• Autores: Itziar González y Iago Otero
  • Revoltes
  • Editorial: Dau
  • Año: 2014
  • ISBN: 9788494103179
  • Idioma: catalán
  • 222 pp.

Crítica del libro: Alexis Sancho Reinoso*

 

Si, tras una vida dedicada a la mediación de conflictos urbanísticos, un buen día decides meterte de lleno en política institucional y te conviertes en concejala de tu propio distrito, lo último que te imaginas es que acabes escribiendo un libro como Revoltes. Sin embargo, si tras denunciar un caso de corrupción con demasiados “peces gordos” detrás y verte forzada a dimitir, recibes amenazas de muerte y un asalto a tu propia morada, lo lógico es que des un giro copernicano a tu vida. Lo que decidió la arquitecta Itziar González i Virós (Barcelona, 1967) fue seguir dedicándose a hacer política, pero fuera de las instituciones. Y, además, a hacer pedagogía de por qué ello resulta tan transcendente.

Por eso aceptó el reto de no escribir Revoltes sola, sino junto con el ambientólogo e investigador Iago Otero (Barcelona, 1981). Tras conocerse a través de un amigo común, ambos se embarcan en un diálogo apasionante, abierto y en evolución. Abierto porque, ante todo, quiere ser ofrecido al lector. A este le corresponde tomar parte en el debate, pensar más allá de los casos individuales y, sobre todo, atreverse a proyectar visiones para el presente y el futuro. Y en evolución porque, a medida que va avanzando el argumento, las trayectorias de los autores se entrecruzan y se fecundan, consumando de ese modo un excelente ejercicio de “inteligencia compartida” (Ojeda Rivera, 2013).

En última instancia, el argumento del libro podría sintetizarse de la siguiente manera: frente a los retos de nuestro tiempo, es necesario realizar una “enmienda a la totalidad”. Ello implica reflexionar profundamente sobre lo que somos, sobre lo que queremos ser y sobre qué caminos podemos tomar para alcanzar nuestros objetivos. Para ello, conviene ponerlo todo en duda, empezando por uno mismo. Pues solo un ejercicio concienzudo de introspección nos da la fortaleza necesaria para caminar hacia la emancipación personal y colectiva. Y sólo así pueden acumularse, de manera gradual, cotas de soberanía: un concepto clave para ambos autores, a pesar de que apenas aparece de forma explícita a lo largo del libro.

Y es que Revoltes es un libro radicalmente político. Los autores denuncian la despolitización como el resultado de una estrategia planificada (o, al menos, consciente) y resuelven que es necesario una repolitización masiva para poder participar en las decisiones sobre todo aquello que nos incumbe. Es la constatación de que, tras la indignación y el compromiso (Hessel, 2011a y 2011b), le llega el turno al empoderamiento. González y Otero argumentan que ese camino ya se ha iniciado, y para ilustrarlo citan numerosas prácticas “empoderadoras” impulsadas por la sociedad civil, como la Cooperativa Integral Catalana, el Institut Cartogràfic de la Revolta o el Parlament Ciutadà. Ellas ponen nombre y apellidos a conceptos tan altisonantes como “postcapitalismo”, “decrecimiento”, “ciencia postnormal” o “resiliencia”. Y, de paso, demuestran que la aproximación “desde abajo” a problemas complejos no debe generar ningún vértigo; al contrario: debe practicarse inspirándose en experiencias colectivas del pasado, como el cooperativismo y el confederalismo municipalista de la Cataluña de los años 1930.

En sus diálogos, González y Otero parten de la consecución del bien común como objetivo último e irrenunciable. Como es bien sabido, este es un concepto harto discutido en ambientes académicos y que, sin embargo, sigue siendo de plena actualidad (ver, por ejemplo, el número 45 de Ecología Política). Y, lo que es más interesante: ha adquirido una fuerza nueva en estos últimos años, entre otras cosas a raíz del surgimiento del movimiento de la “economía del bien común” (Felber, 2012). Pero, ¿cómo distinguir entre el grano y la paja? Perseguir el objetivo del bien común tiene que ver, insisten los autores, con las luchas antagonistas en la sociedad, independientemente de las etiquetas que se quieran aplicar (el debate sobre la idoneidad del dualismo “izquierdas-derechas” es uno de los que primero abordan los autores).

Sin embargo, y como recalca González, tan importante como las luchas sociales son las luchas introspectivas. Por ejemplo, es crucial darse cuenta de la transcendencia de anteponer la condición de ser humano a la de consumidor (o viceversa). Preguntarnos hasta qué punto (y en qué facetas de la vida) estamos dispuestos a renunciar a determinados “productos” o “servicios” que ofrece nuestra (hasta el momento) sociedad de la abundancia, es probablemente la llave que puede abrir muchas de las puertas que hasta ahora permanecen cerradas a cal y canto. Esta renuncia voluntaria es absolutamente compatible con las máximas aspiraciones de autonomía, porque —tal como se nos recuerda en el libro— el ser humano es, desde el punto de vista biológico, altamente dependiente (y, por lo tanto, claramente heterónomo). Tal vez la clave esté en saber distinguir, como sabiamente hace J.L. Sampedro (1991), entre un límite (que no debe ser traspasado porque ello puede acarrear consecuencias catastróficas) y una frontera (que invita constantemente al diálogo y al intercambio con el otro lado). El potencial que ofrece dicha distinción para la gestión colectiva de los problemas socioambientales y políticos a los que nos enfrentamos en la actualidad es de un enorme calado.

González y Otero son personas marcadas por su trayectoria universitaria. De ahí que una de las primeras discusiones que permiten a los autores reconocer sus profundas complicidades tiene que ver con la gestión del conocimiento en nuestras sociedades actuales. En dicha discusión, se parte de un diagnóstico muy negativo sobre el estado del “edificio intelectual” y de la institución que vela por su mantenimiento, es decir, la universidad. Es llamativo (y preocupante) el paralelismo que descubren la arquitecta y el ambientólogo cuando analizan su paso por la dicha institución. Al mismo tiempo, es esperanzador (y seguramente ilustrativo de otros muchos casos) que, en sus trayectorias, hayan abordado activamente el problema, dedicando sus esfuerzos a deconstruir las barreras disciplinares y a construir conocimiento en colaboración con otros actores ajenos a la Academia. O dicho de otro modo: una ciencia comprometida con los problemas actuales y con potencial transformador debe empezar por replantearse cómo se reproduce y quién la reproduce; y, paralelamente, añadir a su componente descriptivo el de carácter normativo (que le permita formular afirmaciones sobre cómo deberían ser las cosas, más allá de cómo son).

No es de extrañar, pues, el espíritu incondicionalmente pedagógico del libro; acaso su aspecto más interesante. A esto contribuyen decisivamente las recurrentes metáforas, muchas de ellas relacionadas con elementos de la naturaleza y del territorio. Y es que la vocación geográfica de la que hacen gala tanto González como Otero es notable. Los autores se atreven a soñar, pero siempre con los pies literalmente en el suelo, ya sea en las calles de la Ciutat Vella barcelonesa, en los bosques de Sant Llorenç del Munt o en el terruño de Can Basuny d’Olzinelles, en el Montseny. La versatilidad escalar de las reflexiones (desde el espacio doméstico del hogar hasta la escala planetaria, pasando por el bloque de viviendas, el barrio, el municipio —gran protagonista del libro— y las entidades territoriales más extensas) es una constante. Y la insistencia en la transcendencia de las redes vuelve a poner a la idea del equilibrio entre la individualidad y la interdependencia en el centro de la reflexión. Destacamos el concepto de “urbanismo de acompañamiento” como ejemplo que sintetiza las reflexiones expuestas hasta este punto. Por todo ello, el libro en su conjunto nos parece un ejemplo excelente de lo que Tort (2004) denomina “pedagogía del territorio”.

En definitiva, lo que el lector valorará en los diálogos de Itziar González y Iago Otero no es su predisposición a proporcionar respuestas, sino su vocación de formular preguntas. Precisamente por ello el libro tiene un potencial enorme para activar políticamente a quien se identifique con sus páginas. Ellas nos instan, como hemos indicado al inicio de estas líneas, a tomar conciencia del problema y a ejercer acciones concretas que nos conviertan en parte de la solución. Por lo cual nos atrevemos a afirmar que Revoltes pasa a formar parte, por méritos propios, de la literatura de cabecera de cualquier persona inquieta y preocupada por lo que sucede en su entorno, desde la escala más cercana hasta la globalidad planetaria.

Referencias

FELBER, Ch. (2012). La economía del bien común. Barcelona: Deusto.

HESSEL, S. (2011a). ¡Indignaos! Barcelona: Destino.

HESSEL, S. (2011b). ¡Comprometeos! Barcelona: Destino.

OJEDA RIVERA, J. F. (2013). “Lectura transdisciplinar de paisajes cotidianos, hacia una valoración patrimonial. Método de aproximación”. Revista INVI, 28 (78), pp. 27-76.

http://www.revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/803/1095, consultado el 12/10/2015.

SAMPEDRO, J. L. (1991). Desde la frontera. Madrid: Real Academia Española.

TORT, J. (2004). “El paisaje como pedagogía del territorio”. Didáctica Geográfica, II (6), pp. 133-153.

* Universität für Bodenkultur, Viena, Austria (alexis.sancho-reinoso@boku.ac.at)

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