¿De lo rural a lo urbano? Transformación productiva y mutación de la experiencia del espacio en la región pampeana argentina del siglo XXI.

Verónica Hendel[1]

 

Campo y ciudad: tierra, poder y exclusión

El campo y la ciudad son realidades históricas variables tanto en sí mismas como en las relaciones que mantienen. Sin embargo, y a pesar de las transformaciones sociales y espaciales ocurridas en las últimas décadas, “las ideas y las imágenes del campo y la ciudad conservan una gran intensidad” (Williams, 2001: 357). Y esta persistencia, que describe Raymond Williams, nos conduce al núcleo de la problemática que buscamos analizar en este artículo. En tiempos en que el ámbito rural pampeano de la Argentina[2]atraviesa profundos cambios, las fronteras entre las nociones de campo y ciudad, que ya se encontraban en crisis desde los años sesenta (Soja, 2008), se tornan cada vez más difusas.

En los últimos 15 años la concentración de la tierra ha agravado las profundas desigualdades sociales en dicho ámbito[3]. Las políticas neoliberales implementadas durante los años noventa tuvieron como consecuencia la expulsión de más de 300.000 familias campesinas y productores familiares, agudizando el éxodo rural hacia los barrios más pobres de las grandes ciudades. Es en este sentido que consideramos pertinente el uso de la noción de “doble exclusión” para describir la situación que han experimentado una gran cantidad de pobladores rurales durante las dos últimas décadas: en primer lugar, un éxodo del campo hacia la ciudad y, en segundo lugar, una exclusión hacia los barrios más pobres de las ciudades.

Si la obtención de una mayor ganancia constituye uno de los aspectos clave del modo de vida capitalista en el cual vivimos, el valor de la tierra es aquel que configura y reconfigura la producción social de los espacios que habitamos[4]. La gran mayoría de los dueños de la tierra o de los medios de producción ya no viven en el campo, pero tampoco dejan que los demás vivan allí. Las nuevas maquinarias y tecnologías que prescinden, cada vez en mayor medida, de los trabajadores y operarios han permitido a sus dueños convertir al ámbito rural en un desierto productivo mientras ellos se construyen fastuosas casas en nuevos y lujosos barrios privados. Por otra parte, muchos de los que viven en los grandes centros urbanos y poseen ingresos altos llevan a cabo una suerte de “vuelta al campo” que pretende reconstruir un pasado rural que nunca existió en forma de casas quinta de fin de semana, barrios privados y clubes de chacra que les permiten, al menos durante unos días a la semana, gozar de una “vida de campo” junto con la “seguridad y el confort urbanos” (Marchetti, 2009). Son estas dos dinámicas que acabamos de mencionar las que analizaremos a continuación a partir de lanoción de “producción del espacio” que Henri Lefebvre desarrollara en los años setenta o, en términos más cercanos al pensamiento de David Harvey (2008), de las dinámicas de acumulación del capital. Análisis a partir del cual intentaremos describir algunos de los modos de “hacer campo” y de “hacer ciudad” a los cuales las dinámicas antes mencionadas dan lugar en el ámbito pampeano y, más específicamente, en la provincia de Buenos Aires. Para ello nos valdremos de ciertos fragmentos de entrevistas en profundidad que hemos realizado en el marco del trabajo de campo de nuestra tesis de doctorado: “Síntomas de una ausencia. Acerca de la experiencia contemporánea de lo rural en la región pampeana (2007-2013)”.

Cuando lo rural se hace desierto y la ciudad villa miseria

La región pampeana argentina, sinónimo por excelencia del ámbito rural en la región, ha atravesado a lo largo de las dos últimas décadas una transformación productiva sin igual. Impulsada por el aumento del precio internacional de la soja a finales del siglo XX, a comienzos del siglo XXI dicha “revolución” ha dado lugar a profundos cambios en los procesos productivos (introducción de la siembra directa, tecnologías de precisión, uso de semillas transgénicas, etc.) y en los procesos de gestión (nuevas tecnologías de la comunicación e información, profesionalización de la administración, entre otras). En este contexto, cabe señalar que en vastas zonas rurales del interior bonaerense se plantea un círculo vicioso que incluye una estructura económica fuertemente asociada a la actividad agropecuaria y ausencia de atractivos para la radicación de nuevos emprendimientos y diversificación productiva, lo cual redunda en falta de oportunidades de empleo y expulsión (Gorenstein et al., 2007). Es en este marco que emergen una serie de discursos que narran al ámbito rural como desierto, y a la ciudad como ámbito del bienestar y del progreso. A modo de ejemplo, uno de los pobladores rurales que hemos entrevistado en el noroeste de la Provincia de Buenos Aires a comienzos de 2013 realiza el siguiente relato:

“[…] pero despacito, se fue, la misma crisis, la poca rentabilidad y el avance de la aparición de estos pooles de siembra y chacareros grandes, alquilándote el campo, te convenía más estar sentado en la casa, ganando 2.500 pesos por mes, sin arriesgar nada […] Y en el campo, ibas al campo, el mismo camino donde antes habíamos 14 familias, no hay nada, taperas, taperas o nada, planicie, se borró el monte, con la retroexcavadora borraron casas, borraron todo”.

Despoblar, dificultad, temporal, crisis, nada, taperas, planicie, borrar. Crónicas de una transformación o desaparición de un modo de producción social del espacio. En este sentido, la narración que hemos citado nos devuelve a aquella noción de “producción del espacio” (Lefebvre, 1972) o de dinámicas de acumulación del capital (Harvey, 2008), las cuales se encuentran directamente involucradas en la creación de las espacialidades, y temporalidades, que experimentamos, producimos y reproducimos. En cuanto al desplazamiento de la población del ámbito rural al ámbito urbano, en principio, debemos dar cuenta del descenso continuo de la población rural:

Evolución en el tiempo de la población rural de la Provincia de Buenos Aires

Año Población rural % con respecto al total
2001 502.962 3,6
1991 608.265 4,8
1980 742.895 6,8
1970 763.384 8,7
1960 882.113 13,0
1947 1.223.155 28,7
1914 942.899 45,6
1895 596.629 64,8
1869 253.976 82,5

Fuente: Censos Nacionales de Población. Elaboración: Dirección Provincial de Estadística

Según estimaciones del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos)[5] para junio de 2010 la población de la provincia de Buenos Aires habría alcanzado los 15.315.842 habitantes, con una densidad media de 49,8 hab/km².  De ese total, alrededor del 96,4% de la población de la provincia reside en áreas urbanas. El resto vive en localidades de menos de 2.000 habitantes, las cuales se consideran población rural. Por otra parte, un 33,8% de los habitantes de la provincia no son provenientes de la misma: 3.918.552 son migrantes internos y 758.640 son extranjeros. Algunas investigaciones han mensurado un crecimiento del porcentaje de la población del conurbano que reside en villas y asentamientos, que asciende del 6,9 al 10,1 entre el 2001 y el 2006[6]. Ante la falta de datos estadísticos que señalen con precisión el porcentaje de población rural que ha emigrado a los barrios pobres de las grandes ciudades, nos basamos en el trabajo de campo que venimos realizando desde el año 2009 en el noroeste de la Provincia de Buenos Aires, y en los resultados de otras investigaciones afines para hablar de un verdadero “éxodo” que ha echado por tierra saberes, formas de vida y costumbres. Y es en este punto que consideramos relevante retomar el pensamiento de Lefebvre (1971) en relación a la sociedad urbana como degradación y desaparición del campo, de los campesinos, del pueblo, así como de un estallido, una dispersión, una proliferación desmesurada de lo que antaño fue la ciudad. En el otro extremo de la estructura social, observamos que se ha reforzado el fenómeno de los barrios cerrados: urbanizaciones que han crecido de 285 a 541 entre el 2001 y el 2007 (PNUD, 2009).

Cucullú4 - enero 2011-Autor Veronica Hendel

Cucullú4 – enero 2011-Autor Veronica Hendel

Clubes de chacra o acerca de la urbanización de lo rural

“[…] hay mucha gente ya que vive el campo como una quinta, ¿no?, el gran fenómeno y lo que uno ha podido ver, constatar y diferenciar […], es esta cuestión de que el casero, el tipo que está en el campo es casi un guardia de seguridad y de mantenimiento de pasto […]”, señala un arquitecto del noroeste bonaerense. A comienzos de la década de 1990 se planificó el primer complejo que llevaría el nombre de “barrio de chacras”. Este desarrollo, que se potenciaría a comienzos del siglo XXI, se encuentra íntimamente vinculado al desarrollo que generó la finalización de diversas autopistas en la Provincia de Buenos Aires. Si bien los barrios privados, en general, fueron uno de los emprendimientos clave del fin de siglo, debemos señalar que los “clubes de chacra” no son simples barrios privados, ya que tienen un “valor agregado” que radica precisamente en su ligazón con el ámbito rural. Decíamos previamente que los modos de producción social del espacio han sufrido profundas mutaciones que solo pueden ser comprendidas en su complejidad al analizar de manera conjunta lo que sucede en ambos polos, es decir, el éxodo rural-urbano de los sectores más pobres, por un lado, y el fenómeno de las casas de campo de fin de semana y los “clubes de chacra”, por el otro. Eso es lo que intentaremos hacer, relacionar lo hasta ahora analizado con este otro ámbito de la experiencia que podemos pensar que se encarna en los “clubes de chacra” a modo de heterotopía (Foucault, 1967). Pensar los “clubes de chacra” de este modo supone ubicarlos en el plano de las utopías efectivamente realizadas, en la medida en que al interior de estos espacios todos los otros emplazamientos reales de la cultura se encuentran representados, cuestionados o invertidos. En este sentido, los “clubes de chacra” serán presentados como la síntesis perfecta del campo y la ciudad: “El habitar una chacra dentro de La Clara significa que uno puede tener su propia huerta, cultivar lo que se le plazca, montar a caballo y disfrutar de un ambiente puro y natural. Además posee todos los servicios que se brindan en la ciudad […]” (Puche, 2009).

La combinación de lo natural y puro del campo, junto con la seguridad y la comodidad de la ciudad, supone la movilización de una serie de estéticas que pretenden recuperar experiencias imposibles con reminiscencias de tradición. Es precisamente por esta característica que la función primordial de esta heterotopía parecería ser la de compensación. Es decir, la de crear otro espacio real tan perfecto como el nuestro es de imperfecto. Y el lenguaje nos habla de ello cuando leemos una y otra vez el término “chacras urbanas” en el suplemento especializado de uno de los principales periódicos de la Argentina. El fenómeno de los “clubes de chacra”, entonces, podría ser pensado como una urbanización del ámbito rural que sería interesante analizar a luz del concepto de “gentrificación” (Smith, 2012).

Cultura, juego y libertad: hacia una nueva utopía de pueblos y ciudades

A modo de cierre, pero fundamentalmente de propuesta, quisiéramos abonar a favor de “la construcción de una ciudad lúdica, un modelo de ciudad cuyo centro […] estaría consagrado a juegos de toda especie, siendo también la cultura considerada como un gran juego” o, yendo aún más lejos, “intentar imaginar una ciudad donde la vida cotidiana estaría completamente transformada, donde los hombres serían dueños de su vida cotidiana […] (Lefebvre, 1971: 145). Y a la propuesta de Henri Lefebvre deberíamos sumarle el respeto por aquello que el Movimiento Nacional Campesino Indígena – Vía Campesina (MNCI – VC) denomina como la “función social de la tierra” (MNCI, 2012: 37). Es decir, ámbitos de nuestra experiencia que tal vez aún podamos denominar como “ciudades”, “pueblos” y “campos”, en los cuales todos los derechos de sus habitantes sean respetados, más allá de su poder adquisitivo. En este sentido, no podemos dejar de mencionar la enorme tarea llevada a cabo por las más de 20.000 familias de agricultores campesinos e indígenas de Argentina nucleados en el MNCI-VC que luchan día a día para lograr la Reforma Agraria Integral y la Soberanía Alimentaria a través de la organización popular, así como el esfuerzo de los Centros Educativos para la Producción Total y las Escuelas de la Familia Agrícola[7] en su defensa de la pequeña producción familiar. Si a comienzos del siglo XXI asistimos a una renovada conciencia acerca de la simultaneidad y compleja interrelación de las dimensiones social, histórica y espacial de nuestras vidas, y su interdependencia con frecuencia problemática, tal vez haya llegado el momento de repensar el campo y la ciudad en una clave más justa y democrática.

Referencias

FOUCAULT, M. (1967), De los espacios otros, Architecture, Mouvement, Continuité, Nº 5, París.
GORENSTEIN, S., NAPAL, M. Y OLEA, M. (2007), Territorios agrarios y realidades rururbanas, Revista eure (Nº 100), p. 91-113, Santiago de Chile.
HARVEY, D. (2008), La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Amorrortu, Buenos Aires.
LEFEBVRE, H. (1971), De lo rural a lo urbano, Edicions 62, Barcelona.
LEFEBVRE, H. (1972), El derecho a la ciudad II, Península, Barcelona.
MARCHETTI, R. (2009), Con el espíritu de la vida rural, Suplemento Countries, Diario Clarín, Buenos Aires.
MOVIMIENTO NACIONAL CAMPESINO INDÍGENA (2012), Derecho al Territorio Campesino Indígena, Córdoba: MNCI.
PNUD (2009), Informe sobre desarrollo humano, Disponible en: http://hdr.undp.org/es/content/informe-sobre-desarrollo-humano-2009
PUCHE, A. (2009), Estas chacras no son para Giles, Suplemento Countries, Diario Clarín, Buenos Aires.
SMITH, N. (2012), La nueva frontera urbana. Ciudad revanchista y gentrificación, Traficantes de Sueños, Madrid.
SOJA, E. (2008), Postmetrópolis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones, Traficantes de Sueños, Madrid.
WILLIAMS, R. (2001), El campo y la ciudad, Paidós, Buenos Aires.

[1] CONICET. Universidad Nacional de Luján (Departamento de Educación). Universidad de Buenos Aires. (vero_hendel@yahoo.com)
[2] Se trata de un área comprendida por las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y Santa Fe.
[3] Así, el 82% de los productores son familias campesinas que ocupan sólo el 13% de la tierra, mientras que el 4% representado por el agronegocio se ha apropiado de casi un 65% de la tierra utilizada para la producción (MNCI, 2012). Para mayor información recomendamos visitar el sitio de internet del Movimiento Nacional Campesino Indígena: http://mnci.org.ar/
[4] Al decir “valor de la tierra” quisiéramos hacer alusión a la compleja noción de “renta de la tierra” y “renta potencial”. Para un análisis exhaustivo de este último concepto en el mundo contemporáneo y, específicamente, en el ámbito urbano, ver Smith, 2012.
[5] Las estadísticas del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) pueden consultarse en el siguiente sitio de internet: http://www.indec.mecon.ar/
[6] Para profundizar esta información recomendamos visitar el siguiente sitio de internet: http://www.infohabitat.com.ar/web/
[7] Se trata de dos proyectos de educación rural nacidos en los años ochenta y setenta, respectivamente, dirigidos a promover la educación en zonas rurales, respetado y promoviendo la producción agropecuaria familiar en pequeña escala. Para mayor información: http://www.facept.org.ar/index.html y http://www.uefas.org.ar/

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