Joan Martínez Alier*

 

El congreso sobre el Decrecimiento Sostenible (o Sustainable Degrowth) de París de los días 18 y 19 de abril del 2008 fue organizado sobre todo por François Schneider, un joven economista que se dio a conocer fuera de la universidad hace un par de años con su gira por Francia con un asno, cuya sobria alimentación basada en recursos renovables, escasa velocidad y tendencia a pararse de repente y negarse a caminar, simbolizaban la necesidad de abandonar la quimera del crecimiento económico continuo.

Resumo aquí lo que dije en el congreso. Anuncié que trataría tres temas: el contenido del concepto del Decrecimiento Sostenible, las políticas que nos podrían llevar a él, y las alianzas de fuerzas sociales del Norte y del Sur que nos permitirían avanzar. Dije también que no podíamos escaparnos de discutir el problema del crecimiento de la población humana.

¿Qué es el Decrecimiento Sostenible? No debemos jugar con las palabras ni decir mentiras. Sabemos que Decrecimiento Sostenible significa un decrecimiento económico que sea socialmente sostenible. En cambio, durante veinte años, desde 1987 y el Informe Brundtland de las Naciones Unidas, la palabra de orden ha sido otra: el Desarrollo Sostenible, que quiere decir crecimiento económico que sea ecológicamente sostenible. Sabemos sin embargo que el crecimiento económico no es sostenible ecológicamente.

¿Por qué el crecimiento económico no es ecológicamente sostenible? Por las siguientes razones. La economía industrial agota los recursos y desborda los sumideros de residuos. Se acerca el pico de la curva de Hubbert, a los 90 o 100 millones de barriles por día. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera está creciendo en los años 2000 a 2 ppm por año, y a este ritmo llegará a 450 ppm en treinta años más.

La energía no es reciclable, y los materiales son reciclables en la práctica solamente en parte. De ahí la continua búsqueda de nuevas fuentes de energía y de materiales en las «fronteras de la extracción», para sustituir la energía y los materiales que han sido disipados y para asegurarse nuevos suministros.

Es cierto que aumenta la eficiencia en el uso de energía (los automóviles viajan más kilómetros con los mismo litros de gasolina) y también cambian los materiales, de manera que la economía puede crecer gastando en proporción menos energía y menor tonelaje de materiales. Sin embargo, este mismo proceso de aumento de la productividad de los recursos naturales puede desencadenar lo que se llama la Paradoja de Jevons o el «efecto rebote». Jevons en 1865 había señalado que la mayor eficiencia de las máquinas de vapor abarataba para los fabricantes el costo del carbón por unidad de producida lo cual llevaría a una mayor demanda de carbón. Este es un punto sobre el cual los partidarios del Decrecimiento Sostenible insisten mucho.

Ahora bien, ¿qué es lo que debe decrecer? Sin duda: la economía. Pero, ¿cómo describimos la economía? Recordemos aquí el trabajo de los últimos quince o veinte años sobre el Metabolismo Social de Marina Fischer-Kowalski en Viena, de Robert Ayres y tantos otros autores. La ecología social, la ecología humana, y la economía ecológica proporcionan resultados sobre los indicadores físicos de la economía. Estos son:

a) Flujos de materiales

• No existe la desmaterialización, no hace falta continuar discutiendo la reducción de materiales por un factor 4 (como propugnaba el Wuppertal Institut hace unos años), menos aun por un factor 10. Ojalá estuviera ocurriendo pero no es así. Conocemos las cifras en Europa y fuera de Europa gracias a la investigación de los últimos años. Esas cifras son ahora estadísticas oficiales de Eurostat, lo serán de la OCDE.

• En la mayoría de países, no solo aumenta la cantidad absoluta de materiales sino incluso la intensidad material de la economía, es decir, el cociente toneladas de materiales / PIB. Así ocurre en países donde hay un boom en la construcción como ha sido el caso de España hasta 2008 pero también en países de América Latina con gran exportación de minerales. Lo mismo en la India, cuyo sistema energético depende tanto del carbón mineral.

• La cantidad de materiales en la economía (divididos en biomasa, minerales para construcción, otros minerales, y combustibles fósiles) es un indicador de presión sobre el medio ambiente.

• La convergencia a un promedio europeo de 16 toneladas por persona (solo materiales, no contamos aquí el agua), multiplicaría los flujos de materiales en el mundo por lo menos por un factor de 3 con la población actual.

• Es posible caracterizar las economías del mundo por esos flujos de materiales. Vemos las tendencias histó- ricas, las transiciones, podemos también analizar las pautas de comercio exterior. Por ejemplo, América Latina exporta seis veces más toneladas que importa mientras la Unión Europea importa cuatro veces más toneladas que exporta. Hay por tanto un comercio internacional ecológicamente desigual.

• Podemos entender los conflictos socio-ambientales típicos de tal situación: los conflictos por la extracción de minerales o de petróleo, o los conflictos causados por el uso muy desigual por persona de los océanos como sumideros de dióxido de carbono o de la atmósfera como depósito provisional.

b) Energía.

• Sabemos que el uso de energía por persona está aumentando. La convergencia hacia un promedio de 300 GJ (gigajoules) por persona/año (mayor al de Europa, inferior al de Estados Unidos) significaría multiplicar por 5 el uso actual de energía en el mundo. Si se usa en proporción más carbón, aumentará todavía más la producción de dióxido de carbono. Si se usa energía nuclear, hay un obvio peligro de proliferación de su uso militar.

• El EROI (es decir, el rendimiento energético del input de energía) está bajando al recurrir (por el aumento del precio del petróleo al llegar al pico en la curva de Hubbert) a extracciones de arenas bituminosas como las de Alberta en Canadá o a la extracción de petróleos muy pesados (como los del Orinoco venezolano) o al cultivar agrocombustibles.

c) La HANPP (Apropiación Humana de la Producción Primaria Neta de Biomasa).

• La HANPP también está creciendo, por el crecimiento de la población y también por la pavimentación del suelo, el aumento del consumo de carne por persona, y los agrocombustibles.

• ¿Qué indica un aumento de la HANPP? Cuánto mayor es la HANPP, menos biomasa está disponible para otras especies, por tanto es un indicador de pérdida de biodiversidad.

Hay quienes prefieren un solo número. Se impacientan con esos indicadores físicos, ya sea porque son economistas que no los entienden y prefieren describir la economía en términos monetarios como el PIB o un PIB «verde», o por una razón opuesta: porque piensan que más vale un solo número socialmente impactante que resuma la presión física sobre el medio ambiente al estilo de la Huella Ecológica.

• Ha habido intentos bienintencionados de conseguir un PIB «verde», en lo que llamamos el marco teórico de la «sustentabilidad débil». Esos intentos fueron útiles para las discusiones de los años 1980, pero han sido descartados porque requieren supuestos que no todos aceptan y que son arbitrarios. Roefie Hueting propuso deducir del PIB los gastos de ajuste de la economía a los límites ambientales fijados por un (difícil) consenso científico y social (por ejemplo, reducir las emisiones de dióxido de carbono el 50%). Otras propuestas son el PIB «verde» de Daly y Cobb que se llama ISEW (Índice de Bienestar Económico Sostenible) y el GPI (Índice de Progreso Genuino), muy parecido en su procedimiento de cálculo al ISEW.

• Del lado físico está la Huella Ecológica (que yo enseñe a calcular a recién licenciados de Ciencias Ambientales de la UAB en 1998, lo cual convirtieron en inofensiva profesión municipal durante unos años en Cataluña). La Huella Ecológica suma en hectáreas por persona, a) la superficie para los alimentos, b) la superficie para madera, de construcción o pasta de papel, c) el espacio edificado, o para calles, parkings, y d) la superficie virtualmente necesaria para absorber el dióxido de carbono producido por la quema de combustibles fósiles. El autor de la idea y de los primeros cálculos fue el ecólogo de Vancouver William Rees (1992) a partir de la idea del ghost acreage de G. Borgstrom, es decir la «superficie fantasma» fuera de Europa que se usaba para alimentar animales en Europa con harina de pescado importada del Perú en los años 1960 y 1970. También influyeron las ideas de espacio ambiental de Hans Opschoor. La Huella Ecológica ha sido después popularizada por Mathis Wackernagel, quien hizo su doctorado con William Rees. La Huella Ecológica correlaciona estrechamente con las emisiones de dióxido de carbono per capita, no da una información muy distinta.

• Además, el juicio sobre si la Huella Ecológica de los humanos es excesiva requiere una previa decisión humana colectiva sobre cuál debería ser la HANPP. Si reservamos la mitad de la NPP para las especies silvestres, entonces una huella ecológica humana no muy grande ya será excesiva. Si pensamos que los humanos tienen derecho (¿por qué?) al 90 por ciento de la NPP, entonces la Huella Ecológica puede viablemente ser mayor.

En las facultades de Economía se enseña a los estudiantes que la economía es como un carrusel o tío-vivo (un merry-go-round – decía Georgescu-Roegen) entre los consumidores y los productores. Ambos se encuentran en los mercados de bienes de consumo y en los mercados de servicios de los «factores de la producción» (por ejemplo, vendiendo horas de trabajo a cambio de un salario). Se forman precios y se intercambian cantidades. Esto es la Crematística. Las cuentas macro-económicas (el PIB) agregan esas cantidades multiplicadas por sus precios.

La economía puede ser descrita de manera diferente, con lenguaje físico, como un sistema de transformación de energía (sobre todo, de recursos agotables) y de materiales (incluida el agua) en productos y servicios útiles, y finalmente en residuos. Esto es la Bioeconomía (como la quiso llamar Georgescu) o la Economía Ecológica como la llamamos ahora. Hitos son los artículos o libros de N. Georgescu Roegen (1966 y 1971) de Herman Daly (1968) de A. Kneese y R.U. Ayres (1969) y de Kenneth Boulding (1966). Todo esto nos hace entender que hay descripciones no-equivalentes de una misma realidad económica, una expresión que inevitablemente me recuerda las enseñanzas de Mario Giampietro, quien estudió durante años con David Pimentel en la Cornell University sobre energía y agricultura, y estuvo presente en Barcelona en 1987 en la fundación de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica, siendo ahora investigador en el ICTA de la UAB de métodos de estudio del metabolismo de la sociedad.

La visión ecológica de la economía tiene antecedentes, y resulta interesante preguntarse porqué demoró tanto la llegada de la economía ecológica al panorama de las ciencias. Tal vez la tajante distinción entre ciencias naturales y ciencias sociales fue un factor en contra. O deberíamos preguntarnos si lo que falló fue la falta de grupos y movimientos sociales (como hoy son los movimientos ecologistas y la Vía Campesina, una red internacional) que quisieran usar las ideas de la Economía Ecológica.

¿Cuáles fueron esos antecedentes? ¿Quiénes son los abuelos o los padres de la Economía Ecológica, anteriores a la década de 1960? Muy brevemente, daré aquí una lista incompleta. Entre los primeros que vieron la economía en términos del flujo de energía destaca el médico ucraniano S.A. Podolinsky, quien en 1880 calculó el EROI de la agricultura. Por su lado, el biólogo y urbanista escocés, Patrick Geddes, influenciado por John Ruskin, entró en una polé- mica contra el economista Walras en 1884. Geddes presentó los principios de una tabla input-output física de la economía, señalando la parte de los inputs que se iba perdiendo, disipando, antes de llegar al producto final. Años después, el discípulo neoyorkino de Geddes, Lewis Mumford, iba a marcar una línea parecida desde la década de 1920 hasta la de 1980. Volviendo a Europa, el químico Wilhelm Ostwald publicó en 1909 una interpretación de la historia económica en términos de dos tendencias contrapuestas: el uso cada vez mayor de energía pero también la mayor eficiencia del uso de energía. En vez de apuntarse a esta interesante propuesta susceptible de investigación empírica, el sociólogo Max Weber, muy empeñado en preservar la separación de las ciencias naturales y las ciencias sociales, le hizo una crí- tica despiadada. Mientras tanto, Alfred Lotka introdujo la diferencia entre el uso endosomático y el uso exosomático de energía en la especie humana, y se preguntó que límites tenía el uso exosomático. Otro químico, Frederick Soddy, premio Nobel, experto en radioactividad, propuso en un libro publicado en 1922 que había una gran diferencia entre las finanzas y la verdadera riqueza, citando a John Ruskin. Resumiendo: su tesis era que las deudas podían aumentar exponencialmente, por lo menos durante un tiempo, mientras la economía física, la verdadera riqueza, decae entrópicamente. Por fin, la polémica entre Otto Neurath de un lado, y von Mises y Hayek de otro acerca del cálculo económico en una economía socialista en los años 1920 fue en el fondo una discusión acerca de la insuficiencia de los precios de mercado para señalar la escasez intergeneracional de materiales y energía.

Ya más tarde, en los años 1960 y 1970, hubo una eclosión de lo que ahora llamamos Economía Ecológica. En los inicios de los años 1970, los Meadows publicaron Limits to Growth, y H.T. Odum, Energy, Power and Society. Unos y otros asistieron como ponentes de honor a congresos de Economía Ecológica a partir de 1990 mientras Roefie Hueting, quien había publicado un libro, primero en holandés y después en inglés, proponiendo más bienestar con menos crecimiento económico estuvo, como también René Passet (L’économique et le vivant, 1979) en la reunión inaugural de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica en Barcelona en 1987. En Italia estaban en esta línea Enzo Tiezzi y Giorgio Nebbia. En España, José Manuel Naredo ya desde 1979, y en Japón la llamada «escuela de Entropía» con Tamanoi y Tsuchida. También en los 1970 escribían sobre economía y medio ambiente desde perspectivas muy críticas autores conocidos como Schumacher, Ivan Illich, André Gorz, Barry Commoner, Murray Bookchin (quien había empezado muy pronto)… y claro está, K.W.Kapp, K. Boulding, N. Georgescu-Roegen y H. Daly.

En las Facultades de Economía, se enseña a los estudiantes que la economía es como un carrusel o tío-vivo entre los consumidores y los productores.

Todos ellos veían la economía físicamente, y atacaban a los economistas. Muchos dieron recomendaciones de cambio social. Sería absurdo ponerse ahora a pelear acerca de quién dijo qué primero que los demás, ¿en qué idioma europeo o no europeo?

Todos esos autores eran escritores, intelectuales, pero también un político importante, Sicco Mansholt, de la Comisión Europea, dijo en 1972 que había que parar el crecimiento económico mientras que los Verdes alemanes, fundados en 1980, en su primera aparición en el Bundestag ya criticaron el PIB sin que los partidos mayoritarios hicieran caso de tal extravagancia.

Ahora en el 2008 en Europa hay no tanto nuevas ideas, aunque su formulación va mejorando, sino un nuevo movimiento social por el Decrecimiento Sostenible, un slogan o «palabra-bomba» inventada en Francia y en Italia con explícitas raíces en Georgescu-Roegen. Vean por ejemplo el libro de Serge Latouche, La apuesta del decrecimiento, Icaria, Barcelona, 2007.

La economía debe decrecer físicamente en términos de las toneladas de los Flujos de Materiales, de la Energía, de la HANPP, y también del uso de agua.

Jacques Grinevald, como joven asistente de la Universidad de Ginebra conoció a Georgrescu-Roegen a principios de los años 1970 durante una visita de éste a la ciudad. Grinevald ha tenido buenas ideas en su vida. Popularizó la Biosfera de Vernadsky antes que cualquier otro en Occidente, escribió una historia intelectual del cambio climático ya en 1990, introdujo en los años 1970 la denominación «Revolución Termo-Industrial» para la Revolución Industrial de los libros de texto, remitiendo así a Sadi Carnot y al poder motriz de la combustión de carbón en la máquina de vapor. Grinevald vino también a Barcelona el 1987 a la reunión inicial de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica, dio un breve y brillante discurso en francés, como suele hacer (similar performance en el congreso de París de Sustainable DeGrowth en abril 2008), causando la irritación de bastantes estadounidenses. Uno de ellos, R. Herendeen, le contestó durante unos tres minutos en noruego. Me tocó poner paz y regresar al inglés común a todos.

Grinevald publicó en 1979 con Ivo Rens, también de la Universidad de Ginebra, una introducción y selección de textos de Georgescu-Roegen con el beneplácito de éste y con el título Démain la Décroissance. Está por la cuarta o quinta edición y se llama ahora simplemente La Décroissance. Ese es el origen del uso actual de esta palabra. Ahora bien, Georgescu-Roegen, que era duro con sus discípulos, había criticado a principios de los años 1970 la idea de Herman Daly (que se remonta a Stuart Mill) del «estado estacionario» argumentando que eso no era suficiente para una economía como la de Estados Unidos que consumía ya en exceso. Debía haber un retroceso del consumo. Georgescu tenía razón. Pero no se puede negar que Herman Daly haya sido un abierto partidario del Decrecimiento aunque la palabra, en inglés, sea de uso muy reciente.

Herman Daly dijo claramente que el Crecimiento Sostenible era una contradicción, un oxímoron, muy poco tiempo después de la publicación del Informe Brundtland de 1987, y dijo que aceptaría la expresión «desarrollo sostenible» solamente si la palabra «desarrollo» se redefinía (de manera muy extraña) como «no-crecimiento». Daly está con el Decrecimiento desde 1968 cuando tenía 30 años, desde entonces ha publicado decenas de libros y artículos contra los economistas. Daly también ha tenido razón en insistir en la importancia de la demografía, como veremos más adelante.

DECRECIMIENTO: ¿DE QUÉ? ¿Y DE QUÉ MANERA?

Si decimos que la economía debe decrecer, pueden preguntarnos: ¿debe decrecer en su descripción crematística o como ecología humana? La respuesta es muy clara. La economía debe decrecer físicamente tal como la miden los indicadores antes explicados, es decir, en términos de las toneladas de los flujos de materiales, de la energía, de la HANPP, y también del uso de agua. En principio existe ya un acuerdo social en Europa que las emisiones de dióxido de carbono deben decrecer en las próximas décadas con respecto a las de 1990. En el mundo hasta el 2008 están creciendo más del 3 por ciento anual doblando pues en 20 años de seguir esta tendencia. Estas emisiones deben decrecer, pero también deben hacerlo otros indicadores físicos de presión sobre el ambiente.

Sin embargo, dada la estrecha relación entre el uso de materiales y energía y el crecimiento económico, habiendo incluso países en los cuales aumenta la intensidad material y energética del PIB, dado que también la HANPP aumenta no sólo por la presión demográfica sino con el crecimiento del consumo de carne y los agrocombustibles, entonces puede suponerse que reducir las magnitudes de los indicadores físicos llevará también en muchos casos a un decrecimiento del PIB, es decir, de la economía medida crematísticamente. El decrecimiento económico causará dificultades sociales que hemos de resolver para que nuestra propuesta pueda ser socialmente aceptada. La productividad del trabajo (por ejemplo, el número de automóviles que un obrero produce al año) crecen 2 o 3 por ciento anualmente y si la economía no crece, eso llevará a un aumento del desempleo. Nuestra respuesta es doble. Los aumentos de productividad no están bien medidos. Por ejemplo, si hay una sustitución de energía humana por energía de máquinas, ¿los precios de esta energía tienen en cuenta el agotamiento de recursos, las externalidades negativas? Seguramente no. Además, hay que separar la remuneración que uno recibe del hecho de estar empleado. Ya hoy muchos jóvenes y todos los pensionistas cobran sin estar asalariados. Hay que redefinir el significado de «empleo» (teniendo en cuenta los servicios domésticos no remunerados, y todo el sector del voluntariado) y hay que introducir o ampliar la cobertura de la Renta de Ciudadano.

Otra objeción. ¿Quién pagará la montaña de créditos, las hipotecas y la deuda pública, si la economía no crece? La respuesta debe ser: Nadie. No podemos forzar indefinidamente a la economía a crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas. El sistema financiero debe tener reglas distintas de las actuales. No se puede poner como objetivo el hacer dinero para los accionistas y otros acreedores a través de un crecimiento que es ficticio.

Pero también se objetará que si un país no crece econó- micamente, entonces los capitales emigrarán a países donde las tasas de ganancia son mayores porque sus economías crecen. La respuesta es que el razonamiento es exacto, y que al fin y al cabo no es mala idea que el ahorro de un país rico que no quiere crecer más se traduzca en inversiones y donaciones incorporadas en tecnologías que no sean ambientalmente dañinas hacia países pobres que deben crecer todavía, vigilando sin embargo cuál es la marcha de sus indicadores físicos que finalmente deben dejar de crecer. El movimiento del Decrecimiento Sostenible debe ser internacional.

No solo hay razones ecológicas para el Decrecimiento. Hay otras razones. En primer lugar, como el movimiento feminista mostró hace décadas, el PIB no valora lo que no está en el mercado como es el trabajo doméstico no remunerado y el trabajo voluntario. Una sociedad que sea rica en tales bienes y servicios «relacionales» tendrá un PIB más bajo que una sociedad (imposible) donde las relaciones personales estén siempre mediadas por el mercado. El movimiento del Decrecimiento Sostenible insiste en el valor no-crematístico de los servicios locales y recíprocos. Imaginen una publicidad (inspirada por Castoriadis): prefiero una nueva amiga o amigo a un nuevo Mercedes Benz. Pero la publicidad es financiada solamente por los productos que dan dinero.

¿Quién pagará la montaña de créditos, las hipotecas y la deuda pública, si la economía no crece? La respuesta debe ser: Nadie. No podemos forzar indefinidamente a la economía a crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas.

En segundo lugar, hay economistas —o mejor dicho, psicólogos— que ahora afirman a partir de la economía experimental que la felicidad no aumenta con el aumento del PIB per capita. Mejor dicho, sí que aumenta a niveles muy bajos, pero no ya después. Estas investigaciones renuevan la idea que se conoce como la Paradoja de Easterlin.

MALTHUSIANISMO Y DECRECIMIENTO

Hay un amplio acuerdo en el movimiento del Decrecimiento Sostenible en favor de parar el crecimiento de la población humana mundial. En el siglo XX la población se multiplicó por cuatro. En algunos países debería disminuir. Puestos a escoger, preferimos a Paul Ehrlich (La bomba de la población, 1968) que a demógrafos y economistas como Alfred Sauvy, Colin Clark o el Papa y otros fundamentalistas religiosos.

En Europa se oye a veces una objección algo ridícula: ¿quién pagará nuestras pensiones? Hay que responder como Serge Latouche. Supongamos que para pagar la pensión de una persona anciana hace falta dos trabajadores en activo, dentro de unos años hará falta cuatro trabajadores para pagar la pensión de los dos anteriores, y años más tarde hará falta ocho. No podemos hacer descansar el pago de pensiones en una «pirámide» de población que crezca continuamente.

Ha habido distintos tipos de malthusianismo. Malthus era muy reaccionario pero el neo-malthusianismo europeo y americano de 1900 era feminista, radical, proto-ecologista, de como muestran los estudios de Francis Ronsin en Francia y Eduard Masjuan en España. Eso señala el camino a seguir.

• El malthusianimo de Malthus. La población tendrá un crecimiento exponencial a menos que sea frenado por la guerra y las pestes, o por la castidad y los matrimonios tardíos. Los alimentos crecen en menor proporción que el trabajo disponible debido a los rendimientos decrecientes en la agricultura. Por tanto, habrá crisis de subsistencias.

• El neo-malthusiasnimo de 1900. Las poblaciones humanas pueden regular su propio crecimiento mediante la contracepción. Para eso es necesaria la libertad de las mujeres para elegir el número de hijos. Esa libertad es deseable en sí misma. La pobreza tiene por causa la desigualdad más que la sobrepoblación, pero hace falta una «procreación consciente» para impedir los salarios bajos y la presión sobre los recursos naturales. Este movimiento de base tuvo éxito en Europa y América (Estados Unidos, Argentina…) contra los estados (que querían más soldados) y contra las iglesias.

• El neo-malthusianismo tras 1970. Es una doctrina y una práctica impulsada por organizaciones internacionales y algunos gobiernos, que ven el crecimiento demográfico como causa principal de la pobreza y de la degradación ambiental. Por tanto, los estados deben imponer los mé- todos contraceptivos incluso sin el previo consentimiento de las mujeres.

• El anti-malthusianismo. Existe todavía entre algunos economistas. Suponen que el crecimiento de la población no amenaza el ambiente natural, y que lleva al crecimiento económico.

LOS MOVIMIENTOS DE JUSTICIA AMBIENTAL

En conclusión, para que el Decrecimiento Sostenible tenga éxito, debe ser internacional (Norte y Sur) y debe hacer frente a preocupaciones muy concretas de la gente. Debe haber una confluencia de todos estos grupos:

– conservacionistas o ambientalistas preocupados por la pérdida de biodiversidad,

– los que se preocupan por el cambio climático, por sus amenazas en ciertas zonas del mundo, los que tienen interés en proponer nuevos sistemas energéticos renovables,

– los socialistasy sindicalistas que quieren más justicia económica en el mundo y que entiendan que la marcha hacia la justicia no puede aplazarse ya con la esperanza del crecimiento económico para todos,

– los pesimistas (o realistas) acerca de los riesgos e incertidumbres del cambio tecnológico,

– las comunidades locales autónomas de neo-rurales y de okupas que viven con sencillez,

– y los movimientos del Ecologismo de los Pobres que piden la conservación del ambiente para las perentorias necesidades de su propia subsistencia.

En el 2007 he viajado a algunas de las fronteras de la extracción de materias primas. Estuve en Orissa con Leah Temper y con Felix Padel escuchando la sabiduría y la cansada indignación de B.P. Rath en Rayagada, él es un socialista gandhiano seguidor de Lohia. Fuimos a Kucheipadar a escuchar a los que resisten contra la Alcan y Utkal, subimos las Niyamgiri Hills, un bellísimo bosque de Sal (shorea robusta) con altares y pequeñas capillas que pertenece a los Dongria Khond y que será arrasado por la minería de bauxita para aluminio. En Ecuador, una vez más, estuve metido en la defensa del Parque Nacional Yasuní contra Petrobrás, Repsol y los que vendrán, y ayudé un poco a Pablo Fajardo y a Luis Yanza junto con Acción Ecológica en la valoración de los daños de la Chevron-Texaco para el juicio en Lago Agrio que llegará pronto a una sentencia.

Hay tantísimos lugares de lucha donde no he viajado, de donde no tengo tampoco información. Una ONG italiana, A-Sud, está tratando valientemente de recopilar y poner al día noticias de conflictos ambientales en todo el mundo.

Puede parecer a primera vista que los países del Sur tienen muy poco que ganar y bastante que perder del Decrecimiento en el Norte porque tendrían menos oportunidades de exportación tanto de materias oprimas como de manufacturas, y también recibirían menos créditos y donativos. El 0,7% del PIB del Norte será menor en términos absolutos cuánto menor sea el PIB. Sin embargo, la Justicia Ambiental que viene del Sur es la mayor fuerza en el mundo en favor de una economía sostenible. Se expresa en acciones como las siguientes.

• Las quejas contra la contaminación desproporcionada de los ricos tanto local como global. Reclamo desde el Sur de la Deuda Ecológica, especialmente la Deuda por Emisiones de Dióxido de Carbono – www.deudaecologica.org

• Las protestas contra la exportación de residuos líquidos o sólidos del Norte hacia el Sur (por ejemplo, el portaaviones «Clemenceau» a Alang en Gujarat).

• Las protestas por la Biopiratería.

• Las protestas por la Raubwirtschaft, es decir, el comercio ecologicamente desigual, la destrucción de la naturaleza y de la subsistencia humana en las fronteras de la extracción.

• Las reclamaciones de pago de pasivos socio-ambientales de compañías transnacionales como la Oxy en Peru, Chevron-Texaco en Ecuador, FreeportMcMoRan en Papúa Occidental, Unocal y Total en Birmania…

Estos movimientos de Justicia Ambiental y del Ecologismo de los Pobres del Sur son los mejores aliados del movimiento por el Decrecimiento Sostenible en el Norte.

* Departamento de Economía. Universidad Autónoma de Barcelona y cordinador de la revista Ecología Política. Joan.martinez.alier@uab.cat.

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