The Guardian, 3 de diciembre de 2010

 

Oculta detrás de la retórica de las negociaciones de «salvar el mundo del cambio climático» está la «realpolitik» sucia: el dinero y las amenazas para comprar el apoyo político, el espionaje y la guerra cibernética, dedicadas a la imposición de la posición de Estados Unidos.

Los cables de la diplomacia norteamericana revelan cómo los EEUU buscaron información dañina para las naciones que se oponen a la posición estadounidense sobre la lucha contra el calentamiento global, cómo utilizan la ayuda financiera a ciertos países para obtener apoyo político, cómo las negociaciones están marcadas por la desconfianza, las promesas rotas y la contabilidad creativa. Y cómo EEUU montó una ofensiva diplomática mundial secreta para aplastar la oposición al controvertido «Acuerdo de Copenhague», el documento no oficial que surgió de las ruinas de la Cumbre sobre Cambio Climático de Copenhague en el 2009.

La negociación de un tratado sobre el clima es un juego de alto riesgo, no simplemente por el peligro que le trae el calentamiento a la civilización, sino también porque la reconstrucción de la economía mundial hacia un modelo de bajas emisiones de carbono resultaría en un cambio de destino para miles de millones de dólares.

Buscando fichas para negociar, el Departamento de Estado de EEUU. envió un cable secreto el 31 de julio de 2009 pidiendo información a diplomáticos de las Naciones Unidas sobre una serie de temas, incluido el cambio climático. La solicitud se originó en la CIA. Aparte de cuáles eran las posiciones de los países negociadores de Copenhague, se solicitó a los diplomáticos que buscaran información sobre la estrategia de la propias Naciones Unidas y los acuerdos que se estaban estableciendo entre países.

Pero la búsqueda de información no es unilateral. El 19 de junio de 2009, el Departamento de Estado envió un cable donde detalla un ataque «spear phishing» a la oficina del enviado de EEUU para el cambio climático, Todd Stern, mientras tenían lugar negociaciones con China en Beijing. Cinco personas recibieron mensajes por correo electrónico. Estaban personalizados para parecer que vinieran del diario National Journal. Un archivo adjunto contenía un código malicioso que le daba el control total de la computadora del destinatario a un hacker. Aunque el ataque no tuvo éxito, la División de Análisis del Departamento de Amenazas Cibernéticas señaló: «Es probable que intentos de intrusión de este tipo se repitan».

Las conversaciones de Beijing no lograron facilitar un acuerdo global en Copenhague. Sin embargo, EEUU., el mayor contaminador del mundo histórico y con un largo historial de aislamiento como un paria climático, obtuvo algo a lo que aferrarse. El acuerdo de Copenhague, negociado en las últimas horas, pero no incorporado al proceso de la ONU, podía resolver muchos de los problemas de los Estados Unidos.

El acuerdo pone patas arriba el proceso de arriba-abajo de la ONU, al ofrecer a cada nación la posibilidad de marcar sus propios objetivos de recortes de gases de efecto invernadero. Es un método mucho más fácil para aceptar por parte de China, y otros países de rápido crecimiento, que el proceso de la ONU. Pero el acuerdo no puede garantizar los recortes de los gases de efecto invernadero necesarios para evitar el calentamiento climático a niveles peligrosos. Es más, amenaza con entorpecer las negociaciones de la ONU sobre la ampliación del protocolo de Kyoto, en el que las naciones ricas sí que tienen obligaciones. Estas objeciones han llevado a muchos países —especialmente los más pobres y más vulnerables— a oponerse con vehemencia el acuerdo.

Pero lograr que muchos países ratificaran el acuerdo de Copenhague era estratégico para EEUU, porque aumentaba la probabilidad de que finalmente se adoptase oficialmente en el marco de Naciones Unidas. Por ello EEUU puso la ofensiva diplomática en marcha enviando gran cantidad de cables diplomáticos entre el final de la reunión de Copenhague en diciembre de 2009 y finales de febrero de 2010.

Algunos países no necesitaban ser persuadidos. El acuerdo prometió $ 30 mil millones en ayuda para las naciones más pobres afectadas por el calentamiento global que ellos no habían causado. Dos semanas después de la finalización del encuentro de Copenhague, el ministro de relaciones extranjeras de Maldivas, Ahmed Shaheed, escribió a la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, expresando su deseo de respaldar el acuerdo. El 23 de febrero de 2010, el embajador designado de los EEUU a las Maldivas, Mohamed Abdul Ghafoor, le dijo al responsable de EEUU para el cambio climático, Jonathan Pershing, que su país quería «ayuda tangible», y así otras naciones, se darían cuenta de «las ventajas que pueden obtenerse si aceptan el acuerdo».

Un baile diplomático se produjo. «Ghafoor hace referencia a un conjunto de proyectos de un coste aproximado de $ 50m. Pershing le animó para que diera un listado concreto y sus costes, con el fin de aumentar la probabilidad de asistencia bilateral.»

Las Maldivas eran un ejemplo poco usual entre los países en desarrollo, al adoptar el acuerdo de todo corazón, pero otras pequeñas naciones insulares eran vistas en secreto como vulnerables a la presión financiera. Cualquier vinculación de los miles de millones de dólares de ayuda y el apoyo de determinadas políticas es muy controvertido. Las naciones más amenazadas por el cambio climático ven la ayuda como un derecho, no una recompensa, y ese vínculo es percibido como herético. Pero el 11 de febrero, Pershing se reunió con la comisaria de acción climática de la UE, Connie Hedegaard, en Bruselas, donde ella le dijo, según un cable «la AOSIS [Alianza de los Pequeños Estados Insulares] de los países podrían ser nuestros mejores aliados dada su necesidad de financiación».

La pareja estaba preocupada por cómo los $ 30 mil millones iba a ser recaudados y Hedegaard planteó otro tema conflictivo: si la ayuda de EEUU sería todo en efectivo. Preguntó si los EEUU tendría que hacer alguna «contabilidad creativa», señalando que algunos países como Japón y el Reino Unido querían contabilizar préstamos, no subvenciones solamente, una posición a la cual ella se oponía. Pershing dijo que «los donantes tienen que equilibrar la necesidad política de proporcionar financiación real, con las limitaciones prácticas de presupuestos ajustados».

Junto con las finanzas, el otro tema traicionero en las negociaciones sobre el clima mundial, algo que actualmente continúa en Cancún, México, es la confianza que los países cumplan con su palabra. Hedegaard pregunta, en uno de los cables, por qué los EEUU no estuvieron de acuerdo con China y la India en lo que ella vio como medidas aceptables para monitorear las reducciones de emisiones en el futuro. La repuesta de Pershing a través del cable fue «La pregunta es si van a cumplir su palabra».

La confianza es escasa en ambos lados de la brecha entre las naciones desarrolladas y en desarrollo. El 2 de febrero de 2009, un cable de Addis Ababa informa de una reunión entre el subsecretario de Estado de EEUU María Otero, y el primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, quien dirige las negociaciones de la Unión Africana sobre el cambio climático. El cable confidencial registra una contundente amenaza de EEUU a Zenawi: firma el acuerdo o la discusión se acaba ahora. Zenawi responde que Etiopía apoyará el acuerdo, pero también señala que tiene una preocupación: que una garantía personal de Barack Obama en la entrega de la financiación de la ayuda prometida no se está cumpliendo.

El empeño de EEUU de buscar aliados para contrarrestar sus adversarios más poderosos – los gigantes económicos emergentes de Brasil, Sudáfrica, India, China (BASIC), se establece en otro cable desde Bruselas el 17 de febrero. Es un informe de una reunión entre el asesor adjunto de seguridad nacional, Michael Froman, Hedegaard, y otros funcionarios de la UE.

Froman dijo que la UE tenía que aprender de BASIC cómo obstaculizaban las iniciativas de EEUU y la UE y tratar de llevarlos a conflictos entre ellos a fin de «manejar mejor el obstruccionismo de terceros países y evitar futuros choques de trenes sobre el tema del clima». Hedegaard está dispuesta a asegurarle a Froman el apoyo de la UE, lo que revela una discrepancia entre las declaraciones públicas y privadas. «Esperaba que los EEUU tomaran nota de que la UE silenciaba su crítica a los EEUU, para ser constructiva», dijo el cable.

Hedegaard y Froman discuten la necesidad de «neutralizar, cooptar o marginar a los países que no ayudan como Venezuela y Bolivia», antes de que Hedegaard nuevamente condicione la ayuda financiera al apoyo al acuerdo, señala «la ironía de que la UE es un donante importante para estos países». Más tarde, en abril, EEUU corta su ayuda a Bolivia y Ecuador, citando la oposición de esos países al acuerdo.

El presidente boliviano, Evo Morales, hace caso omiso a la ironía, según un cable de 9 de febrero de La Paz. El embajador danés en Bolivia, Morten Elkjaer, le dijo a un diplomático de EEUU que, en la cumbre de Copenhague «el primer ministro danés Rasmussen, pasó unos desagradables 30 minutos con Morales, durante los cuales Morales le dio las gracias por los 30 millones de dólares al año en ayuda bilateral, pero se negó a participar en las cuestiones del cambio climático.»

Tras la cumbre de Copenhague, aparece nuevamente la vinculación de la financiación y la ayuda con el apoyo político. Funcionarios holandeses, al principio rechazan las proposiciones EEUU para respaldar el acuerdo, pero sorprenden con una actuación inesperada el 25 de enero. De acuerdo con un cable, el negociador holandés del clima, Sanne Kaasjager, «ha redactado mensajes para las embajadas en las capitales que reciben asistencia holandesa para el desarrollo solicitando apoyo al acuerdo. Se trata de una medida sin precedentes para el gobierno holandés, que tradicionalmente rechaza cualquier sugerencia de utilizar el dinero como palanca política». Más tarde, sin embargo, Kaasjager da marcha atrás, y dice: «los Países Bajos tienen dificultades para vincular el acuerdo de asociación con la condición de recibir financiación sobre el clima.»

Tal vez el uso más audaz de los fondos revelado en los cables es el de Arabia Saudita, el segundo productor mundial de petróleo y uno de los 25 países más ricos del mundo. Un cable secreto enviado el 12 de febrero registra una reunión entre funcionarios de la embajada de EEUU y el negociador del cambio climático Mohammad Al Sabban. «El reino necesita tiempo para diversificar su economía aparte del petróleo, [Sabban] dijo, señalándole a los EEUU su compromiso a ayudar a Arabia Saudita en sus esfuerzos de diversificación económica que disminuirían la presión en las negociaciones sobre el cambio climático».

A los saudíes no le gustaba el acuerdo, pero estaban preocupados por lo que consideraban un error. El asistente del ministro de petróleo, el príncipe Abdulaziz bin Salman, le dijo a los funcionarios de EEUU que le había dicho a su ministro, Ali al-Naimi, que Arabia Saudita había «perdido una oportunidad real de presentar algo inteligente», como la India o China, algo que no fuera legalmente vinculante, pero que indicara alguna buena voluntad hacia el proceso sin comprometer sus intereses económicos claves».

Los cables obtenidos por WikiLeaks acaban a finales de febrero de 2010. En la actualidad, 116 países se han asociado con el acuerdo. Otros 26 dijeron que tienen la intención de asociarse. Ese total, de 140, se encuentra en el extremo superior de la meta 100-150 revelada por Pershing en su reunión con Hedegaard, el 11 de febrero.

Los 140 países representan casi el 75% de los 193 países que son partes de la Convención sobre el cambio climático de la ONU y, los partidarios de acuerdo señalan, son responsables de más del 80% de las actuales emisiones globales de gases de efecto invernadero.

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