Efraín León Hernández*

 

El Golfo de México es un espacio marítimo compartido casi en su totalidad por México y Estados Unidos y en menor proporción por Cuba. Desde la colonia, la región del Golfo adquirió gran importancia estratégica por el enorme tránsito mercante que comenzó a fluir por sus aguas. Más recientemente, a su importancia como región de interconexión se le suma la que le da la enorme variedad de riquezas naturales contenidas en sus suelos y aguas marinas. Actualmente, además de constituirse como región de tránsito obligado para el puerto marítimo mexicano más importante de cara al Atlántico y de varios puertos de gran calado de Estados Unidos, cuenta con riquezas minerales, energéticas y biológicas de gran importancia económica y estratégica. Hay que mencionar que junto con el mar Caribe es la segunda región mundial de concentración de biodiversidad marina, sólo por debajo de los enormes bancos de coral del sureste asiático y de Oceanía, y la región pesquera más importante del Atlántico central.(1) Sin embargo, los frágiles ecosistemas marinos de la región han comenzado a erosionarse por la excesiva explotación de algunos sectores como el petrolero, pesquero y turístico, el incremento de tránsito marino y la contaminación in situ y ex situ resultado del conjunto de las actividades económicas.

Sin ir muy lejos, en la parte estadounidense del Golfo se encuentra el desarrollo petrolero litoral más grande del mundo, en el sur se ubica el más importante de México y, en conjunto, el Golfo de México posee una de las reservas probadas y probables más grandes de América. En contraparte, el grado de contaminación por hidrocarburos que resulta de las actividades de exploración, producción y transporte de petróleo aún no es suficientemente estudiado y, menos todavía, sus implicaciones para el frágil equilibrio de los ecosistemas marinos. Pese a ello, la producción y activación de nuevas plataformas petroleras marinas continúa en aumento. Recientemente Estados Unidos anunció el descubrimiento de un nuevo yacimiento supergigante en aguas ultra profundas del Golfo, además de que varios estudios ubican en esta región el futuro epicentro americano de hidrocarburos, según sus reservas submarinas probadas y probables. Habrá que esperar además un aumento aún mayor en la actividad petrolera por la emergencia del nacionalismo venezolano(2) y la incertidumbre de abasto seguro de gas y petróleo que en ello contempla Estados Unidos (León y Rosas Landa, 2007).

Pese a la enorme e incesante contaminación del Golfo por hidrocarburos, la secretaría mexicana de medio ambiente, Semarat, se ha limitado a indicar que en la región mexicana del Golfo «no es sostenible científicamente» que la enorme disminución de la pesca en la costa de Campeche esté relacionada directamente con la explotación de petróleo (Gold, 2004). Sin embargo, hasta antes de la explotación petrolera en estas costas, la región sur del Golfo de México tuvo una tradición pesquera de importancia regional que paulatinamente ha perdido. Por ejemplo, en 20 años las casi 90 mil toneladas anuales de camarón que se extrajeron en 1982 disminuyeron a menos de 17 mil toneladas, y casualmente la caída de productividad coincide con el inicio de actividades de las plataformas de Campeche.

La contaminación de hidrocarburos en el Golfo de México no es sólo el resultado de actividades extractivas directas y de su transporte. Se agrega además el aceite y combustible que resultan de las máquinas de embarcaciones de todos tamaños y los desechos tóxicos, en los que se incluyen metales, contaminantes orgánicos persistentes como plaguicidas y PCB persistentes, que provienen de los grandes complejos portuarios de Brownsville, Corpus Christi, Houston y Galveston, en Estados Unidos, y los de Tampico-Madero, Altamira, Veracruz, Alvarado, Coatzacoalcos, Dos Bocas y Ciudad del Carmen, en México. Además, a las aguas del Golfo se incorporan toda tipo de residuos industriales y agroindustriales provenientes de las desembocaduras de varios ríos: El río Misisipi, uno de los mas contaminados de Estados Unidos por agroindustria e industria quí- mica; al sur la desembocadura del Grijalva-Usumacinta, principal torrente de residuos petroquímicos en México; y, por supuesto, la desembocadura del río Pánuco, sistema hídrico que recibe los desechos urbanos e industriales de la ciudad de México, principal centro industrial del país y hogar de casi 25 millones de personas. Por si fuera poco, el río Misisipi y el GrijalvaUsumacinta, ambos enormes sistemas deltáicos, acarrean un torrente de contaminación sólida que se acumula en sedimentos marinos del litoral que repercuten negativamente en los ecosistemas biodiversos de manglar, hábitat mixto de agua salada y dulce sumamente frágil.

Pero los límites al potencial pesquero no resultan sólo de usos distintos de la riqueza marina, actualmente hay una tendencia decreciente en la captura en el Golfo de México resultado de sobrecapacidad pesquera y de manejos inadecuados. Por ejemplo, sólo la flota camaronera en el Golfo mexicano tiene la capacidad de pescar entre 8 y 16 veces el producto del 2001. Estudios recientes del estado de la salud pesquera de las especies marinas mexicanas muestran que aunque el Golfo de México presenta un menor deterioro respecto a la media mundial, es también la región con mayor proporción de recursos totalmente explotados y con menos opciones de crecimiento. De lo cual se deduce fácilmente que todo intento de incrementar los niveles de pesca llevará rápidamente a una condición de deterioro. El 79% de las unidades pesqueras del Golfo mexicano se encuentran totalmente explotadas, y de éstas, el 25% exigen intervención inmediata para rescatarlas del estado de deterioro en el que se encuentran (Díaz-deLeón, 2004).

Como ya es sabido, al igual que sucede con la vida terrestre, la riqueza biológica marina es la que resulta más afectada por la tendencia actual de uso del conjunto de las riquezas del mar, en la que por supuesto se incluye la sobreexplotación pesquera y la acuicultura. No obstante, la lógica contradictoria de aprovechamiento del mar no se limita sólo al manejo insostenible de algunos de sus sectores o recursos, es la lógica general con la que se gestiona el conjunto de ellos y la visión a corto plazo que en la práctica se aplica, lo que impone límites para el aprovechamiento futuro de las riquezas marinas. Como ha sucedido en tierra, donde vemos contaminación, destrucción de suelos fértiles y desaparición de bosques y diversidad biológica, el uso no sustentable lo se impone en el aprovechamiento marino. Pese a la denuncia sistemática de muchos grupos y a varios esfuerzos por mantener los recursos marinos en el largo plazo, la lógica destructiva aún se profundiza.

REFERENCIAS

GOLD BOUCHOT, Gerardo (2004), «Hidrocarburos en el sur del Golfo de México». en Margarita Caso y otros (Comp.). Diagnóstico ambiental del Golfo de México. Semarnat-INE-IE AC.- Harte Research Institute for Gula of Mexico Studies. (https://kidsrkids.com/) México, p. 665.

LEÓN, Efraín y Octavio ROSAS LANDA (2007), «Geopolítica de la civilización material petrolera». En Sostenible?, n.8. UPC. Barcelona (en prensa).

DÍAZ -DE-LEON, Antonio y otros (2004), «La sustentabilidad de las pesquerías en el Golfo de México». en Margarita Caso y otros (Comp.). Diagnóstico ambiental del Golfo de México. SemarnatINE-IE AC.-Harte Research Institute for Gula of Mexico Studies. México.

* Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM- / Centro de Aná- lisis Social, Información y Formación Popular AC. –Casifop- (leonhe_76@yahoo.com.mx).

1 Aunque el Atlántico central no se caracteriza por ser un región pesquera de trascendencia mundial, y podría ser insignificante frente a la enorme producción del Pacífico, si se encuentra por encima de la producción de otras regiones como el Atlántico sur, el océano Indico y el mar Mediterráneo. Además, por el volumen producido alcanza la mitad del total del Atlántico norte.

2 Junto con México y Canadá, Venezuela es uno de los tres principales abastecedores mundiales de hidrocarburos para Estados Unidos.

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