Ya es hora de detener al gigante financiero de la UE y su conducta destructiva fuera de Europa*

Anne-Sophie Simpere**

 

El Banco Europeo de Inversiones (BEI), la institución financiera de la Unión Europea (UE), tiene una cartera de créditos que duplica a la del Banco Mundial, pero es mucho menos conocida por el público e incluso por muchos dirigentes europeos. De sus 50.000 millones de euros anuales de presupuesto, el 13 por ciento de sus créditos se destina a África, América Latina y Asia, de acuerdo al mandato concedido al banco por el Consejo de Europa. Debido a esto, el BEI se está convirtiendo en un actor cada vez más importante en el área del desarrollo y en una institución clave en las relaciones exteriores de la UE. Pero también aumentan las críticas a su opacidad y a la falta de criterios sociales y medioambientales vinculantes en los proyectos que financia. En África, el BEI afirma cumplir un papel de promoción del desarrollo. Pero si analizamos los créditos que ha concedido desde el año 2000, comprobaremos que ha invertido más de 750 millones de euros en el sector minero de ese continente, además de participar en los mayores proyectos relacionados con la extracción de combustibles fósiles, como el gasoducto de África Occidental o el tristemente célebre oleoducto Chad-Camerún, gestionado por ExxonMobil.

EL INTERÉS DEL BEI POR LOS GRANDES YACIMIENTOS AFRICANOS

La minería es una de las industrias más destructivas del mundo. Las gigantescas minas a cielo abierto arrasan los ecosistemas y deterioran las condiciones de vida de las comunidades que de ellos dependen. Además de la deforestación, la contaminación y las enormes cantidades de desechos generados por las actividades extractivas, las minas consumen descomunales cantidades de agua y exigen un desmedido consumo de energía. Ésta procede habitualmente de combustibles fósiles o de gigantescas represas, para poder llevar a cabo una actividad básicamente insostenible: la extracción de recursos naturales no renovables. La apertura de una mina trae consigo toda una serie de problemas sociales: pueblos desplazados, corrupción, conflictos por el control de los recursos, desempleo y, además, el aumento de la prostitución y del sida debido al flujo masivo de trabajadores itinerantes.

Si también tenemos en cuenta que las minas crean pocos puestos de trabajo y generan pocos ingresos por impuestos para los países anfitriones, la única razón por la que el BEI continúa invirtiendo en ese sector ha de ser la rentabilidad. Por cierto, los precios de las materias primas se están disparando, razón por la cual los yacimientos aún no explotados de África despiertan cada vez más interés.

Desafortunadamente, hoy las actividades extractivas sólo benefician a los países industrializados. Las grandes transnacionales occidentales explotan los recursos y los exportan a Europa, EEUU o a países emergentes (como China, que exporta masivamente a los países ricos productos manufacturados con materias primas importadas). Mientras tanto, África es saqueada, las actividades tradicionales desaparecen y las eternas promesas de puestos de trabajo y beneficios económicos nunca se materializan.

EXPLOTANDO ALMAS: LA IMPLICACIÓN DEL BEI EN EL PROYECTO MINERO TENKE FUNGURUME

Los proyectos financiados por el BEI ilustran tristemente esta situación. El ejemplo más reciente es la mina de cobre y cobalto de Tenke Fungurume, en la República Democrática del Congo (RDC). Éste ha sido el tema del informe más reciente de la coalición Counter Balance, que coordina campañas de sensibilización de diversas ONG.(1)

La RDC es uno de los países más ricos del mundo en términos de recursos minerales (oro, diamantes, cobre y cobalto). Desde su independencia, en 1960, el país padeció inestabilidad política y violencia extrema bajo la dictadura de Mobutu hasta 1997, seguida por dos guerras sangrientas, hasta que en 2006 accediese al poder Joseph Kabila. El país afronta problemas agudos, pues mientras los políticos amasan enormes fortunas, la pobreza aumenta entre la población, los servicios públicos y las infraestructuras se desmoronan y los conflictos estallan en diversas zonas del territorio.

El único proyecto financiado por el BEI en la RDC desde 1991, el de Tenke Fungurume, implica la explotación del yacimiento de cobre y cobalto más grande del mundo por parte de un consorcio encabezado por la multinacional estadounidense Freeport McMoRan. El proyecto Tenke Fungurume es también notorio por su falta de transparencia y las graves sospechas de corrupción en torno al acuerdo cerrado entre la empresa estatal Gécamines y los inversores privados.

Un informe de comienzos de este año, Risky Business, the Lundin Group’s involvement in the Tenke Fungurume Mining project in the DRC (Negocios arriesgados: la implicación del Grupo Lundin en el proyecto minero Tenke Fungurume, en la RDC)(2) describe cómo ya en 1996 la dirección de Gécamines había escogido al grupo Lundin, antes que el comité que examinaba las propuestas presentadas por las cinco empresas que aspiraban a hacerse con el proyecto concluyese su tarea.(3) Es más, Adolf Lundin admitió haber ofrecido dinero a Mobutu, durante una visita a su residencia en el sur de Francia en 1996, para financiar su entonces próxima campaña electoral.(4) El informe de la Comisión Lutundula, de 1997, afirma que Lundin Holdings había hecho un primer pago de 50 millones de dólares como el depósito inicial que establecía su acuerdo con Gécamines, pero que la mitad de esa suma se ingresó en una cuenta de la empresa Comiex Limited, en Ruanda. Esa empresa era parcialmente propiedad del presidente Laurent-Désiré Kabila, que acababa de asumir el poder en la RDC.

En octubre de 2007, los observadores comprobaron que las poblaciones desplazadas carecían de viviendas y se veían obligadas a dormir bajo improvisadas tiendas de lona, debido a que la gente que ya vivía en esas zonas se oponía a que los desplazados fueran instalados allí. En lo relativo a las condiciones de trabajo, se ignoran los límites legales del horario laboral y no se pagan las horas extra. En el caso de varias empresas subcontratistas de Tenke Fungurume, sus empleados trabajan seis días a la semana. En este tipo de empresas no se permite a los trabajadores organizar sindicatos, pese a que ese es uno de los cuatro derechos fundamentales establecidos por la Organización Mundial del Trabajo (OIT). Es más, los contratistas acostumbran a reducir los salarios y a emplear por día, sin ningún tipo de contrato, lo que incrementa las tensiones entre trabajadores locales y foráneos que compiten por los puestos disponibles.

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Como consecuencia de estas tensiones, el 14 de enero de 2008, más de 5.000 habitantes de Fungurume(5) protestaron violentamente contra la empresa y sus subcontratistas, a quienes acusaban de no haber dado trabajo a la población local y de no haber puesto en práctica el programa de desarrollo para la comunidad local.

Semejantes situaciones son posibles fuera de Europa debido a que el BEI sigue sin estar obligado a cumplir la legislación de la UE cuando invierte fuera de esta. Sin un conjunto adecuado de parámetros sociales, ambientales y de desarrollo, el BEI sólo evalúa los proyectos según su tasa de rendimiento; por lo general, es incapaz de evaluar, mitigar ni controlar sus devastadoras consecuencias.

UNA DEFINICIÓN INUSUAL DE «SEGURIDAD»

El BEI no sólo financia la extracción de minerales del suelo africano, sino también de petróleo y gas, con la intención de garantizar la «seguridad energética» de la UE. Por ejemplo, el BEI ha invertido 144 millones de euros en el oleoducto Chad-Camerún. Este tristemente conocido proyecto, gestionado por un consorcio encabezado por la ExxonMobil, ha empobrecido a las poblaciones de los campos petrolíferos y ha exacerbado las presiones sobre los pueblos indígenas que habitan en las zonas por donde transcurre, creando nuevos problemas ecológicos.

El proyecto también ha contribuido a desatar la violencia, permitiendo al presidente Deby, de Chad, incrementar los recursos destinados a seguridad y defensa. Mientra que hace sólo un mes el Banco Mundial decidió retirarse del proyecto, reconociendo que «el gobierno (chadiano) no ha destinado los recursos necesarios para reducir la pobreza a través de la educación, la salud, infraestructuras, desarrollo rural y gestión», el BEI continúa callando. Peor aún, algunos recientes comentarios en la prensa sugieren que el banco sería un potencial inversor de otro oleoducto trans-sahariano en Nigeria, ignorando los persistentes conflictos en el delta del río Níger, originados precisamente por las explotaciones petroleras en la región.

A pesar de los compromisos de la UE a favor del desarrollo, los Objetivos del Milenio o las necesidades del desarrollo sostenible, el BEI parece más inclinado a conceder enormes créditos, con dinero público, a las grandes multinacionales occidentales. Empresas estas habitualmente conocidas no precisamente por su respeto al medio ambiente y los derechos humanos, pero sí dispuestas a asegurarse el control de las materias primas y de los yacimientos de combustible que los países occidentales necesitan. La conducta del banco pone en cuestión la coherencia entre los objetivos de desarrollo de la UE y la política exterior de una gigantesca y muy discreta Institución Financiera Internacional como es el BEI.

Debido a la presión de organizaciones de la sociedad civil de toda Europa, el BEI ha aceptado la necesidad de una consulta pública sobre sus parámetros sociales y ecológicos. Actualmente se desarrolla la segunda ronda de consultas y sigue sin estar claro qué tan dispuesto a ceder está el BEI ante la letanía de críticas constructivas que tuvo que escuchar durante la primera ronda.(6)

MÁS INFORMACIÓN:

Comter Balance Challenging the European Investment Bank: www.counterbalanceeib.org/

* Traducción de Ángelo Ponziano Bertonizi. ** Les Amis de la Terre. Corero: as.simpere@amisdelaterre.org.

1 La versión en inglés del informe está disponible en : http: //www.counterbalance-eib.org/component/option,com_datsogallery/ Itemid,86/file,tenke-study-en-web.pdf/func,download/

2 IPIS y Swedwatch, Risky Business. The Lundin Group’s involvement in the Tenke Fungurume Mining Project in the Democratic Republic of Congo, febrero de 2008.

3 Las cinco empresas eran: Anglo American Corporation of South Africa Ltd, Gencor – BHP, La Source Compagnie Minière, ISCOR Ltd y Lundin Holding.

4 Véase la publicación de Eriksson R, Adolf H Lundin: Med olja i ådrorna och guld i blick, Estocolmo, 2003. Su título en ingles es No Guts No Glory: A Portrait of Sweden’s Oil and Mining Entrepreneur.

5 Estimación hecha por el alcalde de la ciudad de Fungurume durante una conversación telefónica sobre las protestas, realizada por ACIDH el 18 de enero de 2008.

6 Información complementaria acerca de la revisión de la Declaración Social y Ecológica está disponible en el sitio web del BEI: www.eib.org.

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