Julio Gisbert*

 

Recientemente he publicado un libro que con el título de Vivir sin empleo: redes de trueque, bancos de tiempo, monedas sociales y otras alternativas(I) presenta en detalle todas aquellas experiencias que dentro de la denominada economía alternativa o solidaria operan al margen de la utilización del dinero o de cualquier moneda oficial, y que utilizan para efectuar sus transacciones de intercambio de productos o servicios divisas tan dispares como pueden ser las denominadas monedas sociales —monedas creadas por las propias comunidades como medio de cambio y con equivalencias que pueden ir desde equipararse al mismo valor que la moneda oficial en su formato más sencillo, hasta canasta de productos básicos o incluso equivalencias con unidades de energía— o bien utilizan el tiempo como única unidad de medida; también incluyo en un capitulo propio a aquellas experiencias económicas que no se basan en la reciprocidad sino en lo que yo denomino ayuda mutua, transacciones en las que a cada intercambio no se le presupone reciprocidad, crédito o deuda alguno, sino que es la comunidad la que presupone que todos sus miembros reciben y aportan indistintamente según sus necesidades para el sostenimiento de la propia comunidad y el logro de sus objetivos (citar como ejemplo a los bancos de conocimientos, las redes médicas de ayuda mutua, los grupos de reciclaje y donación, el bookcrossing, etc.).

Estas experiencias han sido útiles en determinados momentos y lugares en un sentido económico, al objeto de poder complementar a la economía tradicional y facilitar el intercambio de bienes y servicios que no podía facilitar los medios tradicionales de monedas nacionales, bien por su escasez, bien para incluso sustituirla en casos de crisis más o menos severas donde dejaron incluso de existir (como pasó tras el Crash del 29 en numerosos países occidentales o más recientemente en Argentina con la crisis del Corralito en el año 2001, sin olvidar las experiencias de monedas en períodos bélicos y postbélicos); y también en un sentido social porque lo que han permitido y permiten actualmente es crear nuevas redes sociales de solidaridad y apoyo mutuo que en nuestras sociedades postindustriales prácticamente estaban desapareciendo, redes que en las sociedades tradicionales eran la forma común de economía básica y que su unidad más cercana o simple —la familia— parece estar también en estos momentos en un período de crisis y transformación. De hecho, los bancos de tiempo nacieron en diferentes lugares y bajo diferentes denominaciones para poder cubrir distintas carencias de carácter social:

– En Japón con la denominación original de banco de trabajo voluntario, para resolver la crisis, casi secular en este país, del envejecimiento de su población y la falta de recursos por parte del Estado para poder mantener pensiones y prestaciones sociales para toda la población, causa a partir de la cual aparecieron los primeros modelos similares a los actuales bancos de tiempo en Japón en los años setenta, de manera que las horas que un voluntario recogía de su trabajo las podía donar a personas mayores o discapacitadas, pudiendo así recibir estos últimos servicios del propio banco de tiempo de manera gratuita (por el tiempo donado) y complementar sus escasas pensiones o los servicios asistenciales corrientes;

– En Estados Unidos fue su propio fundador —Edgar Cahn— quien, postrado en una cama víctima de una dolencia cardiaca, se percató de la necesidad de poder cubrir todas las carencias del sistema sanitario público estadounidense, necesidades no sólo de carácter asistencial sino también de compañía y apoyo (entonces eran los Time Dollars, antecedente de los Time Banks anglosajones);

Y por último En Italia y en el resto de países europeos y ya con su denominación actual, los bancos de tiempo nacieron en los años noventa en el ámbito de políticas públicas de conciliación laboral, familiar y personal y desde una perspectiva de género.

Otras circunstancias son las que relacionan muchas de estas experiencias como demasiado alternativas, minoritarias y escasamente efectivas para por si solas poder implementar un sistema económico alternativo lo suficientemente importante para sustituir o incluso complementar al actual modelo económico, incluso en el ámbito tan reducido de una pequeña localidad o municipio (y aquí me refiero a las monedas sociales y a las redes de trueque, en ningún caso a los bancos de tiempo); En este sentido no debemos olvidar que las redes de trueque en Argentina se crearon en el año 1995, es decir, 6 años antes de lo que supuso el Corralito para la economía Argentina y que estas redes se convirten de la noche a la mañana en tabla de salvación para millones de argentinos en los peores años de su crisis; ni tampoco las propuestas que Bernard Lietaer o Margrit kennedy exponen en su libro Regionalwährungen, Neue Wege zu nachhaltigem Wohlstand (2004), propugnando la creación en una Europa de las regiones con una red de monedas complementarias regionales, libro además traducido recientemente al castellano.(II)

Si nos atenemos ahora al título a primera vista provocativo de Vivir sin empleo, y a partir de un análisis previo tanto de las definiciones de empleo («función que desempe- ñamos en la economía formal para, a través de un salario, poder obtener medios para poder subsistir») como de trabajo («esfuerzo realizado con la finalidad de producir riqueza»), seremos capaces de considerar que una gran masa de trabajadores sin contrato —obviando la denominada economía sumergida— constituye toda una economía paralela a la oficial de los sistemas laborales tradicionales de las economías nacionales, fuerza laboral que no está contemplada en sus respectivos PIB, y que podría significar hasta un 60% más si se incluyera en sus cálculos; podemos afirmar además que ambos sistemas económicos coexisten actualmente, uno de ellos de carácter monetario sustentado por empresas e instituciones públicas y particularmente por trabajadores, patrones y funcionarios, inflacionista, fluctuante y especulativo basado en las leyes de la oferta y la demanda, en ciclos económicos de crecimiento y decrecimiento; y un segundo sistema paraeconómico sustentado en la ayuda mutua y la colaboración en las familias, el vecindario, el movimiento asociativo y la sociedad civil en general, y constituido en particular por amas de casa, gente mayor, niños, adolescentes, vecinos y voluntarios, asociaciones y comunidades de todo tipo —reales y virtuales—, constante, siempre presente y de carácter altruista, basado en la ley del apoyo mutuo, la reciprocidad y la corresponsabilidad.

Ambos sistemas —formal e informal o como queramos denominarlos— coexisten y se interpenetran, pero incidiendo de una manera muy directa el primero de ellos sobre el segundo, de forma que en situaciones de crisis o precariedad laboral como la actual provocan que esta «otra» economía se «dispare» y crezca de forma natural, aunque determinados mecanismos o resultados de la primera acaben minando cada vez más la efectividad de la segunda y pongan en entredicho este ciclo natural entre ambas economías. La incorporación de la mujer al mundo laboral ha supuesto —aparte de beneficios indudables para su liberación e igualdad en todos los ámbitos de su desarrollo— que la estructura tradicional de hogar se descomponga en nuevas unidades familiares más pequeñas y frágiles y que las posibilidades de ayuda familiar decrezcan, además de aislar a estas unidades entre sí por modelos de convivencia de aislamiento, ocio y cultura privados y de un consumismo desaforado, por medio de un marketing dañino e irresponsable que los considera exclusivamente como consumidores y sujetos económicos, la inmigración también ha supuesto que un amplio colectivo de población tenga que recurrir a volver a sus países de origen al carecer de familia o de cualquier otro soporte en los países donde han sido acogidos, convirtiéndose en las primeras víctimas de esta crisis.

No es tampoco momento para una sola crisis, pues el sistema actual padece o esconde muchas crisis tanto o más severas que el propio decrecimiento provocado por una menor producción, que las está aletargando momentáneamente, pero que esperan a que las cotas habituales de crecimiento y la ciega filosofía de la rentabilidad infinita las vuelva de nuevo a poner en primera plana de los periódicos; y me refiero aquí a una crisis ecológica severa (climática y de pérdida de diversidad), a una crisis energética (Pico del petróleo y nuevas energías), una crisis social (individual y colectiva, aumento de las desigualdades entre las naciones y en el seno de las mismas) y una crisis cultural (inversión de valores, pérdida de referentes y de las identidades); todas ellas no son crisis aisladas, sino más bien el resultado de un problema estructural, sistémico, cuyo origen está en la desmesura y en el paradigma del crecimiento sin límites, sin el respeto o consideración a los ciclos naturales de cualquier sistema natural como es el nuestro como especie en un planeta finito.

En este sentido, ¿nuestras experiencias de nuestra otra economía no se están olvidando de las «otras crisis», o son modelos holísticos en cuanto a sus objetivos? Esta es la paradoja de muchos de estos movimientos y de estas iniciativas, y de hecho creo que el reto de todas estas experiencias en el ámbito de la sostenibilidad es asumir nuevas pautas de consumo y producción que se las puede presuponer por sus objetivos sociales, pero que en la mayoría de las ocasiones no se contemplan como prácticas habituales, tanto en experiencias de monedas sociales como sobre todo en los numerosos bancos de tiempo que concretamente en nuestro país están alcanzando los últimos años un crecimiento espectacular en cuanto a su número y especialización (hay bancos de tiempo no sólo comunitarios o municipales sino también en escuelas, en hospitales, en universidades, etc.); la concienciación por parte de sus promotores o impulsores es escasa o nula, si bien hay honrosas excepciones que pueden servir de modelos para las demás.

¿Fomenta por tanto esta economía sin dinero realmente un trabajo sostenible y responsable con el medio ambiente?

Para responder a esta pregunta, quiero dar detalle ahora de aquellas experiencias que aparecen en mi libro y cuyo eje principal es o ha sido la preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad, tanto en el ámbito de las monedas sociales como en el ámbito de la ayuda mutua. Y respecto a las propuestas de las que hago conclusión en mi libro, citaré aquí a la tercera de ellas que hace referencia al abismo existente entre el hombre de la ciudad y el hombre de campo —a partir de una cita del libro de Schumacher «Lo pequeño es hermoso»—,III apostando por una economía, un comercio y una agricultura de la proximidad y la autosuficiencia, por la creación en nuestras ciudades de cooperativas de consumo y producción agroecológico, el fomento de la agricultura urbana, un nuevo concepto de la propiedad urbana basada en el compartir y la ayuda mutua, en definitiva muchas de las experiencias que ahora trataremos de forma sucinta:

TARJETA NU-SPAARPAS(1)

La tarjeta «NU-spaarpas» era una tarjeta de fidelización que premiaba y promovía criterios de sostenibilidad en el consumo de sus usuarios y que se implementó en la ciudad de Rotterdam (Holanda), promovida por el Ayuntamiento de esta ciudad, el banco Rabobank y la agencia de desarrollo Barataria, proyecto financiado además por la Comisión Europea a través del Proyecto LIFE (fue una experiencia que se realizó desde mayo del 2002 hasta enero del 2004).

El funcionamiento de la tarjeta era muy sencillo y basado en un sistema de puntos por compras: cada poseedor de la tarjeta al realizar una compra de un producto o servicio en una tienda que participaba en el programa recibía puntos que se cargaban o anotaban automáticamente en el chip de las tarjetas a través de los datafonos de los comercios (los puntos correspondían aproximadamente al valor de un 1% del precio de venta); los productos catalogados como «amigables» o respetuosos con el medioambiente eran recompensados además con hasta 4 veces el número de puntos, lo que invitaba a los consumidores a comprar este tipo de productos sostenibles sobre los demás productos (tanto productos de segunda mano como la reparación también se consideraban «sostenibles»). Además, a determinados comercios como herbolarios o tiendas de Comercio Justo se asignaban un mayor porcentaje de puntos en general. (Clonazepam/a>) Otra manera para poder conseguir puntos era separando la basura y depositando los objetos desechados de segunda mano en las instalaciones de reciclaje de la ciudad: en cada visita recibían 200 puntos por entregar su basura separada y 100 puntos extra por entregar objetos de segunda mano. Las visitas a estas instalaciones de una familia rondaban las 0,2 veces al año, mientras que las familias con la tarjeta NU las visitas ascendieron hasta tres veces al año.

Por último, los poseedores de la tarjeta podían cambiar los puntos conseguidos en los comercios y empresas participantes por productos y servicios que podían ir desde productos sostenibles o ecológicos de los comercios hasta pases para el transporte público, entradas a atracciones locales y museos de la ciudad. Estos puntos se gastaban también como si fueran céntimos de euro, ya que representaban un valor monetario de 0,7 céntimos de euro por cada punto de la tarjeta UN, más una tarifa adicional para gastos de administración. Los puntos que los clientes canjeaban se reinvertían en los negocios que los recibían a través de NU-spaarpas a su valor de mercado: 0,7 céntimos de euro por punto. Los vendedores emisores y receptores de puntos debían compensar los puntos emitidos y recibidos entre ellos.

MONEDAS DE TRANSICIÓN(2)

El movimiento que en origen se denominó como ciudades de transición o «Transition Towns» y que actualmente ha derivado por su alcance a la denominación de iniciativas de transición o «Transition Initiatives», nace de la observación de que las actuales ciudades y su economía han crecido espectacularmente en las últimas décadas, gracias principalmente a un petróleo barato y al abuso de los recursos de la naturaleza a escala mundial; dicho movimiento nació en el año 2005 en el Colegio para Adultos de Kinsale (Irlanda), y lo que defiende en líneas muy generales es que las ciudades pueden reducir su gasto energético a la vez que aumentan la producción local de recursos para hacerlas más autosuficientes y menos dependientes de cualquier crisis energé- tica, alimenticia, económica o medioambiental propias de la actual economía, generando además un medio ambiente mucho más cuidado y armónico. Esta relocalización partiría de iniciativas como las de estructuras de generación energética descentralizadas, de planes de descenso de consumo energético, de proyectos de producción local de alimentos, de monedas locales y por medio de la autosuficiencia sanitaria local, todo ellos localizado en unidades pequeñas, locales y cercanas a los seres humanos, las denominadas «Transition Initatives».

El primer borrador que se realizó de localidad en Transición fue con la propia ciudad de Kinsale y bajo el nombre de «Plan de acción para el descenso energético de Kinsale» (EDAP — Energy Descent Action Plan) modelo que establecía cómo esta pequeña localidad irlandesa al oeste de Cork de unos 7.000 habitantes podía hacer la transición de una localidad con alto consumo de energía a una con bajo nivel en respuesta al desafío del inminente cenit mundial de producción de petróleo o pico del petróleo, paradigma y punto de partida fundamental de este movimiento. El informe repasaba la mayoría de los aspectos de la vida en Kinsale, incluyendo alimentación, energía, turismo, educación y sanidad, y estaba estructurado de tal forma que permitía a otras comunidades y localidades adoptar un proceso similar e imitarlo.

Las Iniciativas de Transición se basan en cuatro supuestos básicos:

1) Que es inevitable vivir con un consumo de energía mucho más bajo, y que es mejor planear para esto que ser cogido por sorpresa;

2) Que nuestras comunidades y asentamientos actualmente carecen de robustez para permitirles capear los severos choques energéticos que acompañarán al pico del petró- leo;

3) Que tenemos que actuar colectivamente, y tenemos que actuar ahora;

4) Que liberando el genio colectivo de aquellos que están a nuestro alrededor para diseñar creativa y proactivamente nuestro descenso energético, podemos construir formas de vida que están más conectadas, más enriquecedoras y que reconocen los límites biológicos del planeta.

La idea fue llevada a la práctica posteriormente en el año 2006 por el experto en permacultura Rob Hopkins —uno de sus principales teóricos y autor de un libro enseña del movimiento—(IV) que logró convencer a los dirigentes locales de su ciudad natal, Totnes (Inglaterra), para asumir este modelo. De hecho y en la actualidad esta localidad británica cuenta con varios grupos de trabajo y proyectos en marcha, entre los que destacan una moneda complementaria para promover el comercio local (de la que hablaré con más detalle ahora), la plantación de árboles frutales por sus habitantes, la asunción de medidas para mejorar la eficiencia energética en los hogares, o una red de productores de alimentos locales, entre otros proyectos. Hopkins propugna que cualquier comunidad humana, ya sea una ciudad, un municipio, un pueblo, una isla, etc., puede disminuir su gasto de energía y recursos, lo que le permitiría ser más resistente a posibles problemas externos (base del concepto de resiliencia, muy utilizado por este movimiento) y convertirse en un lugar más agradable donde vivir.

Una de las herramientas que utilizan las ciudades en transición es la implementación de una moneda local editada en papel y con una unidad de valor igual a la divisa nacional (en los únicos casos conocidos en Gran Bretaña con la misma paridad que la libra esterlina), cuyo objetivo principal es el desarrollo de la economía local. La primera moneda local que empezó a circular en Inglaterra fue en marzo de 2007 en Totnes,(3) y actualmente habrá unos 5.000 billetes en circulación de esta moneda local, que puede canjearse en cuatro puntos concretos de la localidad por libras esterlinas, al cambio de 1:1; emitida por el propio ayuntamiento, lleva impresa imágenes de la ciudad y las palabras «canjeable por bienes y servicios en los establecimientos designados»; La moneda está respaldada por su equivalente en libras esterlinas, que se mantiene en una cuenta bancaria local; Los habitantes pueden comprar y vender con libras de Totnes en cinco tiendas locales y utilizarlas en unos 70 comercios y restaurantes.

Otras monedas, correspondientes a las diferentes iniciativas de transición de sus comunidades, son las Libras de las ciudades de Lewes(4) y Stroud(5) y la Libra del barrio londinense de Brixton(6) (mas información sobre estas iniciativas, ver bibliografía).(V)

El movimiento de ciudades e iniciativas de Transición cada vez es más numeroso, sobre todo en los países anglosajones con más de 96 iniciativas por todo el mundo. Si bien en nuestro país se está gestando poco a poco un elevado interés con diferentes encuentros y cursos e incluso con su propio Portal en internet,(7) no podemos todavía hablar de una ciudad o localidad en transición española al mismo nivel que numerosas ciudades, villas y barrios ingleses.

FUNDACIÓN STRO(8)

La Fundación STRO, organización sin ánimo de lucro con sede en Utrecht (Holanda), es la organización más involucrada en el desarrollo de modelos económicos locales, fundamentados en experiencias paramonetarias como monedas locales y bancos de tiempo, involucrando no sólo a las comunidades sino a las empresas y a las instituciones locales, y aplicando diferentes modelos según las necesidades de cada colectividad. De sus actuales proyectos querría mencionar dos de ellos, desarrollados ambos en Honduras:

Consorcio Gota Verde:(9) proyecto desarrollado por la Fundación STRO junto a un consorcio de socios europeos y socios locales para desarrollar y probar un desarrollo regional económico integral basado en la promoción de la producción a pequeña escala de biocombustibles en Honduras.

Consorcio Ecohousing:(10) Proyecto que tiene como objetivo construir casas ecológicas y baratas para la población local por medio de un concepto de construcción que encaje una gran variedad de prácticas de construcción y de habitación que no dañan al medio ambiente, aprovechen lo más posible y de forma sostenible los recursos localmente disponibles, incluyendo energía, agua, materiales y capacidad humana. A medio plazo STRO busca promover este concepto de «Ecocasas» a una escala mayor facilitando su financiación a través de sistemas monetarios complementarios disponibles en la zona, gracias a los modelos paramonetarios que STRO implementa con éxito en poblaciones con esta necesidad primaria que es la vivienda.

RECICLAJE Y DONACIÓN

En el capítulo de mi libro destinado a la ayuda mutua, muchas de las iniciativas que detallo en la misma están basadas en el reciclaje y la donación y por tanto en un nuevo concepto de consumo, fenómenos que por otra parte han crecido espectacularmente en los últimos años gracias a internet y a distintos portales que se han convertido en auténticos abanderados del reciclaje; uno de los más importantes es sin duda alguna Freecyle,(11) web que comenzó su trabajo en el año 2003 para convertirse en una red mundial de más de 4.500 grupos en más de 75 países y cinco millones de abonados que se dedican a reciclar y volver a reutilizar por medio de la donación todo aquello que cae en sus manos y que todavía consideran útil y aprovechable. Estados Unidos —su país de origen—, Canadá, Reino Unido y Francia son los países actualmente con mayor número de usuarios. La iniciativa evita, según sus responsables, que 300 toneladas de residuos terminen diariamente en los vertederos.

Freecycle funciona por internet bien mediante listas de correo electrónico organizadas por poblaciones o bien por blogs, y el funcionamiento es bastante sencillo. El posible usuario se inscribe en los foros o listas de correo del grupo de usuarios que viven en su misma provincia o ciudad a través de su correo electrónico o usa el blog para poder recibir de esta manera información puntual de lo que se regala y de lo que el también puede ofrecer, poniéndose en contacto los unos con los otros conforme sus intereses. En España hay más de 21 grupos en 17 provincias, siendo los grupos más numerosos los de Barcelona,(12) Valencia(13) y Madrid,(14) destacando este último por el número de personas implicadas y de intercambios.

A partir de estas primeras iniciativas en red han surgido numerosas webs y grupos que se dedican a lo mismo pero con diferentes variantes de intercambio y de contacto, incluso especializadas en determinados productos (como los juguetes(15)), sin embargo la referencia en el mundo de internet podría ser la web sindinero.org,(16) con amplia información de todos estas comunidades de ayuda mutua, además de otras muchas más del mundo de esta economía sin dinero.

Otras experiencias que creo no debo olvidar en este artículo, no aparecen en el libro pero sí he podido desarrollar en mi blog o mencionar en Twitter(17) son las siguientes:

En el ámbito del reciclaje:

Ecoelce(18) es un proyecto que lanzó la filial eléctrica de Endesa en Brasil en el año 2007, consistente en cambiar basura por energía entre los habitantes de rentas bajas del estado de Ceará, ciudad que se encuentra entre los primeros puestos del ranking de núcleos latinoamericanos con mayores diferencias entre clases ricas y pobres; su primer resultado no sólo fue el de reducir considerablemente la cantidad de basura esparcida por la ciudad sino que al mismo tiempo hizo disminuir sus índices de impago y hurto de energía. (Coelce tiene 2,8 millones de clientes, de los cuales dos tercios viven con rentas inferiores a los 200 euros, lo que favorecía que se demorasen en el pago e incluso que optasen por el robo de la electricidad). Coelce atiende hoy a 236.000 familias socialmente vulnerables y desde que se inició el proyecto han conseguido mediante el reciclaje recoger más de 8.000 toneladas de residuos correspondientes a 31.000 Gwh de energía, las 2,35 toneladas de papel recicladas han evitado la tala 79.000 árboles y han permitido un ahorro de más de 220 millones de litros de agua, y respecto a los bolsillos de sus clientes ha generado casi un millón de euros de descuentos en las facturas de la luz. A pesar de haber sido ideado para clientes de rentas bajas, actualmente está a disposición de todos los usuarios, quienes pueden optar por beneficiarse de los descuentos en sus facturas o donar el valor a alguna de las ONG elegidas por Coelce.

RecycleBank,(19) sistema creado en la ciudad de Filadelfia en el año 2004 y difundido actualmente en más de 300 comunidades de 20 estados de los Estados Unidos, es una experiencia similar a la anterior pero con la novedad tecnológica de que el seguimiento de la cantidad de residuos reciclada se mide por medio de un dispositivo de seguimiento electrónico instalado en los cubos de basura; los vecinos en este caso reciben puntos canjeables por productos o servicios en establecimientos asociados o en la propia web, hasta una cantidad máxima equivalente a 400 dólares al mes.

Envirobank, (20) de origen australiano, es una de las iniciativas más singulares, pues utiliza unas máquinas tipo vending para recoger latas u otros desperdicios (admite PVC, vidrio, PEPT y HDPE, pudiendo almacenar hasta 3.000 latas) y a cambio facilita automáticamente puntos para canjear o incluso dinero en efectivo; ubicadas en lugares públicos, se convierten también así en una herramienta educativa.

En el ámbito de las monedas sociales:

RED CATALANA DE ECOXARXAS

La primera de las monedas sociales que participa en esta red de monedas se creó en marzo de 2009 de manos de la EcoXarxa del Montseny,(21) asociación ciudadana de Montseny (Barcelona), pequeña localidad de no más de 320 habitantes ubicada en el entorno privilegiado de un parque natural protegido reserva de la Biosfera. El propósito original era la creación de una moneda de uso local en forma de billete e igual valor del euro que favoreciera no sólo la economía local sino también la autogestión y el consumo responsable, complementándola con la creación de una cooperativa de consumo y de un mercado de intercambio y de productos locales en los que el Ecoseny sería el «protagonista»de las transacciones. Pocos meses más tarde aparecería en el Camp de Tarragona una nueva propuesta de moneda propia, el ECO,(22) con la misma paridad fija respecto al euro de 1=1 y con los mismos parámetros de vinculación con actividades de consumo agroecológico y responsable.

Posteriormente fueron apareciendo otras redes en Catalunya, concretamente en Barcelona capital,(23) Osona, Granollers, Lleida, el Garraf y Girona. ¿Cuál es la peculiaridad más significativa de todas estas monedas sociales, aparentemente independientes? Que todas ellas utilizan, tanto para la gestión de las cuentas de sus asociados como para los intercambios, una misma aplicación por internet, el CES(24) (Siglas de Community Exchange Systems) , pagina web con sede física y virtual en Sudáfrica, que les permite no sólo poder realizar transacciones telemáticamente o incluso por el móvil, sino la posibilidad de poder realizar compras y ventas entre miembros de diferentes redes, creando una divisa regional operativa tanto para los miembros de cada red como entre los comercios asociados (CES gestiona actualmente más de 253 experiencias de trueque, bancos de tiempo y monedas sociales por todo el mundo).

Respecto a la operativa de cada red, cada socio dispone por norma general de un límite inicial de endeudamiento de 100 ecos, si bien también pueden adquirirse cambiándolos por euros, lo que facilita que puedan adquirir productos para cada grupo y poder actuar así como cualquier otro grupo de consumo agroecológico al uso. En este sentido y para dinamizar estas operaciones, esta red ha puesto en marcha una central de compras cuyo objetivo es adquirir alimentos ecológicos a productores catalanes que acepten una combinación de ecos y euros, para que no solo consumidores sino también productores se puedan involucrar en este nuevo mercado. En estos momentos se está iniciando la puesta en marcha de una cooperativa integral25 ligada a este movimiento de monedas sociales, que permita la incorporación de todos los ámbitos de la actividad econó- mica: consumo, producción, financiación y moneda social, y poder llegar a satisfacer las principales necesidades básicas de las personas, incluyendo alimentación, salud, educación, transporte y energía.

UNA UTOPÍA REALIZABLE

Hace unos pocos meses y antes de escribir este artículo, descubrí entre mis estanterías uno de los libros que de joven me pudo marcar más respecto a lo que podía entender como una sociedad idílica en armonía con la naturaleza, políticamente preocupada por el medio ambiente y en el cenit de las energías renovables, el reciclaje y el consumo responsables. Me refiero a Ecotopía(VI) de Ernest Callenbach, libro que en su momento compartía anaquel con aquellos primeros ejemplares de la revista «El Ecologista» o esos pequeños libros blancos de la colección «Amigos de la Tierra» que Ediciones Miraguano —mi editorial y librería de toda la vida— editando en esos primeros años de democracia y de indefinición de cualquier aventura política «verde».

Y sobre política verde me di cuenta también —en este caso como invitado y ponente en la II Universidad Verde de este verano en Estella (Navarra)— que la sugerencia de uno de los participantes a nuestro taller sobre monedas sociales, bancos de tiempo y otras experiencias económicas alternativas de que estas experiencias deberían impregnarse de sostenibilidad y de responsabilidad no sólo social sino también ecológicas era una invitación no sólo necesaria, sino que debería provocar una reflexión a todos aquellos que estamos abogando por un modelo económico más inclusivo y sin embargo obviamos una mayor responsabilidad ecológica a los que los inventores del trueque llamaron «prosumidores», adoptando la definición de Elvin Toffler – que también hicieron suya tanto las redes de trueque argentinas como Edgar Cahn con su Time-Dollars – y aludiendo a aquel que no sólo consume sino que también produce dentro de nuestras nuevas redes económico-sociales de redes de trueque, bancos de tiempo o monedas sociales, entre otras experiencias.

Y volviendo al libro Ecotopía, referir que mi lectura estuvo muy condicionada a buscar todas esas experiencias de las que hablo en mi libro, sorprendiéndome que no hiciera alusión a la existencia de una economía en esa sociedad de ecologistas fanáticos diferente y plena de iniciativas alternativas como monedas locales o redes de trueque, pero haciendo eso sí una apuesta clara por el decrecimiento, la autogestión, las tecnologías intermedias y la calidad de vida a través de acontecimientos como la nacionalización de la agricultura y de los medios de producción, la jornada laboral de 20 horas, el apoyo incondicional a las energías renovables y el abandono de toda actividad vinculada al petróleo —todo esto en su contexto narrativo— utilizando el paradigma de la obsesión por el reciclaje y el respeto al medio ambiente como la única opción posible. La fecha en la que su autor la escribió si podría justificarlo —el libro se publicó en el año 1975, años antes de la aparición de las primeras redes de trueque en Canadá o de la aparición de monedas locales en EEUU como los Ithaca Hour — sin embargo creo que debería añadirse un capitulo al mismo que creo puede ser el compromiso que puedo adoptar para este artículo. Cómo podemos pensar en una nueva economía en una república ecologista como hubiera sido Ecotopía de haberse escrito por ejemplo 10 años más tarde. Mario Gaviria, uno de los ideólogos más influyentes del pensamiento ecologista español, prologó brillantemente 25 este libro y sentencia que, desgraciadamente, en Ecotopía http://cooperativa.ecoxarxes.cat/. 64 ecología política hay aspectos no resueltos, destacando que uno de ellos es que todavía existe el dinero.

Creo que este tiene que ser nuestro cometido, que en Ecotopía algún día deje de existir el dinero tal como lo conocemos. En una sociedad así no es necesario, y ese es nuestro trabajo, reescribir esta utopía ecologista y poder hacerla realidad.

BIBLIOGRAFÍA

I. GISBERT, Julio (2010), «Vivir sin empleo: trueque, bancos de tiempo, monedas sociales y otras alternativas», Barcelona, Ediciones los libros del Lince, 2010.

II. LIETAER, Bernard y KENNEDY, Margrit (2004), «Monedas regionales: Nuevos instrumentos para una prosperidad sustentable», Almeria, La Hidra de Lerna Ediciones, Colección Finanzas Eticas, 2010.

III. SCHUMACHER, E.F. (1973), «Lo pequeño es hermoso», Madrid, Tursen, S.A. — Hermann Blume Ediciones, 2001. La cita es la siguiente (página 165-166): «…Hay tres abismos que separan los hombres: el abismo entre ricos y pobres, el abismo entre educados y los sin educación y el abismo entre el hombre de ciudad y el hombre de campo, que incluye la separación entre industria y agricultura. El primer problema de la ayuda para el desarrollo es cómo construir un puente sobre estos tres abismos. Se necesita un gran esfuerzo de imaginación, de estudio y compasión para hacerlo…».

IV. HOPKINS, Rob (2008), «The Transition Handbook, from oil dependency to local resilience», Totnes (UK), Green Books Ltd., 2009.

V. NORTH, Peter (2010), «Local Money», Totnes (UK), Green Books Ltd., 2010.

VI. Callenbach, Ernest (1975), «ECOTOPIA» Zaragoza, Trazo Editorial, 1980.

* juliogisbert@vivirsinempleo.org.

1 http://www.nuspaarpas.nl/

2 http://www.transitiontowns.org/ – http://transitionnetwork.org/ – http: //transitionculture.org/.

3 http://www.transitiontowntotnes.org/

4 http://www.thelewespound.org/.

5 http://www.stroudpound.org.uk/.

6 http://brixtonpound.org/.

7 http://movimientotransicion.pbworks.com/.

8 http://www.stro-ca.org/.

9 http://www.gotaverde.org/.

10 http://ecocasas.shutterfly.com/.

11 http://www.freecycle.org/

12 http://es.groups.yahoo.com/group/Barcelona-Freecycle/

13 http://es.groups.yahoo.com/group/ValenciaSpainFreecycle/

14 http://groups.yahoo.com/group/MadridRecicla/

15 http://lanochedelosninos.org/madrid/

16 http://www.sindinero.org/

17 Blog: http://www.vivirsinempleo.org / Twitter: @juliogisbert

18 https://www.coelce.com.br/coelcesociedade/programas-e-projetos/ ecoelce.aspx

19 http://www.recyclebank.com/

20 https://www.envirobank.com.au/

21 https://www.ecoseny.net/

22 http://www.xarxaeco.org/

23 https://barcelona.ecoxarxes.cat/

24 http://www.ces.org.za/

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