El otro zapatismo en la Sierra de Mananltán*

Darcy Víctor Tetreault**

 

La Sierra de Manantlán se ubica en el centro-oeste de México, aproximadamente a 50 kilómetros del Océano Pacífico, entre los límites de los estados de Jalisco y Colima. Es famosa por su belleza y alto grado de biodiversidad. Tiene recursos naturales valiosos en forma de bosques, minerales y pasturas. Además, es la cabecera de cuencas importantes para los valles agrícolas y centros urbanos adyacentes.

La gran mayoría de los 40 mil habitantes de la Sierra de Manantlán es indígena nahua, cuyos antepasados han vivido en la misma región desde tiempos inmemorables. Los nahuas de Manantlán viven en condiciones de pobreza extrema y marginación, con ingresos bajos y altas tasas de morbilidad, mortalidad infantil y analfabetismo. Además, los servicios públicos en las áreas de educación, salud e infraestructura básica son escasos y deficientes.

Irónicamente, mientras que los indígenas de Manantlán viven en condiciones de pobreza extrema y marginación, compañías privadas y paraestatales han ganado fortunas explotando los recursos naturales de la región. Durante la segunda mitad del siglo XX, con el apoyo de actores gubernamentales, estas compañías ganaron acceso a los bosques y minerales de Manantlán, dejando atrás una ola de destrucción ambiental, represión violenta y conflictos sociales. Al mismo tiempo, caciques internos y ganaderos externos acapararon muchas de las mejoras pasturas (Gerritsen, 2002; Rojas, 1996).

No fue hasta los años setenta, en el contexto de nacientes movimientos campesinos en todas partes de México y Amé- rica Latina, cuando los indígenas de Manantlán empezaron a organizarse en defensa de su territorio y sus derechos (humanos, indígenas y agrarios). Al igual que en otras comunidades marginadas del país, esta resistencia fue estimulada por actores externos, en particular un sacerdote que aplicaba la teología de liberación y un grupo de maestros politizados. Estos foráneos introdujeron una organización radical a la comunidad: la Alianza Campesina Revolucionaria, que no sólo ayudó a organizar la lucha social en el ámbito local, sino también a conectarla al movimiento campesino nacional.

Durante los años setenta y ochenta, los habitantes de la Sierra de Manantlán recurrieron a varias formas de activismo para recuperar el control local de los recursos naturales. Por un lado, tomaron acciones jurídicas en un esfuerzo por expulsar a los madereros, por demandar a las compañías mineras y por exigir al gobierno a cumplir con el reparto de tierras. Por otro, bloquearon caminos para prevenir la entrada de taladores, retuvieron y quemaron maquinaria forestal, e hicieron plantones para protestar en contra de la explotación minera (Tetreault, en prensa).

En respuesta a estas acciones, las fuerzas armadas del Estado entraron en la comunidad para proteger los intereses de las empresas mencionadas. Anunciaron un toque de queda; establecieron retenes para vigilar los vehículos que circularon en la comunidad; y secuestraron y torturaron a los sospechosos de estar involucrados en la resistencia.

A pesar de esta represión, los activistas locales y sus aliados siguieron luchando para proteger sus recursos naturales y defender sus derechos. Si bien las acciones mencionadas dificultaron la tala de árboles en la Sierra de Manantlán, no fueron suficientes para acabar con el pillaje. Para lograr esto, los actores locales tuvieron que formar una alianza con conservacionistas de la Universidad de Guadalajara que impulsaban la formación de un área natural protegida. De esta manera, en 1987, se creó la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Manantlán (RBSM), poniendo fin a la tala comercial de árboles (no clandestina), pero no a las actividades mineras.(1)

A partir de la creación de la RBSM, las condiciones en la Sierra han cambiado favorablemente. Los proyectos de conservación ambiental han bajado el ritmo de procesos de deforestación, erosión y pérdida de biodiversidad (Graf et al, 2000; Jardel et al, 2005). La represión violenta ha disminuido dramáticamente (sin desaparecer); los caciques internos han sido parcialmente neutralizados y la ayuda técnica y financiera ha llegado a ser más disponible.

Además, en el nuevo contexto político, los actores locales han tenido la oportunidad de organizarse mejor, lo que se ha traducido en la emergencia de varias organizaciones locales, entre las más importantes la Sociedad de Solidaridad Social (SSS), la Unión de Comunidades Indígenas de Manantlán (UPIM) y el Consejo de Mayores. Desde principios de los años noventa, estas organizaciones han llevado a cabo diversos proyectos (productivos, culturales y políticos), con la asesoría de ONG, universidades y actores gubernamentales progresistas, lo que ha resultado en el rescate de costumbres tradicionales, la difusión de prácticas agroecológicas, y la resolución de conflictos internos (Tetreault, en prensa).

Durante los años setenta y ochenta, los habitantes de la Sierra de Manantlán recurrieron a varias formas de activismo para recuperar el control local de los recursos naturales.

El levantamiento zapatista en Chiapas es otro factor que ha transformado el paisaje político y social de la Sierra de Manantlán. En esta conexión, desde mediados de los años noventa, representantes locales han participado en decenas de foros y encuentros indígenas nacionales e internacionales, además de organizar eventos en su propio territorio. El Consejo de Mayores ha hecho declaraciones formales a favor de Los Acuerdos de San Andrés y La Ley Cocopa, además de manifestar su intención de convertir el ejido de Ayotitlán en una comunidad indígena autónoma. De esta manera, el activismo en Manantlán ha sido respaldado por – y ha formado parte de – el movimiento zapatista.

Desde otro ángulo, los movimientos sociales ecologistas en los ámbitos local y nacional han ayudado a atraer una ola de inversiones públicas. Estas inversiones han llegado en el contexto del neoliberalismo, a través de una serie de programas compensatorios y focalizados, introducidos para ayudar a los campesinos y pueblos indígenas a adaptarse a las nuevas condiciones estructurales desfavorables, así como para combatir la pobreza en las zonas más marginadas del país. Desde principios de los años noventa, han sido utilizadas en la Sierra de Manantlán para construir infraestructura básica (caminos, puentes, electricidad, agua entubada, etc.), estimular proyectos productivos, proteger el medio ambiente y mejorar los servicios de educación y salud.

No cabe duda que ha habido mejoras. Las tasas de desnutrición, analfabetismo y baja escolaridad han disminuido, los servicios básicos para la vivienda han sido extendidos y los activistas locales han experimentado cierto grado de empoderamiento (Ibíd). No obstante, la Sierra de Manantlán sigue siendo una de las regiones más marginadas de México; hay una serie de problemas ambientales persistentes; y El Consorcio Minero Peña Colorada – el más grande del país – sigue destruyendo el medio ambiente, sin pagar a las comunidades locales la indemnización definida por las leyes mexicanas agraria y minera. La lucha sigue; Zapata vive.

BIOBLIOGRAFÍA

GERRITSEN, Peter (2002), Diversity at Stake: A Farmers’ Perspective on Biodiversity and Conservation in Western Mexico, Wageningen Agricultural University, Wageningen, 2002.

GRAF, Sergio; Enrique JARDEL, Eduardo SANTANA y Martín GÓMEZ (2000), Instituciones y gestión de reservas de la biósfera: el caso de la Sierra de Manantlán, México, Dirección de la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán. Instituto Nacional de Ecología, SEMARNAP, Autlán, México (mimeo..

JARDEL, Enrique J; R. RAMÍREZ-VILLEDA, M.F. CASTILLO-NAVARRO, O.E. BALCÁZAR-MEDINA, J.E. MORFÍN-RÍOS y S. GARCÍA-RUVALCABA (2005), Programa de manejo del fuego y restauración de bosques de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, Universidad de Guadalajara y Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Autlán, México.

ROJAS, Rosa (coord.) (1996), La comunidad y sus recursos: Ayotitlán ¿Desarrollo sustentable?, Universidad de Guadalajara / Instituto Nacional Indigenista, Guadalajara.

TETREAULT, Darcy, Los proyectos de abajo para superar la pobreza y la degradación ambiental en dos comunidades del México rural: Ayotitlán y La Ciénega, Jalisco, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, (en prensa).

TOLEDO, Víctor (2000), La paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa, Ediciones Quinto Sol, México D.F.

* «El otro zapatismo» es un término introducido por Víctor Toledo (2000) para referirse a los movimientos sociales del campo mexicano con alto contenido ecológico, incluyendo el manejo forestal comunitario, la agroecología, la lucha por el control local de los recursos naturales, y las protestas contra de la contaminación industrial. Los principales protagonistas de estos movimientos son campesinos indí- genas, ya sean hablantes de un idioma indígena, ya sean campesinos que han experimentado cierto grado de «desindianización».

** Profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara. Correo: darcytetreault@yahoo.com.

1 Para más información sobre la RBSM, consulten la siguiente página de web: www.cemda.org.mx/infoarnap/instrumentos/docs/ sierrademanatlan.doc.

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