Jordi Pigem*

 

Small is Beautiful (Lo pequeño es hermoso en la traducción publicada por la editorial Blume en 1978) es uno de los clásicos más populares de la economía ecológica. Desde que apareció su edición original en inglés en 1974, «lo pequeño es hermoso» se convirtió en un eslogan de protesta contra el gigantismo, la aceleración y la obsesión por el crecimiento ilimitado, y en una llamada en favor de la descentralización y de la escala humana. Aunque la expresión no era de Schumacher, sino de su editor, supo resumir acertadamente su mensaje. Small is Beautiful proponía, como afirma su subtí- tulo, «una economía como si la gente tuviera importancia», es decir, algo insólito para la economía convencional: poner a la personas y a la sociedad por delante de los indicadores económicos, abstracciones que a menudo poco tienen que ver con lo que vive la gente (como el Producto Interior Bruto, que tiende a aumentar con los accidentes, los desastres y la destrucción de espacios naturales).

E.F. Schumacher (usaba siempre las iniciales «E.F.» a la hora de firmar libros y artículos; para los amigos era «Fritz») nació en Bonn el 16 de agosto de 1911 y murió el 4 de septiembre de 1977 en Suiza durante una gira para impartir conferencias, pero vivió la mayor parte de su vida adulta en Inglaterra. Tras haber estudiado en Oxford e impartido clases en la universidad de Columbia (Nueva York), Schumacher regresó a Alemania, pero a principios de 1937 abandonó definitivamente el país y se instaló en Londres con su mujer. Debido a su origen alemán, durante la Segunda Guerra Mundial fue internado brevemente en un campo de trabajo y acabó trabajando en una granja agrícola en el condado de Oxford. Durante ese periodo escribió un artículo proponiendo reformas del sistema monetario internacional. Dicho artículo llegó a manos de John Maynard Keynes, que lo leyó con gran interés y adoptó algunas de las ideas que proponía el joven economista alemán. A partir de ahí se estableció una correspondencia entre Schumacher y Keynes que duró hasta la muerte repentina de éste (de un ataque de corazón) en 1946. Keynes llegó a apreciar a Schumacher hasta el punto de declarar lo siguiente a un amigo: «Si alguien ha de continuar mi tarea sólo puede ser Otto Clarke o Fritz Schumacher. Clarke puede hacer cualquier cosa con las cifras, pero Schumacher las hace cantar».

En 1949 Schumacher empezó a trabajar para el gobierno británico como asesor económico (y posteriormente director del departamento de estadística) del National Coal Board, entidad que gestionaba la minería del carbón a nivel británico y que llegó a tener 700.000 empleados. En 1955 fue enviado por Naciones Unidas a Birmania para asesorar planes de desarrollo. Schumacher había sido casi toda su vida un agnóstico convencido, pero a fin de entender a fondo la cultura tradicional birmana decidió instalarse en un monasterio budista, y ello le llevó a un cambio radical en su percepción de la economía. La conclusión que sacó Schumacher fue que aquella economía tradicional nada tenía que aprender de la economía occidental moderna. Su experiencia en Asia llevó a Schumacher comparar dos sistemas económicos totalmente opuestos: el sistema occidental moderno, orientado hacia la acumulación monetaria y el consumo de bienes materiales, y lo que Schumacher llamó «economía budista», basada en la justa subsistencia y en la vía media entre los extremos, orientada a maximizar el bienestar humano y que no busca acumular bienes materiales más allá de lo necesario para satisfacer las necesidades humanas. Muchos de sus amigos reaccionaron con sorpresa ante la expresión «economía budista». Cuando le preguntaban qué tiene que ver la economía con el budismo, Schumacher solía responder que la economía sin budismo (o un sistema ético comparable) «es como el sexo sin amor: da una gratificación momentánea pero no una satisfacción profunda y duradera». Hay que aclarar que Schumacher no era budista y que la expresión «economía budista» no tiene que entenderse al pie de la letra: es una fórmula concisa para describir economías sostenibles que anteponen la felicidad humana a las abstracciones monetarias.

Schumacher pronto se dio cuenta de que toda teoría económica se basa (a menudo inconscientemente) en determinados valores y en una determinada visión del mundo y del ser humano. Criticó el hecho de que los economistas convencionales pretendan ignorar el elemento filosófico que subyace a sus teorías, y afirmó que la visión del mundo de la economía moderna (capitalista o socialista) es decimonónica: mecanicista, basada exclusivamente en lo que es cuantificable e ignorante del hecho de que en última instancia las actividades humanas dependen del mundo natural. Parafraseando a Schumacher hoy podríamos decir que toda nuestra economía es solo una filial de la biosfera. Schumacher escribía con un lenguaje claro y contundente. Así, afirmó que «la economía moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se deleita en una orgía de envidia, y ello da lugar precisamente a su éxito expansionista… Si sociedades enteras se ven infectadas por estos vicios podrán conseguir cosas increíbles, pero cada vez serán más incapaces de resolver los problemas más elementales de la vida cotidiana».

En 1962 Nehru pidió el asesoramiento económico de Schumacher. Fue entonces cuando Schumacher acuñó la noción de «tecnología intermedia», «tecnología apropiada» o «tecnología con rostro humano». Según Schumacher, «lo único que necesitamos de los científicos y técnicos son métodos y aparatos suficientemente baratos para estar al alcance de todo el mundo, apropiados para ser utilizados a pequeña escala y compatibles con las necesidades creativas de los seres humanos». Muchas tecnologías complejas nos hacen más dependientes en vez de hacernos más libres, y Schumacher sabía que «la expansión de las necesidades tiende a incrementar la dependencia de fuerzas externas sobre las que no podemos ejercer ningún control, y por tanto aumenta el temor existencial». Las tecnologías caras, de alto consumo energético y que dependen de recursos poco accesibles son todavía omnipresentes pero ya obsoletas: a pesar de su sofisticación, todavía corresponden a la mentalidad decimonónica que criticaba Schumacher. La apuesta por tecnologías apropiadas, intermedias o alternativas se orienta hacia tecnologías baratas, que no dependan de fuentes de energía no renovables y que puedan construirse y mantenerse con materiales locales.

La urgencia de introducir en el mundo moderno los valores éticos y la sabiduría ocupó los últimos años de Schumacher, y dio pie a su libro A Guide for the Perplexed (Guía para perplejos, editorial Debate). Según Schumacher, «el hombre de hoy es demasiado listo para ser capaz de sobrevivir sin sabiduría… Sin sabiduría el hombre se ve obligado a construir una economía monstruosa que destruye el mundo, y a buscar afanosamente satisfacciones fantásticas, como la de poner un hombre en la Luna».

El diagnóstico final de este economista admirado por Keynes fue que la economía que destruye el planeta y aliena a los seres humanos solo podrá ser transformada a partir de un cambio de conciencia: «Ya no es posible creer que ninguna reforma política o económica o ningún avance científico pueda resolver los problemas vitales de la sociedad industrial. Yacen a demasiada profundidad, en el corazón y el alma de cada uno de nosotros (They lie too deep, in the heart and soul of everyone of us)». Tal vez hoy estas palabras suenan mucho más verdaderas que cuando fueron escritas.

El legado de Schumacher sigue vivo a través de una serie de organizaciones que constituyen el Schumacher Circle. Entre ellas se cuentan la Schumacher Society (con una sede en Bristol, Inglaterra, y otra en la campiña de Great Barrington, Massachusetts, que alberga su biblioteca personal y sus manuscritos) y diversas entidades británicas inspiradas o influidas por él, como la New Economics Foundation, el Centre for Alternative Technology de Gales, la Soil Association, el Schumacher College y la revista Resurgence.

* Jordi Pigem es Doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona. De 1998 a 2003 fue profesor del Master in Holistic Science del Schumacher College en Dartington (Universidad de Plymouth, Inglaterra). Es autor de La odisea de Occidente (Kairós, 1994) y El pensament de Raimon Panikkar (Institut d’Estudis Catalans, 2007), y colabora en diversos medios de comunicación en castellano, catalán e inglés.

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