Julien Brun*

 

La noticia pasó desapercibida, pero puede volver a ser una bomba: en octubre de este año el presidente del gobierno del País Vasco anunció con entusiasmo que el subsuelo de la Comunidad Autónoma podría contener una reserva de 180.000 millones de gas de esquisto, un gas no convencional que en esta última década se ha convertido en la nueva esperanza para la industria petrolera. Ese mismo mes, la administración francesa dio un importante paso atrás cerrando la puerta a la exploración de este recurso por razones ecológicas, a pesar del enorme potencial que representa: la reserva de gas francesa se evaluó en alrededor de 6 billones de metros cúbicos, es decir, más de 100 años del consumo nacional. Esta decisión se hizo a raíz de una movilización popular sin precedente para los movimientos ecologistas, que ganó día tras día a la clase política.

La existencia de reservas de este recurso en los subsuelos, es conocida desde los comienzos de la era petrolera, pero su extracción sólo ha sido técnica y económicamente posible en estos últimos años. La particularidad del gas de esquisto se debe a que no se encuentra en bolsas, sino que está presente de manera difusa dentro de rocas casi impermeables. Para su recuperación se necesita estallar literalmente la roca madre, mediante la técnica de fracturación hidráulica (en inglés fracking) que consiste en la inyección de un lodo a alta presión compuesto de un 1% de elementos químicos. El acceso al recurso se hace mediante un pozo de entre 2.000 a 4.000m de profundidad, que gira al horizontal (en forma de «L»). Para recuperar todo el recurso, es necesario cuadricular el terreno con una elevada densidad de pozos. En EE.UU. donde se explota desde el inicio del siglo XXI, se cuenta ya con alrededor de 500.000 pozos en actividad, cuya densidad llega en ciertos lugares a unos 10 pozos por km2 , requiriendo cada uno de 2 a 4 ha sin contar lar carreteras y otras infraestructuras necesarias (Picot, 2011). El volumen de agua necesaria da vértigo: entre 10.000 y 15.000 m3 de agua por pozo (IFP-Energies nouvelles, 2011), es decir, el volumen de 3 a 5 piscinas olímpicas. Esta agua permanecerá en el subsuelo, con riesgo de contaminación de los acuíferos, o surgirá a la superficie y habrá de ser tratada para eliminar el cocktail químico que contiene.(1) La toxicología de este último ha sido reconocida como muy elevada, tanto para los seres humanos como para los ecosistemas, teniendo en cuenta que las composiciones son parcialmente conocidas, al estar protegidas tras el secreto industrial. A través de la pelí- cula GasLand,(2) los ciudadanos han podido tomar conciencia de las consecuencias de diez años de explotación de gas de esquisto en EE UU: paisajes destrozados, agua potable contaminada por químicos con graves consecuencias para la salud (incluso neurológicas) y más espectacular, ciudadanos prendiendo el agua de sus grifos al estar cargada de gas.

En marzo de 2010, empezó la corta aventura francesa en el gas de esquisto, tras la aprobación por el antiguo Ministro del Medio Ambiente J.L. Borloo, de tres permisos de exploración de hidrocarburos situados en el Sureste de Francia, abarcando el 10% de la superficie nacional, firmados sin una previa información sobre las posibles consecuencias. La información aunque era pública en ese momento, no fue difundida por las administraciones públicas, ni por los medios de comunicación. Sin embargo, estos sucesos no escaparon a la vigilancia de unos periodistas que intentaron dar la voz de la alarma (Kempf, 2010). La información que empezó a circular en el ámbito ecologista encontró un eco en internet, donde se facilitaba la película GasLand. De tal manera que las primeras reuniones públicas comenzaron en diciembre de 2010 en salas atestadas y destinadas a las protestas, según observadores familiares con los movimientos ecologistas (Raoul, 2011). Las razones de esta movilización excepcional residen tanto en la intensidad de las imágenes del impacto en el caso estadunidense como en la realidad social y política de la región en cuestión. Los permisos incluyen una parte de l’Adèche y des los Cévennes, zonas rurales basadas en la agricultura y el turismo, famosas por ser tierras históricas de resistencia en la Segunda Guerra Mundial. Además, fueron escenarios de recientes luchas campesinas, por ejemplo en contra de la extensión del campo militar del Larzac en 1971, en la cual participó José Bové, actual diputado europeo y figura del movimiento en contra el gas de esquisto.

La dificultad para disponer de información previa por parte de los servicios estatales, creó un ambiente de tensión con los electos locales, los cuales llegaron al punto de exasperación por la opacidad del procedimiento. El movimiento se estructuró rápidamente en más de 80 colectivos locales descentralizados pero coordinados, con el objetivo de informarse e informar a la población. Realizaron una vigilancia tanto de las informaciones contradictorias en los medios de comunicación como el movimiento de máquinas de prospección en el territorio. En este sentido, internet jugó un papel importante como medio facilitador para la difusión en masa (Raoul, 2011). A medida que una parte importante de los ciudadanos empezaron a manifestar su oposición ante la perspectiva de la explotación del gas de esquisto, los medio empezaron a mostrar las preocupaciones del movimiento. El 26 de febrero del 2011, una manifestación reunió a más de 10.000 personas en el pueblo de Villeneuve-de-Berg (de 3.000 habitantes). La clase política terminó por apropiarse plenamente de la causa; numerosas entidades representativas a todas las escalas como pueblos, ciudades, comarcas, regiones o diputados tomaron públicamente posición en contra del gas de esquistos, sin distinción de su orientación política. Incluso instituciones como la administración de parques nacionales o la cámara de comercio de l’Ardèche se posicionaron en el asunto.

Frente a tal oposición, incluso de su propio campo, el gobierno fue obligado a retroceder, imponiendo en primer lugar una moratoria, y luego proponiendo una ley que prohibiese el uso de la fracturación hidráulica para la explotación de hidrocarburos votada por el parlamento, cuyo autor fue… el ministro Borloo. Esta ley aprobada en julio por el parlamento, tuvo como consecuencia la derogación de los tres permisos de exploración de la región Sureste. Tal retroceso en menos de un año de lucha, sorprendió tanto a la industria petrolera como a los oponentes, ya que el Estado francés no tiene por costumbre dejar abiertas las cuestiones energéticas, especialmente desde la aprobación del programa nuclear.

Los colectivos, aunque aliviados por el anuncio de las tres derogaciones no consideran esa victoria como total y definitiva: todavía subsisten otros 61 permisos de los cuales unos son dirigidos a la exploración de petróleo no convencional, y cuya extracción es igualmente reconocida como nociva para el medio ambiente. Además, temen que se hagan secretamente exploraciones de gas de esquistos en estos otros territorios, sabiendo que la ley tiene un fallo al no regular una definición de «fracturación hidráulica». Al mismo tiempo, en el código minero tampoco se hace la distinción entre los permisos para hidrocarburos gaseosos y líquidos. Por lo tanto, el movimiento sigue su actividad de protesta y continua proclamando su lema «ni ici, ni ailleurs» (ni aquí, ni en otro lugar). Sin embargo, la derogación de los permisos por la fuerte presión social y política parece ser un obstáculo que el Estado difícilmente podrá solventar.

Este potente resultado fruto de la estrategia de promover un debate público antes del proceso de exploración que desencadenaría irremediablemente las inversiones por las compañías petroleras. Hasta el momento, los movimientos sociales en contra de las explotaciones petroleras y mineras, como la famosa iniciativa del Yasuni-ITT, proclaman dejar el recurso en el subsuelo. Sin embargo, en el presente caso el discurso promovía no sólo dejar de explotar el gas de esquisto sino impedir su reconocimiento, es decir dejar donde están los secretos de la geología.

REFERENCIAS

DEBEIR, J.-C., DELÉAGE, J.-P., HÉMERY, D., 1987. Les servitudes de la puissance : une histoire de l’énergie. Flammarion.

IFP-Energies nouvelles, 2011. Panorama 2011. Les gaz non conventionnels et l’eau.

KEMPF, H., 2010. Le casse-tête gazier. Le Monde del 22 de marso 2010.

PICOT, A., 2011. Bilan toxicologique & chimique. L’exploration et l’exploitation des huiles et gaz de schiste ou hydrocarbures de roche-mère par fracturation hydraulique. Association Toxicologie Chimie.

RAOUL, E., 2011. Mobilisation-éclair contre le gaz de schiste. Juin 2011. Le Monde Diplomatique.

THOMAS, P., 2011. Le gaz de schiste : géologie, exploitation, avantages et inconvénients. Laboratoire de Géologie de Lyon / ENS Lyon. http://planet-terre.ens-lyon.fr/planetterre/XML/ db/planetterre/metadata/LOM-gaz-schiste.xml. Consultado el 22-11-11.

* Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals, Universitat Autònoma de Barcelona (julien.brun38@gmail.com).

1 Una encuesta del New York Times muestra incluso que las aguas residuales de 128 pozos en Pensilvania tienen un alto nivel de radioactividad debido a las formaciones geológicas atravesadas http://www.nytimes.com/interactive/2011/02/27/us/natural-gasmap.html?ref=us.

2 Josh Fox, 2011. GasLand. http://gaslandthemovie.com.

Descargar artículo

La revista Ecología Política se publica gracias al apoyo de sus suscriptores/as. Este es un proyecto sin ánimo de lucro por lo que todos los recursos donados se dedicarán exclusivamente a realizar y mejorar la revista Ecología Política. Puede adquirir la versión en papel de la revista así como suscribirse a ella y contribuir a su creación y difusión.

Compra la revista Suscríbete  Suscríbete al newsletter 

Pasado un año desde su publicación, los contenidos pasan a ser de libre acceso. Puede consultar este contenido de forma gratuita y descargar el pdf.

Descargar artículo

Leave a Reply