Vía Campesina

 

DECLARACIÓN DE LA VÍA CAMPESINA

Ginebra, 28 de julio 2006

El fracaso de la OMC, reconocido de forma pública en Ginebra por Pascal Lamy es una victoria para Vía Campesina, que se ha opuesto al libre comercio de los productos agrícolas desde su creación. ¡La ronda de Doha ha muerto! Que viva la soberanía alimentaria.

Los acuerdos de Marrakech de 1994 han empeorado la crisis económica que sufren las zonas rurales. La liberalización de los mercados para los productos agrícolas, la necesidad de abrir las fronteras y la reducción de los aranceles han introducido a los campesinos en un sistema global de competencia sin límites, donde los únicos que se benefician son las multinacionales del agronegocio y sus accionistas.

El desplome de los precios de la mayoría de los productos agrícolas ha provocado la ruina de millones de pequeños campesinos. Esta crisis ha provocado a su vez un éxodo rural y un aumento exponencial de los flujos migratorios. El desarrollo de un modelo agrario que se centra en el beneficio a corto plazo ha aumentado el problema de la deforestación, dando lugar a la concentración de tierras, la erosión de los suelos, la destrucción de la biodiversidad y la contaminación de las aguas. Esto ha sido posible por la represión que se ha llevado a cabo contra los movimientos sociales de muchos países.

Los pescadores tradicionales en enfrentan también a una destrucción de los recursos pesqueros y marítimos sin precedente. En numerosas zonas del planeta, la pesca industrial hizo daños considerables, dejando las redes de los pescadores desesperadamente vacías.

Al contrario de lo que prometía, el liberalismo no ha garantizado el derecho a la alimentación, a pesar de que aparece recogido en el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas. De todas maneras, la OMC, no ha considerado nunca que combatir el hambre formaba parte de sus objetivos. Hoy, más de 850 millones de personas pasan hambre de forma permanente, tres cuartas partes de las cuales son campesinos, campesinos sin tierra y trabajadores agrícolas. Desafortunadamente, el objetivo de 1996 de la FAO de reducir esta cifra a la mitad (aún así insuficiente) no se verá cumplida. No podemos aceptar esta situación, ya que no se trata de cifras que sufren, sino de niños, mujeres y hombres que se mueren cada día en un mundo donde la producción alimentaria es suficiente para cubrir las necesidades de todos.

La liberalización del mercado de los productos agrícolas debilita constantemente la economía de buena parte de las familias campesinas y los países. África, que fue presentada como la región que más debía beneficiarse de los acuerdos de Marrakech, se ha visto defraudada. Los países del Sahel que son forzados por el Banco Mundial a desarrollar el cultivo del algodón para así pagar el peso de la deuda que sufren, han visto como sus explotaciones se hunden debido a los subsidios de los países ricos como EE UU. Se han dedicado millones de hectáreas al cultivo intensivo de la soja en Sudamérica en perjuicio de los campesinos locales y la producción alimentaria local. Argentina, que en 1994 contaba con un 17% de su población por debajo del umbral de la pobreza ha visto como esta cifra ha explotado. Actualmente, el 40% de la población de este país sufre de hambre. Las importaciones han dejado de lado a las agriculturas alimentarias de subsistencia de los países africanos occidentales. Senegal importa ahora 500.000 toneladas de arroz de baja calidad y países como Filipinas, que en 1994 eran autosuficientes, deben ahora importar un millón de toneladas de cereales. Por su parte, Indonesia vio multiplicado por tres el valor de sus importaciones de cereales entre 1994 y 2004: pasaron de 60 a 180 millones de dólares. Cientos de millares de campesinos en India y China se trasladan en busca de los hipotéticos puestos de empleo. Las enmiendas a sus políticas agrícolas, hechas por la Unión Europea y los EE UU, han decepcionado a los pueblos, ya que no han servido ni para limitar los subsidios de las importaciones ni para que haya una distribución más justa en la agricultura.

Bajo dominación de la OMC, era el conjunto de las actividades humanas que estaban reducidas a mercancías —como el agua, la salud, la educación, para citar la más importantes— y vendidas a las multinacionales. Estas privatizaciones tuvieron un impacto terrible en los estratos sociales más desfavorecidos de la población. El cinismo de estas políticas causó conflictos muy duros, como, por ejemplo, sobre el agua en Bolivia, que permitieron la aparición de gobiernos portadores de una verdadera alternativa.

La arrogancia y la contención que han mostrado los poderes económicos del Norte, siempre preparados para contratar a una pequeña élite de los dirigentes de los países emergentes, han sido la verdadera causa del fracaso de la OMC.

Desde 1995, Vía Campesina lucha y denuncia estos acuerdos de libre comercio. De Seattle a Doha, pasando por Cancún y luego Hong Kong, Vía Campesina se manifestó en las calles para oponerse a la OMC. Pascal Lamy ha reconocido que la OMC pasa en estos momentos por un estado de hibernación. Esperamos que se trate de un profundo coma que lleve a una muerte rápida, ya que el liberalismo económico es como un pulpo: la OMC es la cabeza y los acuerdos de libre comercio son los tentáculos que mantienen esclavizadas a naciones enteras. Vía Campesina va por supuesto a proseguir y ampliar la lucha contra el liberalismo poniendo todo su peso contra las decenas de acuerdos de libre comercio que están negociados en el mundo. Vía Campesina jugará su papel en colaboración con las muchas organizaciones de la sociedad civil par seguir la lucha contra la liberalización del comercio.

En paralelo a su estrategia de lucha, Vía Campesina ha desarrollado, junto a muchos otros aliados, una propuesta alternativa para superar la crisis: la Soberanía Alimentaria, que propone que haya una administración internacional de los mercados agrícolas que esté basada en la concertación y la responsabilidad para garantizar precios justos tanto a los productores como a los consumidores. El derecho a la Soberanía Alimentaria depende de la fuerza de la agricultura familiar y de un acceso justo a los medios de producción como el suelo, el agua, las semillas, la formación y los créditos. Esto supone desarrollar un modelo de agricultura dirigido a la autonomía alimentaria a nivel local, así como a la creación de pequeños círculos comerciales.

La quiebra de la OMC abre nuevas perspectivas para los movimientos sociales. Con sus aliados, Vía Campesina organizará en Malí, en el mes de febrero de 2007, el Foro Mundial para la Soberanía Alimentaria. Este encuentro ambicioso tendrá por objetivo por una parte, precisar algunos aspectos de la soberanía alimentaria, y por otra parte reflexionar sobre un plan de acción global que permitirá hacer avanzar este nuevo derecho de los pueblos tanto en los gobiernos como en las instancias de gobernanza internacional.

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