Alejandro Palafox-Muñoz*

Palabras clave: turismo, ecología política, economía política, nueva ruralidad, acumulación por desposesión  

 

Turismo, capital y su relación con el ambiente

El turismo se ha consolidado como una de las actividades más importantes para la economía mundial contemporánea en las últimas décadas, principalmente por su poder de atracción de capitales de flujo globalizado y la generación de inversiones en actividades diversificadas, además de ser una importante fuente de ingreso de divisas para los países capitalistas emergentes; por ejemplo, América Latina recibió el 8,1% de los visitantes a nivel global, registrándose 1.184 millones de turistas internacionales durante el año 2015 (UNWTO, 2016a). Sus efectos tienen origen en un escenario de gran expansión de la actividad a escala mundial, y durante el 2016 se pronostica un incremento entre el 4 y el 5% para la región latinoamericana (UNWTO, 2016b).

Marín (2010) señala que esta industria se ha erigido como un sistema global que se expande por diversas partes del mundo, manifestándose como una fuerza sumamente influyente que define pautas de de­sarrollo económico y formas de reproducción sociocultural en un gran número de regiones y localidades del planeta mediante la apropiación, funcionalización y homogenización del espacio (Palafox et al., 2011). No obstante, el turismo genera profundas transformaciones socioespaciales y culturales que crean nuevas formas en el territorio, a saber:

Existen varios ejemplos donde el turismo a gran escala ha tenido efectos nocivos sobre la biodiversidad, entre los cuales se incluyen los arrecifes de coral, manglares, bosques, ecosistemas áridos y semi-áridos, así como la montaña […] cada turista consume en promedio 300 litros de agua potable por día […] es común entre la industria hotelera descargar las aguas residuales directamente en el mar […] con frecuencia, el tema cultural es secundario, lo cual incide directamente en la gravedad de los problemas ambientales, tal como el acceso al agua potable, los recursos costeros y la vida silvestre (UNEP & UNWTO, 2011: 421-423).

En la región latinoamericana, México es el país que anualmente recibe un mayor número de turistas internacionales; el último dato oficial es de 32,1 milones de viajeros, quienes contribuyeron a la macroeconomía nacional con 17,4 millones de dólares americanos, 7,7% más que en 2014 (SECTUR, 2015). Desde la década de los setenta, México ha optado por el turismo como mecanismo para incrementar la captación de divisas y la creación de empleos que impulsen el desarrollo económico; por ello, la fuerte participación del Estado en la planificación de la actividad turística, sobre todo a partir de la creación de los “centros integralmente planeados” en los años 1970 a cargo del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), con préstamos otorgados por el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Con estos recursos se crea Cancún, que actualmente se posiciona como uno de los destinos turísticos de mayor importancia en el mundo. En consecuencia, el estado de Quintana Roo adquiere centralidad en la política turística nacional teniendo como resultado su expansión hacia el sur de la entidad, con los proyectos de Riviera Maya y Costa Maya; además, existen otros espacios, como Cozumel, Puerto Morelos, Holbox e Isla Mujeres, que han desarrollado la actividad turística sin el desmedido apoyo financiero que tienen los destinos cobijados por el Estado. Posterior al desarrollo de Cancún, la actividad turística experimentó una expansión impetuosa en la región desde inicios del siglo XXI, sobre todo en la costa oriental del estado de Quintana Roo, que influyó en otros destinos tales como Isla Mujeres, Playa del Carmen y Tulum, que incrementaron sus flujos de visitantes en un 4,9% en promedio; así, en el año 2015 ingresaron al estado 14,9 millones de turistas internacionales, es decir, el 46,6% del total nacional (SEDETUR, 2015).

Recursos naturales de uso turístico. (Autor: Alejandro Palafox-Muñoz)

Recursos naturales de uso turístico. (Autor: Alejandro Palafox-Muñoz)

Con base en los resultados económicos, el Estado elige el turismo internacional y de grandes flujos como un mecanismo económico para la reproducción del modo de producción capitalista y para expandirse a los territorios con paisajes prístinos, susceptibles de ser explotados y utilizar la acumulacióna ampliada[1] generada por las actividades económicas, y cuando los recursos se agotan o el espacio es utilizado para otros fines, la sobreacumulación requiere invadir mercados y espacios, y por lo tanto inicia la acumulación por desposesión principalmente cuando los bienes comunes son convertidos en exclusivos mediante diversas formas de opresión. De esta manera, desde las primeras formas de organización social, la apropiación de la tierra ha jugado un papel determinante en la conformación de grupos con el propósito fundamental de explotar la naturaleza a fin de reproducir el capital, convirtiéndola en pieza rentable y subordinándola a la lógica privatizadora. En este sentido, Carrasco (2007) menciona que las políticas destinadas a la preservación de la naturaleza son subsumidas a: i) privatización; ii) políticas ambientales con tesitura hacía la ideología dominante; y iii) relaciones de producción subordinadas a la producción.

Este nuevo imperialismo se ha trasladado a las zonas rurales con recursos naturales para el desarrollo de diversas actividades económicas, las cuales desde el enfoque ecológico político puedes ser analizadas bajo tres premisas que surgen del proceso de producción capitalista: a) la expropiación de tierras rurales; b) la migración de trabajadores sin tierra a las ciudades; y c) la centralización de la riqueza, atribuida al control de la tierra y los medios de producción (Foster y Clark, 2004). Dichas características impactaron directamente en las comunidades rurales, ya que ellas tenían en su haber la propiedad de la tierra; sin embargo, los campesinos pierden el control de los medios de producción que fueron monopolizados paulatinamente y el trabajador rural se convierte en el nuevo obrero industrial. Así mismo, Gorz (1994) plantea que el análisis ecológico político estará destinado a regular los cambios necesarios en la manera de producir y consumir para incentivar cambios en el modo de vida y las relaciones sociales, como respuesta a la presión que se ejerce sobre los ecosistemas resultado de la apropiación de los recursos naturales y culturales para el crecimiento de la economía mediante cualquier actividad “a través de la venta de commodities […] y se insiste en evitar trabas o restricciones en la apropiación de la naturaleza” (Gudynas; 2010: 57), ya que el ambiente es valorado por la utilidad que genera convirtiéndolo en mercancía; por lo tanto, la racionalidad económica se superpone a la ambiental.

En este sentido, el capital rompe con los límites sociales y naturales al desintegrar “todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de necesidades, la diversidad de la producción, la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales” (Marx, 2007: 362).

De esta manera, el modo de producción capitalista justifica la apropiación de la naturaleza y la cultura para satisfacer las necesidades que exige la sociedad. Por lo que, a partir de la progresiva acumulación de capital, “se comenzó a demandar la explotación y transformación de una mayor cantidad de recursos naturales con implicaciones sinérgicas e incluso irreversibles” (Delgado, 2013: 47). De esta manera, el modo de producción capitalista ha provocado una crisis ecológica y política por apropiación, uso y usufructo de los recursos naturales y culturales, al ser considerados mercancías por su valor de uso y el valor de cambio que les atribuye el mercado. No obstante, el nuevo rol de los recursos y la forma de producir, consumir y distribuir bienes de consumo entre economías desarrolladas y subdesarrolladas abre diversas brechas de desigualdad, toda vez que la sociedad dominante somete a la naturaleza y a la sociedad, en donde las relaciones de producción dominan a las clases pobres y la relación entre sociedad y naturaleza se subordina al mercado, por medio de tres factores que permean las políticas destinadas a la preservación de los recursos naturales, a saber: a) la privatización como ideología dominante; b) las políticas ambientales que favorecen las presiones del capital entorno a los recursos (agua, energéticos y la biodiversidad) y; c) las relaciones sociales de producción que subordinan la producción, consumo y distribución de la sociedad (Carrasco, 2007).

Por lo tanto, la mercantilización de la naturaleza es reconocida y legitimada a través de los bienes y servicios ambientales con la finalidad de insertarla en los procesos productivos propios del mercado, tales como la creación de los bonos de carbono; Killeen (2007) plasma esta idea con lo que sucede en la Amazonia, donde se crearon áreas naturales protegidas complementadas con reservas indígenas enfocadas a la captación de ingresos económicos a partir del pago de servicios ambientales para subvencionar el crecimiento económico de la región. Así, la naturaleza se anexa a la suma de bienes y servicios al interior de los sistemas económicos (Smith, 1990), toda vez que los recursos se encontraban fuera del mercado y el modo de producción se apropia de ellos, lo que Harvey (2004) denomina acumulación por desposesión.

Mercantilización de la naturaleza. (Fuente: Museo de la Isla de Cozumel)

Mercantilización de la naturaleza. (Fuente: Museo de la Isla de Cozumel)

Malecón Costero Norte, 2013. (Autor: Arturo Aguilar-Aguilar)

Malecón Costero Norte, 2013. (Autor: Arturo Aguilar-Aguilar)

En este mismo orden de ideas, Delgado (2013) asegura que la importancia de la ecología política radica en el estudio del conflicto por el acceso, despojo, uso y lucro del paisaje, ya que la creciente acumulación de capital demanda una constante explotación y transformación del entorno natural y social de índole irreversible, toda vez que el modo de producción capitalista está dirigido a su reproducción mediante el aumento de la productividad. De esta manera, el capitalismo se sostiene por sí mismo mediante la creación de productos sin valor de uso ecológico, y por ello las crisis van de lo local a lo global (Burkett, 2008), en donde se concentran los recursos materiales para la mercantilización de los espacios rurales. Este marxismo ecológico propone explorar las contradicciones del propio modo de producción capitalista en su relación con la naturaleza; dicha premisa la establece el propio Marx (2007) al mencionar que la dependencia entre hombre y naturaleza es principalmente para la producción de sus medios de subsistencia. Por esto, el capitalismo se basa en la acumulación mediante la explotación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales, así como en la dominación de clases a través del sometimiento de las mismas por medio de la explotación de la naturaleza (Gorz, 2008). Para lo cual, el rol del Estado es favorecer la consolidación y permanencia del modo de producción para la hegemonía del mercado, mediante la igualdad de oportunidades, es decir, flexibilizar la legislación para la participación de particulares en la compraventa de territorio, así como la explotación de las fuerzas productivas, las cuales generan y amplían las brechas de desigualdad e incrementan los índices de pobreza:

El desarrollo del capitalismo hasta la actualidad nos ha enseñado que la acumulación basada en la predación y la violencia […] Es la permanencia de esta forma de construir mercado lo que se ha hecho claramente evidente con la crisis del Estado Benefactor (Galafassi, 2008: 8).

Aproximación al estudio del turismo e imperialismo ecológico

El turismo como actividad económica se ha convertido en motor de la expansión capitalista mediante la acelerada globalización en los países con lento desarrollo, sin embargo los efectos de ello pueden verificarse en la periferia de los destinos turísticos y en el interior de las comunidades receptoras, toda vez que los efectos de la promesa del progreso motiva el desplazamiento de personas que buscan mejorar su calidad de vida. En este sentido, el impulso del turismo deriva de su importancia como elemento exportador en las economías, no solo las emergentes, sino también las industrializadas, aunque los resultados no es posible identificarlos solamente con el crecimiento del PIB (Peña y Lilo, 2011; Webster, Ivanov e Illum; 2009).

La estructura del turismo en el mundo moderno deviene de los intereses de los organismos internacionales (OI) y es visto como un instrumento para reproducir el modo de producción capitalista, y la actividad se fortalece mediante la inclusión de la clase media a su práctica, derivando en nuevas formas de quehacer turístico relacionado directamente con la diversidad de gustos y preferencias en los bienes de consumo. El turismo ha tenido un crecimiento exponencial con la liberación del mercado, el aumento de los flujos comerciales, así como la movilización de consumidores (Lanfant, 2004; Duterme, 2007; Palafox, 2013); resultado de las políticas públicas que permitan el crecimiento económico para la reproducción del modo de producción, a pesar de las condiciones del intercambio inequitativo entre el centro y la periferia (Mosedale, 2009); así, las economías emergentes dependen de la demanda de los países desarrollados, por lo que el crecimiento económico de las primeras está supeditado al bienestar de las segundas.

Lo anterior permite enfatizar que el turismo es utilizado como un instrumento para el crecimiento económico, siendo un “vehículo para la acumulación de capital” (Britton, 1991: 451), por lo que el Estado asegura, mediante una política económica neoliberal, las condiciones necesarias para que los grupos turísticos internacionales (GTI) se inserten en los nuevos mercados y aprovechen los canales de distribución para concentrar y centralizar el capital (Clancy, 1998; Mosedale, 2006; Palafox et al., 2010; Buades, 2011; Palafox, 2013). Dicha acción de tipo monopólico es la razón del deterioro de las empresas, ya que “el monopolio del capital se convierte en la traba del modo de producción capitalista, ese modo de producción trae al mundo los medios materiales de su propia aniquilación” (Marx, 2010: 362- 363).

El turismo como cualquier otra actividad económica se abre paso como un elemento generador y acumulador de riqueza, agente para la apropiación de la naturaleza y condición para la estandarización del mercado, a través de un proceso de apropiación, funcionalización y homogenización del entorno. En suma, el acaparamiento de los recursos naturales a través del despojo con el propósito de acrecentar la reproducción ampliada; estas acciones son consideradas por Foster y Clark (2004) como un imperialismo de tipo ecológico, ya que la concentración de los medios de producción tiene incidencia directa en las relaciones de producción, las cuales mediante la sobreexplotación inician con el deterioro de la naturaleza al competir tanto el Estado como las empresas por el control de la materia prima.

En este contexto, la actividad turística se ha venido reestructurando y modernizando para ofertar una diversidad de productos y servicios a pesar de los perjuicios ambientales que ha traído consigo en forma directa o indirecta. Por lo anterior, es importante estudiar el rol del turismo como eje de acumulación desde una perspectiva crítica, a través de tres categorías de análisis: a) la economía política; b) la ecología política; y c) la nueva ruralidad, las cuales contribuirán a esclarecer las secuelas del modo de producción capitalista utilizando la actividad turística como medio para su reproducción (véase la figura 1).

Figura 1. El turismo desde una perspectiva crítica. (Fuente: Elaboración propia)

Figura 1. El turismo desde una perspectiva crítica. (Fuente: Elaboración propia)

El modo de producción capitalista establece, a través de la política económica, las directrices y condiciones necesarias para la construcción de estrategias tendientes a la reproducción del modo de producción; el Estado es el encargado de elaborar y promover las reformas estructurales para dicho propósito. Lo anterior no exenta la política ambiental; por el contrario, esta está permeada de aquellos elementos de orden hegemónico pensados para el desarrollo de actividades económicas que persigan la reproducción ampliada; dicho proceso, Berman (2000) lo denomina “modernidad”.[2]

El proceso para alcanzar la acumulación se inicia con: a) la apropiación de la naturaleza; b) la homogenización del espacio; y c) la funcionalización del destino (Palafox et al., 2011). En este sentido, los recursos naturales propiedad de las comunidades rurales son privatizados a través de una fase legitimada por sus fines denominada acumulación por desposesión, ya sea a través de la compraventa del medio de producción, la expropiación del mismo para la creación de un área natural protegida o simplemente a través de la implementación de la nueva ruralidad institucional mediante programas en los que el control de los recursos, la organización y la actividad económica a realizar están determinados por los intereses del Estado; un ejemplo de ello: el Programa Pueblos Mágicos (Cfr. Palafox y Martínez, 2015; Martínez, Anaya y Palafox, 2014). De esta forma, el capital penetra en las comunidades con una nueva visión del campo, cuyo resultado es la dominación de los medios de producción a través del establecimiento de relaciones de subsunción mediante el ejercicio del poder sobre la propiedad de los recursos para su privatización y usufructo, lo que induce una crisis de tipo social como consecuencia de las crisis económica y ambiental provocadas por el despojo de la tierra a las comunidades receptoras y la pérdida de espacios naturales, toda vez que adquieren valor de mercado y se convierten en mercancía.

En este sentido, el Estado ha encontrado en la creación de áreas naturales protegidas una nueva estrategia para generar reservas de materia prima que posteriormente sean utilizadas para la permanencia del modo de producción capitalista mediante la privatización en los espacios de uso común; el turismo es una de las actividades que se pueden desarrollar en espacios protegidos (CONANP, 2010). Por ello, surge el interés por estudiar el turismo desde un enfoque de corte crítico en el que se contemple la visión de la economía política, la ecología política y la nueva ruralidad de tipo comunitario, ya que dichas posturas convergen para construir las categorías de estudio que contribuyan a entender las causas y efectos del modo de producción capitalista, el cual se encuentra en constante transformación para su reproducción y que en estos momentos se manifiesta a través de un imperialismo ecológico, que es entendido como el saqueo de los recursos y la consecuente transformación de los ecosistemas (Foster y Clark, 2004).

Comentarios finales

La lucha constante del modo de producción capitalista por asegurar la propiedad de los medios de producción y continuar con la acumulación ampliada ha provocado la modernización de las actividades económicas y la expansión hegemónica sobre los espacios rurales. El turismo, por su capacidad generadora de riqueza, se constituye en el instrumento de expansión para penetrar los nuevos espacios con la idea de la sustentabilidad a través de una estrategia competitiva; términos, por demás, antagónicos en su acepción.

El papel que ha desempeñado el Estado ha sido principalmente de facilitador de las estrategias que vienen de los organismos internacionales. De esta manera se impulsa el turismo en los territorios con una economía en desarrollo con una diversidad de recursos naturales y culturales que adquieren la jerarquía de insumo para la actividad económica. Posteriormente a las crisis ambientales que se presentan en los destinos y en general en el planeta, se inicia una nueva tendencia: el desarrollo sustentable. A pesar de contar con una tríada en las variables a considerar, el aspecto económico es preponderante debido a que la visión de este está directamente vinculada al modo de producción.

Tras el deterioro de algunas regiones posterior al proceso de apropiación, funcionalización y homogenización del espacio, la acumulación ampliada necesita penetrar los nuevos espacios, por lo que el Estado fija su estrategia sobre los espacios rurales. De esta manera inicia la nueva ruralidad (institucional y comunitaria), en la que se establecen las directrices de cuál es el tipo de turismo y de turista a recibir. Así mismo, los espacios protegidos son fuente prístina de recursos que servirán para el desarrollo de actividades turísticas especializadas y dirigidas a un consumidor con alto poder adquisitivo, convirtiendo el ecoturismo en el nuevo turismo de masas.

A pesar del panorama que se presenta en este artículo, algunas comunidades han encontrado en la nueva ruralidad comunitaria una forma de gestionar su desarrollo a través del turismo, haciendo hincapié en la sustentabilidad social con el propósito de minimizar el rezago al que han sido sometidas, fortaleciendo la cohesión social, la autoeficiencia económica y el bien común de quienes forman parte del esfuerzo por mejorar su calidad de vida.

Referencias

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Referencias para ampliar la información

Investigación turística: http://alejandropalafox.blogspot.mx.

* Universidad de Quintana Roo, México (palafox@uqroo.edu.mx)

[1] Es cuando parte de la plusvalía se capitaliza y se emplea para adquirir fuerza de trabajo y medios de producción; como consecuencia se tiene la acumulación de capital (Marx, 1999).

[2] Amenaza radical a su historia y sus tradiciones […] acelera el ritmo de vida, genera nuevas formas de poder colectivo y de lucha de clases” (Berman, 2000: 1-2).

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