Marcello Avanzini*

 

Resumen: Por primera vez, el cambio climático ha sido reconocido como causa de migración forzada por un Tribunal Internacional. Establecer la figura de solicitante de asilo por causas climáticas ciertamente es necesario. Sin embargo, las declaraciones universales suelen demostrarse muy frágiles frente a los panoramas políticos nacionales. La inestabilidad nacida de las protestas árabes de 2010-2012 ha sido suficiente para suspender Schengen y reintroducir las fronteras internas en la Unión Europea. Del mismo modo, la Convención de Ginebra se ha violado repetidamente a través de la militarización de las fronteras externas: desde Ceuta y Melilla en Marruecos y la operación Frontex en el Mediterráneo hasta los acuerdos Italia-Libia y los periódicos chantajes de Erdoğan. La UE parece prepararse para lo peor: el choque con las otras superpotencias mundiales provocado por la escasez de recursos.

Parabras clave: migración, cambio climático, Unión Europea, asilo político

 

Abstract: For the first time, climate change has been recognized by an international court as a reason of forced migration. Establish the concept of asylum seeker for climatic causes is absolutely necessary, however, universal declarations have often shown their fragility against national political agendas. The instability derived by the Arab protests in 2010-2012 has been enough to suspend Schengen and reintroduce internal borders in the European Union. Moreover, the Geneva Convention has been repeatedly violated through the militarization of the external borders: from Ceuta and Melilla in Morocco and the Frontex operation in the Mediterranean, to the Italy-Lybia agreements and the recurrent blackmailing by Erdoğan. The EU seems to get ready for the worse: the collision with the other global superpowers forced by the scarcity of resources.

Keywords: migration, climate change, European Union, political asylum

 

 

 

Introducción

Kiribati es un país insular de los más afectados por el cambio climático, destinado a desaparecer bajo el océano Pacífico en las próximas décadas. Debido a la subida del nivel del mar y la mayor frecuencia de los desastres naturales, el Parlamento decidió comprar unas dos mil hectáreas de terrenos a Fiyi para cuando se tenga que evacuar a la población entera del país.[1] Anote Tong, por aquel entonces presidente de Kiribati y promotor de políticas contra los efectos inminentes del cambio climático, equiparó la falta de cumplimiento del Acuerdo de París con «un acto de guerra que no contamos con medios para contrarrestar».[2] Para huir de esta situación, el kiribatí Ioane Teitiota pidió protección de asilo a Nueva Zelanda y, al serle denegada, recurrió al Tribunal Internacional de las Naciones Unidas. Si bien este último no cambió el resultado y siguió considerando que el ciudadano de Kiribati no se encuentra en peligro inminente, la sentencia no vinculante de la ONU estableció que no es posible negar el permiso de asilo a personas que huyen de condiciones climáticas extremas.[3]

Esta decisión, aparentemente histórica, reconoce por primera vez el cambio climático como causa de migración forzada. Puesto que la pérdida de cosechas, la subida del nivel del mar y la escasez de agua podrían conducir al desplazamiento de ciento cuarenta millones de personas (Rigaud et al., 2018), ¿se puede interpretar la sentencia de la ONU como una señal de esperanza? Si bien es indudable la necesidad de establecer la figura de solicitante de asilo por causas climáticas, el caso de Ioane Teitiota nos recuerda que cada definición provoca una exclusión. Por cada persona que obtenga protección, los argumentos de muchas otras se considerarán insuficientes. Incluso los Gobiernos menos restrictivos tendrán que encontrar una demarcación y satisfacer sus aparatos burocráticos. Entonces… ¿qué criterio usar?

Imagen 1: Una señora mayor camina a través de aguas de alta mar debidas a la elevación del nivel del mar en Tarawa, Kiribati. Fuente: Joans Gratzer: LightRocket – Getty Images

 

Migración climática, definir lo indefinible

En un contexto de catástrofes naturales cada vez más comunes, es razonable pensar que una inmensa parte de la población mundial se verá afectada. Al contrario de lo que ocurre en casos de persecución política o religiosa, en los que existe una relación directa entre la decisión de huir o desplazarse y su causa detonante, el cambio climático suele manifestarse por el agravamiento de motivaciones preexistentes, normalmente de carácter económico. Por ejemplo, un campesino mexicano que empiece a trabajar en Estados Unidos después de haber visto disminuir sus cosechas durante años no puede culpar solamente el cambio climático, aunque este último impacte en la frecuencia y la intensidad de esos fenómenos. Dada la ausencia de criterios adecuados, cualquier delimitación entre quién recibe asilo y quién no automáticamente se vuelve una clasificación discriminatoria. Los desplazamientos por razones climáticas pueden generar una nueva forma de racismo, caracterizada por el miedo a lo desconocido, fruto de las predichas olas de migración masivas. El mismo imaginario de migrante climático evoca desorden y misterio. Como monstruos, los supervivientes de catástrofes climáticas son enmarcados por la catástrofe y a la vez son marcos de ella, un recordatorio constante del futuro que nos espera (Baldwin, 2017).

La estrategia institucional para intentar clasificar lo inherentemente inclasificable consiste en aceptar la migración como forma de adaptación. El asilo será un premio concedido a quien demuestre suficiente resiliencia o capacidad para adaptarse positivamente a una situación adversa. En el caso de Ioane Teitiota, el resultado negativo se basa en la improbable posibilidad de que Kiribati encuentre la manera de salvarse antes de que se cumpla su infausta condena, un plazo de diez o quince años según lo define el Tribunal de la ONU. Como en una transposición distorsionada del American Dream, quien vea su sustento vital amenazado día tras día tendrá que hacerse emprendedor para afrontar su propio destino y buscarse la manera de mantenerse vivo en otro lugar. Como si las catástrofes climáticas fuesen su culpa y su responsabilidad. Como si no hubiera coste alguno, peligros, amenazas y fronteras que afrontar.

 

Crisis migratoria: primeros ensayos

La que se vende actualmente como crisis migratoria, a pesar de su dimensión relativamente irrisoria, revela que la Unión Europea ya sigue una ruta similar a la estrategia de gestión de flujos migratorios esbozada. Parece que las decisiones acerca de quién merece el estado de asilo internacional no dependen exclusivamente de procesos jurídicos individuales, contrariamente a lo dispuesto en la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, sino sobre todo de factores económicos y geopolíticos de la nación encuestada. Por ejemplo, en Suecia, en el año 2007, obtuvieron asilo el 82 % de las 18.559 personas de Irak que lo pidieron. Grecia, por su parte, rechazó todas las 5474 solicitudes de iraquíes.[4] De modo similar, en 2015 el Reino Unido decidió que la persecución de la dictadura en Eritrea se había ablandado y redujo la relativa tasa de reconocimiento al 39 %, frente a una media europea del 87 % (Lanni, 2016). Tradicionalmente concedida por las naciones más beneficiadas desde el punto de vista económico, la promesa de esos privilegios cae al menor indicio de inestabilidad. A raíz de las protestas árabes de 2010-2012, empezó un proceso de fortificación de las fronteras tanto externas (en realidad ya fuertemente militarizadas) como internas, hasta el punto de que en pocos meses ya se esperaba la suspensión de la libertad de circulación en el espacio Schengen «como ultimísimo recurso». En realidad, a partir de septiembre de 2015, la mayor parte de las naciones del norte de Europa no paró de enviar reiteradas notificaciones de cierre temporal de sus fronteras basándose habitualmente en movimientos secundarios no bien aclarados.[5]

 

La derecha se aprovecha

Mientras España cumplió con su deber de devoluciones sumarias[6] y violencia policial[7] en las fronteras de Ceuta y Melilla, la anarquía en la costa de Libia y la enorme presión ejercida sobre la frontera marítima turco-griega han permitido a las derechas radicales difundir su propaganda. Ante la multitud de gente que cruzaba el Mediterráneo con recursos improvisados, los partidos populistas de derecha establecieron una distinción no bien marcada y explícitamente discriminatoria entre quien merece asilo (a grosso modo, quienes huyen de Siria) y aquellos conocidos como «migrantes económicos». Bajo esta maliciosa designación, se esconde una variedad de trayectorias personales sin posibilidad de acceso a los trámites burocráticos o al dinero necesarios para usar las rutas de migración regular, tan elogiadas y a la vez obstruidas por los partidos de derecha. Personas, sin embargo, unidas por haber sufrido el terror de los barcos y la barbaridad de las milicias, los traficantes y las cárceles de Libia. Ante los tribunales territoriales, no todas estas historias consiguen encajar en sus exigentes requisitos, impuestos a veces por factores económicos y logísticos externos. El aumento de repatriaciones a Nigeria por parte de Alemania y Italia, por ejemplo, es achacable al cumplimento del umbral mínimo solicitado por la Comisión Europea y no a un aumento de sus llegadas. Como ya existían acuerdos bilaterales para hacer repatriaciones a Nigeria, se pudieron organizar varios vuelos con este fin colmados de migrantes irregulares sin mayores dificultades. De esta manera, solo en 2016 el Gobierno alemán aprehendió y repatrió 12.000 personas de Nigeria que residían de forma irregular en Alemania, algunas desde hacía varios años (Bagnoli y Civillini, 2017).

 

Solo la derecha, ¿en serio?

Parece que en pocos años de crisis institucional la retórica de derecha ha logrado infectar a los órganos democráticos nacionales y europeos. Y no hablo solamente de los éxitos electorales, por mucho que ministros de Interior como Salvini puedan haber conseguido. Es cierto que el decreto sobre la seguridad que lleva su nombre ha puesto en peligro a la comunidad extranjera en Italia y a todo el que intente cruzar el Mediterráneo, debido a la súbita eliminación de la protección humanitaria (21 % de las protecciones concedidas), la simplificación del mecanismo de expulsión y la persecución de las ONG.[8] Sin embargo, la responsabilidad de disminuir los desembarques y, como consecuencia, de dejar cientos de miles de personas atrapadas en el infierno de una guerra civil, recae en los acuerdos entre Italia y la guardia costera libia. Muy esperados por la Unión Europea, estos acuerdos fueron firmados por el Gobierno italiano anterior al de Salvini y renovados automáticamente por el posterior, ambos formados por coaliciones de izquierda.[9]

Además, en el contexto de «crisis», figuras autoritarias como Orbán y Erdoğan, primer ministro de Hungría y presidente de Turquía, respectivamente, han adquirido prestigio y negociado sus condiciones en el marco de la Unión. A cambio de varios miles de millones de euros y de mirar hacia otro lado en temas de derechos humanos y de un presunto golpe de Estado en 2016, el presidente turco se encargó de que los casi tres millones de migrantes en su territorio (en gran mayoría provenientes de Siria)[10] no pasaran la delgada línea de mar que los separaba de las islas griegas. Erdoğan asume así el mismo papel que Gadafi, dictador libio solo demonizado por la Unión Europea al umbral de su derrocamiento, como guardián de las fronteras marítimas europeas. Detrás de la glorificación de sus virtudes democráticas y progresistas, la UE parece esconder una atracción por los líderes despóticos. O, por lo menos, parece no tener nada en contra de sus sucias gobernanzas, siempre y cuando mantengan limpios los muros de la Unión Europea. Es difícil imaginar la construcción de la Fortaleza Europa como una reacción apresurada de unas democracias esquizofrénicas frente a una temible invasión de bárbaros. Al contrario, la UE parece inclinarse por crear una isla de paz elitista que pueda hacer frente a las otras superpotencias mundiales (es decir, China y Estados Unidos) en un mundo en que el cambio climático amenazará el abastecimiento de recursos.

Imagen 2: Una familia toma refugio encima de una mezquita en Sanawa (Muzaffar Ghar, Punjab) como consecuencia de las inundaciones en Pakistán de 2010. Fuente: REUTERS:Stringer

 

Europa unida en la dificultad

El Club de Roma publicó un informe llamado Los límites del crecimiento (Meadows et al., 1972) que predecía un límite en la capacidad de producción de alimentos en 2020. Acto seguido, el declive de la producción de recursos y servicios provocaría un colapso social y una disminución brusca de la población mundial. Si asuntos de mucha menor magnitud, como el actual problema migratorio, llevan incluso a los Gobiernos progresistas y de izquierdas a asumir actitudes autoritarias y discursos basados en la seguridad, el contexto esbozado en el informe tiene toda la capacidad de conducirnos a escenarios de militarización de las fronteras, usurpación de tierras a países del Sur global y fortalecimiento de poderes autoritarios. En lo que se refiere a las guerras y la colonización, sin duda las naciones europeas tienen siglos de experiencia. Por su parte, el proyecto europeo ignora sus valores de igualdad y solidaridad cuando sus instituciones defienden y promueven esas instancias antidemocráticas. Frente al colapso socioambiental, siempre y cuando pueda superarlo, la Unión Europea tiene dos alternativas: caer víctima de pulsiones totalitarias o reinventarse por completo para intentar atenerse a su lema y ser finalmente «unida en la diversidad».

 

Referencias

Bagnoli, L., y M. Civillini, 2017. «Why Nigerians Top the List of Ethnicities Most Often Deported from Italy, and How Much It Costs». Open Migration (3 de noviembre). Disponible en: https://openmigration.org/en/analyses/why-nigerians-top-the-list-of-ethnicities-most-often-deported-from-italy-and-how-much-does-it-cost/, consultado el 25 de marzo de 2020.

Baldwin, A., 2017. «Postcolonial Futures: Climate, Race, and the Yet-to-Come». ISLE: Interdisciplinary Studies in Literature and Environment, 24 (2), pp. 292-305.

Lanni, A., 2016. «5 Things Everyone Should Know about Eritrean Refugees». Open Migration (23 de febrero). Disponible en: https://openmigration.org/en/analyses/5-things-everyone-should-know-about-eritrean-refugees/, consultado el 25 de marzo de 2020.

Meadows, D. H., D. L. Meadows, J. Randers et al., 1972. «The Limits to Growth». New York, 102, p. 27.

Rigaud, K. K., A. de Sherbinin, B. Jones et al., 2018. «Groundswell: Preparing for Internal Climate Migration». Disponible en: https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/29461, consultado el 6 de marzo de 2020.

* Instituto Superior Técnico, Lisboa, Portugal. Activista de Fridays for Future Barcelona. E-mail: marcelloavanzini23@gmail.com.

[1]. https://time.com/4058851/kiribati-cliamte-change/.

[2]. http://povmagazine.com/articles/view/review-anotes-ark.

[3]. https://www.bbc.com/news/world-asia-51179931.

[4]. https://www.ecre.org/wp-content/uploads/2016/07/ECRE-Five-years-on-Europe-still-ignoring-its-responsibilities-towards-Iraqi-Refugees_March-2008.pdf.

[5]. https://ec.europa.eu/home-affairs/sites/homeaffairs/files/what-we-do/policies/borders-and-visas/schengen/reintroduction-border-control/docs/ms_notifications_-_reintroduction_of_border_control_en.pdf.

[6]. https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/09/140915_devoluciones_caliente espana_ac.

[7]. https://www.elmundo.es/espana/2014/02/07/52f46e5aca4741f3048b456b.html.

[8]. https://elpais.com/internacional/2018/09/24/actualidad/1537810075_453158.html.

[9]. https://elpais.com/internacional/2020/02/02/actualidad/1580648768_253079.html.

[10]. https://helprefugees.org/news/eu-turkey-deal-explained/.

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