 2015, y Ravera, Iniesta-Arandia et al., 2016). Se trata de metodologías capaces de ir más allá de lo cognitivo, la predicción y la cuantificación, para captar lo moral, espiritual, emocional, estético, afectivo. De este modo, permiten incluir voces y perspectivas múltiples, y a veces contradictorias, sobre el cambio de las condiciones socioambientales y las posibles respuestas adaptativas, interpretando diversos valores, símbolos, percepciones, emociones, relaciones y maneras de conocer en relación con la información producida por las evaluaciones oficiales del clima (expresadas por el IPCC y otros).

Por otra parte, las aproximaciones feministas nos hacen cuestionar los discursos existentes sobre las previsiones de los impactos del cambio climático en la sociedad. Por ejemplo, distintas autoras han puesto de manifiesto que, en la limitada literatura sobre género y cambio climático, cuando se habla de género, normalmente se lo equipara a “mujeres”, así como que estos discursos utilizan estereotipos de género para referirse a las mujeres como grupo homogéneo, bien como víctimas del cambio climático, bien como poderosas fuerzas de cambio (Arora-Jonsson, 2011; Resurrección, 2013; Djoudi et al., 2016). Existen dos temas recurrentes en esta literatura que en realidad no se basan en evidencias empíricas. El primero hace referencia a que las mujeres en el sur global son más vulnerables que los hombres a los cambios ambientales porque representan a las facciones más pobres de entre “los pobres” y tienen una tasa de mortalidad superior en los desastres ambientales. Según el segundo, las mujeres en el norte global contaminan menos que los hombres porque tienen una mayor conciencia ambiental y apoyarían políticas más drásticas para contrarrestar los efectos del cambio climático (Arora-Jonsson, 2011). Para Resurrección (2013), estos discursos suponen una vuelta atrás a los primeros discursos ecofeministas de las décadas de los ochenta y noventa, basados en nociones esencialistas que situaban a las mujeres como más próximas a la naturaleza, y que por lo tanto construían las diferencias de género como innatas y transculturales (Shiva, 1988), o en nociones más materialistas, que justificaban las diferencias de género únicamente por la división universal del trabajo (Agarwal, 1992). Estos discursos, que simplifican las identidades de género al considerarlas fijas y uniformes, se han utilizado para reclamar espacios políticos dentro de la agenda ambiental. En efecto, este “esencialismo estratégico” ha resultado más cómodo para las políticas e instituciones que un enfoque en los impulsores que alimentan las relaciones de poder y las desigualdades estructurales sobre las que se basan las vulnerabilidades y adaptaciones diferenciales (Arora-Jonsson, 2011; Resurrección, 2013).

Imagen 1. Gestión ganadera tradicional realizada por mujeres en el valle de Valdres, Noruega. Autora: Berta Martín-López.

Para poder superar estos discursos y diseñar trayectorias emancipadoras, las nuevas ecologías políticas feministas abogan por un análisis interseccional crítico que tenga en cuenta cómo la capacidad de las personas para lidiar con los distintos impulsores de cambio se relaciona con los distintos ejes identitarios de diferenciación social con los que se cruzan, como el género, la sexualidad, la raza, la edad y la clase social, entre otros (Djoudi et al., 2016; Thompson-Hall et al., 2016). La teoría interseccional tiene su origen en los feminismos negros (Crenshaw, 1991). Estos critican un feminismo que privilegia a las mujeres blancas de clase media y abogan por una visión más compleja de las identidades, no binaria, donde estas se coconstituyen en un determinado espacio y tiempo. Desde esta perspectiva, una persona puede experimentar de manera simultánea opresión y privilegios, y es necesario un análisis complejo del poder, que tenga en cuenta las relaciones de “poder sobre” otras personas, pero también el “poder con” otras personas (Djoudi et al., 2016). Por ejemplo, un reciente estudio de Ravera et al. (2016) sobre estrategias de adaptación al cambio climático en comunidades agrarias del norte de India pone de manifiesto que las mujeres de casta más alta, con altos niveles de educación y clase, tienen mayor capacidad de renegociar sus roles en la toma de decisiones y de desarrollar estrategias proactivas de adaptación, y por lo tanto de disminuir su vulnerabilidad ante la crisis.

Imagen 2. Mujer campesina en las montañas Kumaoni del Himalaya, India. Autor: David Tarrasón.

En conclusión, las aproximaciones feministas nos ayudan a cuestionar los modelos científicos dominantes y las políticas actuales de adaptación al cambio climático al arrojar luz sobre cómo las mujeres y otros grupos marginados pueden ser agentes activos de cambio, colectivamente y desde los márgenes, y construir estrategias emancipadoras. Los estudios de la ciencia feminista replantean la idoneidad de modelos puramente biofísicos para prever las políticas de adaptación y de investigación, mientras que las nuevas ecologías políticas feministas nos obligan a mirar el género desde una perspectiva de relaciones de poder entrelazadas, que pueden complicar los sistemas binarios sobre los que se han construido las actuales políticas y se acercan a las realidades cotidianas sociales.

Agradecimientos

El trabajo de Federica Ravera es financiado por las Ayudas para Contratos Juan de la Cierva-Incorporación, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, España (REF: IJCI-2015-25586).

Bibliografía

Agarwal, B., 1992. “The gender and environment debate: Lessons from India“. Feminist Studies, 11(2), pp. 149-164.

Arora-Jonsson, S., 2011. “Virtue and vulnerability: Discourses on women, gender and climate change“. Global Environmental Change, 21(2), pp. 744-751.

Buechler, S., y A. M. Hanson (eds.), 2015. A political ecology of women, water and global environmental change. Routledge.

Crenshaw, K., 1991. “Mapping the margins: Intersectionality, identity politics, and violence against women of color“. Stanford Law Review, 43(6), p. 1241.

Djoudi, H., B. Locatelli, C. Vaast, K. Asher, M. Brockhaus y B. S. Basnett, 2016. “Beyond dichotomies: Gender and intersecting inequalities in climate change studies“. Ambio.

Elmhirst, R., 2011. “Introducing new feminist political ecologies“. Geoforum, 42(2), pp. 129-132.

Eriksen, S. H., A. J. Nightingale y H. Eakin, 2015. “Reframing adaptation: The political nature of climate change adaptation“. Global Environmental Change, 35, pp. 523-533.

Haraway, D. J., 1988. “Situated knowledges: The science question in feminism and the privilege of partial perspective“. Feminist studies, 14(3), pp. 575-599.

MacGregor, S., 2009. “A stranger silence still: The need for feminist social research on climate change“. Sociological Review, 57(2), pp. 124-140.

Mollett, S., y C. Faria, 2013. “Messing with gender in feminist political ecology“. Geoforum, 45, pp. 116-125.

Ravera, F., I. Iniesta-Arandia, B. Martín-López, U. Pascual y P. Bose (eds.), 2016. “Gender perspectives in resilience, vulnerability and adaptation to global environmental change”. Ambio, doi: 10.1007/s13280-016-0842-1.

Ravera, F., B. Martín-López, U. Pascual y A. Drucker, 2016. “The diversity of gendered adaptation strategies to climate change of Indian farmers: A bottom-up feminist intersectional approach“. Ambio.

Resurrección, B. P., 2013. “Persistent women and environment linkages in climate change and sustainable development agendas“. Women’s Studies International Forum, 40, pp. 33-43.

Schnabel, L., 2014. “The question of subjectivity in three emerging feminist science studies frameworks: Feminist postcolonial science studies, new feminist materialisms, and queer ecologies“. Women’s Studies International Forum, 44, pp. 10-16.

Shiva, V., 1988. Staying alive: women, ecology, and development. Zed Books.

Thompson-Hall, M., E. R. Carr y U. Pascual, 2016. “Enhancing and expanding intersectional research for climate change adaptation in agrarian settings“. Ambio.

* Cátedra de Agroecología, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya. ✉ federica.ravera@gmail.com

** Laboratorio de Socioecosistemas, Departamento de Ecología, Universidad Autónoma de Madrid, España.

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