“La ecología política llegó para quedarse”, afirma el etnoecólogo Víctor Manuel Toledo en una entrevista de este número de aniversario de Ecología Política. Han pasado casi veinticinco años desde el primer número de la revista, en el que precisamente Toledo escribía uno de los artículos, y lo cierto es que, a tenor de la cantidad de libros, artículos y puestos y proyectos académicos que hablan hoy sobre ecología política, este campo de estudio y de acción parece más vivo que nunca.

Sin embargo, la cuestión del acceso a una parte de la investigación sobre ecología política se mantiene candente. La producción académica se rige por unas normas que priorizan la publicación en revistas casi siempre en inglés, cuyo acceso se mantiene a menudo restringido a causa de los inalcanzables precios impuestos por los grupos editoriales a las universidades, sus principales clientes. Resulta difícil comprender que, de no gozar de acceso a una cuenta universitaria, el precio por acceder a un simple artículo alcanza los 40 dólares en destacadas revistas de geografía o economía ecológica, para poner un ejemplo de disciplinas próximas a la ecología política. Esta situación también se extiende a la publicación de manuales con precios desorbitados –pensados para ser producidos y consumidos solo por instituciones universitarias ricas.

Así, es imperiosa la necesidad de apoyar una producción del conocimiento que emerja desde el activismo y para el activismo y mejorar el acceso a dicho conocimiento. Eso es algo a lo que Ecología Política ha querido contribuir desde 1991. Esta es una revista publicada en Barcelona para lectores en Latinoamérica y la península Ibérica. La presencia regular de autores latinoamericanos es una característica de la revista, pero también hemos analizado lo que ocurre en Europa, en la India y en Estados Unidos.

Sin pretensiones académicas, hemos hecho una revista de divulgación y de análisis. Alcanzamos veinticinco años y el número cincuenta predicando con ganas de crecer, con equipos ampliados, queriendo participar en nuevos espacios. Hemos renovado nuestra página web mejorando el acceso libre a toda la colección de artículos de la revista –si bien mantenemos que los últimos números sigan siendo accesibles solo para los suscriptores durante el primer año desde su publicación. Y, en este número de aniversario, hemos reunido unas observaciones sobre las trayectorias de Ecología Política y de sus revistas hermanas: Capitalism Nature Socialism, Écologie & Politique y CNS – Ecologia Politica. Ricerche per l’Alternativa. A esta celebración sumamos el Journal of Political Ecology, publicado en acceso libre desde 1994 y dirigido por Simon Batterbury.

En este número de aniversario, Santiago Gorostiza ejerce de editor invitado, tal como hizo en el número 47 de Ecología Política, dedicado a las ciudades. La sección central se titula “Perspectivas sobre ecología política”. Giorgos Kallis, uno de los editores del libro Decrecimiento: Un vocabulario para una nueva era (2014), discute las ideas del ecomodernismo desde el punto de vista de la ecología política. Stefania Barca explora los lazos que entre los conflictos laborales (la “cuestión social”, como se decía hace un siglo) y el cambio climático se ofrecen para la investigación. Manuel González de Molina, David Soto y Francisco Garrido, quienes son autores de conocidos trabajos sobre el metabolismo social de la agricultura andaluza, aportan una visión histórica al análisis de los conflictos ambientales como conflictos sociales. Miriam Gartor, estudiante de la FLACSO en Quito, abre un diálogo entre la economía ecológica y la economía feminista. Simon Batterbury, en conexión con los debates sobre la producción de conocimiento mencionados previamente, profundiza sobre el papel del activismo en la ecología política y el uso de formatos no académicos. Finalmente, Joan Martínez Alier relaciona la ecología política con el movimiento global de justicia ambientalahondando en el vocabulario nacido en la práctica del ecologismo popular.

La sección de opinión del presente número 50, con la COP21 de París aún reciente, incluye un texto de Ethemcan Turhan. Núria Vidal de Llobatera reflexiona sobre la ecología política desde los movimientos sociales, y Gustavo Duch homenajea a Eduardo Galeano, fallecido en abril de 2015.

La sección “Redes de resistencia” recoge tres movimientos con distintos formatos. Por una parte, Alfons Pérez presenta la experiencia del Volt II, una iniciativa inspirada en los toxic tours que puso en contacto a decenas de activistas contra los megaproyectos energéticos en Cataluña y Aragón. María Prieto presenta una de las asociaciones locales (en Barcelona) del movimiento internacional: 350. (https://punandjokes.com/) org (350 ppm se refiere a la concentración de dióxido de carbono en el aire hacia 1980; hoy hemos superado las 400 ppm). Por último, abordamos las luchas contra la toxicidad del glifosato en Argentina mediante una entrevista con el doctor Medardo Ávila.

La sección “Referentes ambientales” tiene tres partes. La central está formada por la entrevista a Víctor Toledo, realizada por Sofía Ávila. A esta se suma una intervención de Alfonso Sanz, en relación a Ivan Illich y su pensamiento radical sobre el transporte. Por último, Marx Gómez explora las aportaciones de Arturo Escobar a la ecología política.

Como en otros números, cerramos la revista con varias críticas de libros. En primer lugar, Diego Andreucci y Creighton Connolly abordan la publicación de dos manuales sobre ecología política en lengua inglesa. El profesor de historia de la ciencia Agustí Nieto-Galan analiza la obra de los historiadores Naomi Oreskes y Erik M. Conway, que denuncian a aquellos expertos convertidos en “traficantes de dudas” al servicio de determinados grupos de presión interesados en sembrar incertidumbre alrededor del consenso científico sobre el cambio climático o cuestiones relacionadas de salud pública. Por último, Alexis Sancho escribe sobre la conversación entre Iago Otero (doctor en ciencias ambientales) e Itziar González (arquitecta y urbanista) entre Barcelona y Berlín en el libro Revoltes.

Desde su primera publicación, en 1991, Ecología Política ha recorrido una gran variedad de temas y conflictos socioambientales a distintas escalas. Uno de los más destacados, paralelo a la trayectoria histórica de la revista, ha sido, sin lugar a dudas, el intento de establecer acuerdos vinculantes para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático. Hojeando virtualmente los números (digitalizados en nuestra web) de Ecología Política, encontramos comentarios al Tratado de cambio climático de la Conferencia de Rio de Janeiro (1992), al Protocolo de Kyoto (1997) y a las sucesivas COP celebradas desde entonces. Cerrando este número, llegan los acuerdos de París del 12 de diciembre de 2015, que no aseguran ni mucho menos una disminución de emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad de las actuales, que es lo que hace falta según el IPCC. Tampoco se reconoció en París la deuda ecológica que tienen históricamente los países industrializados por sus emisiones desproporcionadas –tal como afirma el párrafo 51 de la encíclica Laudato si.

Desde la revista Ecología Política apoyamos la iniciativa “Anexo 0”, lanzada por Oilwatch. El “Anexo 1” fueron los gobiernos que en Rio de Janeiro en 1992 reconocieron en teoría que debían bajar sus emisiones. El Anexo 0 no son gobiernos, sino movimientos sociales que consiguen que se dejen combustibles fósiles en el subsuelo. Por ejemplo, los alemanes del movimiento Ende Gelände, que ocupan minas de carbón, o los manifestantes que pararon con resistencia no violenta la construcción del oleoducto Keystone XL en Estados Unidos. O los lugareños que en Sompeta, en Andhra Pradesh (India), lograron detener (a costa de algunos muertos propios) la extracción de carbón y la construcción de una enorme central termoeléctrica que destruiría su ecosistema y modo de vida local. O los indígenas guaraníes de Takovo Mora, en Bolivia, que rechazan la exploración petrolera en su territorio, y que en agosto del 2015 bloquearon la vía Santa Cruz – Camirí, lo que llevó a la intervención de un contingente policial cuya violencia fue motivo de denuncia. Hay cientos de casos parecidos hoy mismo en el mundo, incluidos bastantes contra el fracking del gas. Esos casos son los del Anexo 0 –aquellos grupos que pertenecen al movimiento mundial que Naomi Klein llama “Blockadia”. Es junto a estos movimientos donde Ecología Política quiere seguir aprendiendo en el futuro, narrando sus luchas en los números de la revista que están por venir.

Santiago Gorostiza Langa, Joan Martínez Alier e Ignasi Puig Ventosa.

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