Miki Decrece y Marta Rica*

 

Palabras clave: no violencia, aprendizajes, ecología espiritual, alternativas constructivas

 

Introducción

Mahatma Gandhi nació en 1869, en plena colonización británica de la India. De ser un muchacho tímido y con problemas para hablar en público, tal como se describe a sí mismo en su autobiografía (Gandhi, 1925), se convirtió en un líder de masas del movimiento nacionalista no violento y una fuente de inspiración para su generación y las venideras.

“La tierra provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de cualquiera”. Esta frase sintetiza parte del pensamiento de Mahatma Gandhi. Hoy en día, décadas después, se identifican con ella movimientos ambientalistas, tanto científicos como activistas, que critican un desarrollo económico basado en un crecimiento que supera los límites planetarios, y por tanto genera desigualdad social e injusticia ambiental. Gandhi y sus contemporáneos nos dejaron grandes lecciones; sin ser conscientes de ello, fueron predecesores del movimiento ecologista social y decrecentista. Sobre una reafirmación espiritual interior y el sentimiento de ser parte de algo mayor, se asienta, por un lado, su filosofía acerca de una economía basada en la autosuficiencia, la descentralización política (village swaraj), la simplicidad voluntaria y la compasión. Estas conforman un programa constructivo del que se pueden extraer aprendizajes para la ecología política. Por otro lado, su legado sobre la verdad y la resistencia no violenta, como en ocasión de la marcha de la sal (imagen 1), ha inspirado otras formas de resistencia más actuales en la India, como el Koyla Satyagraha.

 

Imagen 1. Gandhi acompañado de los satyagrahis durante la marcha de la sal en 1930. Fuente: Wikipedia.

 

Gandhi criticó el sistema de desarrollo colonialista británico. Además de su economía capitalista, Gandhi rechazaba los valores del Homo economicus, como la avaricia y el egoísmo. Según él, la transformación interior es la base del cambio social; su programa constructivo y las experiencias de resistencia no violenta no se pueden entender sin esta base espiritual. A diferencia de la tradición marxista, Gandhi incorporó una dimensión de análisis y acción que aporta valiosas claves para un movimiento más inclusivo y resiliente a nivel global, con la justicia ambiental como uno de sus principios más importantes.

En este artículo reflexionamos sobre los tres pilares fundamentales, e íntimamente interrelacionados, que sostienen el pensamiento de Gandhi: la resistencia no violenta, el programa constructivo y la transformación interior. Aunque la resistencia no violenta sea quizá el más conocido de las tres, solo es la punta del iceberg gandhiano (imagen 2), pues se sustenta sobre una parte visible, el programa constructivo, y otra parte invisible más importante, la transformación personal.

 

Imagen 2. Los tres pilares fundamentales del pensamiento gandhiano. Fuente: Moore-Backman, 2016 (modificado).

 

La resistencia no violenta

El término ahimsa hace referencia a la intención de no dañar a otros seres y se traduce como “no violencia”. Junto a satyagraha, que significa “adherirse a la verdad con determinación”, describe la acción de resistencia que llevaba a cabo Gandhi en el marco del movimiento de independencia de la India.

Según un activista ecologista gandhiano actual, Pancho Ramos-Stierle, la no violencia no es un simple rechazo moralista de la violencia, sino la expresión natural de un profundo y arraigado amor incondicional que se expresa en todos los órdenes de la vida. Gandhi basaba este amor incondicional en su filosofía advaita o no dual y lo aplicaba hasta con quienes querían agredirle.

 

La raíz de su simplicidad voluntaria

La humanidad sobrepasó la capacidad de carga de los ecosistemas en la década de 1980. Entonces la simplicidad voluntaria se convirtió en una herramienta de acción política a nivel ecológico. Sin embargo, Gandhi fue consciente de esto mucho antes. Uno de sus principios, asteya, consistía en hacer un uso austero de los recursos para que otros no sufrieran escasez. Su profunda conexión espiritual con la naturaleza le llevaba a ser consciente de sus límites espontáneamente, y sus acciones se guiaban por este principio.

 

El programa constructivo

Sobre la base de este enfoque de justicia, verdad y no violencia, Gandhi y sus allegados elaboraron un programa constructivo para la India, que rechazaba al colonialismo inglés y proponía una alternativa política, económica y social en la que lo individual estuviera al servicio de lo comunitario. Así, el programa constructivo fomentaba una economía basada en las antiguas industrias locales y artesanales de la India, como el khadi o tejido tradicional indio (Gandhi, 1962).

 

Village swaraj y ashrams como organizaciones políticas y formas de vida comunitaria

Gandhi creía firmemente que solo se podía conseguir una buena calidad de vida en pequeñas comunidades o pueblos donde se viviera de forma más sostenible: usando recursos renovables, con una agricultura respetuosa del medio ambiente y cultivos diversificados, con una alimentación saludable, higiene… Además, eran enclaves inclusivos, en los que el poder y la toma de decisiones se descentralizaban.

 

La autosuficiencia como base del autogobierno y del bienestar global

La autosuficiencia (swadeshi) inspira actualmente gran parte de las iniciativas ecologistas que generan una economía local al estilo del programa constructivo de Gandhi. Él era consciente de que la dependencia económica merma la independencia política. Así, hablaba del swadeshi como el alma del swaraj, un autogobierno que, a diferencia de la revolución marxista, se enfocaba en el bienestar de todas las personas, ricas y pobres. Según el economista gandhiano Kumarappa (1945), este bienestar global (sarvodaya) era producto del amor incondicional que Gandhi sentía por todos los seres vivos.

Un ejemplo muy bello e inspirador de sarvodaya lo facilitó un amigo de Gandhi, Vinoba Bhave. En 1951, durante una visita a la pequeña aldea de Pochampally para mediar en la resolución de conflictos relacionados con la distribución de tierras, apeló al amor incondicional de los presentes con estas palabras: “Si tenéis seis hijos, consideradme el séptimo de ellos y dadme la parte correspondiente de las tierras para que quienes no disponen de ella puedan mantener a sus familias”. Tras un silencio expectante, varios terratenientes anunciaron donaciones, que superaron con creces las necesidades de las personas sin tierra de la aldea. Así empezó un peregrinaje por todo el país que consiguió la mayor cesión voluntaria de tierras de toda la historia, unos cuatro mil kilómetros cuadrados (Kalindi y Sykes, 1994).

Pero este movimiento, llamado Bhoodan, no se puede entender sin la profunda transformación personal de Vinoba Bhave. Su habilidad para escuchar y conmover, su presencia y su notable capacidad para amar son indisociables de su espiritualidad orientada a la transformación social y fueron esenciales en cada cesión de tierras.

Por último, rescatamos otro aprendizaje del movimiento Bhoodan: Vinoba Bhave jamás se planteó conseguir cuatro mil kilómetros cuadrados de tierra. En cada aldea que visitaba intentaba iniciar una donación suficiente motivada por el amor entre seres hermanos. Volcaba todas sus energías en cuidar el proceso, no en los resultados. Para él, cada pequeño gesto tenía un sentido en sí mismo y estaba impregnado de la intención de sarvodaya. Como decía Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.

 

Darle un sentido mayor: la reafirmación espiritual como paso previo a la acción

Además de la coherencia entre el proceso y la intención (Gandhi hablaba de alinear cabeza, corazón y manos, y de igualar los medios y el fin) y de la influencia de la práctica de la espiritualidad en el enfoque del bienestar social (sarvodaya) y los patrones de consumo (simplicidad voluntaria), hay dos conceptos importantes que pueden ser valiosos para la efectividad del movimiento ecologista: la preparación y la espontaneidad.

La marcha de la sal no se puede entender como fruto de una asamblea ni de diez. Fueron los trece años de entrenamiento de los satyagrahis en el Sabarmati Ashram los que los prepararon para llevar a cabo esa acción con una firme determinación y mucha amabilidad.

Esto no significa que hayan invertido trece años en planificar al detalle una acción, sino que se estuvieron preparando para la transformación radical interior y social, y, llegado el momento, ocurrió. Así, un valioso aprendizaje podría ser: menos planificación y más preparación.

 

Resonar con Gandhi: los retos ecosociales y la justicia ambiental

La filosofía gandhiana sobre la sociedad, la política y la acción humana se puede enmarcar en un pensamiento ecosistémico para el que todos los seres somos interdependientes. Gandhi trató de dar ejemplo con su propia vida para llevar este mensaje a la humanidad.

 

¿Resistencias no violentas hoy en día?

El espíritu de confrontación del 15-M (contra políticos y banqueros), del Occupy (contra el 1 %) y de muchas iniciativas ecologistas (contra Monsanto, Shell y otras) sigue siendo una reproducción de la lucha de clases marxista. Como dice Miki Kashtan, autora y profesora de Comunicación No Violenta, la no violencia nos ha de llevar a terminar el ciclo de la violencia, incluyendo al 1 %, incluso al 0,001 %, sin excepción (Kashtan, 2002). En Pedagogía del oprimido, Paulo Freire (1970) señala la capacidad del oprimido de terminar con este ciclo de opresión, es decir, de poner fin a la opresión sin acabar con el opresor.

En la India, ha surgido un movimiento llamado Koyla Satyagraha que pretende proteger las tierras sin enfrentarse contra los intereses del Gobierno (imagen 3). Normalmente las empresas mineras pagan unos derechos de explotación y destruyen las tierras de los pueblos que dependen de ellas. Algunos de estos pueblos han decidido organizarse en cooperativas para extraer el carbón a mano, de manera más respetuosa con su tierra, y pagar al Gobierno un tributo más alto que el que pagaría una empresa minera.

 

Imagen 3. Unas mujeres llevan carbón en el marco del movimiento Koyla Satyagraha. Fuente: Subrata Biswas (coalscam.org).

 

Otro ejemplo creativo también tiene lugar en la India, en el desértico estado de Rajastán. En este caso la violencia proviene del patriarcado, que impone el sistema de la dote a la familia de la novia. Por ello, muchas familias tienden a interrumpir el embarazo cuando el feto es de hembra. Sin embargo, en la aldea de Piplantri (imagen 4), decidieron plantar ciento once árboles frutales por cada niña que naciera. En ocho años llevan plantados más de doscientos cincuenta mil árboles, lo que ha provocado un incremento de las lluvias y una mejora de la economía de la aldea. Ahora el nacimiento de una niña es un motivo de alegría.

 

Imagen 4. Unas mujeres plantan árboles en Piplantri. Fuente: Treehugger.com, ©Landesa.

 

Así como la filosofía no dual de Gandhi le permitía promover alternativas que integraran distintos aspectos sociales, económicos, políticos y ecológicos, Naomi Klein (2014) propone la creación de un movimiento de movimientos, en el que el ecologismo se integre con otras luchas políticas, sociales y económicas para dar una respuesta global basada en un cambio de paradigma radical que tenga como pilares el amor y el bien común.

¿El programa constructivo hoy en día?

Sin duda podemos aplicar la misma fórmula de Gandhi y realizar nuestro propio programa constructivo, que tal vez no sea tan diferente al que él visionó. Moore-Backman (2016) enumera los puntos que quienes asisten a sus talleres incluyen en un programa constructivo basado en la no violencia, coincidentes con propuestas de los movimientos decrecentistas. Estos son la transición ecológica, el empeño en desaprender las causas de las opresiones y deshacerlas, el desarrollo de alternativas humanizadas, la simplicidad radical voluntaria, la permacultura, la comida sana y local, la soberanía alimentaria, los sistemas de producción y distribución de energía comunitarios, las economías del regalo, la igualdad económica, la desmilitarización, la conexión con el mundo natural, el cultivo de la dimensión espiritual, el desarrollo de nuevos procesos de grupo y de toma de decisiones más productivos…

¿Espiritualidad para el cambio social hoy en día?

Hoy encontramos activismos que reniegan de cualquier forma de cambio interior, lo cual limita su capacidad de transformación radical de la sociedad. Por otro lado, algunas prácticas espirituales cooptadas por el capitalismo actúan como válvulas de escape y de desconexión social. ¿Cómo podríamos conjugar la transformación interior y social, al estilo de Gandhi?

Los satyagrahis de la actualidad bien podrían ser personas que durante años se reúnen para meditar, cultivar la escucha y crear comunidad (como los círculos de awakin) y realizar pequeñas acciones que supongan un cambio de paradigma (como la plataforma Kindspring). Su conciencia global los podría llevar a una coordinación global (como la red social Servicespace),[1] a la creación de espacios de inspiración colectiva (como los encuentros Gandhi 3.0 del movimiento Moved by Love), a impulsar medios de comunicación que hagan visible el cambio social (como Daily Good) o participar en ONG locales que pongan el foco en la transformación interior (como Manav Sadhna en el Sabarmati Ashram) y apoyen experimentos de generosidad (como Karma Kitchen, una cadena descentralizada de restaurantes de gift economy).

Si leemos con atención la historia de Gandhi más allá de la independencia de la India, veremos la decepción que sintió con la política nacional y el dolor que le produjo la separación de Pakistán. Sus ideas de swadeshi, village swaraj y sarvodaya no se hicieron realidad y la liberación espiritual de la India quedó en un segundo plano. Sin embargo ¿podemos hablar de fracaso? Sus acciones y su filosofía han inspirado y siguen inspirando un movimiento global que trasciende fronteras.

En el marco del movimiento ecologista, con frecuencia evaluamos nuestras acciones por su repercusión inmediata y visible, y nos frustramos porque no somos conscientes del círculo de influencia invisible de nuestras actividad. Cuando las acciones tienen un sentido en sí mismas, generan una repercusión que escapa a nuestro control (VV. AA., 2016). La confianza en esos efectos invisibles ha llevado al activista y rapero gandhiano Nimo Patel a cantar: “Estoy plantando semillas, nada más”.[2]

En conclusión, así como la conjunción de los tres pilares de Gandhi fue capaz de provocar una movilización integral sin precedentes en su tiempo, podemos impulsar este movimiento de movimientos para realizar una revolución integral a nivel global que genere una economía en verdad ecológica basada en una existencia del ser humano profundamente ecocéntrica.

 

Bibliografía

Freire, P., 1970. Pedagogía del Oprimido. Tierra Nueva, Montevideo.

Gandhi, M., 1929. Historia de mis experimentos con la verdad. Autobiografía, Navajivan publishing house, Ahmedabad.

Gandhi, M., 1962. Village swaraj. Ahmedabad, Navjivan Trust.

Kalindi, V., y M. Sykes, 1994. Moved by love, the memoirs of Vinoba Bhave. Paramdham Prakashan, Pavnar.

Kashtan, N., 2002. “No enemies, no demands”. Tikkun Journal, 17 (5).

Klein, N., 2014. This changes everything. Penguin Books. Londres.

Kumarappa, J. C., 1945. Economy of permanence. Sarva-Seva-Sangh-Prakashan, Raj Ghat, Kashi.

Moore-Backman, C., 2016. The gandhian iceberg. A nonviolence manifesto for the age of the great turning. Be the Change Project, Reno, Nevada.

2016. AA., 2016. Activismo y espiritualidad. Cuando la acción y la contemplación son uno. Mandala Ediciones, Madrid. Disponible en: https://giftyoga.wordpress.com/activismo-y-espiritualidad-el-libro/.

*Autora de correspondencia: Marta Rica. E-mail: marta.rica85@gmail.com.

[1] Servicespace es una plataforma incubadora de proyectos de gift economy y solidaridad radical, en la que se puede encontrar información del resto de las iniciativas mencionadas en este apartado, https://www.servicespace.org/

[2] Véase el vídeo en https://www.youtube.com/watch?v=5AmqYcWjBmc.

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