Entrevistadores: Grettel Navas y Macià Blázquez Salom

IVAN MURRAY MAS | Doctor en Geografía por la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y Máster en Environmental Sustainability por la Universidad de Edimburgo. Actualmente es docente de la UIB y miembro del Grupo de Investigación en Sostenibilidad y Territorio (GIST) y del GinTrans2 (Grupo de Investigación Transdisciplinar en Transiciones Socioecológicas). Es autor de numerosas obras, entre las que destaca Capitalismo y turismo en España. Del “milagro económico” a la “gran crisis”.

 

En tu tesis doctoral “Geografías del capitalismo balear”, has trabajado sobre el metabolismo socioeconómico y la huella ecológica. ¿Nos puedes explicar cómo abordas estos conceptos dentro de los estudios del turismo?

Si te fijas en el subtítulo de la tesis —“Poder, metabolismo social y huella ecológica de una superpotencia turística”—, lo que me interesa conocer no es únicamente la dimensión biofísica del capitalismo balear, sino como esta se produce de acuerdo con unas determinadas coreografías del poder. A grandes rasgos, una de las principales motivaciones de mi investigación es la de situar en una posición de centralidad la cuestión del poder y su relación con las transformaciones socioecológicas. De hecho, estas cuestiones han sido largamente ignoradas en la mayoría de los llamados estudios turísticos. Estos, en cambio, se han encargado fundamentalmente, excepto pocas excepciones, de legitimar las lógicas del capital turístico.

Por otro lado, mis inquietudes no tienen que ver tanto con la industria turística en sí misma, sino con el hecho de que, al vivir en una de las sociedades más turistizadas del planeta como lo es la balear, no me queda más remedio que comprender las lógicas del capital turístico, para así construir argumentos en la lucha contrahegemónica. Además, hay que señalar que una gran parte de los estudios turísticos pecan de lo que podríamos definir como mirada orientalista en el sentido de Edward Said, ya que los investigadores procedentes de los espacios centrales del capitalismo avanzado tienden a relacionar lo turístico con lo exótico, lo remoto, el descanso… En cambio, para aquellos que pertenecemos a las sociedades turistizadas o turísticas, el turismo bajo las lógicas del capital significa explotación laboral, conflictos socioecológicos, desposesión, desplazamientos, etc.

El análisis del metabolismo me permite introducir algunas cuestiones en la agenda de los movimientos sociales, y también en la geografía radical del turismo, que en el caso de las Baleares no estaban muy presentes: la vinculación entre la producción de los espacios turísticos y el intercambio ecológico desigual. En definitiva, he intentado combinar diversos enfoques teóricos críticos como los de Harvey, Naredo, Martínez Alier y Swyngedouw, entre otros, para abordar críticamente la cuestión turística.

¿Cuáles son las cargas de materiales biofísicos que mides del turismo, si teóricamente este forma parte del sector servicios en la economía?

El cálculo de la contribución de la industria turística en la economía resulta bastante complicado. Ello es debido a su propia naturaleza, ya que se trata de una actividad de exportación de servicios en la que intervienen múltiples aspectos de la vida social. Además, aunque la mayor parte de las actividades se llevan a cabo en los espacios de producción, donde los turistas se desplazan, también hay otras que se realizan en los espacios centrales desde donde parten esos turistas. Y es precisamente en los espacios centrales donde se encuentran las grandes maquinarias del capital turístico, estrechamente relacionadas con el mundo financiero, y es donde se queda el grueso de las plusvalías turísticas.

De todos modos, aunque calcular las cargas materiales asociadas a la producción turística sea difícil, no es imposible. Este análisis se podría abordar desde diferentes metodologías, como por ejemplo las cuentas satélite del turismo en términos biofísicos. Pero para eso se requeriría una gran cantidad de información que normalmente es inexistente. Así, una de mis principales “manías” ha sido la de construir una estadística biofísica que sea robusta y solvente, una inquietud que he compartido particularmente con Naredo y Carpintero. Sin embargo, el apagón informativo es norma general, ya que desde el poder resulta más rentable invertir en propaganda verde.

Para el caso balear, he calculado los flujos de materiales y la huella ecológica para el conjunto de la economía. Me interesaba más analizar y comprender el comportamiento del conjunto de la economía, que detallar concretamente lo que ocurría en el mundo turístico. Además, ese mundo no es algo que se pueda separar fácilmente del resto de la sociedad, ya que esta está atravesada completamente por lo turístico. En los años setenta, posiblemente sí sería algo más fácil diferenciar entre los mundos turístico y no turístico, pero hoy en día, en que el Airbnb lo inunda todo, establecer una demarcación resulta complicado.

En cualquier caso, es evidente que en las islas Baleares se “producen” turistas y que estos requieren materiales y energía. Para poder distinguir la dimensión turística del metabolismo procedí a calcular la población flotante equivalente, es decir la conversión de esos millones de turistas que pasan unos días en las islas a población estable. Así, si en las islas reside cerca de un millón de habitantes y llegan unos 14 millones de turistas con una estancia media de ocho días, tendríamos que esos turistas equivaldrían a 306.000 personas durante todo el año. El resultado del análisis de los flujos de materiales arrojaba que de los 42 millones de toneladas exigidas por la economía balear, un 24% correspondían a la actividad turística. De esa manera, la mochila ecológica de un turista sumaba unos 875 kg. Y la huella ecológica balear era dieciséis veces la superficie del archipiélago, de la que cuatro archipiélagos deberían destinarse a alojar la industria turística y proveer los recursos que esta requiere.

Pero no solamente me interesaba cuantificar el peso y la dimensión dentro de la economía balear, sino que también quería analizar de manera muy especial la geografía de esos flujos. Es decir, cartografiar los flujos de materiales y visibilizar los espacios a los que se desplazaban las producciones y las extracciones de recursos relacionados con el metabolismo balear. Para así conocer dónde se deslocalizaban también los conflictos socioecológicos asociados. De esta manera, el laboratorio balear puede considerarse como un caso ejemplar de las lógicas del capitalismo turístico. Así, tenemos que la mayoría de los flujos (70%) son importados y que los que son extraídos localmente son fundamentalmente los materiales de cantera, destinados a alimentar el sector de la construcción. Entre los flujos de materiales importados, destaca el carbón procedente de Sudáfrica, que es utilizado para la generación de electricidad en Mallorca, mientras los mineros sudafricanos luchan contra las terribles condiciones en que trabajan. Sin embargo, si uno mira las estadísticas comerciales en términos monetarios y no físicos, las importaciones sudafricanas tienen un peso menor, mientras que el principal socio comercial del archipiélago son las Islas Caimán. Un paraíso turístico y fiscal desde donde las Baleares importan yates de lujo, siendo estos la principal mercancía importada desde una perspectiva monetaria. Este ejemplo nos debería servir para desmantelar la palabrería de las bonanzas del comercio internacional, ya que esos yates de lujo por supuesto no benefician a la población, así como tampoco lo hacen esos flujos monetarios que se escapan por las cloacas del capital que son los paraísos fiscales.

En definitiva, podemos ver como el turismo, lejos de ser una experiencia inmaterial, es una actividad tremendamente material y con una huella ecológica nada despreciable. Además, en el caso de los paraísos turísticos, al ponerse todo el espacio a trabajar para extraer rentas turísticas, se deben importar del resto del mundo, y particularmente del Sur global, los recursos que las sociedades turísticas requieren. De esta manera, dichas sociedades se presentan tremendamente vulnerables ante las turbulencias del capital: por un lado, por su extrema dependencia de los flujos de turistas para que la “maquinaria turística” funcione; y, por otro lado, por su dependencia de los recursos del exterior para alimentar su metabolismo.

¿Por qué es tan relevante el abordaje del análisis de la industria turística desde la ecología política u otras ciencias sociales críticas? Y ¿cómo desde ahí entender las dinámicas de dominio del gran capital, por ejemplo, mediante prácticas de acumulación y despojo?

En las anteriores respuestas he ido avanzando algunos aspectos relacionados con esta pregunta. En primer lugar, hay que destacar que los enfoques críticos, incluso la ecología política, han desatendido la cuestión turística. Esto tiene que ver con el gran triunfo de los mecanismos de propaganda proturística, que han construido una imagen edulcorada del turismo: como si se tratara de algo mágico. Además, entre los investigadores críticos también ha prevalecido una cierta mirada orientalista hacia lo turístico, entendiendo que eso del turismo que ocurría en las periferias del placer no merecía atención por parte de los enfoques críticos. De todas maneras, esa situación ha cambiado en tiempos recientes. En buena parte, ello se debe a la creciente penetración del capital turístico, vinculado al financiero-inmobiliario, en los espacios centrales a raíz de la crisis, de modo que han saltado las alarmas de los movimientos y han llamado la atención de la academia radical.

En segundo lugar, podemos decir que, a partir del estudio detallado del proceso de transformación del archipiélago balear, los espacios turísticos son auténticos laboratorios sociales en los que se agudizan e intensifican las contradicciones del capital. Así, cambios sistémicos que se extienden a lo largo de los ciclos sistémicos de acumulación han sido experimentados muy a menudo en las zonas de producción turística, como por ejemplo nuevas formas de explotación laboral.

En tercer lugar, debemos destacar que la producción turística se asienta fundamentalmente sobre la continua expansión de la frontera de mercantilización, mediante la incorporación de nuevos espacios y la apropiación de recursos. Una expansión que se lleva a cabo a través de procesos de apropiación y desposesión. Así, por ejemplo, en la producción de un resort costero se producen, muy a menudo, mecanismos de apropiación de suelo y desplazamiento de las comunidades locales, mientras que todos los recursos naturales se ponen a trabajar para la producción turística. Así mismo, a diferencia de otros sectores, la transformación turística requiere inversiones mínimas y un nivel tecnológico bajo. Es decir, que la inserción turística en los circuitos del capital no es solamente efectiva, sino que, además, resulta muy barata.

Por otro lado, tal como hemos intentado explicar en el caso balear, cuando en un determinado territorio se ha asentado la producción turística, se produce una progresiva expansión turística, regida por la alta rentabilidad turística (e inmobiliaria), lo que conlleva el desmantelamiento del resto de actividades económicas, principalmente las del mundo agrario, lo que a su vez repercute en un deterioro de los saberes populares. Así, el espacio turístico se acaba convirtiendo en una especie de “decorado” con paisajes idílicos y trabajadores disciplinados (y baratos), mientras que la energía y los materiales necesarios para que la “fabricación” de turistas sea posible proceden de otras partes del planeta.

Finalmente, debemos señalar que en los espacios hiperturísticos cristalizan las contradicciones y desigualdades que se dan a escala planetaria. En pocos lugares del planeta coinciden espacio-temporalmente desigualdades tan profundas como las que se pueden observar entre, por ejemplo, esos turistas que “viajan a todo tren” y las sociedades que los acogen en las periferias turísticas. Además, con la penetración turística, bajo las lógicas del capital, se abre el camino para la extensión de la mercantilización de la vida. De hecho, la transformación turística de lugares como Eivissa (Ibiza) ha conllevado una alteración absoluta de las relaciones sociales a un ritmo extremamente acelerado, lo que ha supuesto una enorme ruptura social.

Portada del libro Capitalismo y turismo en España. (Alba Sud, 2015)

Portada del libro Capitalismo y turismo en España. (Alba Sud, 2015)

 

¿De qué forma la industria turística está ampliando sus fronteras hacia otros espacios, por ejemplo América Latina?

Cabe tener en cuenta que América Latina ha jugado históricamente un papel clave en los procesos de acumulación europeo y estadounidense. Es en esos términos que debemos entender la incorporación de determinados espacios latinoamericanos a la maquinaria turística global. Para entender el fenómeno turístico en América Latina, es fundamental contextualizar las condiciones sobre las que se produce. En primer lugar, la adopción de la agenda neoliberal, después de la crisis de la deuda, estableció un marco favorable a la penetración del capital internacional. Y dentro de los programas neoliberales se encontraba como eje prioritario la especialización turística, para así poder captar divisas extranjeras.

En segundo lugar, la caída de los precios del petróleo en la década de los 1980, iniciándose los veinte años del petróleo barato, permitió la explosión de la movilidad global a “bajo coste”, y con ello el acercamiento de las playas latinoamericanas a los centros emisores turísticos. En tercer lugar, la expansión del capital financiero global puso sobre el mapamundi una enorme liquidez, y ese capital debía encontrar espacios donde aterrizar. En ese sentido, resulta clave entender las estrechas vinculaciones entre el capital turístico, el inmobiliario y el financiero.

En cuarto lugar, hay que tener presente que para que el capital turístico transnacional entrara en América Latina era precisa una adecuada arquitectura institucional, y en ese sentido los organismos multilaterales y los gobiernos —tanto los receptores de inversión como los de procedencia de las corporaciones— han jugado un papel primordial. Así, lejos de entender que el neoliberalismo turístico significa menos estado, lo que significa es más estado, pero al servicio del capital turístico. Finalmente, la expansión de la frontera turística hacia América Latina sirvió de válvula de escape al capital turístico europeo y estadounidense frente a la crisis de los años setenta. Usando el término acuñado por David Harvey, podríamos decir que las playas caribeñas fueron una solución espacio-temporal al capital turístico internacional.

¿Cuáles han sido las estrategias de las cadenas turísticas españolas (Meliá, Barceló, Riu, Iberostar, Palladium, etc.) para expandirse geográficamente? ¿Crees que estamos hablando de una re-colonización turística y empresarial de América Latina?

Como comentaba anteriormente, América Latina ha jugado históricamente un papel crucial para el capitalismo hispano. Con el proceso de incorporación de España a la UE bajo el dictado neoliberal se produjeron, entre otras cosas, la privatización de los monopolios estatales y la paralela especialización turístico-inmobiliaria española. Esas empresas privatizadas fueron las primeras en lanzarse a la recolonización de América Latina. Pero en esa tarea fue fundamental el papel jugado por el Estado español, que empleó toda su maquinaria para allanar el camino a las grandes corporaciones en su entrada en América Latina.

Después de la llegada de los gigantes empresariales españoles, han entrado otras empresas que se han apropiado de múltiples bienes. Pero cabe advertir que esa apropiación ha ido acompañada de intensas luchas y resistencias sociales. Es en ese contexto en el que las cadenas hoteleras españolas han hecho el salto hacia las playas latinoamericanas. Cuando me preguntáis por cadenas turísticas españolas, debo advertiros que estamos hablando casi exclusivamente de corporaciones con sede en el archipiélago balear. Tal como comenta Joan Buades, probablemente en las Baleares encontramos la mayor densidad de transnacionales hoteleras del planeta. Precisamente fue Buades quien primero investigó esas compañías desde una perspectiva crítica: en el 2006.

Podemos detectar una serie de pautas en el proceso expansión de las cadenas baleares. En primer lugar, hacia finales de los ochenta, dos de las mayores compañías, Sol Meliá y Barceló, iniciaron su incursión por el Caribe: Cuba y República Dominicana. (Ambien) En ambas islas se encontraron un clima proturístico muy favorable, y posteriormente otras cadenas siguieron sus pasos. A mediados de los noventa, se intensificó el ritmo de expansión y se empezó a acelerar la entrada en las costas mexicanas. Finalmente, en plena euforia financiera, justo antes del crack del 2008, incluso pequeñas cadenas hoteleras lanzaron sus inversiones en el Caribe. En esos momentos, también se fueron incorporando nuevos espacios turísticos, como por ejemplo Brasil o Jamaica. Con el estallido de la crisis, las corporaciones turísticas redefinieron sus planes de expansión, ya que esos bebían del chorro financiero que emanaba de la banca española. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria conllevó el del crédito y el rediseño de las inversiones turísticas en América Latina.

De todas maneras, cabe advertir que esas cadenas tienen más plazas turísticas en América Latina que en España. Aunque cada compañía lleve una estrategia de internacionalización particular, hemos podido detectar, junto con los compañeros de Alba Sud, toda una serie de impactos y conflictos socioecológicos comunes en su implantación en las playas americanas, que irían desde la apropiación y destrucción de ecosistemas costeros a la corrupción urbanística. En cierta medida, se podría decir que el capital turístico entró en América Latina en búsqueda de mayores rentabilidades, lo que era posible gracias a un marco institucional que recordaba al de la España franquista. Al aumentar la contestación social y el control democrático en España, esas empresas decidieron dar el salto hacia el Caribe. No obstante, la implantación turística de las cadenas españolas ha ido acompañada en muchas ocasiones de fuerte contestación social. Paradójicamente, con la crisis y la adopción de las medidas de choque neoliberal en España, esas cadenas hoteleras han vuelto a focalizar sus inversiones en territorio español, después de que se llevasen a cambio profundos cambios normativos con la promesa de empleos.

¿Existe un turismo que contribuya a la justicia socioecológica, con una baja huella ecológica?

Se podría decir que, a grandes rasgos, la forma de organización social del turismo en la actualidad se encuentra en las antípodas de la justicia socioecológica. Pero esto no es algo propio del turismo, sino que es característico del capitalismo. En cualquier caso, podríamos decir que hay mucho camino por recorrer en la disputa por el control de la organización turística bajo otras premisas que sean socioecológicamente más justas. Así, por ejemplo, frente a la producción turística en manos de empresas multinacionales bajo fórmulas como la del “todo incluido”, se abre todo un abanico de potenciales alternativas, que irían desde cooperativas de trabajadores que exploten hoteles a otras formas de producción más descentralizada y organizada bajo el control comunitario, entre otras. Es decir, lo que ocurre en otras actividades, como por ejemplo la agricultura, en que existen proyectos sociales que ponen en jaque el modelo agroindustrial capitalista, también puede ocurrir en relación al turismo. Posiblemente, una de las grandes ventajas que tenemos en el campo turístico es que, dada su complejidad —con una elevada segmentación de actividades—, es posible conquistar parcelas de la producción turística bajo lógicas alternativas y autónomas.

De todos modos, no hay que ser ingenuos. Podemos advertir como, bajo fórmulas como las del “turismo colaborativo”, “ecoturismo”, “pro-poor turismo” u otras, se abren nuevos nichos de acumulación del capital turístico. En este sentido, pienso que no debemos únicamente plantear si hay un turismo que contribuya a la justicia socioecológica, sino cómo se pueden ganar parcelas de poder y control colectivo para que la producción turística contribuya (pero no exclusivamente) a la mejora de las condiciones de vida de las clases populares, que sean estas las que controlen los diferentes eslabones de la cadena de producción turística, y que dicha producción no contribuya a la destrucción de las condiciones de vida en el planeta ni al deterioro de la vida en otros territorios. En cualquier caso, tenemos que advertir que la práctica del turismo es algo restringido a un puñado de privilegiados del planeta y que para llevarla a cabo se utiliza una enorme cantidad de combustibles fósiles. Así pues, en un contexto de fin del petróleo (y de otros materiales de la corteza terrestre) y crisis ecológica, el turismo tal como se conoce hoy tiene los días contados. Así pues, el turismo internacional y de larga distancia deberá decrecer, pero esto no quiere decir que no pueda haber nuevas formas de viajar que tendrán que ser de proximidad. Y, aunque se busque el descanso y el descubrimiento de nuevas realidades, su realixación tendrá que pasar por formas totalmente distintas a las de la mercantilización y el espectáculo actuales.

 

Referencias

MURRAY, I. (2012). Geografies del capitalisme balear: Poder, metabolisme socioeconòmic i petjada ecològica d’una superpotència turística. Palma: Universitat de les Illes Balears.

— (2015). Capitalismo y turismo en España. Del “milagro económico” a la “gran crisis”. Barcelona: Alba Sud Editorial.

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