Josep Maria Antentas y Esther Vivas*

 

RESUMEN

El fracaso de la pasada cumbre de Copenhague pone de manifiesto la necesidad de impulsar un verdadero movimiento contra el cambio climático que ligue justicia climática y justicia social, y defensa del clima y anticapitalismo. La cumbre de los pueblos de Cochabamba ha sido un paso importante para contribuir a articular dicho movimiento a escala mundial.

EL FRACASO DE COPENHAGUE

La pasada Cumbre Mundial del clima de Copenhague terminó con un sonoro fiasco superior al fracaso ya anunciado. Los hipermediatizados líderes mundiales, una vez más, mostraron su incapacidad congénita para afrontar no sólo el cambio climático, sino también los principales problemas de la humanidad. El texto adoptado como acuerdo en Copenhague es un verdadero documento sin sustancia cuya única función es, en palabras de uno de los activistas y especialistas en cambio climático más reconocidos, Daniel Tanuro (2009): «hacer creer que hay piloto en el avión. Pero no hay piloto. O más bien, el único piloto es automático: es la carrera por el beneficio de los grupos capitalistas lanzados a la guerra de la competencia por los mercados mundiales».

La vacuidad de las propuestas de los gobiernos contrastó con la claridad de las de la declaración final del foro alternativo Klima Forum. En ella se señala «la necesidad de avanzar hacia una transición justa y duradera hacia un modelo que garantice el derecho a la vida y a la dignidad de todos los pueblos» y se revindican medidas como: una estrategia clara para la desaparición de los combustibles fósiles en los próximos treinta años; una reducción de los gases a efecto invernadero de los países industrializados de un 40% para el 2020 respecto el nivel de emisiones de 1990; reparaciones y compensaciones de la deuda y los crímenes climáticos cometidos en los países del Sur; creación de un fondo mundial para indemnizar a las víctimas del cambio climático; la prohibición inmediata de la deforestación de los bosques primarios; la oposición a las falsas soluciones tecnocrá- ticas y basadas en la economía de mercado, la energía nuclear y los agrocombustibles; sustituir el sistema de cuotas de emisiones intercambiables por un impuesto justo sobre las emisiones de carbono; o el reemplazo de las actuales instituciones económicas y financieras por otras democráticas.

La visión a largo plazo de los manifestantes en Copenhague se contradice vivamente con el trágico inmediatismo de los dirigentes políticos. Curiosamente, cuando el movimiento «antiglobalización» emergió abruptamente en Seattle frente a la Organización Mundial del Comercio, la respuesta inicial del establishment fue denunciarlo como un movimiento incoherente, falto de propuestas y formado por organizaciones con planteamientos contradictorios. Esta crítica fácil nunca fue verdad. Ideas y propuestas no han faltado, como se ha podido comprobar en los múltiples foros sociales realizados. (thebiem.com) La crisis global mostró ya claramente que si alguien carece de ideas y soluciones, más allá de aferrarse a la conservación del modelo actual, son los principales gobiernos del mundo. Pero Copenhague puso aún más negro sobre blanco esta realidad.

ANTICAPITALISMO Y JUSTICIA CLIMÁTICA

Copenhague ejemplificó el choque de dos lógicas antagónicas. De un lado, la del beneficio a corto plazo y del tacticismo electoral permanente propios del capital y de la política gestionaria. Del otro lado, la lógica a largo plazo de la defensa de la humanidad y la vida, y el equilibrio de la naturaleza. Una y otra chocan frontalmente y marcan dos destinos alternativos para la humanidad.

Salvar el clima requiere la adopción de políticas que tocan al corazón del actual modelo de producción, distribución y consumo, y no meros retoques cosméticos superficiales. El cambio climático plantea la necesidad de unir el combate por la justicia climática y por la justicia social, y de huir de las falacias del capitalismo verde y del barniz ecológico a las políticas social-liberales.

El capitalismo no puede solventar la crisis ecológica global que él mismo ha creado. Anticapitalismo y justicia climática aparecen entonces directamente entrelazados. Cualquier combate contra el actual modelo económico que no tenga en cuenta la centralidad de la crisis ecológica está estratégicamente desorientada. Y toda perspectiva ecologista desprovista de una orientación anticapitalista, está condenada al fracaso, a servir de coartada de políticas de lavado de imagen, a quedarse en la superficie del problema y puede acabar siendo un instrumento al servicio del marketing verde (Vivas, 2010).

La ligazón entre justicia social y justicia climática estuvo presente en las protestas en la capital danesa que fueron las más grandes realizadas hasta ahora en defensa de clima, marcando un cierto renacimiento de las movilizaciones internacionales altermundialistas, de su visibilidad, y de su dimensión disruptiva. La combinación entre los desacuerdos en la cumbre, el caos organizativo, y las protestas callejeras evocaron en cierta forma los «días que conmovieron al mundo» justo diez años antes en Seattle.

La movilización para ambas citas tuvo, sin embargo, una lógica diferente. En Seattle se buscaba bloquear las políticas de una institución cuya legitimidad era contestada. En Copenhague, por el contrario, se intentaba forzar la adopción de medidas reales frente al cambio climático. Pero detrás subyacía la misma preocupación: la imperiosa necesidad de un cambio de modelo.

COCHABAMBA: HACIA UN MOVIMIENTO GLOBAL CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

El éxito de las movilizaciones en la contra-cumbre de Copenhague, sin embargo, no puede esconder la debilidad general de las protestas descentralizadas en el resto del mundo, con algunas excepciones como Londres.

La convocatoria de la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra en Cochabamba (19-22 de abril), que reunió a más de 30.000 activistas, campesinos, ecologistas y expertos de todo el mundo, ha sido un paso en la construcción de un movimiento global frente al cambio climático. Impulsada por el gobierno de Evo Morales, como consecuencia del fracaso de Copenhague, ha permitido un punto de encuentro, discusión y acción hasta ahora de magnitud inédita frente al cambio climático. El papel del gobierno boliviano en la convocatoria de la iniciativa de Cochabamba, igual que su actitud combativa en Copenhague, ha sido un aspecto que hay que valorar positivamente en términos de su compromiso frente al cambio climático, si bien esto no debería hacernos olvidar sus contradicciones en este terreno derivadas de su política energética y la explotación de los recursos naturales.

Organizada en 17 mesas de trabajo la cumbre permitió discusiones temáticas sectoriales en varios terrenos como: Agricultura y soberanía alimentaria, Tribunal de Justicia Climática, Causas estructurales del cambio climático, Mercado de Carbono, Protocolo de Kioto…En el marco de la cumbre tuvo lugar también una Asamblea de los Pueblos Indígenas y una Asamblea de los movimientos sociales, orientada a la articulación de las movilizaciones antes la próxima Cumbre oficial de Cancún a finales de 2010. Entre las propuestas aprobadas en Cochabamba están la creación de un Tribunal Internacional para juzgar los crímenes climáticos y ambientales y la organización de un referéndum mundial en defensa de la Madre Tierra y contra el actual modelo ambiental y socialmente destructor. La declaración final, el Acuerdo de los Pueblos (2010), constituye un buen documento a favor de un verdadero movimiento por la justicia climática y social, aunque como señalan Invernizzi y Tanuro (2010), contiene algunos puntos débiles, en particular respecto a la poca atención que dedica a la denuncia de la responsabilidad del sector energético en el cambio climático, y a una cierta visión «tercermundista» que tiende eximir a los países del Sur de cualquier esfuerzo en la lucha contra el cambio climático (esfuerzo que, claro está, debe ser menor que el de los países desarrollados).

La cumbre de Cochabamba ha puesto también de manifiesto la importancia de los pueblos indígenas (como ya quedó patente en el Foro Social Mundial de Belem en enero de 2009) en la lucha contra el cambio climático. El movimiento altermundialista y por la justicia climática debe integrar parte de las propuestas de los pueblos originarios, sobre la «pachamama», la «madre tierra», y la defensa del «buen vivir» que plantean nuevas formas de relación entre humanidad y naturaleza opuestas a la mercantilización de la vida y el planeta. No se trata sin embargo de caer en romanticismos o idealizaciones del movimiento indígena, sino integrar parte de y comprender sus propuestas buscando un diálogo crítico entre movimiento indígena, ecologismo y pensamiento socialista.

El reto ahora es articular un verdadero movimiento global contra el cambio climático, ligado a la dinámica del movimiento altermundialista, arraigado localmente, capaz de movilizarse coordinadamente en momentos clave durante las contra-cumbres pero también de forma descentralizada por todo el planeta. Una cuestión estratégica central, en términos de generar un movimiento con amplia base social, es buscar alianzas entre ecologismo y sindicalismo, en favor de una perspectiva integrada que una crisis social y crisis ecológica.

La toma de conciencia de la gravedad del cambio climático está ya muy extendida, pero la variable fundamental para conseguir un cambio de rumbo es su cristalización en organización y acción colectiva siguiendo la estela de las calles de Copenhague y Cochabamba, de donde emergió un mensaje muy claro: para que no cambie el clima, hay que cambiar el sistema y el mundo.

BIBLIOGRAFÍA

Acuerdo de los Pueblos (Cochabamba, 22 de abril de 2010) disponible en: http://cmpcc.org/2010/04/24/acuerdo-delos-pueblos/#more-1757.

Declaración de los Pueblos en KlimaForum: cambiemos el sistema, no el clima (2009), Disponible en: http://www.choike.org/ 2009/esp/informes/7569.html.

INVERNIZZI, S y TANURO, D (2010), «Sommet des peuples de Cochabamba : Quelques commentaires critiques sur la déclaration finale» disponible en: http://www.europesolidaire.org/spip.php?article17300.

TANURO, D (2009), «Derrota en la cumbre, victoria en la base» disponible en: http://www.vientosur.info/articulosweb/ noticia/index.php?x=2680.

VIVAS, E (2010), «Anticapitalismo y justicia climática» disponible en: http://esthervivas.wordpress.com/2010/03/23/ anticapitalismo-y-justicia-climatica.

* Josep Maria Antentas, Prof. del Departamento de Sociología de la UAB y miembro del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT). Pertenece a la redacción de la revista Viento Sur (www.vientosur.info) (josepmaria.antentas@uab.cat); Esther Vivas, miembro del Centre d’Estudis sobre Moviments Socials (CEMS) de la UPF y de la redacción de la revista Viento Sur (www.vientosur.info) (esther.vivas@pangea.org).

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